El poder adquisitivo y un nuevo año en rojo

Heterogeneidad en la caída

El retroceso del salario real en los últimos dos años fue indudablemente una de las razones que explica la derrota de Cambiemos en las elecciones pasadas. Las turbulencias cambiarias de 2018 -que tuvieron su pico en abril y agosto de dicho año, así como la depreciación del Peso tras el resultado de las PASO fueron factores que aceleraron la inflación.

Siempre que las subas de precios sean imprevistas, no alineadas con los aumentos salariales pautados, el principal resultado es el deterioro del poder adquisitivo. Si bien durante los últimos años se instauraron las cláusulas de renegociación ante una inflación efectiva mayor a la esperada (como ocurrió en 2018 y 2019), la suba de salarios terminaron corriendo detrás del alza de los precios. Por caso, el salario real de la economía cayó en promedio 6,3% en 2018 y exhibirá una contracción media superior a 8% en 2019, producto de una inflación mayor a la esperada. Por supuesto, el deterioro no fue homogéneo: el poder de compra promedio de los trabajadores registrados (-6,2% en 2018 y – 8% en 2019) fue menor que el de los informales (-6,3% y -13%), quienes no son alcanzados por las negociaciones paritarias y encuentran dificultades para mejorar sus condiciones en un contexto recesivo e inflacionario. Por su parte, menos deteriorados fueron los ingresos de los perceptores de la AUH y de los jubilados (en torno al 5% en 2018 y casi 2% en 2019), quienes lograron acotar la caída del poder adquisitivo gracias a la fórmula de movilidad, que otorgaba ajustes trimestrales.

Ahora bien, como el gráfico lo demuestra, incluso en el caso de muchos trabajadores formales, a priori quienes más pueden proteger el valor real de su ingreso, el poder adquisitivo cerró el año mayoritariamente en rojo. Por caso, los trabajadores de sectores vinculados al sector textil (y calzado), uno de los más afectados por la recesión, mostraron el peor desempeño, aunque también gremios más amplios como Comercio o UOCRA (Construcción) también experimentaron un caída del poder adquisitivo durante todo el 2019. En el mejor de los casos se encuentran los encargados de edificios, que a través de sucesivos ajustes mensuales logran, en muchos meses, ganarle a la inflación.

De todos modos, más allá del derrotero de cada sector en particular, la pérdida de los ingresos reales fue generalizada y tuvo su correlato en el consumo, el cual acumula una caída superior al 10% (en términos desestacionalizados) desde el pico del primer trimestre de 2018. La sostenida depresión de la demanda interna es uno de los factores que demora la recuperación de la actividad. En este marco cobra relevancia el plan para “poner plata en el bolsillo de la gente (de menores ingresos)”, que no solo fue una plataforma electoral del oficialismo, sino que es necesario para frenar la caída del consumo. Veamos entonces cuales son las herramientas del gobierno para ello, así como las limitaciones del caso.

Consumo en el bolsillo de la gente de menores ingresos

El nuevo gobierno tomó nota de la delicada situación económica y rápidamente dio marcha atrás con algunas de sus slogans electorales. La apremiante situación fiscal, así como el riesgo de una aceleración de la espiral precios -salarios en un contexto de elevada inercia inflacionaria, echaron por tierra cualquier demanda social desmedida.

En palabras del ministro Guzmán, el punto inicial es la búsqueda de un resultado fiscal equilibrado, o que al menos sea percibido como sostenible en las prontas renegociaciones con acreedores. En este marco, una de las primeras medidas fue un aumento de impuestos que representará aproximadamente 1,5% del PBI. Por el lado de las erogaciones, se suspendió por seis meses la fórmula de movilidad que actualizaba trimestralmente los ingresos de las prestaciones sociales (jubilados y AUH), que representan el 60% del gasto público e implicaba un fuerte aumento del mismo en caso de desacelerarse la inflación.

