¿Cuál es el límite de la estrategia cambiaria oficial?

La decisión del gobierno de priorizar la baja de la inflación al costo que sea necesario paradójicamente revitalizó la discusión sobre el tipo de cambio real. Menos inflación significa una menor apreciación de la moneda, pero los medios para alcanzarla pueden ser perjudiciales en una economía que todavía tiene escasez de dólares.

Términos del intercambio deteriorados, y una creciente demanda de servicios del exterior (turismo a la cabeza) son dos factores que pueden fácilmente revertir la Cuenta Corriente. Todo ocurrirá en un contexto en el que el gobierno posee elevados compromisos en dólares. ¿Hay tiempo para que la entrada de dólares sea la necesaria para cubrir estos requerimientos? ¿Cuáles son las condiciones para que el gobierno pueda obtener financiamiento en el exterior?

Más allá del nivel en el tipo de cambio real, lo cierto es que ante la ausencia de reformes significativas en el corto plazo, los riesgos de la apuesta del oficialismo tienden a incrementarse. La pregunta en cuestión es si existen los recursos disponibles para alargar el puente o si la coyuntura impondrá un volantazo en algún momento para incrementar la sostenibilidad de la estrategia.

Buscando la respuesta en la Cuenta Corriente

Transcurridos ya los primeros meses de gobierno, algunos aspectos generales de la estrategia oficial permanecen inalterables. El superávit fiscal se sostiene y “no se negocia”, mientras que el crawling peg del tipo de cambio oficial continúa al 2% mensual, ayudando al principal activo económico que tiene el gobierno: una desinflación sin pausa.

Más por motivos políticos que económicos, este último punto se convirtió en la principal bandera del oficialismo. La importancia de domar la inflación heredada ya puso en un segundo plano la necesaria acumulación de reservas (reconocida por las propias autoridades a lo largo del primer semestre) tras anunciar hace algunas semanas que los dólares comprados en el mercado oficial serán susceptibles de ser utilizados para aspirar los pesos emitidos al realizar las propias compras de divisas.

En la práctica, esto implica intervenir en el mercado paralelo para mantener a raya la brecha, no solamente por su resonancia política y su impacto en las expectativas, sino también por su relevancia en los precios de la economía. Concretamente, el BCRA estima que un tercio de las importaciones se cursan por esta vía, al mismo tiempo que continúa el “dólar blend”, por lo cual el tipo de cambio exportador (el costo de oportunidad de un bien transable producido en el país, en buena parte alimentos) depende en un 20% del valor del CCL. Del mismo modo, estas distorsiones también reflejan que el tipo de cambio con el que funciona la economía es más cercano a $1050 que al $940 del oficial.

Asumiendo (con cauto realismo) que mediante la esterilización de pesos el Gobierno logra bajar la brecha cambiaria y que (con algo más de optimismo) además se obtiene un influjo de dólares importante a través del blanqueo de capitales y la llegada de inversiones; el costo reputacional de no salir del cepo aún estaría presente. Dicha estrategia parte de la denominada “dolarización endógena” que propone el gobierno, la cual supone que una revalorización del peso incentivará al sector privado a vender sus propios USD, permitiendo una convergencia “desde arriba” de los tipos de cambio y dando lugar a una unificación cambiaria en la zona del tipo de cambio oficial.

El recorrido de aquella hoja de ruta revitaliza la discusión sobre tipo de cambio real y la competitividad de la economía. En este sentido, desde la devaluación de diciembre pasado el tipo de cambio real se apreció más de un 45% y ya se ubica casi 9% por debajo del nivel en el que se dio la devaluación post-PASO el año pasado en la búsqueda por destrabar el desembolso del FMI. Consecuentemente, de sostenerse el crawling peg al 2% e incluso con una inflación sigue bajando, la economía llegaría a fin de año con un nivel de competitividad cambiaria apenas 10% superior al de inicios de 2018, en la previa al inicio de la crisis de balanza de pagos que azotó la segunda mitad del gobierno de Cambiemos.

No obstante, desde el Gobierno se desestima la discusión. Uno de los argumentos utilizados es que a esos niveles el tipo de cambio real sería mucho mayor al promedio de los períodos sin cepo, comparación cuanto menos curiosa, dada la vigencia de una considerable cantidad de restricciones cambiarias. Sumado a ello, se insiste en que la competitividad de la economía mejorará producto de una reducción de los impuestos que pagan las empresas locales gracias al sostenimiento del superávit financiero.

Asumiendo que el gobierno puede sostener los ingresos fiscales por encima de los gastos en el tiempo, la pregunta es entonces qué esperan las autoridades para iniciar esta discusión legislativa ¿Mayoría en el Congreso que no obtendrá ni con superlativos resultados en las legislativas el próximo año? ¿Aguanta la economía hasta una reforma fiscal que se reglamentará, en el mejor de los casos, en un año y medio? Claramente, no hay duda de la voluntad política del Gobierno de llevar adelante estas reformas, aunque el tiempo transcurrido es una variable fundamental: los obstáculos en la Cuenta Corriente pueden aparecer antes de que se simplifique la presión tributaria.

El tipo de cambio como ancla ¿esta vez es diferente?

Si bien la inestabilidad global, una desaceleración del crecimiento del mundo o Brasil con un real más depreciado pueden jugar en contra en cuanto a las cantidades, posiblemente el mayor dolor de cabeza venga por el lado de los precios. Ajustados por inflación, los términos del intercambio de Argentina ya se ubican en la zona de 2017-18, donde fueron compatibles con un tipo de cambio real relativamente bajo que logró sostenerse principalmente gracias al acceso al financiamiento externo, hoy ausente.

Justamente, el influjo de dólares también financió la mayor demanda de servicios de los argentinos en el exterior. Si bien la Cuenta Corriente de servicios todavía está lejos de ser tan deficitaria como lo era en aquel momento (ajustando por inflación, el rojo es un 35% de lo que era en 2017), la dinámica puede complicarse debido al recurrente déficit turístico: pese a que aún conviene cancelar los pagos por gastos turísticos con dólares propios obtenidos vía mercados alternativos, el déficit se incrementa paulatinamente dado el mayor nivel en la brecha. En números, las salidas por turismo en el MULC pasaron de USD 480 M mensual en el primer trimestre a cerca de USD 700 M en mayo y junio.

De hecho, dado que a fin de año deja de tener vigencia el Impuesto PAIS, el costo de gastar en el exterior será el menor en casi 6 años incluso si se mantiene la percepción del 30% correspondiente al adelanto de ganancias, lo cual podría dar un impulso adicional a las salidas netas de dólares por turismo.

