México | 2020: la caída más profunda de la historia reciente

Economía

Las estimaciones de Consultores Internacionales, S.C.® sugieren que 2020 cerró con una contracción en el PIB de -9.1%, la más profunda en la historia reciente del país. Por supuesto, la causa principal ha sido la pandemia, sin embargo, lo cierto es que ya había una serie de fallas estructurales prexistentes, como la baja inversión, la incertidumbre y la falta de estado de estado de derecho. La buena noticia es que ha iniciado la campaña de vacunación y se espera que hacia el mes de febrero el personal sanitario y adultos mayores hayan recibido.
En la última quincena de diciembre, el aumento de contagios y la sobresaturación hospitalaria en la Ciudad de México y Estado de México, llevaron a suspender las actividades no esenciales, justo en uno de los momentos de mayor relevancia comercial del año, lo que ha derivado en protestas y reclamos por parte de la comunidad empresarial. La respuesta por parte de las autoridades, ha sido la condonación de impuestos locales a nómina, lo que si bien es un apoyo, no resuelve la situación. Esto podría prolongarse al menos hasta la tercera semana de enero, lo que plantea un escenario complejo para la recuperación.

Política

2021 será un año electoral importante, podríamos esperar una reforma fiscal profunda en caso de que el partido político del presidente López Obrador se haga de la mayoría.
En este contexto, el Instituto Nacional Electoral ha comunicado que las conferencias de prensa matutinas que diariamente ofrece el presidente deben suspender su transmisión íntegra ya que es una promoción de los logros de gobierno que está prohibida durante las campañas electorales. Esto generó la molestia del presidente que ha declarado que iría a los tribunales.
Por otro lado, a unos días de la toma de posesión del presidente Biden, quedan dudas sobre cómo iniciará la relación diplomática entre ambos países, considerando que las agendas en temas como energías renovables y huella de carbono son completamente disímbolas, a lo que hay que agregar que han existido algunos extrañamientos por la decisión de no felicitarlo por su victoria electoral y por ofrecer asilo a Julian Assange, entre otros. El equipo de Biden se muestra con solvencia diplomática y de negociación, queda por ver la estrategia mexicana y el ajuste de agendas.

Ecuador | Un posible ballotage entre dos modelos económicos de país

Economía

Luego del confinamiento más estricto (marzo-mayo), la economía ecuatoriana ha mostrado una recuperación sostenida. Según el Banco Central, en el tercer trimestre de 2020 el PIB del Ecuador creció 4,5% frente al trimestre anterior (aunque el resultado interanual fue una caída de 8,8%). Otro indicador, más actualizado, que da cuenta de una recuperación es la recaudación tributaria, que en diciembre registró un crecimiento interanual de 3,3%, el primer resultado positivo desde que inició la pandemia (descontando el aumento de septiembre, que responde al pago anticipado de Impuesto a la Renta de las grandes empresas que tuvieron utilidades en el primer semestre de 2020). También los depósitos bancarios cerraron el año con un crecimiento interanual de 11,4%. No obstante, las cifras positivas de finales de 2020 responden, en buena parte, a los $2.000 millones (equivalentes al 2% del PIB) que el FMI desembolsó en diciembre, recursos que permitieron que el gobierno pagara una parte importante de sus atrasos. La proximidad de las elecciones, sin embargo, genera un ambiente de incertidumbre que se refleja en la recomposición de los depósitos a plazo de los bancos: los de plazos cortos han ganado participación. Esta incertidumbre puede demorar algunas decisiones de inversión y consumo y afectar al proceso de recuperación.

Política

A días de las elecciones (que se celebrarán el 7 de febrero), casi todas las encuestas coinciden en que habrá una segunda vuelta entre el candidato del correísmo, Andrés Arauz, y el representante de la derecha, Guillermo Lasso. El tercer candidato que se mostraba competitivo, Yaku Pérez, del movimiento indígena, parece haber quedado relegado. Un eventual ballotage entre Arauz y Lasso implicaría una disputa entre dos concepciones económicas muy distintas: la de un estado con una fuerte participación como regulador y actor en la economía (inclusive a través del Banco Central), que es la que promueve Arauz, y una visión más liberal, con más incentivos para el sector privado y el libre comercio, que es la que defiende Lasso. En cualquier caso, el próximo presidente, al parecer, deberá llevar adelante negociaciones políticas para promover sus reformas, ya que todo anticipa que la Asamblea Nacional (Legislativo) estará fragmentada en su composición.

