Como para otros sectores, la situación para el mercado petrolero argentino es muy delicada. Hasta las PASO de agosto del año pasado, el mayor problema de la industria era la crisis económico-financiera local, que no permitía conseguir financiamiento en infraestructura para poder evacuar los increíbles volúmenes de gas de nuestro proyecto estrella Vaca Muerta.
Luego de las PASO, con la explosión de la crisis y las restricciones cambiarias y de flujo de capitales, también se vieron afectadas las inversiones en petróleo que venían creciendo fuertemente. A diferencia del gas, cada barril adicional que producimos de petróleo, puede ser evacuado de Neuquén hacia el Atlántico o hacia el Pacífico y es excedente al consumo del mercado local. La ilusión de ser un gran exportador de petróleo se desvanecía. Solo quedaba la esperanza de un régimen que blindara a este proyecto del resto de la economía, ya que era el único que podría atraer y generar las tan necesarias divisas.
Pero mientras se hablaba de cómo hacer este experimento, vino el doble cisne negro. A principios de marzo, cuando el precio internacional WTI ya había bajado en este año de 60 a 45 dólares por barril, Rusia y Arabia Saudita no pudieron acordar una reducción de volúmenes de producción, y entre amenazas y guerra de precios, el WTI se derrumbó a 31 USD/bbl. Por si esto fuera poco, luego el Coronavirus no solo hundió el precio a mínimos históricos de 20 dólares, sino que también destruyó la demanda, causando desbordes de Crudo en todo el mundo. En Argentina se suma entonces a la crisis económica previa, la crisis sanitaria y la global.
De esta manera, podemos dividir las consecuencias del coronavirus en dos etapas: la cuarentena y sus secuelas. Durante la primera, el objetivo ya no es invertir sino sobrevivir, y no nos referimos en particular a las multinacionales o a las grandes empresas, sino a toda la cadena de valor productiva. La demanda local bajó un 90% para el jetoil, un 70% para las naftas y un 50% para el gasoil, según las palabras del CEO de YPF Daniel González.
En estos días, en cuanto se cubra la capacidad de stockeo se van a parar pozos, ya que a estos precios internacionales solo los grandes con capacidad logística podrían exportar si pueden cubrir al menos los costos variables de producción. Además de no haber volumen de mercado, ni precio claro, los trabajadores de los pozos no pueden acceder a sus puestos, por lo que la inversión obviamente es nula. O sea que la producción será la demanda local más lo que se pueda exportar. Si hasta ahora se venían produciendo 500 mil barriles por día, durante los días de cuarentena no creemos que se puedan producir más de 200 mil barriles por día.
Se está discutiendo darle un salvavidas a la industria a través del famoso “barril criollo”. Actualmente el petróleo se vende en torno a 50 dólares por barril en Argentina, mientras en el mundo está a 20. Se buscan puntos intermedios en los que se tenga en cuenta el empleo, la industria, la recaudación fiscal y también al consumidor final.
Luego de la cuarentena, se harán solamente los proyectos que sean rentables al precio reinante. A menos de 40 dólares será difícil invertir en cualquier proyecto en Argentina. Ya en la cuna de los no convencionales y la eficiencia como Estados Unidos, a 35 ya muchas empresas estaban sufriendo para sobrevivir.
Por lo tanto, la producción declinaría guiada por las fuerzas de la naturaleza, aproximadamente, 9% anual el petróleo y 15% el gas convencional y entre 20 y 40% los no convencionales, según el año de perforación. En gas podría declinar menos, ya que antes de la cuarentena ya había algunos pozos cerrados por falta de demanda de verano.
En los primeros dos meses del año, la producción de hidrocarburos venía estable y el gran crecimiento del no convencional compensaba la caída del convencional. Así, con un barril criollo de 45 dólares, podría volver algo de inversión liderada por YPF para intentar compensar parte de la caída de los meses anteriores.
Vivimos la paradoja de tener rendimientos increíbles a miles de metros debajo de la tierra pero grandes problemas económicos y sanitarios en la superficie.