El ministro Caputo reitera, cuando tiene la oportunidad, de que los agentes económicos deben acostumbrarse a una economía cara en dólares. Si el país termina “igual de caro” en dólares de lo que era entre mediados de 2016 y comienzos de 2018, probablemente el combo venga junto a la materialización de un rojo de cuenta corriente más temprano que tarde.

¿Diferente? No lo sabemos ¿Riesgoso? Seguro

Como ya mencionamos, en déficit externo no es necesariamente un problema en tanto se consiga forma de financiarlo, pero el problema es que no queda del todo claro si una economía con CEPO pueda generar los dólares necesarios. En este sentido, cabe preguntarse si por más que la llegada de inversiones y el blanqueo de capitales funcione bien serán un game changer para la economía en lo inmediato. Aquí es donde el tiempo vuelve a ser crucial ¿El gobierno puede generar la deseada convergencia “desde arriba” (dólares paralelos tendiendo al oficial) en un tiempo menor al que la Cuenta Corriente sea mirada de reojo?  Marchas y contramarchas en este proceso podrían poner en jaque la estrategia oficial constantemente.

Bajo la misma lógica temporal podemos pensar la vuelta a los mercados internacionales para cubrir la necesidad de dólares. Claramente, el gobierno podría conseguir Repos para ganar tiempo frente a los primeros vencimientos de deuda del año entrante. Sin embargo, para evitar una caída en la Reservas Netas en 2025 resultará imprescindible la reapertura de los mercados financieros internacionales o la aparición de fondos frescos (¿FMI?) que permitan no sólo cubrir las salidas por la Cuenta Corriente, sino también por la Cuenta Financiera. En números, los pagos de deuda en USD del Gobierno ascenderían a USD 11.000 M si incluimos al FMI (suponiendo un rollover del resto de los Organismos Internacionales), los BOPREAL y los bonos del Tesoro (considerando únicamente los vencimientos con privados).

Entonces, tan crucial como el tiempo es lo que el Gobierno pueda obtener de un nuevo acuerdo con el FMI. En el caso en que el gobierno se encuentre esperando una victoria de Trump en las elecciones de Estados Unidos para destrabar fondos más cuantiosos, recién estarían disponibles entrados el próximo año. Si bien no pareciera ser mucho tiempo, la estrategia también corre riesgo dado el reciente repunte de la candidata de los demócratas, Kamala Harris, en las encuestas y distintas métricas de seguimiento.

Ahora bien, si el gobierno tiene un as bajo la manga y anuncia un acuerdo con el FMI antes de lo esperado, habrá que ver las condiciones que impone el organismo, quienes ya dejaron entrever preocupaciones por el nivel del tipo de cambio real. A su vez, no sólo importa la cuantía de los desembolsos, sino también la flexibilidad que se negocie en cuanto a su utilización.

En definitiva, más allá del nivel en el tipo de cambio real, lo cierto es que ante la ausencia de reformes significativas en lo inmediato, cuanto más se aprecie la moneda local más rápido se revertirá el saldo positivo de la Cuenta Corriente. Frente ingresos corrientes que se achican y necesidades financieras que se agrandan, está claro que las autoridades deberán salir en búsqueda de dólares para cumplir con sus compromisos si pretenden sostener el rumbo priorizando los incentivos políticos hasta las elecciones legislativas. La pregunta en cuestión es si existen los recursos disponibles para alargar el puente o si la coyuntura impondrá un volantazo en algún momento para incrementar la sostenibilidad de la estrategia.

Resumen Diario | 14.06.24

ESCENARIO ECONÓMICO

Continúa la desaceleración de la inflación. El INDEC informó que el IPC de mayo fue de 4,2%, acumulando en lo que va del año una suba de 72%. Se destacó el aumento el rubro Comunicación (8,2%) explicado por subas en los servicios de telefonía e internet al que le siguieron Educación (7,6%) y Bebidas alcohólicas y tabaco (6,7%). Por su parte, la inflación núcleo avanzó 3,7%, al tiempo que los estacionales subieron 7,2% y los regulados 4,0%.

Canasta Básica. En mayo la Canasta Básica Total y la Canasta Básica Alimentaria crecieron 2,8% y 3,7% respectivamente, registrándose en ambos casos una variación interanual de 291%. En este sentido, una familia tipo compuesta por dos adultos y dos menores necesitó $851.351 para no caer en la pobreza y $ 386.978 para no estar debajo de la línea de indigencia en el quinto mes del año.

El BCRA mantiene las compras en el MULC. El BCRA compró USD 137 M este jueves, un monto que no se observaba desde mediados de mayo. De esta manera, la autoridad monetaria acumula compras netas por USD 172 M en lo que va del mes y USD 14.561 M en lo que va del año. En consecuencia, las Reservas Internacionales cerraron en USD 29.273 M.

La brecha cambiaria bajó a 38,7%. En la jornada de ayer, el dólar MEP (AL30) retrocedió -3,2% a $1.238, mientras que el dólar CCL (operado con CEDEARS) se redujo a $1.274 (-2,1%). En línea, el dólar blue cerro a la baja (-3,1%) en $1.245. Por lo tanto, la brecha cambiaria promedio se retrae -400 puntos básicos y se posiciona por debajo de la barrera del 40%.

LO QUE ESTÁ SUCEDIENDO

Mercado financiero local en verde. Tras la aprobación de la Ley Bases en el Senado, el S&P Merval trepó este miércoles un 4,6% en dólares, cerrando en USD 1.260. En sintonía, los bonos soberanos en USD (Bonares y Globales) cerraron un 4% arriba. En consecuencia, el Riesgo País cerró en 1.421 puntos básicos.

TENÉS QUE SABER

El FMI aprobó el desembolso de USD 800 millones. En el contexto de la octava revisión del Programa de Facilidades Extendidas y con las metas del primer trimestre del año sobrecumplidas, el gobierno consiguió un nuevo desembolso de 600 millones de Derechos especiales de Giro que equivalen a USD 790 millones para hacer frente a los vencimientos de julio que ascienden a USD 645 millones. Además, las autoridades económicas ratificaron en la revisión la presentación oportuna de un marco de programación monetaria y la eliminación, sin condicionamiento de tiempos ni formas, de los controles cambiarios. 

El empleo formal comienza a sentir los primeros fríos

La recesión económica comienza a mostrar sus impactos en el mercado laboral: se perdieron 120 mil puestos de trabajo netos entre diciembre y marzo del 2024. A su interior, los asalariados públicos y privados registraron, en conjunto, una pérdida de casi 165 mil puestos de trabajo (-96 mil y -69 mil, respectivamente). Por su parte, el cuentapropismo sumó alrededor de 40 mil empleos, lo cual modero el impacto sobre el empleo agregado.