De todos modos, tanto los perceptores de la AUH como los jubilados que ganan menos de $20.000 (aproximadamente la mitad de los mismos) percibirían bonos de suma fija en los meses de diciembre y enero que ayudarán a recomponer su poder adquisitivo. Mas aun, estos sectores tienen una mayor probabilidad de recibir nuevos incrementos de otorgarse nuevas compensaciones. En este sentido, la exclusión del bono a jubilados que cobran por encima de $20.000 representa, pese a la suspensión de los ajustes por movilidad, una medida progresiva, dado que quienes reciben recursos son los que menores ingresos tienen. Por otro lado, refleja que la política de ingresos, en el inicio del año, estará destinada a apuntalar el poder adquisitivo de los sectores más postergados, poseedores de una elevada propensión al consumo. En esta misma línea se puede ubicar a la Tarjeta Alimentaria para beneficiarios de AUH.

Esta dinámica también se encuentra en la reciente decisión de otorgar un bono de $7000 a asalariados del sector privado ($3000 en enero y $4000 en febrero). Este monto, en términos porcentuales, representa una mayor parte del salario de los trabajadores con menores ingresos, quienes también gastan una mayor proporción del mismo. Estos serán los que tengan más posibilidades de apuntalar su poder adquisitivo en el inicio del año. Si bien el bono no reemplazará los aumentos ya pautados para estos meses, se busca desanimar presiones sindicales que puedan derivar en una reapertura anticipada de las paritarias que afecte un eventual acuerdo de precios y salarios.

La lógica del gobierno es que la transferencia de recursos a los sectores más bajos dinamizará su consumo en los primeros meses del año. Por su parte, la clase media y alta, solo incrementará su consumo en caso de encontrar facilidades de financiamiento, o a través del gasto de ahorros, en su mayoría dolarizados. En definitiva, esta variable podría encontrar un aliciente en los próximos meses, pero no iría de la mano de un marcado aumento del poder adquisitivo, pese al deterioro de los últimos dos años.

¿Será suficiente?

La mayor incógnita es acerca del efecto neto de esta política de ingresos. Si bien elevar el ingreso de sectores que consumen una gran parte del mismo fomenta el consumo, el congelamiento de ingresos que recae sobre parte de los jubilados y el aumento impositivo al cual se enfrentará la clase media y alta (que tampoco experimentarán una mejora real de sus ingresos), son factores que ponen en duda si la política de ingresos emprendida es suficiente para reactivar el consumo y evitar que otros sectores reduzcan su gasto compensando los estímulos al mismo.

Por otro lado, el plan dista de ser generalizado. Los trabajadores independientes o asalariados no registrados, una parte significativa de la masa salarial, no tendrán ningún beneficio. En estos casos, la paulatina mejora de la actividad y la desaceleración de la inflación serán los mecanismos que puedan darle aire a estos trabajadores en los próximos meses.

La dinámica política se guiará por las identidades negativas

De la mano de un progresivo debilitamiento de las democracias de partidos, las transformaciones que vivimos en los procesos democráticos modernos han puesto como protagonistas centrales a una ciudadanía que interviene para expresar su rechazo que para manifestar su adhesión a determinadas decisiones o procesos. La gente tiende a tener más en claro lo que repele que lo que apoya, o se siente movilizada por evitar lo que rechaza que por facilitar o promover lo que desea que suceda.

En un contexto donde las identidades políticas positivas (sentimiento de adhesión a algo) se van debilitando, producto de las frustraciones cuando las democracias no logran satisfacer las cada vez más sofisticadas demandas de una ciudadanía más informada y más exigente, adquieren particular relevancia las identidades políticas negativas. Esto describe un cambio profundo en la naturaleza de la representación política, ya que no se busca representar lo que el pueblo quiere, sino lo que este rechaza.

Si le planteamos al electorado argentino el desafío de agruparse según una identidad positiva (partido político o espacio ideológico al cual adhiere o se siente identificado), el sector mayoritario del electorado elige definirse como independiente (casi 4 de cada 10), reflejando la debilidad que atraviesan las identidades políticas partidarias. Recién la identidad Peronista aparece liderando entre los diferentes espacios políticos con solo el 18,9%, seguido del Kirchnerismo con 15,7%, planteada como identidad diferenciada de la peronista. En el espectro hoy opositor, la debilidad de las identidades partidarias es más elocuente, ya que ningún espacio recoge una adhesión de dos dígitos, siendo el PRO el partido que lidera con un 9,6% de adherentes, seguido por el radicalismo con 5,4%. Los espacios definidos por límites ideológicos (la izquierda o la derecha), no recogen niveles de adhesión relevantes.

