El gasto primario creció el doble que los ingresos totales

¿Cuál fue el resultado fiscal de marzo y del trimestre?

El Sector Público Nacional no Financiero tuvo un déficit primario de casi ARS 125.000 millones en marzo de 2020, equivalente a -0,4% del PBI. De este modo, el rojo operativo superó ARS 150.000 millones en el primer trimestre ya acumula -0,5% de PBI. La comparación con 2019 arroja una significativa diferencia, ya que entre enero y marzo se había mantenido el equilibrio primario.

Por su parte, el pago de intereses volvió a ubicarse en torno a los ARS 40.000 millones el mes pasado, provocando un déficit financiero de ARS 166.000 millones (-0,4% del PBI). En los primeros tres meses del 2020, el rojo financiero alcanzó ARS 324.000 millones (-1,1% del PBI), mas que duplicando la dinámica de los primeros tres meses de 2019.

¿A qué se debe el cambio en la tendencia?

Considerando que el pago de intereses está determinado por el perfil de deuda, y que esto depende de la voluntad y/o capacidad de refinanciar los compromisos tanto en el pasado como en la actualidad, cabe analizar qué sucedió con los ingresos y los gastos, para entender así los detalles del resultado primario en los primeros meses del año. En este sentido, durante marzo se observó que el crecimiento del gasto primario más que duplicó al avance de los ingresos (70% i.a. y 30,7% i.a., respectivamente). Como resultado, mientras que las erogaciones crecieron casi 15% i.a. en términos reales, los ingresos totales cayeron 12% i.a., deflactando por el nivel de precios.

Dentro del gasto, continúan destacándose las transferencias a los prestadores de servicios, especialmente los asociados a los subsidios energéticos (+125,1% i.a.) por la cancelación de deuda contraída en el ejercicio 2019. Estos pagos podrían acelerarse en abril y mayo producto del desplome en la demanda de energía eléctrica tras la cuarentena.

Asimismo, las transferencias a provincias y universidades crecieron exponencialmente, consecuencia de los los mayores requerimientos de asistencia financiera de las administraciones subnacionales y del adelanto de salarios de abril en las distintas casas de estudios. En el primer caso, prevemos que la caída de los ingresos provinciales tras el freno de la actividad sostendría un aumento de esta partida en los próximos meses. Si bien esta dinámica no es positiva, vale resaltar que su alternativa, la emisión de cuasimonedas, sería peor.

Por su parte, el componente más significativo del gasto, las prestaciones sociales, creció 66,8% i.a. (+12,5% i.a. real) el mes pasado. Considerando que el 60% se compone de jubilaciones y pensiones, partida que avanzó 55,3%, el salto guarda relación con el adelanto de gastos asociados a la tarjeta alimentaria y el pago de bonos a los jubilados de menores ingresos y beneficiarios de asignaciones universales. Esperamos un salto en esta partida en el corto plazo, producto de mayores transferencias ante el prolongamiento de la cuarentena.

Como contrapartida, la dinámica de los ingresos fue muy pobre durante el primer mes de aislamiento. Los recursos tributarios -el 90% de los ingresos totales- cayeron 8% i.a. en términos reales, con contracciones de dos dígitos en el IVA neto de reintegros, créditos y débitos, ganancias y derechos a la importación. Lamentablemente, en abril, este resultado sería todavía peor.

Por su parte, producto de ingresos de fondos fiduciarios, las transferencias corrientes abultaron los ingresos totales, a la vez que se registró una caída superior al 50% i.a. en las rentas de la propiedad.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

La dinámica fiscal dependerá de la evolución de las medidas de aislamiento social y de su impacto en una actividad económica que ya está desplomada. Por el lado del gasto, es previsible esperar un avance constante del mismo en términos reales durante el segundo trimestre: las asistencias al sector privado (IFE, pago de parte de salarios, bonos a perceptores de la seguridad social, transferencias a empresas proveedoras de servicios públicos, etc.) obligarán a descuidar las cuentas públicas en la búsqueda por atenuar el deterioro de la economía real.

Por su parte, el freno de la actividad, sumado a la recesión en la que ya se encontraba la economía antes de la cuarentena, impactará en los ingresos públicos. El desplome de la recaudación en abril y mayo seguramente alcanzará dimensiones históricamente inéditas, golpeando sensiblemente al resultado primario, que prevemos ya se ubique en la zona de 4% del PBI a mediados de año -si no se anuncian nuevos planes expansivos; de lo contrario, seguiría empeorando-.

En este sentido, serán centrales los esfuerzos que pueda realizar el gobierno a la hora de asistir al sector privado (empresas y personas), debido a que un deterioro del aparato productivo y de la demanda interna podría ralentizar la recuperación durante el segundo semestre y continuar presionando sobre las cuentas públicas. Esto también resulta clave para las conversaciones que ya se están dando con los acreedores externos: un sendero fiscal consistente a la salida de la cuarentena podría ayudar a destrabar las negociaciones con los tenedores privados.

De todas maneras, el aumento del gasto junto a la caída de los ingresos en gran parte del año llevará a que el déficit fiscal primario ronde 4% del PBI en 2020, un pico desde 2016. La situación es extraordinaria y amerita esfuerzos en este sentido, aunque resta si estos esfuerzos no se volverán en contra una vez superada la pandemia.