El desplome de la actividad económica durante el primer trimestre no se tradujo en una caída sustancial del empleo asalariado del sector privado, excepto en el caso de la construcción. En parte, esto responde a que los costos asociados a los cambios en el personal desincentivan a las empresas a reaccionar rápidamente a los vaivenes económicos, recurriendo en primera instancia a medidas como suspensiones, recorte de horas y/o turnos.

No obstante, la magnitud y la extensión de la recesión es un llamado de atención, especialmente considerando que la construcción, la industria y el comercio concentran alrededor del 45% del empleo registrado del sector privado. En la medida que las ventas no se recuperen y la demanda continúe deprimida, es probable que el clima otoñal en el empleo se vuelva más frio.

Un mercado laboral formal de otoño

Recientemente, se publicó la información referida a marzo del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) que muestra la evolución del empleo formal en el paísEn marzo, cayó casi 1% en el nivel de empleo, siendo el empleo registrado (el público cayó 2,7% i.a. y el privado 1,1% i.a.) el principal factor que explicó esta contracción. 

Sin embargo, lo más relevante es analizar la dinámica de los últimos meses para echar luz sobre el impacto de la recesión actual en el trabajo formal. En este sentido, desde el último pico de actividad en agosto pasado, se perdieron casi 83 mil puestos de trabajo formales netos (-0,6%).

De todas formas, si acotamos el análisis a lo que va del año, la caída se hace algo más profunda (-0,9% desde diciembre), implicando una destrucción de más de 120 mil puestos de trabajo. A su interior, los asalariados públicos y privados registraron, en conjunto, una pérdida de casi 165 mil puestos de trabajo (-96 mil y -69 mil, respectivamente). Por su parte, el cuentapropismo registrado -principalmente monotributo-  sumó alrededor de 40 mil empleos, lo cual modero el impacto sobre el total del empleo formal.

El ajuste del sector público no solamente impactó en la planta del Estado, sino también en el sector de la construcción producto de la parálisis de la obra pública (tampoco la obra privada siguió un sendero muy diferente en el recesivo primer trimestre). En este sentido, se perdieron más de 42 mil empleos formales en este sector, representando una caída del 10%. Los otros sectores que más se vieron afectados en el comienzo del año fueron actividades empresariales (-11 mil empleos formales) y la industria (-10 mil), principalmente afectada por el freno en la actividad textil, metalmecánica, entre otras industrias ligadas a la construcción.

Por lo tanto, el desplome de la actividad económica durante el primer trimestre no se tradujo en una caída sustancial del empleo asalariado del sector privado, excepto en el caso de la construcción. En parte, esto responde a que los costos asociados a los cambios en el personal desincentivan a las empresas a reaccionar rápidamente a los vaivenes económicos, recurriendo en primera instancia a medidas como suspensiones, recorte de horas y/o turnos, por ejemplo.

No obstante, la magnitud y la extensión de la recesión es un llamado de atención, especialmente considerando que la construcción, la industria y el comercio concentran alrededor del 45% del empleo registrado del sector privado. En la medida que las ventas no se recuperen y la demanda continúe deprimida, es probable que el otoñal clima en el empleo se vuelva más frio.

¿Llegará a tiempo la recuperación de la actividad?

Excluyendo el aporte del sector primario, los indicadores adelantados de abril y mayo sugieren un pequeño rebote en la economía en el inicio del segundo trimestre. Sin embargo, la recuperación de la actividad será lenta y la pregunta es si será suficiente para sostener el nivel de empleo, o bien las empresas adecuarán sus perspectivas a un contexto macroeconómico que, además de recesivo, todavía resulta difuso.

Por el lado del gobierno, las expectativas están puestas en la aprobación de la Ley Bases que, entre otras cosas, impulsará las inversiones. No obstante, todavía no resulta claro qué tan beneficiosas serían las mismas para la industria nacional, dado que la apertura a importaciones podría desplazar del mercado a proveedores nacionales, perjudicando el nivel de empleo en el sector industrial (aunque lógicamente podría compensarse, al menos parcialmente, con un incremento en otros sectores.). Esta tendencia se refuerza con el énfasis en el superávit fiscal que sostiene el gobierno, que asegura que no habrá una expansión del gasto que pueda dinamizar sectores vinculados a la obra pública y la construcción.

De todos modos, buena parte de la demanda interna dependerá de lo que ocurra con el consumo de las familias En este sentido, la fuerte pérdida del salario real (que incluso subestima el impacto sobre el poder adquisitivo de los aumentos de las tarifas de servicios públicos) de los primeros meses del año se recuperará muy lentamente dado que la dinámica salarial se ha plegado a la tendencia de la inflación -lo que evitará que en el corto plazo se recupere del golpe de comienzos de año-. A esto se le suma el impacto que pueda tener la pérdida de empleo en los hogares, variable que seguramente es más relevante dentro del segmento informal de la economía.

De hecho, diversas encuestas de opinión pública marcan que crece sustancialmente la preocupación por el desempleo. Más allá del impacto efectivo que esto pueda tener sobre el indicador, significa que la recesión y la incertidumbre acerca del futuro que sufrieron las empresas en el primer trimestre se esté moviendo hacia las familias en las últimas semanas. En unos y otros, la imposibilidad de ver con claridad el rumbo económico puede afectar sus decisiones de inversión y consumo, con el riesgo de “boicotear” la incipiente recuperación.

Resumen diario | 17.05.24

ESCENARIO ECONÓMICO

Resultado de la licitación del Tesoro. En la primera licitación de mayo con vencimientos que ascendían a $ 3,1 billones, el Tesoro adjudicó $ 11,7 billones con un porcentaje de adjudicación del 89%, obteniendo así un financiamiento neto de $8,6 billones. Se colocaron seis instrumentos nuevos y dos reaperturas. El 85% de lo adjudicado corresponde a letras tasa fija (LECAPs), el 10% a instrumentos ajustables por CER y el remanente al instrumento atado al tipo de cambio. Según expresaron las autoridades el 88% del excedente será utilizado para engrosar la cuenta del Tesoro en el BCRA para afrontar vencimientos futuros, y el 12% restante para la recompra de títulos en manos de la autoridad monetaria en línea con el proceso de saneamiento del balance del BCRA.

Demanda acotada de BOPREAL en la licitación del BCRA En la jornada del ayer el BCRA adjudicó solo USD 34 millones del BOPREAL Serie 3 acumulando esta especie un total de USD 2.940 millones. La próxima semana se hará una nueva colocación que busca adjudicar el remanente de USD 60 millones.