Venezuela | 2500% de inflación en 2020

COVID-19 y economía

Tras el cierre del 2020, el Gobierno retomó nuevamente el esquema de cuarentena mixta, iniciando con siete días continuos de aislamiento estricto seguido de siete días de actividad comercial restringida.

El año pasado culminó con una inflación anual cercana al 2.509% y con una apreciación real del tipo de cambio cercana al 25,6%, según nuestras estimaciones. Se estima además que las restricciones comerciales derivadas de la pandemia y su impacto sobre el gasto público y privado conllevaron a una contracción de la actividad económica por encima del 33% anual.

Por otro lado, el presidente Maduro anunció la intención de su gobierno de autorizar la apertura de cuentas en divisas “convertibles” dentro de la banca local (medios de pago con cargo en divisas, pero pagaderos en moneda local). Con ello, la actual gestión parece apuntar a una mayor centralización de tales operaciones, con miras a ampliar la base de los tributos a fijarse sobre dichas transacciones.

Política

En materia política, los conflictos no cesan. Durante la primera semana del año, se instaló la recién electa Asamblea Nacional, la cual, entre algunas de las primeras acciones emprendidas, ordenó la creación de una comisión especial para investigar a los diputados del parlamento previo. En la misma semana, se produjo el cierre y bloqueo de algunos medios impresos y digitales que operan actualmente en el país.

Asimismo, el Tribunal Supremo de Justicia dictaminó una sentencia en la cual declaran que la resolución de la Asamblea Nacional opositora “con el propósito de perpetuar, extender o continuar su condición de legisladores de la Asamblea Nacional” pasa a ser “carentes de validez y efecto judicial”.

Luego de esta decisión, los Estados Unidos modificaron las órdenes ejecutivas que protegen a CITGO de los tenedores del Bono PDVSA 2020, además de emitir nuevas licencias sobre las sanciones iniciales que permiten transacciones con la Asamblea Nacional y otros organismos adjuntos al gobierno opositor.

Monitor de Crisis

Acceda a nuestro Monitor Quincenal de Crisis para conocer las proyecciones por escenarios para 2021, de las siguientes variables:

– Tipo de cambio

– Inflación

– Producto Bruto Interno

– Consumo Privado

Haga clic en “VER INFORME” para acceder al reporte que publicamos quincenalmente.

Un ajuste que obliga a emitir: un ajuste que no garantiza calma cambiaria

Entre 2015 y 2019, el déficit fiscal primario -aquel que no contempla el pago de intereses de deuda- se redujo sensiblemente, pasando de la zona del 4% del PBI en el último año de gobierno de Cristina Fernández a un virtual equilibrio al cierre de la gestión Macri. A una semana de asumir, Alberto Fernández mandó al Congreso una ley que subía retenciones y bienes personales, creaba el impuesto PAIS -un recargo del 30% a las compras de dólar ahorro y turista- y suspendía la fórmula de movilidad previsional, permitiendo intuir que la mejora lograda en los años anteriores se mantendría en 2020.

Sin embargo, la llegada de la pandemia desplomó la recaudación y disparó el gasto del sector público, dando por tierra con cualquier objetivo inicial. En este contexto, el rojo fiscal primario acumuló 6,5% del PBI el año pasado, siendo financiado casi en su totalidad con emisión. Una parte importante de los “pesos nuevos” se fueron al mercado cambiario, oficial y paralelo, alimentando las expectativas de devaluación y llevándose una parte importante de las Reservas netas, que cayeron 65% en 2020 y quedaron rápida y peligrosamente muy cerca de los mínimos de 2015.