El empleo también en riesgo

El efecto del Covid-19 en el mercado laboral formal

Uno de los efectos económicos inmediatos del Coronavirus en el mundo es la destrucción de puestos de trabajo como resultado del “parate” infligido en la actividad económica para reducir los contagios. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las medidas de aislamiento ya afectan a 8 de cada 10 trabajadores en el mundo debido a que impiden el normal desarrollo de muchos rubros, limitan el traslado a los puestos de trabajo y reducen de forma significativa la demanda interna. Además, el comercio internacional, según la Organización Mundial del Comercio (OMC), podría exhibir una caída de hasta 30% este año, siendo especialmente perjudicadas las industrias asociadas a cadenas de valor más complejas.

Por su magnitud, el caso más ilustrativo del impacto de la pandemia en el mercado de trabajo es el de Estados Unidos. Se registraron más de 20 millones de solicitudes (casi el 15% de la fuerza laboral) para cobrar el seguro de desempleo y algunos analistas sugieren que la desocupación podría alcanzar 20% en abril. Si bien la destrucción de puestos de trabajo en estas últimas semanas habría borrado la generación neta de la última década, Estados Unidos se caracteriza por tener un mercado laboral flexible, algo que aprovecha en las expansiones económicas y favorece las desvinculaciones en un contexto como el actual.

Por el contrario, el mercado laboral en Argentina es mucho más rígido. El mayor costo por contratar formalmente un trabajador desalienta el aumento del empleo en el auge pero brinda una mayor protección en los momentos de crisis. Sin embargo, esto resulta cierto solo para la mitad de los trabajadores: los asalariados formales públicos (3 millones) y privados (6 millones). Los primeros poseen una elevada estabilidad y en el contexto actual, las dificultades solo podrían llegar con una rebaja temporal de sus sueldos, especialmente en el ámbito subnacional, ya que los ingresos fiscales de las provincias y municipios se están desplomando.

El mundo de los asalariados privados registrados es más heterogéneo, hay productores de bienes y proveedores de servicios (33% y 66%, respectivamente), a la vez que dos tercios del total trabajan en PyME´s. Por este motivo, el efecto de la pandemia en estos trabajadores dependerá del sector en el que se desempeñen y de la capacidad financiera de la empresa para solventar, en una economía ya recesiva, algunas semanas con pocos o nulos ingresos.

Sin embargo, en reiteradas ocasiones, el gobierno hizo hincapié en priorizar la preservación del empleo: a comienzos de año se implementó la doble indemnización (en principio por seis meses) y luego se prohibieron los despidos por dos meses (abril y mayo). Pero las empresas cuyos ingresos se vieron desplomados por la cuarentena no pueden cubrir los gastos fijos por muchas semanas: si no se les reduce la carga salarial corren el riesgo de quebrar generando pérdida de empleos (lo que inicialmente se quería proteger) y además capital organizacional.

Pese a que tras una nueva extensión de la cuarentena, el Ejecutivo anunció que va a cubrir una parte (hasta un salario mínimo) de las PyME´s y reforzó el REPRO, el riesgo de que no se puedan pagar salarios y/o que cierren empresas creció significativamente. En este contexto, algunos gremios comenzaron a aceptar recortes salariales a cambio de estabilidad laboral. Por ejemplo, recientemente la UOM acordó una reducción del 30% del salario para los empleados que no puedan regresar a trabajar tras la cuarentena, con el fin de evitar despidos. Otros sectores con actividades paralizadas como pasteleros y petroleros también admiten la necesidad de rebajas para mantener los puestos de trabajo. Es probable que este acuerdo entre partes se generalice si la cuarentena se prolonga y/o la recuperación de la actividad se demora.

¿Y qué pasa con la otra mitad de trabajadores?

La otra cara del mercado laboral está compuesta por casi 5 millones de asalariados informales y más de 4 millones de cuentapropistas, de los cuales alrededor del 60% se encuentra registrado. La precariedad de gran parte de estos trabajadores los pone como la parte flexible de nuestro mercado laboral y quienes más sufren la crisis: sus empleadores no logran recibir ayuda del gobierno y el eventual desempleo los encuentra sin un seguro al que recurrir. En este sentido, el Ingreso Familiar de Emergencia ($10.000) intenta asistir a muchos de estos trabajadores, pero dicho importe es mucho menor al percibido anteriormente.

De este modo, el efecto de la cuarentena en el mercado de trabajo tendrá dos aristas. En primer lugar, la preocupación pasa por los informales y cuentapropistas, quienes ya están sintiendo el parate económico y serán quienes sufran las mayores pérdidas de empleo. La prevalencia de estas modalidades en los grandes centros urbanos, justamente los lugares en donde hay mas restricciones y mas se demorará en levantarse la cuarentena, es un llamado de atención al gobierno, que no deberá perder de vista este sector de la sociedad y actuar con rapidez. De lo contrario, la preocupación por el virus podrá dejar lugar a la necesidad de subsistir, retroalimentando el riesgo sanitario.