Lo opuesto sucede cuando se busca organizar este por identidades negativas: 2 de cada 3 se agrupan en el rechazo de dos grandes espacios (antikirchnerismo, 39,6%, y el antimacrismo, 27,2%), un escenario mas parecido al que arrojó la reciente elección.

El hecho que las identidades negativas reflejen mejor cómo se organiza el escenario político, no solo habla de los cambios en la naturaleza de la representación política, sino que ayuda a entender las estrategias de los propios actores del sistema. Si se logra agrupar una mayoría más amplia convocando a rechazar algo en vez de convocando a apoyar algo, posiblemente lo que domine las estrategias de los actores sea la de identificar lo que la gente rechaza, ya que, como muestra el gráfico, es mucho más redituable para juntar mayorías apelar al sentimiento de rechazo que al de adhesión.

Sin ser una descripción precisa del escenario actual, esta configuración dice mucho de cómo se componen los dos grandes espacios políticos en los que hoy quedó organizado el escenario: el Frente de Todos (peronismo + kirchnerismo + massismo) y Juntos por el Cambio (UCR + PRO + CC).

En definitiva, así como la apelación a un enemigo externo es un instrumento clásico para favorecer la unidad nacional, pareciera que hoy la apelación a enemigos internos funciona mejor para formar mayorías que apelando a los ideales dominantes del propio espacio político. Esta particularidad no solo afecta la forma de entender cómo se organizan los sistemas políticos modernos, sino que influyen en las estrategias que los propios actores adoptan para lograr representar las mayorías más amplias posibles.

En este sentido, si Macri reúne los mayores niveles de rechazo colectivo entre los electores de Alberto Fernández, difícilmente el flamante Presidente abandone la estrategia de antagonizar con Macri para consolidar el apoyo popular a su gestión política. Por el contrario, si la figura de Cristina Kirchner, y lo que representa su espacio político, es la que permite consolidar la mayoría más amplia dentro de los electores opositores al actual Gobierno, difícilmente quienes quieran construir una alternativa política al Frente de Todos se pierdan de aprovechar esa forma tan sencilla de reunir el apoyo para ganar las elecciones.

Los sectores moderados de ambos espacios políticos solo podrían escapar a esta dualidad si emergiera una suerte de sentimiento de rechazo a ese antagonismo. Es decir, si no se consolida de manera consistente un sentimiento de rechazo a la grieta, difícilmente se pueda ver una tercera vía competitiva, como ya lo ha demostrado la historia política reciente. Esta vía pareciera que solo podría surgir si se alcanza una crisis más profunda junto con un sentimiento de “que se vayan todos” estilo 2001, que podría terminar con el clivaje que ha dominado la política argentina en los últimos 15 años: el clivaje kirchnerismo-antikirchnerismo.

El bono a privados para brindar de legitimidad el apoyo sindical

La concentración de la toma de decisiones en momentos de crisis, lo que se puede apreciar en las facultades delegadas que logró aprobar Alberto Fernández con la Ley Solidaridad Social y Reactivación Productiva, no resuelve por sí solo el problema de las tensiones que genera tomar decisiones que afectan intereses. Además, también se requiere reducir la cantidad de interlocutores para poder genera márgenes de consulta en el proceso de decisión.

Es precisamente en este capítulo que el frente sindical no está ofreciendo resultados, ya que el multifragmentado universo gremial no logra encontrar canales para la reducción a la unidad. Un ejemplo de esa multiplicidad de interlocutores se vio reflejada en la primer reunión oficial del Gobierno con la dirigencia sindical en pasado 20 de diciembre en la Casa Rosada. Fueron allí representantes de todos los sectores sindicales que, en mayor o menor medida, han mostrado la voluntad de comenzar apoyando las decisiones que el Gobierno tome para “poner en marcha la economía”.