El BCRA mantiene compras en el MULC. La autoridad monetaria concretó en la jornada del jueves compras por USD 263 M y sumó más de USD 1.700 M en mayo. De esta manera, se acumulan compras  netas  por USD 13.576 M en lo que va del año y USD 16.472 M desde el cambio de gestión. En consecuencia, las Reservas Internacionales cerraron en USD 28.575 M.

Brecha cambiaria en ascenso. En la jornada de ayer, el dólar CCL operado con CEDEARS subió 0,6% alcanzando los $1099, al tiempo que el dólar MEP (AL30) se situó en $1.059 trepando un 0,9%. Por otro lado, el dólar Blue se mantuvo en los $1.100. De este modo, la brecha cambiaria promedio fue de 22,6%.

Mercado financiero local con resultados al alza. El S&P Merval retrocedió en la jornada del jueves un 0,4% en dólares, cerrando en USD 1.347. En sintonía, los bonos soberanos en moneda dura Bonares y Globales cayeron 0,8% y 1,1%.

Siguen los puts. La autoridad monetaria anunció, mediante la Comunicación “B” 12806, que se ofrecerán puts para los instrumentos ajustables CER ofrecidos en la licitación del Tesoro y, al igual que las últimas oportunidades, sólo podrán ser ejercidos con un mes de antelación a su vencimiento. Asimismo, dado que las entidades financieras tienen limitada su exposición de tenencia de bonos del sector público, los puts seguirán permitiendo la exclusión de estos límites. Esta consideración también ayuda en el objetivo de la migración de liquidez de los Pases hacia el Tesoro.

Redireccionamiento a LECAP y nueva referencia de tasa. El BCRA permitirá que las LECAPs puedan ser excluidas de los límites de fraccionamiento, pero sin la necesidad de ser cubiertas mediante puts. La principal novedad de la Comunicación “A” 8020, es que el monto tope de la exclusión del fraccionamiento será igual a la tenencia de Pases que tengan al 15/5 las diferentes entidades financieras. Así también se busca profundizar en su estrategia de redireccionamiento de liquidez de Pases hacia el Tesoro y reorientar la tasa de corto plazo de referencia hacia estos títulos de renta fija emitidos por la Secretaria de Finanzas.

LO QUE ESTÁ SUCEDIENDO

IPC GBA Ecolatina quincenal. En los primeros quince días de mayo, el IPC GBA Ecolatina marcó una variación del 4,9% con respecto al mismo periodo del mes pasado. Al interior, los Estacionales subieron 5,1%, la inflación Núcleo 4,9%,*y los regulados 4,5%. La magnitud de la desaceleración fue posible gracias a la postergación de ajustes en tarifas y la retracción en el precio de las cuotas de medicina prepaga, que según nuestro relevamiento le quitó 0,6 p.p. al Nivel general.

TENÉS QUE SABER

Pobreza en argentina casi llega al 50%. Según un informe de la Universidad Torcuato Di Tella que afirma que en el semestre que va entre noviembre 2023 y abril 20254, la pobreza habría rozado 49%, alcanzando a casi 30 millones de personas.

Los salarios al ritmo de la inflación

Los salarios de la economía crecieron 10,3% en marzo y acumularon una suba de 45,5% en el primer trimestre. Con una inflación del 51,6% para el mismo periodo, la pérdida acumulada en términos reales se ubica en torno al 4%. Sin embargo, el índice esconde ciertas particularidades.

Incluso en el sector más beneficiado (trabajadores formales del sector privado) por los ajustes salariales prácticamente mensuales durante el verano, la rápida desaceleración de la inflación no fue suficiente para que el poder de compra se recomponga del golpe generado a finales del año pasado.

En este contexto, la fijación de salarios en función de la dinámica descendente de los precios impedirá que a lo largo del año los ingresos recompongan el poder adquisitivo perdido. Así como los shocks inflacionarios se trasladaron rápidamente a la dinámica salarial durante los últimos dos años (producto de paritarias de corta vigencia), ahora ocurre lo contrario tras la súbita desinflación de estos últimos meses.

Los salarios de la economía crecieron 10,3% en marzo y acumularon una suba de 45,5% en el primer trimestre. Con una inflación del 51,6% para el mismo periodo, la pérdida acumulada en términos reales se ubica en torno al 4%. Sin embargo, el índice esconde dos consideraciones.

En primer lugar, una cuestión técnica con los salarios de los trabajadores no registrados: este indicador se calcula utilizando la información de la Encuesta Permanente de Hogares que elabora trimestralmente el INDEC, motivo por el que es un indicador que tiene cierto rezago. Puntualmente, el dato publicado para marzo corresponde a los salarios del cierre del año pasado, por lo cual no tienen incorporado el nuevo piso nominal impuesto tras la devaluación. En este sentido, posiblemente la caída real de los salarios fue levemente menor a lo reflejado por el índice general para los tres primeros meses del año.

Entonces, al tomar únicamente la información de los trabajadores formales, observamos que durante los primeros tres meses del año los del sector privado registrado experimentaron una mejora de 50,5% (muy cerca de la inflación acumulada), mientras fue de apenas 43,2% para los del sector público.

Si bien la diferencia es considerable, no debería ser una sorpresa: las remuneraciones a los trabajadores públicos (incluso pese a ser una línea del gasto no tan significativa) fueron una de las partidas que sufrieron una “licuación” desde el cambio de mandato.

Por su parte, la segunda consideración es más analítica: quedarse con la dinámica del primer trimestre de los trabajadores formales resulta incompleto. Tan sólo con sumar diciembre, el deterioro del poder adquisitivo supera 15% (y alcanza 18% si sumamos noviembre), valores que son incluso más bajos para los trabajadores públicos (pierden más de 20% respecto a diciembre y casi 25% con relación a noviembre).

¿Qué implica esto? Incluso en el sector más beneficiado (trabajadores formales del sector privado) por los ajustes salariales prácticamente mensuales durante el verano, la rápida desaceleración de la inflación no fue suficiente para que el poder de compra se recomponga del golpe generado a finales del año pasado.

En este contexto, la fijación de salarios en función de la dinámica descendente de los precios impedirá que a lo largo del año los ingresos recompongan el poder adquisitivo perdido. Así como los shocks inflacionarios se trasladaron rápidamente a la dinámica salarial durante los últimos dos años (producto de paritarias de corta vigencia), ahora ocurre lo contrario tras la súbita desinflación de estos últimos meses. Esta dinámica se reflejada en nuestro relevamiento de paritarias del sector privado.

En este sentido, resulta difícil pensar que una lenta recuperación del salario real en los próximos meses sea un factor que colabore con una rápida recuperación de la economía. Si bien la baja en las tasas de interés podría parcialmente compensar esta situación, la escasa previsibilidad de los ingresos -a lo que además se podrían sumar problemas en el empleo- pesará más a la hora de las decisiones de gasto en los hogares.