En este marco, las posibilidades de volver a emitir -tanto- sin generar una devaluación se redujeron significativamente. Veamos entonces por dónde podría venir el ajuste.

Más de 1 de cada 2 pesos que gasta el Estado Nacional -sin contemplar, nuevamente, el pago de intereses- se destinan a jubilaciones y pensiones, de modo que un ahorro en esta línea ayudaría mucho a lograr un ahorro a nivel agregado. Las idas y vueltas entre el Ministerio de Economía, el Presidente de la Nación y el bloque de senadores del Frente de Todos en torno a la nueva fórmula de actualización, aprobada finalmente en diciembre pasado, delatan la importancia y la dificultad de recortar en esta línea. En este sentido, al actualizar por salarios pasados y una parte de la recaudación, proyectamos que el ahorro en esta función del gasto será cercano a 0,5% del PBI en 2021.

Por otro lado, los subsidios económicos escalaron 1% del PBI el año pasado, pasando de la zona de 1,6% del producto en 2019 a 2,6% en 2020. Según nuestros cálculos, las tarifas de servicios públicos deberían aumentar alrededor de 40% este año -permanecen congeladas desde mediados de 2019- para que su incidencia como porcentaje del PBI no crezca. Dado que este valor está muy lejos de las intenciones de una parte del oficialismo -en un año electoral-, el ahorro no vendría por este lado.

La obra pública estuvo virtualmente paralizada durante el 2020: las restricciones que impuso la pandemia sobre la construcción desplomaron a esta línea del gasto, que cayó 15% en términos reales a lo largo del año pasado. Considerando su importante impacto sobre el nivel de empleo y sus eslabonamientos hacia atrás y adelante, además de su consumo acotado de divisas, es probable que la obra pública se recupere en 2021. Por lo tanto, el ajuste tampoco llegaría por acá.

Por último, están los programas expansivos que fueron respuesta al COVID: el Ingreso Familiar de Emergencia, la Asistencia al Trabajo y la Producción, etc. Aún cuando el rebrote de contagios se siga acelerando, es probable que las restricciones a la oferta sean menores este año a las de 2020. En parte, porque hubo varios aprendizajes de protocolos en el camino, que permitirán restringir los contagios sin restringir -tanto- la actividad y, en parte, porque no hay “resto” político ni económico para volver a una cuarentena como la de abril o mayo pasados. Por lo tanto, el gasto COVID es el otro gran candidato para sufrir recortes en 2021. Durante el año pasado, estas erogaciones representaron 2,5% del PBI. Aunque es probable que algo de la ayuda se mantenga en los próximos meses, la misma sería mucho más focalizada y acotada que en 2020, de modo que su incidencia sobre el PBI también lo será.

Además de estos recortes, la recaudación crecería en términos reales durante este año. Por un lado, porque la mejora en el precio de los commodities más algunas exportaciones que quedaron pospuestas en 2020 producto de la elevada brecha y expectativas de devaluación ayudarían a los ingresos fiscales vía retenciones (+0,4% del PBI). Por otro, porque la recuperación de la actividad -mayor a menor impacto del COVID- también impulsará los tributos asociados al consumo y a la masa salarial (IVA y seguridad social, esencialmente). Con estos números, proyectamos un crecimiento de 53,5% i.a. de los ingresos del Sector Público Nacional no Financiero durante este año, que implicaría pasar de 18% del PBI en 2020 a 18,2% en 2021.

Siguiendo estas proyecciones, se verifica que el rojo primario de 4,5% del PBI aprobado en el Presupuesto es cumplible, especialmente en un impacto de COVID bajo o moderado. Ahora bien, no es el único déficit para financiar: también están los vencimientos de deuda, tanto de capital como intereses. Aunque los mercados de crédito en dólares continúan cerrados para nuestro país, el financiamiento privado en moneda local se reabrió en la segunda mitad del año pasado, de modo que una parte de este rojo podría solventarse con nuevas colocaciones.