Por otro lado, está la cuestión salarial. Si bien los ajustes a los trabajadores formales cuyas actividades se encuentren parcial o totalmente frenadas no serán permanentes, dejan en claro que las paritarias tendrán que esperar algunos meses más. El primer paso será volver al nivel salarial inicial para después, si están dadas las condiciones, hacia el último cuatrimestre del año, abrir en la medida de lo posible las distintas negociaciones paritarias.

De esta manera, el poder adquisitivo mostraría una fuerte contracción durante los meses de invierno para luego comenzar a recuperar parte del terreno perdido. Sin embargo, en el promedio del año el salario real formal exhibirá una caída el orden del 5%, caída que podría llegar a los dos dígitos si le sumamos la performance de los trabajadores informales.

El impacto final sobre el mercado laboral irá de la mano del derrotero de la actividad. La extensión de la cuarentena, complicaciones en la renegociación de los acreedores ley extranjera y/o un mayor stress en la cadena de pagos, profundizarán también la caída del empleo.

Un clima de opinión favorable al gobierno

Hay una elevada aprobación  de las medidas adoptadas por el Gobierno para enfrentar la pandemia. A fines de marzo, un 78,8% de los encuestados calificaba como Buenas o Muy Buenas las medidas del Gobierno, porcentaje que se mantuvo relativamente alto (75,1%) a mediados de abril. Respecto de la prolongación de la cuarentena, si bien son mayoría los que manifestaron estar totalmente de acuerdo (46,3%), un 40,6% señaló que estaba parcialmente de acuerdo, mostrando quizás cierta demanda de flexibilización de la cuarentena.

Los altos niveles de aprobación de la opinión pública a las medidas adoptadas por el Gobierno para afrontar la pandemia de Covid-19 tuvieron su efecto sobre la valoración en términos generales que la gente tiene del desempeño del Gobierno de Alberto Fernández. En nuestro registro de abril la imagen del Gobierno registró un crecimiento exponencial, ubicando su imagen positiva en el 64,3% (casi 25 p.p. por encima de valor de marzo), y su imagen negativa en valores extremadamente bajos (17,4%).

Por su parte, las preocupaciones ciudadanas se ven lógicamente afectadas por la crisis sanitaria causada por el Covid-19 y las cuatro principales variables que medimos muestran una significativa disminución en el registro de abril. La preocupación por la salud, una variable que osciló siempre con un valor residual, se ubica este mes en 33,5% y, lógicamente, es la principal preocupación ciudadana. Como contrapartida, se registró una caída en el resto de las preocupaciones exceptuando al desempleo que, con mucha lógica en virtud de la situación económica que produjo la pandemia, se mantuvo estable. De esta manera, las preocupaciones económicas suman un 34,8% (inflación 17,7% y desempleo 17,1%), mientras que la preocupación por la corrupción, que ya se ubicaba en segundo lugar en marzo, registró en abril un 19,5% (-9,9 p.p.). La preocupación que se hundió en el ranking es la de la inseguridad, que registró un 2,9% de menciones.

La lógica que guía las decisiones en la crisis

Gestionar una crisis y tomar decisiones en un contexto adverso presenta algunos dilemas donde hay que optar entre costos. Estos dilemas no son necesariamente excluyentes, sino que ofrecen la posibilidad de buscar combinaciones en donde se pueda graduar el daño en uno u otro sentido.

Esta situación de tener que optar entre decisiones con costos, es lo que enfrenta el Gobierno a la hora de gestionar esta crisis. Al no haber vacunas ni antivirales contra el virus, y siendo la cuarentena (aislamiento social) la única medida efectiva contra la amenaza, el Gobierno debe optar por mitigar los daños de la Pandemia entre dos dimensiones: la salud de la población (la vida) que está amenazada por el virus, y la economía de la población (los medios de vida) amenazados por las medidas que se utilizan para defenderse del virus.

El dilema que enfrenta el Gobierno tiene algunas aristas particulares. En primer lugar, los riesgos tienen una secuencialidad determinada: está primero el riesgo sanitario antes que el económico, porque el segundo aparece una vez atendido el primero. En segundo lugar, el daño del virus sobre la vida humana es visible y fácilmente contabilizable, mientras que el riesgo de la cuarentena sobre la economía y eventualmente sobre la vida de la población es más difuso, y no queda claro cuándo se efectiviza. Estas particularidades nos permiten entender por qué frente a la opción de implementar una cuarentena o no, el Gobierno se inclinó por el aislamiento social a pesar de los riesgos económicos que la decisión tenía.

La lógica política que guió la decisión adoptada por el Gobierno es la siguiente: estando en riesgo vidas humanas, que de no implementarse la cuarentena podían haberse perdido en gran número produciendo un alto costo político para el Presidente, era razonable que el Gobierno buscara tomar las medidas más protectoras frente a esa amenaza.

Utilizando el famoso dilema del tranvía, donde se evalúa la decisión de alguien que viendo que un tranvía va arrollar a varias personas puede desviarlo por un camino alternativo donde también hay personas, se puede decir que el Gobierno resolvió desviar el tranvía del camino donde iba a producir inmediatamente muertes humanas, que además, al ser fácilmente contabilizadas, iban a traer un alto costo político.