Dentro del programa económico delineado por las autoridades, no parece obvio que al Gobierno le convenga validar una abrupta recuperación del poder adquisitivo. La marcada desaceleración de la inflación y la nominalidad en la economía se debe en buena parte a la profunda recesión. Por ende, una recuperación vía mejora del poder adquisitivo podría operar en sentido contrario.

Por el lado de la oferta, los aumentos salariales comenzarían a impulsar los costos, lo cual se sumaría a los mayores costos operativos asociados al encarecimiento de los servicios públicos. En cuanto a la demanda, la recuperación del poder de adquisitivo podría impulsar el consumo, dando un mayor espacio a las empresas para trasladar la suba de costos a los precios.

¿Ya impacta la recesión en el empleo formal?

Sector público y construcción: los más afectados

Recientemente, se publicó la información referida a enero del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) que muestra la evolución del empleo formal en el país. Si bien se observó en el primer mes del año un crecimiento del empleo del 2% i.a., su avance se explica por una suba superior al 5% i.a. del cuentapropismo. Más allá de esa particularidad, lo más relevante es analizar la dinámica de los últimos meses para echar luz sobre el impacto de la recesión en el trabajo formal.

En este sentido, desde el último pico de actividad en octubre pasado, se perdieron apenas 40 mil puestos de trabajo formales netos (-0,3%). Este número esconde algo de heterogeneidad: hay más de 50 mil trabajadores independientes (gracias al aumento observado en enero), un descenso de casi 50 mil asalariados privados, prácticamente explicado en su totalidad por la construcción, y unos 30 mil asalariados públicos menos.

Tal como se podía prever, el mayor impacto del cambio de gobierno fue en los trabajadores públicos, que cayeron 1% en enero, una magnitud que no se veía desde mediados de 2014. Junto a los asalariados privados (-0,5% en el primer mes del año) sumaron una pérdida de 66 mil puestos de trabajo. Descontando la cuarentena, estos números son de los mayores en casi 10 años, ya que en otros episodios de contracción del empleo privado, el sector público permanecía estable.

Volviendo a los asalariados privados, el principal factor que explica la caída del empleo es la construcción, sector que sufrió la pérdida de casi 42 mil puestos desde octubre pasado (la mitad de ellos en enero, una magnitud prácticamente inédita para un mes puntual, como se ve en el gráfico), producto no sólo de la parálisis en la obra pública sino también de la elevada incertidumbre y el fuerte incremento del costo de la construcción, especialmente post-devaluación.

Por su parte, si sumamos la industria, el comercio y otros servicios como la hotelería, restaurantes, transportes y comunicaciones la pérdida del empleo es de menos de 15 mil puestos en enero, evidenciando que el fuerte del costo en términos del empleo en el sector privado fue capturado por la construcción y su lógica dependencia del sector público.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Si bien creemos que en general el ajuste en el mercado laboral se hará por precios (salario real) en vez de cantidades (puestos de trabajo) a lo largo del primer trimestre, la contracción del empleo en el sector público y la construcción seguramente seguirá siendo importante. No tanto la profundidad de la recesión sino su duración será el factor que determine cuales son otros sectores asalariados que comienzan a tener dificultades, que podría afectar a ramas industriales puntuales -más dependientes de importaciones, obra pública o consumo interno- y servicios no esenciales como hotelería y restaurantes, sensibles a los vaivenes del poder adquisitivo.

Sin embargo, tal como anticipábamos, este deterioro será compensado en buena forma por el cuentapropismo: los trabajadores independientes crecieron casi 2% en enero. En lo que respecta al empleo informal, modalidad relevante en el contraído sector de la construcción, veremos si el ajuste a lo largo de la primera parte del año viene por cantidades (despidos) o por precios (caída del salario real). De todos modos, la recuperación del empleo asalariado no dependerá solamente de unas golondrinas sino de que efectivamente se perciba una recuperación de la actividad en el horizonte.

Resumen diario | 19.04.24

ESCENARIO ECONÓMICO

El peor registro de consumo interno de carnes en 30 años. Según la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes, el consumo per cápita de carne -variable correlacionada al salario real- cayó 18,5% anual en marzo y en el primer trimestre tuvo una baja del 17,6% respecto al mismo periodo del año pasado, alcanzando así el peor registro en 30 años.

El uso de la capacidad instalada cayó en febrero. La utilización de la capacidad instalada en la industria -que mide la proporción utilizada de la capacidad productiva del sector-, se ubicó en el 57,6% en febrero; bien por debajo del registro del mismo mes del año anterior, donde había sido 65%. Se trata del peor registro desde enero de 2022, donde había sido 55,6%.

Jornada mixta para los dólares paralelos. El día de ayer, el dólar CCL operado con CEDEARS cerró en $1.066 (+0,3%), el dólar MEP (AL30) bajó a $1.014 (-1,2%) y el dólar Blue llegó a $1.025 (-0,5%) De este modo, la brecha cambiaria promedio se ubicó en 19%.

Mercados. En la plaza doméstica, el S&P Merval se mantuvo sin variaciones en pesos y mostró una caída de 0,3% en dólares, cerrando en USD 1.100,1. Esta baja se potenció en los bonos soberanos en moneda dura: bajo legislación extranjera (Globales) y bajo legislación local (Bonares) registraron caídas de -2,4%, y -1,7%, respectivamente. En cuanto al contexto internacional, los principales índices tuvieron una jornada dispar: Nasdaq cerró en -0,52%, el Dow Jones en +0,06% y el S&P500 en -0,22%.

LO QUE ESTÁ SUCEDIENDO

El Gobierno acumula USD 14.000 M de reservas desde el inicio del mandato. En el día de ayer, el BCRA registró compras por USD 199 M en el mercado cambiario. Así, la autoridad monetaria acumula USD 14.000 M desde el cambio de Gobierno. Por su parte, las reservas internacionales se encuentran en USD 29.713 M.

TENÉS QUE SABER

Saldo comercial positivo en marzo. El INDEC informó que el saldo comercial de marzo fue de USD 2.059 M. Las exportaciones rozaron USD 6.400 M (+11,5% interanual) a pesar de que los precios disminuyeron 8% y gracias a que las cantidades aumentaron 21 %. Por su parte, las importaciones fueron de poco más de USD 4.300 M (-36,7% interanual) con una baja tanto en precios (-7% i.a.) como en cantidades de (-32% i.a.) , respectivamente. Los términos del intercambio tuvieron un deterioro del 1,2%.