En un escenario de cepo, el financiamiento privado en pesos al Tesoro aumenta: los destinos posibles de los ahorros se reducen, y la compra de títulos públicos -siempre que paguen tasas razonables- ganan atractivo. En este marco, proyectamos que el gobierno podría refinanciar sus vencimientos de capital e intereses durante este año sin mayores complicaciones, logrando, incluso, conseguir dinero extra por un 20% adicional de los compromisos. De esta forma, todavía quedaría un bache cercano a ARS 2 billones por cubrir con asistencia del Banco Central. Un monto nominal similar al del año pasado, pero, obviamente, relajado en términos reales por la inflación de período.

En resumen, la meta de déficit primario de 4,5% del PBI es alcanzable, aún sin una suba considerable de tarifas ni un recorte de la obra pública: con el ajuste en jubilaciones y pensiones, la eliminación de una parte importante del paquete anti-COVID y la mejora de la recaudación que provocará la reactivación de la actividad el rojo primario bajaría más de 2 p.p. este año. Asimismo, en un contexto de cepo, los vencimientos de deuda en pesos parecen refinanciables sin mayores complicaciones, pudiendo conseguir, incluso, algo de financiamiento extra en el mercado. Ahora bien, cumplir la meta –“autoimpuesta”- no garantizará el éxito: las necesidades de emisión seguirán elevadas, y las Reservas netas seguirán por el piso, de modo que, aún reduciendo el déficit en un año electoral, y aún alcanzando los objetivos del Presupuesto, las tensiones cambiarias podrían reaparecer en 2021.

Nuevo año, desafío recurrente

Como en todo comienzo de año en la Argentina durante los últimos tiempos, el desafío luce ser siempre el mismo: coordinar de la manera más saludable posible la puja entre los precios y los salarios, de modo que sean consistentes con los objetivos de política macroeconómica.

Suena sencillo a la hora de formularlo, sin embargo, siempre ha resultado complejo ejecutarlo en la práctica. El proceso aparenta ser aún más difícil de lo habitual habiendo tenido ya tres años consecutivos de caída del salario real. Dicha dificultad va in crescendo al considerarse que la dirigencia gremial tiene por objetivo recuperar todo (o al menos parte) de ese poder adquisitivo perdido.

El objetivo del Gobierno es el de utilizar el ya poco creíble parámetro de inflación contemplado en el Presupuesto 2021 (29% de aumento en el IPC) como una suerte de pauta oficial, para asegurar compromisos empresarios y sindicales de no desviarse demasiado de dicha referencia. Sin embargo, la falta de consistencia entre dicho pronóstico y aquellos del mercado (el último REM pronosticó una inflación para 2021 de 45%) le pone un gran interrogante al acuerdo, el cual se ve más como una formalidad que como una posibilidad real de coordinar con éxito los precios y los salarios.

Desde el sindicalismo ya se hizó la bandera de siempre frente a este tipo de propuestas de anclar expectativas de aumentos salariales: cualquier tipo de acuerdo que no le ponga un techo a las paritarias será viable. De hecho, al no estar interiorizados sobre la propuesta que deslizó la última reunión del Gabinete económico, desde la CGT ya se le pidió una reunión al Ministro de Trabajo Claudio Moroni para conocer los detalles de este plan y, eventualmente, poder discutir internamente los márgenes de apoyo que pueda tener desde el universo sindical.

A la falta de precisión sobre estos acuerdos se le suma la particularidad de que los mismos no serán canalizados por el Consejo Económico y Social, el cual fue lanzado de apuro a fines del año pasado bajo la conducción de Gustavo Béliz y que pareciera ser el ámbito más adecuado para lograr acuerdos de este tipo. En principio, desde el Ministerio de Economía se apuntó a “una metodología” que no se definirá en el marco del Consejo.

Las dudas y la desconfianza sobre lo que finalmente el Gobierno proponga como “metodología” también atraviesan al sector empresarial. Si los sindicatos plantean su reclamo de que no se le ponga techo a la paritaria, desde el sector empresario plantean la necesidad de que la base sobre la cual se parta para alinear precios y salarios incluya una recomposición de precios que estuvieron pisados durante el 2020.