El problema es que ahora, viendo que la decisión que tomó también tiene costos económicos, el Gobierno quedó preso de una suerte de trampa de responsabilidades para modificar la decisión:

1) Si Alberto Fernández libera la cuarentena (vuelve a cambiar el sentido del tranvía), y el coronavirus mata gente, el principal responsable de esas muertes será el Presidente por haber tomado la acción positiva de liberar la cuarentena.

2) Ahora si Alberto Fernández no libera la cuarentena y la economía mata, el principal responsable de esas muertes no será el Presidente sino que será el virus que es el que provocó que el Presidente tomara la decisión de implementar la cuarentena.

Por lo tanto, salir de la cuarentena puede ser altamente costoso para el Presidente desde el punto de vista político, sobre todo mientras persista el riesgo sanitario. Esa lógica política es la que está guiando el proceso de toma de decisiones del Gobierno en esta crisis y será difícil encontrar por parte del Gobierno un criterio distinto de toma de decisión frente al mismo dilema en tanto y en cuanto no se modifiquen los riesgos y el riesgo económico pase a ser más letal y mas severo que el riesgo sanitario.

¿Qué factores estuvieron detrás de los ingresos de los distintos sectores?

¿A quienes afectó más la continuidad de la crisis?

El INDEC publicó información referida a la distribución del ingreso para el IV Trimestre de 2019, por lo que podemos tener una imagen algo más completa de la situación de los distintos grupos sociales a lo largo del año pasado.

Lo primero que se destaca es el significativo deterioro en los indicadores de los deciles más bajos. El ingreso real familiar per cápita cayó en promedio casi 12% i.a. en el 40% de la población de menores ingresos. Este retroceso se reduce en la medida que nos movemos a los deciles de más ingresos, llegando a una contracción media inferior al 6% i.a. en el caso del 20% de mayores ingresos.

Esta tendencia se relaciona con dos cuestiones. En primer lugar, se vincula con el hecho que las familias de menores recursos tienen más hijos, que al no aportar ingresos adicionales, agudizan la caída del poder adquisitivo por persona en esos hogares. Este efecto es uno de los factores detrás de la elevada pobreza en menores de 14 años y justifica los esfuerzos en la AUH, que junto a la monto de la Tarjeta Alimentaria, representan una significativa parte de los ingresos de estas familias. De hecho, el deterioro del poder de compra de los sectores más bajos habría sido mayor, si los ingresos no laborales (asignaciones, jubilaciones mínimas) hubiese crecido en línea con el resto de los ingresos: este segmento “solo” cayó cerca de 2% i.a. durante el año pasado, producto del significativo aumento de la AUH en marzo de 2019 (+46%, tras el adelantamiento de los aumentos por movilidad del resto del año), que permitió una mejora en la comparación interanual respecto a la inflación en gran parte del año.

En segundo lugar, la menor caída del ingreso real en los sectores de más altos de la pirámide es un reflejo del mercado laboral: la mayoría de los ingresos laborales de la clase baja provienen de empleos no registrados (en los cuatro primero deciles los asalariados informales casi duplican los formales) que no garantizan algún tipo de cobertura ante la inflación, especialmente en un contexto recesivo. En cambio, en los sectores más altos, la relevancia del empleo formal crece y, a través de las paritarias, pueden morigerar la caída del poder adquisitivo.

Por otro lado, vale destacar que los datos sugieren una tendencia inversa en lo que refiere a actividades cuentapropistas (formales e informales): si se observa el ingreso individual (asalariado, cuentapropista, o no laboral) el deterioro del poder adquisitivo resulta más uniforme para toda la sociedad de lo que resulta si miramos únicamente a quienes se encuentran trabajando en relación de dependencia.

En resumen, los ingresos no laborales redujeron el deterioro de la capacidad de compra de los sectores más bajos y los ingresos de los asalariados privados permitieron un poco más de estabilidad en los deciles de mayores ingresos. Esta dinámica se da porque los ingresos de los cuentapropistas también mostraron una pobre performance el año pasado

¿Qué podemos esperar para este año?

Al comienzo del año, algunos indicios nos sugerían que los ingresos no laborales iban a tener un mayor fortalecimeinto en los sectores mas bajos, producto de la suspensión de la fórmula de movilidad -lo que perjudica a jubilados de mayores ingresos- y el otorgamiento de sumas fijas a los jubilados con menores haberes y a los perceptores de asignaciones universales. Asimismo, el incremento salarial otorgado por el gobierno a asalariados formales impactaría en mayor medida en los sectores más bajos, pero el efecto neto todavía quedaba inconcluso, todavía con las paritarias por resolver.

Sin embargo, la situación actual echó por la borda cualquier análisis previo. El aislamiento social obligatorio impide que la gente realice sus actividades normalmente, algo que afecta especialmente a los trabajadores informales que no pierden su fuente de ingreso si no trabajan. Esto impactaría en mayor medida en los sectores más bajos, a lo que también se sumaría a una cantidad significativa de puestos de trabajo formales que podrían perderse en tanto las economía no comience a funcionar normalmente, como puede ser el caso de empleados de la construcción o de comercios.