Luces y (más) sombras del mercado laboral

La tasa de desempleo alcanzó 5,7% de la Población Económicamente Activa en el último trimestre del 2023, continuando en los menores registros desde el reinició de la publicación en 2016. En los últimos cuatro años, la tasa de desempleo cayó significativamente.

Al mismo tiempo se observó una participación en el mercado de trabajo récord. Este fenómeno -en combinación con el descenso de la tasa de desempleo- implica que el empleo creció. Sin embargo, esto no fue necesariamente por los buenos motivos: creció significativamente la informalidad y el empleo público, modalidades que se destacaron por encima del magro avance del empleo asalariado formal.

Esperamos que la pobre situación del mercado de trabajo empeore durante 2024, especialmente en los primeros meses del año. Por este motivo, esperamos un aumento del desempleo combinado con un incremento de modalidades de empleo de baja calidad.

¿Qué ocurrió en el mercado de trabajo en el cuarto trimestre?

El INDEC informó las principales tasas del mercado de trabajo del cuarto trimestre de 2023, donde se registró un nuevo récord de participación en el mercado laboral: alcanzó 48,6% de la población. Comparando con el último trimestre del año previo, el aumento fue de 3%, bien por encima del crecimiento vegetativo (debajo de 1%).

Tal como ocurrió a lo largo del 2023, la mayor participación fue absorbida por el empleo: la cantidad de ocupados creció 3,5% i.a. Esta vez, las distintas modalidades exhibieron una expansión relativamente homogénea: los asalariados informales aumentaron 4,4% i.a., los formales 3,3% i.a. y los cuentapropistas 2,6% i.a. Como resultado, la tasa de desempleo se mantuvo en 5,7% de la Población Económicamente Activa, el menor valor desde que se reinició la publicación de la serie a mediados de 2016.

El descenso del desempleo maquilla cuatro años sin demasiados resultados

Tomando el promedio del año, la tasa de desempleo fue de 6,1%, reflejando así una caída de casi 4 p.p. respecto del promedio de 2019. Probablemente, la mejora de este indicador pueda ser el principal dato para rescatar de la gestión del Frente de Todos en lo que refiere al mercado laboral.

La crisis de que tuvo lugar en 2018-19 y afectó sustancialmente el poder adquisitivo, volcó a una masa de trabajadores al mercado laboral con el objetivo de apuntalar los alicaídos ingresos familiares. Luego de cuatro años, la participación continuó en alza (+1,8%, considerando el crecimiento de la población), demostrando que esa necesidad no desapareció y que hay una mayor permanencia en el mercado de trabajo.

Justamente, parte de esta necesidad se observa en la poca creación de empleo de calidad. El crecimiento del 6% (neto del crecimiento poblacional) de los ocupados en los cuatro años fue traccionado por una suba superior al 11% de los trabajadores informales, mientras que los ocupados del sector formal apenas subieron un 5%. Además, dentro del sector registrado el incremento se explicó mayormente por el sector público, que registró un aumento de 13,5%.

Por su parte, esta baja calidad del empleo, basado en la informalidad y la absorción del sector público, se agrava si se analizan los microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). Dicha información sugiere que, desde la salida de la pandemia, los programas de empleo jugaron un rol importante a la hora de suscitar la mencionada baja del desempleo: hasta el tercer trimestre del año (últimos microdatos disponibles), estimamos que la tasa de desempleo podría haber sido 2 p.p. mayor si excluimos el impacto de los programas, lo cual refleja su relevancia para sostener un bajo nivel de desocupación. Este punto abre un signo de interrogación para 2024 tras el fuerte ajuste fiscal implementado por el gobierno, donde los programas de empleo forman parte de los gastos bajo la mira de las autoridades.

¿Qué esperamos para 2024?

El impacto inicial de la devaluación y la recesión económica tendrá resultados claros sobre el mercado de trabajo. Por el lado de los puestos de trabajo, la parálisis en algunos sectores (como los ligados a la obra pública, por ejemplo) y la caída de la demanda provocará una destrucción de empleo que, por el momento, no sería generalizada. Sin embargo, habrá que esperar para ver con claridad cuál es el efecto final de las medidas del gobierno respecto al empleo público.

Por otro lado, teniendo en cuenta la aceleración de la inflación y su efecto sobre los ingresos, es de esperar que tanto los nuevos desempleados, como personas que estaban inactivas (no trabajaban ni buscaban empleo) vuelvan a insertarse en empleos de baja calidad: la situación socio-económica es lo suficientemente mala como para esperar conseguir un empleo deseable.

Por este motivo, esta nueva potencial masa de desocupados no implicaría necesariamente un sustancial incremento en el desempleo. Incluso en un escenario crítico, es de esperar que parte de la pérdida de empleo formal migre hacia puestos de trabajo informales y cuentapropistas, caracterizados por ser de menor calidad. Este cambio, si bien no es deseable, puede ser un factor que contenga el incremento del desempleo.

A modo de cierre, este abrupto deterioro del mercado de trabajo (tanto desde la óptica del empleo como de los salarios) es la otra cara de la moneda de haber evitado una espiralización nominal y, en todo caso, una condición necesaria para que el gobierno logre, más temprano que tarde, una recesión suficiente para moderar la dinámica inflacionaria.

 

El escepticismo (des)inflacionario

El atraso relativo del tipo de cambio y las tarifas son dos asuntos ineludibles para el gobierno en sus primeros meses de mandato. Sin embargo, este enfoque implica reconocer que otros precios están “adelantados”, como por ejemplo los salarios. Continuar el ajuste sobre el poder adquisitivo parece una tarea difícil en un contexto socio-económico tan complejo.

La resistencia de un precio relativo a ajustar, en este caso los salarios, condicionará la desaceleración de la inflación buscada por el gobierno en ausencia de un plan de estabilización. Además, considerando que el “sinceramiento de precios” que dio lugar al shock inicial se va diluyendo y algunos precios vuelven a atrasarse, la expectativa de una inestabilidad nominal es creciente.

Incluso con la depuración de los pasivos remunerados del BCRA como telón de fondo, la menor demanda de dinero, un recalentamiento de la brecha y un inminente atraso del tipo de cambio real serán factores más relevantes a la hora de determinar la dinámica inflacionaria. En este sentido, el principal desafío del Gobierno durante el semestre será que la ausencia de un plan de estabilización en el arranque de la gestión termine minando la creencia de que pueda ser capaz de llevarlo a cabo en forma efectiva.