Quizás por este motivo fue que Alberto Fernández buscó generar un marco de decisiones que sirvieran como paraguas de legitimidad para sentar a todos los sectores sindicales en la mesa de discusión de las políticas. En este sentido, se entienden las decisiones de reponer la doble indemnización por despidos por 180 días, y la de decretar un aumento para el sector privado por decreto, a cuenta de lo que se discuta en el marco de las negociaciones paritarias, como una forma de garantizarse la buena voluntad de la mayor cantidad de sectores sindicales para encarar una etapa (la del Consejo Económico y Social) donde se deberá contener la puja por recuperar el poder adquisitivo perdido.

El aumento por decreto en cuestión busca capitalizar los esfuerzos del sector privado por colaborar con la reactivación de la economía. El mismo consuste en un bono para los trabajadores del sector que consistirá en una suma de entre $6.000 y $9.000, se pagará a partir de los primeros días de febrero, e irá a cuenta de futuras paritarias.

Las negociaciones no fueron sencillas y todas las partes tuvieron que ceder. El Gobierno anhelaba un aumento remunerativo, en una sola cuota, en torno a los $9.000, y que no fuese afectado por los acuerdos paritarios previos que aún no habían sido cobrados. Por su parte, el sector empresario logró que el bono se pueda pagar en cuotas, y que compense acuerdos paritarios futuros que aún no fueron cancelados, por lo que se entiende que los gremios que tuviesen aumentos próximos a ser percibidos podrían quedarse afuera del acuerdo. También buscan que el bono no tenga carácter remunerativo, aunque a esta altura es improbable que Fernández ceda en este ítem.

Vale destacar que el aumento por decreto frenó las renegociaciones en curso, como las de la UOM y UPCN, mientras que Camioneros, siguen firmes haciendo uso de su cláusula y buscan lograr una recomposición salarial que empate a la inflación.

¿Quiénes le ganaron a la inflación?

Fuerte heterogeneidad en los deciles de ingresos

Según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), durante el tercer trimestre de 2019, únicamente la población que pertenece a los dos deciles de ingreso mas altos (ganan mensualmente por encima de $23000) lograron darle pelea a la dinámica inflacionaria. Considerando que el aumento de precios fue superior al 54% en relación a igual trimestre de 2018, solamente el decil de ingreso más alto logró ganarle a la inflación, tras percibir una mejora promedio de 62% en sus ingresos (+5,1% i.a. en términos reales). Muy cerca quedó el noveno decil (el segundo mas alto), cuyo aumento medio fue de casi 51% i.a., lo que arrojó una pérdida de algo más de 2% i.a. del poder adquisitivo.

En cambio, lo sectores medios (entre $10000 y $23000 por mes) y bajos (menos de $10000 por mes), vieron sus ingresos medios aumentar en un 44% y 40,5%, respectivamente, en relación al tercer trimestre del año pasado. Teniendo en cuenta la dinámica que adquirieron los precios en el período, la pérdida real fue de 6,5% i.a. y 9% i.a. en cada caso.

¿Qué hay detrás de estos números?

Dentro de los ingresos, se incluyen tanto los no laborales como los laborales. En el primer grupo, las principales son las jubilaciones, que se ajustaron en función de la fórmula de movilidad vigente, recientemente interrumpida por el actual gobierno. Este ajuste, si bien corría de atrás a la inflación en momentos de aceleración inflacionaria, permite, al ser trimestral, una rápida actualización de las prestaciones, por lo que los beneficiarios no permanecen largos períodos con una pérdida significativa de su poder adquisitivo.

La preponderancia de las jubilaciones dentro de los sectores de mayor ingreso en la sociedad (más del 30% de los ingresos del décimo decil son no laborales) fue uno de los factores que permitió que estos alcancen una dinámica similar a la de la inflación. En cambio, los jubilados que perciben menos que $20000, están más distribuidos en los sectores medios (deciles 5 a 8), por lo que no hay un impacto significativo en algún decil en particular.

El otro factor que explicó el fenómeno en cuestión fueron los ingresos laborales, que en el caso de los sectores más altos, usualmente se ajustan vía paritarias. Esto ocurre porque en este nivel de ingreso 9 de cada 10 trabajadores está registrado, y si bien dentro de este grupo hay personas independientes (principalmente profesionales), no alcanzados por las negociaciones colectivas, es elevada la probabilidad que hayan percibido de alguna forma incrementos salariales. Esta caracterización ayudó a que, en los estratos más altos, la pérdida del poder adquisitivo sea limitada en relación al resto de la población.