Probablemente todos los sectores empresarios estén de acuerdo con la idea de alinear precios y salarios, siempre y cuando la base de la cual se parta sea razonable para ambas partes. El sector empresario sostiene que algunos sectores tuvieron paritarias que acompañaron la inflación, sin embargo, los precios (que definen los ingresos de las empresas) estuvieron pisados, motivo por el cual habría que alinearlos antes de iniciar con la “metodología”.

Lo cierto es que pareciera no haber todavía demasiada consistencia en la propuesta del Gobierno para contener la puja distributiva, la cual luce ser más bien una expresión de deseo de la conducción de la política económica. Ésta requerirá de una serie de acuerdos que no se ven fáciles de lograr dado el delicado contexto empresario y sindical, tanto por las pérdidas que ocasionó la pandemia como por las disputas que podrán surgir al interior de la CGT si las elecciones de las nuevas autoridades finalmente se llevan a cabo en el 2021.

En diciembre volvió el déficit comercial, ¿pero no por mucho tiempo?

En diciembre de 2020, la balanza comercial de bienes arrojó un déficit de USD 360 millones, volviendo a terreno negativo por primera vez desde agosto de 2018. La reversión del superávit de USD 2.200 millones obtenido en el último mes de 2019 se explicó tanto por un desplome de las exportaciones (-34% i.a., orillando USD 3.500 millones), como por un avance de las importaciones (USD +25% i.a., superando USD 3.900 millones).

Una brecha elevada que alimentó las expectativas de devaluación, posponiendo ventas al exterior y adelantando compras, una industria que se recupera luego de la pandemia y el paro de los trabajadores aceiteros y recibidores de granos en los puertos de Rosario y Bahía Blanca (entre otros), que afectó a los envíos de productos oleaginosos, explicaron esta dinámica que no por coyuntural deja de ser preocupante.

Por el lado de las exportaciones, resalta el duro golpe en productos primarios y manufacturas de origen agropecuario (-45% i.a.). A pesar del avance de 3% i.a. y 6% i.a. de los precios, el derrumbe de 47,5% i.a. de las cantidades complicó el resultado. En este caso, algunos conflictos gremiales del sector sumaron problemas a un resultado que ya venía muy golpeado por la brecha cambiaria: sin el paro de los trabajadores aceiteros, estimamos que las exportaciones de diciembre habrían sido alrededor de USD 1.000 millones mayores a lo que efectivamente fueron, de modo que, aunque habrían seguido acusando una caída importante (-16% i.a., en línea con el promedio agosto-diciembre), la balanza comercial habría cerrado en terreno positivo. Sin embargo, y lamentablemente, esto no pasó.

Por el lado importador, una recuperación de la producción industrial cercana al 5% i.a. en diciembre alentó a las compras externas. No obstante, esto sólo no explica semejante salto (+25% i.a.): la brecha y las expectativas de devaluación -no sólo de diciembre, sino también de los meses anteriores, en tanto en un mes suelen “ingresar” las órdenes de compra de algunos meses atrás- también fueron fundamentales para impulsar las compras externas. A nivel de usos económicos, sobresale el avance de bienes de capital (+34% i.a.), piezas y accesorios (+50% i.a.) y bienes intermedios (+32% i.a.).

Con estos números, 2020 cerró con superávit de USD 12.500 millones, marcando una caída de 21,7% en relación con el acumulado 2019 (USD 16.000 millones). Este deterioro obedeció íntegramente a la caída de las exportaciones (-16% i.a., totalizando USD 54.900 millones), en tanto las importaciones se redujeron 14% i.a. a lo largo del año pasado, apenas superando USD 42.350 millones -el valor más bajo desde 2009-.

Más allá del acumulado anual, en 2020 se observaron dos grandes momentos: uno que va de enero a agosto, con mejora del saldo comercial por un desplome importador, y otro que va de septiembre a diciembre, con un deterioro del resultado, producto, esencialmente, de las expectativas de devaluación que genera la brecha. Concretamente, mientras que en los primeros ocho meses del año el superávit comercial mejoró un 40% i.a., entre septiembre y diciembre se desplomó un 85% i.a.