El efecto a lo largo del año dependerá no sólo de la duración de la cuarentena sino también de si la economía logra una recuperación en “V”. Sostener el aparato productivo evitando cierres masivos es fundamental para que esto suceda, por lo que los esfuerzos en este sentido tienen un impacto en la sociedad que excede cualquier asistencia a trabajadores o empresas. Una vez resuelta la situación sanitaria, una crisis social está a la vuelta de la esquina sino se revierte rápidamente la parálisis de la economía.

La cuarentena empieza a impactar en la recaudación

¿Qué pasó con la recaudación en marzo?

La recaudación tributaria ascendió a ARS 443.000 millones en marzo y creció 35,3% i.a, significativamente por debajo del nivel de precios (-8% en términos reales)., Producto de los sucesivos saltos del tipo de cambio y la recesión, los ingresos fueron liderados por los recursos aduaneros (+54,5% i.a., +5% real), a la par que la recaudación impositiva avanzó solo 26,5% i.a. en términos nominales, cayendo un 14% deflactado.

En el primer caso, se destacan incrementos cercanos al 60% i.a. del IVA aduanero y de los derechos de exportación, favorecidos por la variación del tipo de cambio en el período y, puntualmente en los segundos, por el adelanto de las exportaciones durante los últimos dos meses de 2019 ante la eminente suba de retenciones luego del cambio de gobierno.

Si corremos el foco de los tributos aduaneros, la recaudación refleja el deterioro que viene atravesando la economía, sobre el cual se sumó el aislamiento social obligatorio en la segunda mitad de marzo. En este sentido resalta el avance de apenas 25,6% i.a. del IVA y, más aún, el crecimiento de 21,1% i.a del IVA interno, exhibiendo así una caída de casi 18% i.a. en términos reales. Por su parte, los tributos asociados a la Seguridad Social, que conjuntamente son los segundos en relevancia, avanzaron 40% i.a. (en torno a -4% i.a. considerando el aumento del nivel de precios), mostrando la situación general de la masa salarial formal en el país.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Las perspectivas no son alentadoras. La continuidad de la cuarentena hasta el 12 de abril y las futuras restricciones sobre una cantidad considerable de actividades comerciales y productivas por lo que parece, algunos meses, implicará un menor flujo de bienes y servicios. De forma directa, esto afectará la recaudación del IVA, créditos y débitos, combustibles, entre otros. Por su parte, el volumen de las exportaciones e importaciones también puede reducirse en el corto plazo y con ello, limitar la recaudación obtenida por el comercio exterior.

Adicionalmente, las distintas exenciones sobre las contribuciones patronales a las empresas que pertenecen a los rubros más afectados por el “parate económico” también reducirán los ingresos tributarios. Como también es probable que esta medida seguramente tenga una reversión en los próximos meses con el objeto de asistir a las empresas más perjudicadas, la recaudación por Seguridad Social seguramente exhiba una mayor contracción en términos reales en la comparación interanual. Este efecto se verá aumentado en la medida que crezca el cese de relaciones laborales y los incrementos salariales -típicamente concentrados en el segundo trimestre- se posterguen para la segunda mitad del año.

Por último, vale destacar que, en ausencia de ingresos ante la parálisis económica, la cadena de pagos está en un momento crítico. Por este motivo, no descartamos nuevas exenciones para aliviar los costos del aparato productivo pero que, al mismo tiempo, impacten negativamente en la recaudación, que puede exhibir caídas récord en los próximos meses, especialmente si la dinámica de aislamiento tarda en flexibilizarse. A su vez, esto eleva la probabilidad de que algunos impuestos no se paguen, acrecentando el déficit fiscal y la necesidad de emitir pesos para financiarlo.

El Coronavirus preocupa a los sindicatos

Desde el momento en que la pandemia del Covid-19 alcanzó territorio argentino y el Gobierno decretó el “aislamiento social, preventivo y obligatorio” para proteger la salud pública, la situación económica
que atraviesa el país cambió su naturaleza. Las consecuencias negativas que estas medidas sanitarias tendrán en la actividad económica se desconocen porque se desconoce la duración de las mismas, pero sí es seguro es que la preocupación sindical cambió de orientación. Esta dejará de tener como prioridad de la problemática del ingreso, para tratar el desempleo, o la destrucción de empleo, que producirá esta crisis.

Si bien la ampliación del Programa de Recuperación Productiva (REPRO) para garantizar el empleo de aquellos que trabajan en empresas afectadas por la emergencia sanitaria, así como la suspensión de cargas patronales ayudan, los sindicatos creen que se peca de optimismo al suponer que esta situación se atravesará sin destrucción de empleo. Más allá de las medidas adoptadas por el momento, aparece también el interrogante de si el Gobierno prorrogará la doble indemnización más allá de la fecha prevista para la finalización de la medida (junio). Aunque también emergen otros temores para la dirigencia sindical: ¿podrá ser esta pandemia motivo suficiente para que en cumplimiento del artículo 247 de la Ley de Contrato de Trabajo se puedan efectuar despidos por causa de fuerza mayor?