Como contracara, en lo que refiere a los sectores de menores ingresos, se observa que solo 3,5 de cada 10 trabajadores de los cuatro primeros deciles poseen un puesto de trabajo formal, por lo que el impacto de las paritarias en estos grupos es visiblemente menor. Curiosamente, los ingresos de este grupo de trabajadores se contrajeron más de 10% i.a. en términos reales, incluso por encima de lo que cedió el poder adquisitivo de los ingresos totales del sector (9% i.a.). La vigencia de la AUH en estos sectores, que ajustaba de la misma forma que las jubilaciones, puede explicar esta discrepancia.

Adicionalmente, el impacto de la inflación en los distintos sectores de la sociedad es diferente. Por caso, la población que pertenece a los deciles más bajos son quienes gastan una mayor parte de su ingreso en alimentos y servicios públicos, erogaciones difícilmente eludibles en el mes a mes. Si tenemos en cuenta que estas agrupaciones evolucionaron por encima del Nivel General, es de esperar que el poder adquisitivo haya mostrado incluso un mayor deterioro que lo observado en la medida que nos enfocamos en los deciles mas bajos.

¿Cuáles son las implicancias?

Lo que rápidamente se observa es que únicamente los sectores de mayores ingresos lograron mantener su poder adquisitivo prácticamente inalterable en un contexto de elevada e inesperada inflación. Si bien gran parte de esto se debe a los distintos mecanismos que sostienen los ingresos reales (paritarias y ajuste por movilidad), un efecto adicional se vincula a la cantidad de niños por hogar, que crece en la medida que nos movemos a deciles de menores ingresos. Es decir, por mas que trabajadores de distintos ingresos se vean beneficiados por las mismas paritarias, la mejora tiene que ser repartida en más personas en aquellos hogares de menores recursos. En el extremo, esta es una de las causas de que la tasa de pobreza en menores de edad sea sosteniblemente mayor que en el resto de la sociedad.

Por otro lado, uno de los puntos mas controversiales del paquete de medidas enmarcado bajo la Ley de Solidaridad fue la interrupción del ajuste por movilidad jubilatoria. En su reemplazo, aquellos jubilados que perciben hasta $20000 tendrán un bono de suma fija de $5000 a ser pagados en diciembre y enero, a la espera de nuevas sumas fijas en el primer semestre. Un análisis de la distribución del ingreso muestra que quienes cederán poder adquisitivo en los primeros meses del 2020 serán los jubilados de los dos deciles mas altos, quienes en el pasado, gracias a la fórmula vigente habían logrado aumentos casi a la par que los precios.

Habrá que esperar si el gobierno decide aplicar una modalidad similar para las paritarias, en la que los aumentos correspondientes se enfoquen en aquellos sectores cuyo poder adquisitivo se deterioró más en los últimos meses.

La ley de Emergencia Económica fue un trámite express

El inicio de la actividad legislativa en la era de Alberto Fernández estuvo marcado por el tratamiento de un mega proyecto de Ley que el Gobierno denominó Ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva en el marco de la Emergencia Pública. Se trata de un conjunto de medidas que le dan marco al nuevo Programa Económico del nuevo Gobierno y que contempla una sesión de facultades legislativas al Poder Ejecutivo y medidas impositivas orientadas a fortalecer los recursos fiscales del Estado. La medida no recibió el apoyo del bloque de Juntos por el Cambio pero sí colaboraron con el quórum para habilitar del debate los otros bloques legislativos (el interbloque Federal y el bloque UFD).

En el proyecto, se destaca la disposición de nuevos topes para las alícuotas de los derechos de exportación, las modificaciones a las alícuotas de Bienes Personales, la suspensión de la ley de movilidad jubilatoria, moratoria para PYMES, congelamiento tarifario, el impuesto “país” -que grava el 30% la compra de dólares para atesoramiento, las compras con tarjetas de crédito y
débito en el exterior, entre otros.