Corrigiendo precios atrasados

La corrección de precios relativos iniciada con el cambio de gobierno tuvo como primer disparador el aumento de casi 120% del tipo de cambio. El argumento, con total sentido, era que el tipo de cambio real estaba atrasado. De hecho, no sólo el nivel del tipo de cambio real multilateral previo a la devaluación era similar al promedio de 2015, sino que también la brecha cambiaria había llegado a rozar el 190%.

Adicionalmente, el atraso estaba presente en muchos precios Regulados, especialmente en las tarifas de los servicios públicos. Si bien el gobierno anterior tímidamente intentó llevarlos al ritmo de la inflación (entre diciembre 2021 y julio 2023 los servicios públicos subieron levemente por encima del Nivel General), este esquema se interrumpió tras las PASO de agosto, momento a partir del cual la inflación acumuló más de 90% hasta fin de año.

En cualquier caso, si bien la situación dista de ser la de finales de 2015 y comienzos de 2016, el atraso a corregir es significativo. Con una inflación mensual que se encuentra cómodamente en los dos dígitos, cada mes que pasa hace necesario un ajuste futuro mayor para corregir dicho rezago.

Sin embargo, solamente desde el cambio de mandato tuvieron lugar aumentos de combustibles, prepagas y recientemente (de forma acotada) del transporte público, restando todavía precisiones sobre la magnitud y timing de los incrementos del resto de los servicios. No obstante, se prevén aumentos importantes en los primeros meses del año y la búsqueda de alguna forma de indexarlos para evitar un nuevo atraso que condicione el ambicioso objetivo fiscal del Gobierno para este año.

En tercer lugar, los controles de precios en bienes de consumo masivo (a los que se recurrió continuamente durante la administración previa) también provocaron que estos subieran menos que la inflación. Consecuentemente, la eliminación de los controles provocó ya en diciembre un importante incremento en este grupo (incluso ya habían comenzado a despegar semanas atrás), que rápidamente buscaron corregir su atraso.

Precios ¿adelantados?

En resumen, tenemos tres precios relevantes dentro de la economía que intentan corregir su atraso relativo. Detrás de esta lógica subyace la noción de que hay precios que están “adelantados” respecto a los primeros. Los candidatos de este grupo son (1) los bienes importados -y sus sustitutos domésticos-; (2) los salarios que, en el lenguaje del IPC son, a grandes rasgos, los bienes no alimentarios (electrodomésticos, indumentaria, herramientas, artículos de tocador y limpieza, autos, juguetes, etc.); y los servicios privados.

 

No es ninguna novedad que los precios de los bienes importados han aumentado bastante el último tiempo. La pérdida de relevancia del tipo de cambio oficial y la menor competencia externa propició su encarecimiento a lo largo del último tiempo. Si bien vendedores con stock podrán mostrar una moderación en los precios si la pérdida del poder adquisitivo desploma la demanda -algo de eso se ve en enero-, no hay elementos para creer que estos precios no continuarán aumentando más o menos al ritmo del resto de los precios hasta que, al menos, se permita una mayor oferta vía mayores importaciones, una decisión que tiene sus propios desafíos macroeconómicos, especialmente en un contexto de escasez de dólares. En resumen, los precios de los bienes que estaban valuados a un tipo de cambio más alto que el oficial -antes de la devaluación- estarán caros en dólares.

Esto nos lleva al otro punto: ¿qué pasará con los salarios? Siguiendo la lógica de lo expuesto, en este esquema serían la variable de ajuste, tal como explorábamos en este informe. Sin embargo, el hecho de que el salario real se encuentre más de 20% por debajo del promedio de 2017 y que el sector sindical ahora se presenta más combativo son cuestiones que marcan que este precio relativo tendrá cierta resistencia a continuar siendo ajustado.

Por lo tanto, si un shock inicial que busca corregir precios relativos atrasados termina desencadenando aumentos en otros precios que quieren evitar ser la variable del ajuste, tenemos el primer problema: la inflación demora en desacelerar su marcha. Además, el “sinceramiento de precios” que inició la secuencia se va diluyendo y algunos precios vuelven a atrasarse, elevando la expectativa de nuevos ajustes que reinicien el proceso, dejándonos en la puerta del segundo problema: los riesgos de una espiralización nominal.

Por último, vale mencionar que bajo la discusión que está ocurriendo en el Congreso acerca de la Ley Omnibus enviada por el oficialismo, lo que suceda con la inflación puede condicionar el objetivo fiscal propuesto por el gobierno. Por caso, no es lo mismo una fórmula de movilidad jubilatoria que ajuste en base a la nominalidad del mes o trimestre previo, ya que una lenta desaceleración de la inflación favorecería más el ajuste fiscal (inicialmente) en el segundo caso.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Considerando que apenas se ha comenzado a desandar el camino de corrección de precios relativos -como mencionamos todavía restan definiciones acerca de las tarifas-, prevemos que durante el primer semestre la inflación irá desacelerando de los niveles actuales, aunque sin alcanzar a ser de un dígito en este periodo.

De hecho, esta dinámica tendrá lugar incluso con la depuración de los pasivos remunerados del BCRA como telón de fondo, proceso en el cual el Gobierno busca reducir los pesos en circulación y moderar la expectativa de crecimiento de los agregados monetarios con una tasa real negativa. Justamente, dado que prevemos que esta estrategia se mantenga a lo largo del semestre, la contrapartida sería una alicaída demanda de dinero y una brecha que al menos se estacionaría en la zona del 50%, condicionando la liquidación del agro y la acumulación de reservas. Un riesgo latente es que estos factores podrían ser más determinantes para la dinámica inflacionaria en el corto plazo que lo que ocurra con la hoja de balance del BCRA.

Por otro lado, en los próximos meses, e incluso abandonando el crawling peg cercano al 2% mensual, el tipo de cambio real se irá apreciando considerablemente, incrementando la expectativa de una nueva devaluación y sumando ruido acerca de la sostenibilidad de la estrategia del gobierno.

Quizás este será el principal desafío del Gobierno durante el semestre: frente a los riesgos señalados, que la ausencia de un plan de estabilización en el arranque de la gestión termine minando la creencia de que pueda ser capaz de llevarlo a cabo en forma efectiva.

Sinceramiento de precios: ¿al salario le mintieron?

A través del acortamiento de la vigencia de las paritarias, los salarios lograron seguir de cerca la inflación durante buena parte de 2023 tras los sucesivos shocks que golpearon la economía. No obstante, esto se terminó con la aceleración de la inflación en el último bimestre, que llevó a que casi la totalidad de los sindicatos que monitoreamos llegue en rojo al cierre del año.

La inflación promediará 20% mensual entre diciembre y marzo, periodo para el cual prevemos que el salario real caiga en torno a 10%. En este contexto, ¿los salarios se indexan a la creciente nominalidad o la recesión derivada de la caída del poder adquisitivo contendrá el avance de los precios?