Por lo pronto, para morigerar el impacto de la crisis en el empleo, el Gobierno tiene los Procedimientos Preventivos de Crisis (PPC) para  despidos o suspensiones por razones de fuerza mayor que afecten a más del 15% de los trabajadores en empresas de menos de 400 trabajadores; a más del 10% en empresas de entre 400 y 1.000 trabajadores; y a más del 5% enempresas de más de 1.000 trabajadores. Además, para tener un control centralizado del asunto, ya limitó las facultades provinciales en el marco de los pedidos de los PPC que impliquen directa o indirectamente quitas, reducciones o alteraciones de las cargas y que puedan afectar recursos del Estado nacional, aunque es difícil que el Gobierno detenga ese procedimiento los despidos frente a una crisis profunda. Resta saber si será necesario tomar otras medidas. Por ejemplo, una idea que convence en Trabajo pero no tanto en Jefatura de Gabinete es la posibilidad de permitir que antes de producirse un despido, se pueda habilitar el pago de un porcentaje del sueldo, sobre todo a las Pymes, las más vulnerables frente a la situación.

En definitiva, se evalúa cómo afrontar abril, y quedará resolver que sucederá más allá de la cuarentena, algo que dependerá de cómo evolucione la pandemia, porque ahora y en el corto plazo, todo dependerá de cómo se desarrollen los acontecimientos sanitarios.

El gasto primario continuará creciendo

¿Cuál fue el resultado fiscal de febrero?

El Sector Público Nacional no Financiero tuvo un déficit primario de casi ARS 28.000 millones durante febrero de 2020, equivalente a 0,09% del PBI. De este modo, el déficit operativo acumuló más de ARS 31.000 millones en el primer bimestre del año (0,11% del PBI). Si bien este resultado no luce abultado, se debe destacar que durante los primeros dos meses de 2019 se había alcanzado un superávit de 0,1% del PBI.

El gasto primario (+51,4% i.a., +51% acumulado) volvió a crecer por encima de los ingresos (36,8% i.a., +38,6% acumulado) en el segundo mes del año. Estos números reflejan que las erogaciones mostraron una evolución en línea con el nivel de precios, pero que los ingresos quedaron relegados, retrocediendo casi 9% en términos reales durante los primeros dos meses de 2020.

Por su parte, el pago de intereses superó los ARS 40.000 millones en febrero (+43,9% i.a.), lo que llevó a un déficit financiero de casi ARS 28.000 millones en el mes (-0,2% del PBI) y acumula medio punto del PBI en el acumulado. Producto de que este número depende del cronograma de pagos de la deuda, poco es lo que puede hacer el sector público en el mes a mes por agrandar o achicar su valor.

¿Qué hay detrás de estos números?

La profundización del déficit se explica principalmente por la contracción de la recaudación tributaria (+41,5% i.a.), y en particular por la dinámica del IVA (+27,3% i.a., -15,3 % en términos reales) y de las Contribuciones a la Seguridad Social (-+3,4%, -4,6% en términos reales), que representan más de la mitad de los ingresos tributarios, y fueron fuertemente afectados por la recesión y la contracción de la masa salarial. Sin embargo, esta dinámica fue parcialmente compensada con el significativo incremento de los tributos alcanzados por la Ley de Solidaridad y Reactivación Productiva: Bienes Personales (+335,6% i.a.), Ganancias (+64,3% i.a.) y Débitos y Créditos (+64% i.a.). Sin ellos, el déficit operativo habría alcanzado 0,4% del PBI.

Por otro lado, producto de la prórroga de los cobros de intereses de los créditos ANSES a beneficiarios de la Seguridad Social, las Rentas de la Propiedad cayeron 32,7% i.a.

En lo que respecta al gasto, se observa una mayor aceleración en las partidas asociadas a las medidas expansivas tomadas durante los primeros meses del mandato, que llevaron a un crecimiento de 57,5% i.a. de las Prestaciones Sociales, así como un salto en los Salarios del Sector Público Nacional tras el último incremento de 5% correspondiente a la paritaria 2019 y el aumento remunerativo de suma fija de ARS 3.000 para empleados con sueldos menores a ARS 60.000.

Asimismo, los subsidios económicos treparon 89,4% i.a., traccionados por aquellos destinados a la Energía (+117,0% i.a.). Al igual que lo sucedido durante enero, este avance responde a la cancelación de deuda contraída en el ejercicio 2019.

Por último, vale mencionar el freno a las Transferencias a las Provincias (32,6%) por parte del ANSES luego de la vuelta atrás del Pacto Fiscal, que, por su parte, da espacio al incremento de tributos subnacionales.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Hace unas semanas, el desafío residía en comprender el sendero fiscal a seguir en el marco de una renegociación de la deuda pública que lucía compleja y que iba a determinar los esfuerzos necesarios por la sociedad compatible con una eventual quita a los acreedores privados. Además, más allá de cuál fuera este, lo cierto era que se iban a evitar las fuertes expansiones (de ahí, por ejemplo, la suspensión de la fórmula de movilidad jubilatoria, entre otras).

Sin embargo, el brote global y local de Coronavirus corrió el foco de los objetivos de austeridad fiscal previos, dando lugar a una creciente necesidad de asistencia a los sectores más vulnerables, típicamente los más afectados por la cuarentena, ya que la inactividad los priva de ingresos vitales, y en muchos casos centrales para la subsistencia. Sin embargo, la compleja situación económica local -elevada inflación- más una reestructuración de deuda en curso no permitirán al Poder Ejecutivo implementar las políticas que, probablemente, hubiera adoptado en otro escenario.