El trámite del proyecto fue celerísimo, ya que tuvo un trámite exprés en las comisiones de Presupuesto y Hacienda y de Legislación General, donde el oficialismo logró un dictamen favorable con 44 firmas, pero el texto que ingresó al Congreso y el que finalmente ingresará al Senado con media sanción sufrió varias modificaciones. Entre las más relevantes se encuentra la supresión de facultades de reorganización del estado, exenciones a la suspensión de la movilidad jubilatoria, segmentación de los derechos de exportación y se determinó la no retroactividad del gravamen de 30% para las compras efectuadas en el exterior antes de la entrada en vigencia de la ley.

Tal como lo deseaba Alberto Fernández, el proyecto se encaminaba a ser convertido en Ley por el Senado en un trámite veloz que permitió que en poco más de 72hs la primer y más importante iniciativa que el Gobierno envió al Congreso pueda convertirse en Ley.

El impacto de la recesión en el mercado laboral

Pese a la crisis, el empleo continúa creciendo

El PBI cayó 1,7% i.a. en el tercer trimestre de 2019 y, pese a la mejora en términos desestacionalizados (+0,9% en relación al segundo trimestre del año), acumula una contracción de 2,5% en el acumulado del año. Sin embargo, tal como viene sucediendo, el deterioro de la actividad económica fue acompañado por una mejora en el nivel de empleo. Según la Encuesta Permanentes de Hogares (EPH) -que releva información de 31 aglomerados urbanos-, la tasa de ocupación se ubicó en 42,6% (+0,1% p.p. en relación a igual trimestre de 2018) lo que se corresponde con un aumento de 1,2% en la cantidad de puestos de trabajo.

A su vez, la tasa de desocupación alcanzó 9,7% de durante el tercer trimestre del año (+0,7 p.p. en la comparación interanual). El incremento en conjunto de la cantidad de ocupados y desempleados se corresponde con una expansión de la Población Económicamente Activa (PEA), que avanzó 2% i.a. en el período de referencia. Esto significa que mas personas participaron del mercado laboral pero no todas pudieron conseguir un empleo.

¿Qué hay detrás de la generación de empleo?

En momentos de crisis, el aumento de la PEA se explica por el efecto trabajador adicional. Esto ocurre cuando un nuevo miembro de la familia se incorpora al mercado laboral ante la necesidad de fortalecer el poder adquisitivo. En este sentido, la caída superior al 7,5% i.a. del salario real durante el tercer trimestre de 2019 es un factor que explica este comportamiento.

Como se mencionó anteriormente, la mayor cantidad de participantes del mercado laboral se tradujo en una mayor cantidad de desempleados, pero también en una expansión de los ocupados. Sin embargo, durante el tercer trimestre el empleo asalariado formal en la población de referencia cayó 0,5% i.a. Esto implica que la expansión del empleo guardó unicamente relación con la creación de puestos de trabajo de baja calidad. De hecho, si se suman los asalariados informales y los trabajadores por cuenta propia, actividades asociadas a una mayor precariedad y menores remuneraciones, se encuentra que exhibieron un aumento superior al 5% i.a.

Por lo tanto, si bien la crisis no provocó un significativo aumento en el desempleo, esto se debió a una proliferación de puestos de trabajo más inestables (informales o independientes) y/o con baja carga horaria (la masa de subocupados creció 10%). Por este motivo, como los trabajadores pretenden obtener mejores empleos, con mayor seguridad laboral y remuneraciones, imponen, junto a los desocupados, una mayor presión sobre el mercado laboral. Esto implica que, en sintonía con la caída de los salarios reales, permanece elevada la cantidad de personas que demandan un empleo para salir de la desocupación o cambiar la ocupación actual, con el fin apuntalar sus ingresos y/o abandonar la informalidad.

¿Qué esperamos para lo que resta del año y el inicio de 2020?

La inestabilidad cambiaria y financiera tras las PASO, así como la demora por parte del nuevo gobierno en anunciar medidas económicas concretas extendió la incertidumbre económica en los últimos meses. En consecuencia, prevemos que la situación en el mercado laboral en el último trimestre no sea muy distinta a lo observado en los primeros nueve meses, ya que la tendencia creciente del empleo será el resultado de puestos de trabajo informales o del cuentapropismo, en un contexto en el que pocas ramas de la actividad consolidan un avance. Asimismo, la profundización de la crisis podría desalentar la participación en el mercado de trabajo ante la perspectiva de no conseguir un empleo, lo que podría, en el margen, contener un avance sustantivo de la tasa de desempleo.