A pesar de que en la última parte del año pasado la economía global comenzó a recuperarse y mejoraron nuestros términos de intercambio, las exportaciones duplicaron su caída interanual al pasar de 12% i.a. entre enero y agosto al 24% i.a. entre septiembre y diciembre. En sentido contrario, las importaciones pasaron de retroceder al 24% i.a. a crecer al 10% i.a. La disparada de la brecha -y la recuperación de la industria local sobre el cierre del año- explican este cambio de tendencia.

De cara a 2021, el resultado comercial volvería a terreno positivo. El déficit de diciembre fue algo coyuntural y puntual, explicado esencialmente por problemas logísticos. Por este motivo, proyectamos que el saldo comercial de este año superaría al de 2020, ubicándose cerca de USD 13.000 millones. A la inversa del año pasado, la recuperación se concentrará en el último cuatrimestre del año, es decir, en los peores meses del 2020. Esperemos que la tentación -electoral- de atrasar al tipo de cambio real no juegue en contra en ese momento, reduciendo la competitividad precio de nuestra economía y alimentando la brecha: los perjuicios serían muy importantes.

Monotributo: los cambios que busca el Gobierno en el Congreso

El Ejecutivo envió un proyecto de ley al Congreso para modificar las cuotas y las escalas del monotributo con el objetivo de actualizarlas por el impacto de la inflación. No obstante, la actualización de las escalas se encuentra suspendida. Esto se debe a que la actualización se realizaba a partir de la ley de movilidad jubilatoria, suspendida por el Gobierno al inicio de su mandato.

El proyecto propone un incremento de 35,3% tanto para las cuotas como para las escalas del Monotributo. Dicha cifra va en línea con el aumento total que tuvo la jubilación mínima a lo largo de 2020. De esta manera, el tope de ingresos anuales y las cuotas mensuales por categoría serán las siguientes:

A su vez, otra posibilidad estipulada en el proyecto consiste en que que se tendrán por cumplidos hasta el 31 de diciembre de 2020 inclusive los requisitos de permanencia en el Régimen Simplificado para Pequeños Contribuyentes, a excepción de aquellos contribuyentes que hayan excedido en más de un 25% el límite superior anual establecido para la categoría máxima aplicable para su actividad. Dichos contribuyentes podrán optar por continuar en el Régimen pagando un monto adicional, detrayendo el pago de la categoría máxima con el pago de la categoría que tiene al momento de excederse del 25% establecido. La diferencia es el adicional que se pagaría como multa para no quedar afuera.

La iniciativa oficialista comprende mecanismos tanto de carácter permanente como transitorios para el tránsito del Régimen simplificado al Régimen General. Dentro de los mecanismos transitorios se destacan:

  • Régimen de sostenimiento e inclusión fiscal para pequeños contribuyentes que se encuentren en situación de exclusión, pero permanecen inscriptos en el Régimen Simplificado.
  • Beneficio para pequeños contribuyentes cumplidores (que cumplieron con la exclusión o renuncia).
  • Se establece un procedimiento transitorio de acceso al Régimen General.

Los mecanismos permanentes (procedimiento permanente de transición al Régimen General y régimen voluntario de promoción tributaria del Régimen General) poseen una doble finalidad: atenuar la carga tributaria de la transición y establecer un tratamiento diferencial a los contribuyentes que adhieren voluntariamente respecto de quienes lo hagan bajo amenaza de la AFIP.

La bendición del precio de la soja

Desde hace algunos meses se vienen observando incrementos en el precio internacional de los commodities agrícolas (soja, trigo y maíz), impulsando el valor exportado por nuestro país. Estas subas estuvieron motivadas por varias causas, entre las que destacan i) la debilidad del dólar a nivel mundial, ii) la elevada demanda china de estos productos iii) las magras cosechas esperadas para Argentina, Brasil y Estados Unidos (entre los tres, reúnen al 80% de la producción mundial de la oleaginosa).