Creemos que se dará una combinación de ambas cosas, en donde la recesión convivirá con acuerdos salariales que harán más lenta la eventual desaceleración de la inflación. Todo este proceso tendrá costos -sociales y políticos- que estos se combinarán con un latente riesgo de espiralización en tanto el oficialismo tenga dificultades en llevar a cabo su plan fiscal-monetario u obtener al menos una parte de las reformas propuestas en el DNU o la Ley “Ómnibus” enviada al Congreso.

¿Cómo terminó el poder adquisitivo en 2023?

Uno de los factores más distintivos del 2023 fue el sostenimiento del consumo privado, que estimamos creció en torno al 1%, en un año en el que la inflación superó el 200%. Resumidamente, dos factores principales explican este fenómeno: el primero es la inexistencia de un vehículo que incentive consumir menos para ahorrar -tasas de interés reales en general negativas, expectativa de inflación creciente y poco acceso a una reserva de valor, como el dólar- en un escenario en el que el nivel de ingresos reales se sostenía de la mano de una dinámica salarial que, hasta octubre, no sufrió, en general, una gran pérdida frente a la inflación.

Esto tuvo lugar a través del acortamiento de la vigencia de las paritarias y sus constantes renegociaciones, que permitieron que los salarios del sector formal sigan de cerca la creciente nominalidad tras los sucesivos shocks que elevaban los pisos de la inflación. El gobierno anterior, ávido de encontrar un andamio para la actividad en la previa electoral vio con buenos ojos este encadenamiento, al costo de imprimir una mayor inercia inflacionaria a lo largo del año.

Así, los salarios formales, con contramarchas, llegaban a octubre con relativas buenas perspectivas. Sin embargo, la aceleración de la inflación del último bimestre llevó a que casi la totalidad de los sindicatos que seguimos -muchos de los cuales se encuentran en el siguiente gráfico- llegue en rojo al cierre del año.

El cambio de gobierno no sólo implicó una fuerte devaluación del tipo de cambio. La corrección de precios relativos también incluye la “liberación” de muchos precios -eliminación de acuerdos, prepagas, combustibles, telecomunicaciones- y el aumento de tarifas de servicios públicos, de las cuales tenemos apenas novedades concretas de los primeros movimientos en el transporte público. Todo este conjunto garantiza varios meses con inflación de dos dígitos. En particular, prevemos que entre diciembre y marzo la inflación promedie 20% mensual.

En este escenario, ¿hay espacio para que vuelva la dinámica del año pasado y las paritarias sigan de cerca la inflación?

¿Estalla el verano?

Dada la inflación esperada -que como mencionamos promediará 20% mensual entre diciembre y marzo-, para que el poder adquisitivo no se erosione en los próximos meses los salarios deberán correr al mismo ritmo. Si bien las ya aceitadas paritarias jugarán su papel en los próximos meses, morigerando el deterioro del poder adquisitivo, salir “empatados” de este proceso parece difícil: solamente el salto de la inflación en diciembre dejará perdidas del orden del 10% en términos reales.

En esta situación, veamos por qué es crucial lo que suceda con los salarios. En un extremo, si los salarios se indexan de facto y logran no perderle pisada a los precios, la inercia inflacionaria no sólo no se cortaría, sino que además, estará latente el riesgo de una pronta espiralización precios-salarios. Este escenario de inestabilidad nominal primero minaría la popularidad del Gobierno -porque la inflación se estacionaría en niveles elevados, por encima del 20%- y también su credibilidad para llevar adelante un plan de estabilización exitoso, en el que eventualmente resultaría más difícil desindexar la economía.

No obstante, bajo el manto de ausencia de regulación e incumbencia del Estado, y con la premisa de que las negociaciones salariales en definitiva son acuerdos entre privados, este es un escenario que podría tener lógica económica para parte del oficialismo. De hecho, voces a favor de la dolarización lo consideran deseable porque prepararía el terreno para sostener el poder adquisitivo -y el humor social- en la transición a un futuro cambio de régimen.

Por el contrario, en el otro extremo está la recesión como contenedor de los precios. La inflación desacelerará como resultado de una demanda agregada débil, que será la consecuencia, principalmente, de un desplome del poder adquisitivo (el consumo privado explica cerca del 70% del PIB). En este sentido, cuanto mayor sea la diferencia en la velocidad a la que corren los precios respecto a los salarios, más grande será el efecto recesivo y posiblemente más rápida la desaceleración de la inflación. Además, la amenaza del desempleo y una eventual apertura comercial podrían ser ingredientes en esta dirección, ya que podrían mantener a raya las demandas de recomposición de algunos sectores.

Si bien el Gobierno podría pensar en el lado positivo de este aspecto -menor pérdida de competitividad cambiaria tras la devaluación de diciembre, pudiendo mostrar una mayor desaceleración terminando el verano-, la otra cara de la moneda será una recesión -mayor en tanto más grande sea la disparidad entre los precios y los salarios- que condicione el humor social a los pocos meses de comenzado el mandato. Por esta razón es que el (ab)uso de los salarios como ancla será un problema para el oficialismo, que ya tiene que lidiar con un tejido social muy deteriorado desde el inicio del mandato.

Consideramos que el camino a desandar contendrá elementos de cada escenario. Pese a que el Gobierno no ha esbozado una pauta salarial -lo cual tiene sentido en tanto el conjunto de medidas aisladas no constituye un programa de estabilización-, las demandas salariales no se hacen esperar: habrá una combinación de paritarias bimestrales/trimestrales que buscarán “ganarle” a los precios, con otras de ajustes mensuales -algunas virtualmente indexadas-, donde seguramente también proliferen las sumas fijas para compensar un alicaído poder de compra.

Sin embargo, todo esto no será suficiente, y el poder adquisitivo de mínima perderá un 10% de su valor durante el verano, por lo que el efecto de la recesión -y el ancla salarial- también jugará su papel en estos meses.

No conocemos cómo saldrá el experimento, pero sí sabemos que tendrá costos -sociales y políticos- y que estos se combinarán con un latente riesgo de espiralización en tanto el oficialismo tenga dificultades en llevar a cabo su plan fiscal-monetario u obtener al menos una parte de las reformas propuestas en el DNU o la Ley “Ómnibus” enviada al Congreso.

Por este motivo, la resistencia de un precio relativo a ajustarse, en este caso los salarios, será uno de los factores que complicará una rápida desaceleración de la inflación y, al mismo tiempo, el costo a pagar por el Gobierno para no profundizar la crisis -con todas las dudas que esto ocasionará sobre los pasos a seguir- y la conflictividad social.