En lo que respecta a los primeros meses del año que viene, consideramos que una mejora en la actividad, alimentada por la expansión del consumo en el corto plazo, favorecerá la creación de empleo. Sin embargo, en tanto esta recuperación no se perciba como permanente, la probabilidad de que el empleo de calidad -principalmente asalariados formales- crezca será acotada, especialmente teniendo en consideración que la necesidad de cumplir un sendero fiscal equilibrado y sostenible no da espacio a un aumento significativo del empleo público.

La inflación se encamina a la zona del 54% en 2019

Conforme al IPC GBA Ecolatina, la inflación fue de 4,1% entre la primera mitad de noviembre e igual período de diciembre. De esta forma, el ritmo de aumentos se aceleró levemente en relación a la dinámica mostrada durante el último mes.

A nivel capítulos, los avances mas significativos fueron de Salud (casi 10% tras fuertes aumentos en prepagas y medicamentos), Otros bienes y servicios (dinámica ligada a los artículos y servicios de cuidado personal), Esparcimiento (turismo, artículos de deporte e internet) y Transporte y Comunicaciones (combustibles, servicio telefónico y remises).

Por su parte, y a contramano de lo que sucedió con el Nivel General, se observó una desaceleración del IPC Núcleo entre quincenas (alcanzó 3,6% entre la primera mitad de noviembre e igual período de diciembre), que fue mas que compensada por un nuevo salto en Estacionales (+6,7%) y en Regulados (+4,2%, pese a la continuidad del congelamiento tarifario).

Como consecuencia de una proceso inflacionario con elevada inercia y más sensible a shocks, no es obvio que las nuevas medidas económicas (desdoblamiento de facto del tipo de cambio, por caso) sean neutrales en materia de precios. En este sentido, esperamos que la inflación se mantenga alrededor de 4% en el mes de diciembre, cerrando la inflación anual en la zona del 54%.

Alberto comienza con imagen positiva

Alberto Fernández inicia su mandato de cuatro años con un saldo positivo en su imagen. Esto es el resultado de una imagen positiva de 43,6% y una imagen negativa de 32,0%, lo que deja un diferencial positivo de 11,6%.

El otro dirigente que ostenta un diferencial positivo es Roberto Lavagna que, luego de atravesar un deterioro en su imagen durante el proceso pre-electoral, logra recuperar el saldo favorable producto de una imagen positiva de 40,6% y, especialmente, de una imagen negativa muy baja (16,6%).

Los dirigentes con imagen negativa más alta son Mauricio Macri (52,5%), Sergio Massa (49,9%) y Cristina Kirchner (48,9%). En los casos de Macri y Massa, la imagen positiva queda lejos de compensar la imagen negativa, lo que resulta en diferenciales negativos altos. Por su parte, Maria Eugenia Vidal, la ex Gobernadora de Buenos Aires queda empatada con una imagen positiva de 42,6% y una imagen negativa de 43,0%.

Volviendo al actual presidente, también se observa una mejora de su imagen respecto de la observada en septiembre pasado: se registra un incremento de la imagen positiva (+2,6 p.p.) junto a una caída de la imagen negativa (-3,7 p.p.). En su composición, registra una muy buena imagen entre los jóvenes y en el AMBA, especialmente por la buena imagen que se registra en el Gran Buenos Aires.

 

La inflación permanece elevada en el cierre del año

¿Cómo fue la inflación en noviembre?

El INDEC informó que la inflación nacional alcanzó 4,3% en el mes de noviembre, mostrando una aceleración respecto al mes previo (en octubre la suba de los precios fue de 3,3%). De este modo, a falta de un mes para que termine el año, la inflación acumulada alcanzó 48,3% y la suba respecto al mismo mes de 2018 fue de 52,1%. En consecuencia, la dinámica del año continua en línea con el IPC Ecolatina (+47,9% en el acumulado y +52,2% en los últimos doce meses).