Esta alza en los precios reavivó algunas discusiones sobre el potencial beneficio que representa la suba de los precios internacionales: ¿es un fenómeno que únicamente mejora la rentabilidad del sector agropecuario o puede ayudar a nuestra economía como un todo? ¿sufrimos una maldición de exportar cereales y oleaginosas? Analizar la dimensión cambiaria y fiscal nos permitirá pensar una respuesta.

Históricamente, Argentina se caracterizó por ser un gran exportador de alimentos. Así como las carnes, el trigo y el maíz fueron los productos estrella a comienzos del siglo XX, el poroto de soja es el cultivo principal de las últimas décadas. Actualmente, el complejo sojero explica casi un tercio de nuestras exportaciones de bienes. De esta siembra no sólo se venden los porotos, sino principalmente (complejo de crushing mediante) derivados como aceite, harina, pellets y biodiésel. Al comparar los precios que estos productos tuvieron en diciembre pasado con los que exhibían en promedio en el primer semestre del 2020, encontramos subas considerables: el poroto se encareció 38%, la harina 37% y el aceite 35%. En paralelo, el precio del trigo subió 17% y el del maíz 27% en dicho lapso.

Mejor aún, los contratos futuros correspondientes a los meses de mayor exportación de estos commodities están operando incluso por encima de los valores de diciembre, de modo que el mercado espera que sus precios sigan creciendo y que, para cuando la cosecha salga efectivamente al exterior, se obtendrían mayores valores. Es evidente que el encarecimiento de estos bienes favorece a quienes los venden, elevando su rentabilidad, en tanto los costos quedan virtualmente quietos. Sin embargo, además, la mejora de sus precios puede beneficiar a la toda la economía, por lo menos por dos vías.

En primer lugar, esta suba del precio de las exportaciones mejora el total de nuestras ventas al exterior. Aunque al momento hay incertidumbre sobre la magnitud de la actual cosecha, si las lluvias siguieran siendo favorables, el incremento rondaría los USD 7.000 millones (70% de ellos gracias al complejo sojero y 30% al trigo y el maíz) comparado con el ingreso que hubiera habido de mantenerse los precios del primer semestre del año pasado. Este flujo adicional de divisas aliviaría las tensiones en el mercado cambiario, permitiendo fortalecer las Reservas netas del Banco Central o apreciar el tipo de cambio real, o una combinación de ambas. Un avance de la liquidación de divisas podría despejar expectativas devaluatorias, a la vez que serviría para afrontar el pago de deuda externa sin mayores tensiones (pese a que los vencimientos de títulos en moneda dura son muy acotados en 2021, el Tesoro podría aprovechar la disponibilidad de divisas para cancelar pasivos con el Club de París). Alternativamente, podría ser una oportunidad para disminuir las restricciones a la compra de dólares. En particular, las dificultades que hoy tienen los importadores para acceder a los dólares golpean la actividad económica y podrían suspenderse con un mayor influjo de divisas. Un desafío en este sentido será que las ventas al exterior efectivamente se concreten: la elevada brecha cambiaria y las tasas de interés en pesos por debajo de la expectativa de inflación/devaluación son claros incentivos para posponer/minimizar exportaciones (que deben liquidarse rápidamente en el oficial).

Por otra parte, el aumento de las ventas al exterior incrementa las retenciones que cobra el Estado a los exportadores. Así, la ganancia externa también contribuye a una mejoría fiscal. Esta suba podría ubicarse por arriba de los ARS 180.000 M (0,4% del PBI, un 31% de los ingresos por retenciones del 2020), comparando las ventas al precio futuro más representativo de cada cultivo con su valuación a precios del primer semestre de 2020. En este caso, casi 90% del incremento sería explicado por el complejo sojero, que tiene mayores alícuotas que los otros productos. Considerando que parte de las presiones cambiarias del último año estuvo vinculada a la emisión récord en que incurrió el sector público para afrontar los gastos extra que provocó la pandemia, un mayor financiamiento por la vía de impuestos (y no por la vía de asistencia del BCRA) también ayuda a lograr una mayor calma cambiaria.