Las medidas de estímulo fiscal anunciadas pueden ser agrupadas en las que buscan apuntalar los ingresos (apuntadas a la demanda) y las que persiguen un alivio en los costos (orientadas a la oferta). En el primer caso, se anunció un bono de ARS 3000 a beneficiarios de Asignaciones Universales y Jubilados que cobren la mínima, así como un Ingreso Familiar de Emergencia (ARS 10.000 pagaderos el próximo mes), que conjuntamente totalizaran alrededor de ARS 60.000 millones. Como por el momento estas erogaciones se realizarían una sola vez, el impacto fiscal de esta medida es de apenas 0,25% del PBI.

Dentro del segundo grupo, se encuentra la eximición de aportes patronales a las empresas de los sectores más perjudicados (típicamente proveedoras de servicios imposibilitados de consumirse por la cuarentena) por el tiempo que perdure el aislamiento social. Por otra parte, el gobierno se comprometió a incrementar un 40% el gasto de capital, pero considerando que no hay sancionado un presupuesto todavía queda dilucidar sobre qué base se efectivizará esta medida. Nuestras estimaciones indican que el paquete fiscal representa aproximadamente 0,7% del PBI.

El “acotado” esfuerzo fiscal -mucho menor a de los países desarrollados-, será complementado por una línea de créditos blandos a tasa subsidiada para financiar capital de trabajo (por un total de ARS 350.000), pero cuya implementación será a través del sistema bancario. Así, el gobierno pondrá en marcha medidas por 2% del PBI para paliar las consecuencias de la cuarentena en la economía, de las cuales sólo la mitad se financiaría con emisión a la par que la otra parte se contabilizaría en pérdidas del sector financiero.

No obstante, el costo en las cuentas públicas también se sentirá por el lado de la recaudación, ya que la caída del nivel de actividad provocada por la cuarentena (todavía con tiempo indefinido) y el desplome del comercio internacional tendrá su efecto nocivo en los ingresos fiscales en gran parte del año; acrecentando el déficit fiscal de 2020 a la zona de 1,5-2% del PBI.

El Coronavirus paralizó la actividad legislativa en ambas cámaras

La crisis desatada en el mundo y en la Argentina por la propagación del Covid-19 también tuvo su impacto en la actividad legislativa. En ambas cámaras las autoridades otorgaron licencia a los trabajadores legislativos, y quedaron suspendidas todas las actividades de comisión, salvo en casos de emergencia y que tenga que ver con la situación sanitaria.}

Ello no impidió que algunos legisladores presentaran iniciativas para contribuir a la búsqueda de herramientas que colaboran con la contención y mitigación del impacto sanitario y económico.

Por su parte, la Cámara de Diputados resolvió que cada Diputado pueda canalizar parte de los recursos que el cuerpo dispone para asistir a instituciones y organizaciones sociales, según el criterio de cada legislador. Esto provocó algunos cuestionamiento de algunos legisladores y provocó que el Bloque de Juntos Por el Cambio resolviera, en su totalidad, destinarlos a asistir financieramente al Instituto Malbrán, que se encarga de los estudios de diagnóstico de los pacientes sospechosos.

El impacto de la crisis tendrá como correlato un retraso en el avance de los temas que componían la agenda parlamentaria. Como primera medida, el oficialismo decidió postergar el envío del Proyecto de Ley de Legalización del Aborto, como también se verá demorado el envío del Proyecto de Reforma Judicial. En el mismo sentido, y con el agravante de la delicada situación que está pasando el sector, también se demoraría el proyecto de ley que buscaba fijar un régimen de promoción de los hidrocarburos, especialmente de la explotación no convencional en Vaca Muerta.

Finalmente, otros proyecto de importancia menor, como el de Capitales alternas, también se verán postergados. La incertidumbre sobre la situación sanitaria, no despeja la incertidumbre sobre cuál será la actividad legislativa en las próximas semanas. Pero en todo caso, hay que prepararse para una actividad de baja intensidad, que solo se activará en caso de que la misma crisis lo requiera.

Una deuda, distintas reestructuraciones, muchas estrategias

La deuda pública y su reestructuración ocupan las principales tapas de los diarios, las principales alocuciones del presidente y los principales comunicados del Ministerio de Economía. No es necesario entonces explicar su importancia. Ahora bien, no hay una sola deuda ni una sola reestructuración: existen distintos tipos de acreedores, monedas, legislaciones, entre otros. Estas negociaciones determinarán el curso de la economía argentina de los próximos años, por lo que es importante analizar las diversas estrategias de cada frente.

Hacia el cierre del 2019, la deuda pública total rondaba USD 320.000 millones, de los cuales “solo” un 60% era relevante: el 40% restante (USD 128.000 millones) estaba en poder de otros organismos del sector público, de modo que su refinanciamiento puede descontarse. Dejando de lado la deuda intra sector público, USD 70.000 millones se ubican en manos de Organismos Financieros Internacionales, donde más de la mitad se explica por los USD 45.000 millones desembolsados por el FMI. Cabe destacar que estos pasivos deberán devolverse en tres años a partir entre el segundo semestre de 2021, de modo que la mayor parte de su vencimiento quedará dentro del plazo del actual gobierno, pero en la segunda mitad del mandato. Por lo tanto, no es una urgencia tan apremiante. A contramano, este año vencen acreencias por USD 40.000 millones en manos del sector privado, a quien se le debe cerca de USD 120.000 millones en total.