La aceleración en noviembre fue homogénea. El mayor dinamismo fue exhibido por los bienes y servicios Estacionales (+7,3%) que, debido a incrementos en frutas, verduras e indumentaria, continúan corrigiendo el atraso relativo acumulado en la primera mitad del año.

Por detrás se ubicaron las subas del IPC Núcleo (+4,0%) y de los Regulados (+3,8%). En el primer caso, el avance respondió principalmente al crecimiento superior al 5% de los Bienes, cuyo comportamiento estuvo relacionado a ajustes precautorios ante un eventual acuerdo de precios y/o mayores controles por parte del actual gobierno. El aumento de precio de la carne vacuna (casi 10%) también fue un factor que alimentó esta dinámica.

Por su parte, pese a la vigencia del congelamiento tarifario, los Regulados subieron como resultado de los incrementos en combustibles, servicios educativos, servicios telefónicos, cigarrillos y prepagas.

¿Qué esperamos para diciembre?

Para diciembre esperamos una desaceleración de los Estacionales y Regulados -pese a que en este último mes pesarán los aumentos de combustibles y prepagas-. Sin embargo, ambas categorías representan combinadas apenas un tercio del índice. En este sentido, será clave el comportamiento del IPC Núcleo, el cual se mantendrá calmo en tanto el tipo de cambio oficial y la brecha con las cotizaciones paralelas no muestren un comportamiento al alza. A pesar de esto, esta categoría también depende de otros factores. No solo es posible que queden ajustes por realizar ante la posibilidad de un acuerdo de precios, sino que también habrá que seguir prestando atención a lo que suceda con la carne, ya que por motivos estacionales, es posible que el traslado del ajuste cambiario no este completo.

En definitiva, prevemos que la suba de precios en diciembre se ubique alrededor de 3,5-4%, lo que implica que el año cierre con una inflación en el rango de 53-54%.

El plan para “poner plata en el bolsillo de la gente”

Es sabido que uno de los compromisos asumidos por Alberto Fernández durante la campaña fue la de “ponerle plata en el bolsillo de la gente”, para poner en marcha la economía. Más allá de tratarse de una propuesta proselitista, Fernández entiende que cumplir con esa promesa no solo está en la base de la legitimidad con la que quiere comenzar su mandato, sino que será una pieza clave para promover la reactivación económica que buscará para consolidar su poder político.

Lo que no está claro es la magnitud de una medida que Fernández buscará que sea lo más abarcativa posible. En principio la idea es que la medida alcance a trabajadores registrados, a los salarios mínimos y a los beneficiarios de Planes sociales y jubilados. Pero por lo amplia que pretende ser la medida, no sería obligatoria y  relativa a la realidad de cada sector a cuenta de su paritaria. Allí estarán los límites de la decisión.

Sin embargo, no será un plan fácil de apoyar para el sector empresario, considerando el difícil contexto económico por el que atraviesan casi la totalidad de los sectores. La clave para facilitar el anuncio estará en determinar que los aumentos sean no remunerativos y a cuenta de las negociaciones paritarias que se estén desarrollando en cada sector de actividad. Si tenemos en cuenta que la mayoría de los sectores tienen pendientes renegociaciones por cláusulas de revisión, será posible ajustar el anuncio a la realidad de cada sector.

Donde sí habrá anuncio e instrumentación de beneficios salariales es en el sector de ingresos más bajos: salario mínimo, planes sociales y jubilaciones más bajas. En el primer caso, se podría formalizar a través de una convocatoria del Consejo del Salario Mínimo Vital y Móvil o directamente dejarlo en manos del Consejo Económico y Social que será creado para encuadrar las negociaciones para lograr un Acuerdo de Precios y Salarios. Al mismo tiempo, el aumento en los planes sociales y las jubilaciones se efectivizarían fuera de la ley de movilidad, tomando la forma de un bono.

En conjunto, la idea es que el beneficio sea efectivo en los sectores más bajos y relativo entre los asalariados, debido a que estará supeditado a los acuerdos que se logren con el sector empresarial. De todas formas, el anuncio del plan se articulará en la búsqueda de establecer un acuerdo de precios que permita una recuperación del poder adquisitivo que alimente una eventual recuperación económica.