Se dijo que la suba de precios internacionales era perjudicial puesto que su traslado a los precios de los alimentos merma al poder adquisitivo de los sectores más vulnerables. Sin embargo, con este volumen de recursos adicionales, el Palacio de Hacienda puede compensar potenciales efectos dañinos, ya que, por caso, el monto de retenciones adicionales permitiría triplicar el alcance de la tarjeta AlimentAR, incluyendo a 3,1 millones de familias adicionales al programa. Alternativamente, estos fondos podrían ser usados para incrementar en 75% el presupuesto anual de la AUH o para congelar las tarifas de servicios públicos por casi dos trimestres. Por otra parte, contando con más reservas internacionales, el Banco Central podría optar por reducir el ritmo de aumentos del dólar oficial. Hoy en día esta cotización se mueve al ritmo de la inflación, pero si se rezagara con respecto al resto de precios, se abarataría el precio relativo de los transables.

Por todo lo dicho, la mejoría de los precios internacionales es particularmente bienvenida en un contexto de tensiones cambiarias y déficit fiscal récord. Salvando las distancias en términos inflacionarios y el carácter -por ahora- transitorio del fenómeno actual, esta situación se asemeja al boom de las commodities agrícolas que aprovechó la economía argentina en la primera década del siglo XXI. Luego del estallido de la crisis del 2001 y el default de la deuda, Argentina se apalancó en el precio récord de sus exportaciones para fortalecer sus reservas, incrementar sus políticas sociales y crecer sostenidamente hasta la pérdida de los superávits gemelos.

Opinión pública que no economiza en críticas

Al igual que en la mayoría del 2020, la corrupción sigue siendo la preocupación más mencionada entre los problemas que afectan al país. Si bien esta reacción de una parte del electorado opositor no es novedad, que la corrupción lidere el ranking llama la atención cuando se tiene que en cuenta que el relevamiento se realiza en medio de una inédita crisis económica y sanitaria. Por ello, a quienes señalaron a la corrupción como la problemática más destacada, se les repreguntó cuál era para ellos su segunda preocupación principal: allí la mayoría de las respuestas se volcaron a las problemáticas económicas.

Resulta interesante destacar que, entre quienes eligen a la corrupción como principal problemática, a la hora de elegir una alternativa el 39,2% eligió la inflación, mientras que un 18,5% al desempleo. Así, las preocupaciones económicas representan al 59,5% de menciones (de no contabilizarse la corrupción como opción).

Uno de los aspectos centrales de la capacidad del Gobierno para administrar las expectativas de la población reside en la confianza que la sociedad tenga en éste para resolver los problemas que afectan al país. Actualmente (gráfico de la derecha), los niveles de confianza que el pueblo tiene en que el Gobierno pueda resolver los problemas del país han caído a niveles muy bajos: solo el 20% tiene total o bastante confianza, mientras que un 70% señala que tiene poca o nada de confianza.

Cuando se pregunta de manera retrospectiva cuál era la confianza que se le tenia al Gobierno para resolver los problemas del país al inicio del ciclo (gráfico de la izquierda), se puede observar el deterioro sufrido en este primer año de mandato. Mientras un 42,8% señaló haber tenido total o bastante confianza en el Gobierno al comienzo de ciclo, otro tanto (42,1%) indicó que al inicio de este ciclo tenía poco o nada de confianza. Si al comienzo un 42,1% tenía poco o nada de confianza, hoy ese porcentaje asciende a 72,1%.

La evolución de la situación económica jugó un rol central en dicho deterioro de la confianza en la capacidad del Gobierno para resolver las principales preocupaciones de la sociedad. En sintonía con ello, en Enero se registró una nueva caída en la valoración positiva del desempeño del Gobierno, que lo deposita en el nivel más bajo de la serie (30,1%). Paralelamente, se dio un nuevo incremento de la valoración negativa (58,6%), posicionando a la administración de Alberto Fernández con un diferencial negativo de 28,5 p.p., muy lejos de los elevados diferenciales positivos registrados al inicio de la pandemia.