Tal como se desprende de las sucesivas declaraciones y propuestas, sobre esta porción versará la reestructuración inmediata. En primer lugar, vale destacar que la falta de información sobre quiénes son los acreedores dificulta la negociación: en la última semana se solicitó desde el Ministerio de Economía que los tenedores de bonos y letras “se identificaran” para así poder comenzar las negociaciones -y hacer llegar las propuestas-. Por lo tanto, la estrategia según acreedores está en una etapa inicial: conversar con el FMI y elaborar un diagnóstico de quiénes son los tenedores privados.

En el caso del organismo multilateral, las conversaciones parecieran avanzadas o al menos en mejor sintonía. Por caso, el presidente afirmó en la apertura de sesiones que el Fondo apoyaba nuestra postura respecto de que la deuda era insostenible y desde la entidad sostuvieron que un mayor ajuste fiscal no era viable económica ni políticamente, ubicándose en línea con lo propuesto desde el Poder Ejecutivo.

A contramano, con los acreedores privados la negociación viene más tensa. El fallido canje del bono AF20 en pesos y los agresivos comunicados del Ministerio de Economía reflejan que la reestructuración en este frente es más compleja. En la última semana, la adhesión de dos tercios de los tenedores al canje del A2M2 luego de la oferta de paridades más atractivas más el pago completo a quienes no ingresaron -dejando de lado el tono amenazante del Comunicado- reflejan el intento de ambas partes por mejorar una relación complicada.

Dentro de la deuda con privados, hay otra particularidad: cerca de USD 25.000 millones de compromisos fueron emitidos en moneda local y USD 95.000 millones en divisas. Los primeros tienen un menor riesgo de default que los segundos, pero este no es nulo. Esto responde a que el Banco Central podría, en última instancia, emitir pesos si el Tesoro así le pidiera y además a que defaultearlos generaría problemas inmediatos dentro del sistema productivo local: muchas empresas argentinas poseen estos activos, de modo que un incumplimiento tensaría aún más la alicaída cadena de pagos.

Por su parte, la situación de la deuda en moneda extranjera es más compleja: no alcanza con querer pagar, hace falta poder hacerlo. En este sentido, las Reservas Internacionales más el prácticamente nulo superávit de cuenta corriente de 2020 no alcanzarán para enfrentar los vencimientos de este año. En consecuencia, sin financiamiento en divisas habrá que reestructurar, de lo contrario, caeremos en default.

Por último, resta analizar las legislaciones. Aquí también hay una diferencia sustancial: no es lo mismo reperfilar un pasivo emitido bajo la Ley local que hacerlo bajo Ley extranjera. Mientras que en el primer caso el Congreso y la justicia argentina serían el “escollo”, en el segundo lo serán cortes internacionales. Tomando como referencia la experiencia de holdouts y el juez Thomas Griesa, la diferencia no es menor.

Ahora bien, una reestructuración forzosa de los títulos en Ley local no será gratuita. Por un lado, porque muchos acreedores poseen distintos bonos, de modo que podrían bloquear la negociación bajo Ley extranjera si no están de acuerdo con lo realizado en Ley local. Por otro, porque si una resolución de facto en esta porción de la deuda nos bloquearía la posibilidad de volver a emitir pasivos bajo nuestra jurisdicción en el largo plazo. Aunque esto puede parecer lejano hoy, no será indistinto en el mediano plazo.

Dicho esto, vale la pena recordar que los bonos actuales cuentan con Cláusulas de Acción Colectiva (CACs): para poder reestructurar, es necesario acordar con un determinado porcentaje de los tenedores, que varía desde el 66% al 85% según el prospecto de cada bono, y ese acuerdo se extendería a todos los acreedores. Por lo tanto, es más difícil que una porción acotada de acreedores bloquee el proceso o decida no entrar para luego litigar en cortes internacionales.

Antes de concluir, vale resaltar que los bonos emitidos bajo Ley Nueva York en manos del sector privado acumulan cerca de USD 40.000 millones. Asimismo, hay casi USD 25.000 millones en poder del sector público. Si bien cada bono es un caso particular, un promedio ponderado de las colocaciones marca que con un 75% de adhesión se podría reestructurar los pasivos. Dado que los bonos en manos del sector público adherirán automáticamente a las propuestas que se realicen desde el Palacio de Hacienda, será necesario alcanzar aprobaciones del sector privado por casi USD 24.000 millones, es decir, un 60% de los tenedores. Aunque no será nada fácil, es un número más cercano que el inicial (75%).

De este repaso se desprende que, aunque haya un solo deudor, el Estado Nacional, existe un espectro de pasivos, y, por lo tanto, de estrategias y acuerdos a los cuales arribar. En consecuencia, la reestructuración no será una sola: habrá varias etapas.