Sectores ganadores y perdedores de la economía en modo electoral

La pandemia y la cuarentena golpearon fuertemente a la economía argentina: el PBI cayó cerca del 10% en 2020, acumulando su tercer año de caída. Sin embargo, su efecto no fue homogéneo sectorial ni temporalmente: la crisis afectó de manera heterogénea a los distintos rubros, observándose distintas velocidades de recuperación en los últimos meses.

En este contexto, la economía terminó 2020 recuperándose más rápido de lo esperado, e incluso con algunas ramas superando los niveles de actividad pre-pandemia. Inicialmente, la progresiva reapertura de las actividades, la necesidad de recomponer stocks y la mayor permanencia en los hogares dieron forma a la primera etapa de rebote. Desde entonces, la distinción entre rubros esenciales y no esenciales fue perdiendo centralidad para explicar las distintas trayectorias sectoriales. En su lugar, la disparada de la brecha cambiaria y los temores de devaluación, además de las mejoras en planes de financiamiento, volcaron el esquema de incentivos al consumo de bienes durables con elevados componentes importados.

En este marco, la economía argentina entró a 2021 con dos grandes interrogantes: el frente cambiario y el frente sanitario. En un año electoral, el gobierno apostará a atrasar al dólar oficial para moderar la inflación apostando a una abundante liquidación de agro-dólares y al control de cambios e importaciones. Por otro lado, el Ejecutivo apuntalaría el gasto de las familias a través de financiamiento barato, como por ejemplo el plan Ahora 12. Veamos entonces qué le espera a cada sector en este año electoral, tan heterogéneo como complejo.

Motores de la recuperación

Los bienes durables son los principales favorecidos por el escenario económico descripto. En efecto, tras sufrir un fuerte golpe en el momento más complejo del ASPO, las ventas de electrodomésticos, autos, motos, muebles e insumos vinculados al mantenimiento y reparación de la vivienda han venido mejorando sensiblemente, traccionando distintas ramas industriales. Si bien este “veranito” del consumo sería de corto aliento, de no mediar una corrección cambiaria abrupta -algo que no prevemos en el corto plazo- la reactivación de estos sectores se extendería.

Ahora bien, dado que una parte de este crecimiento obedeció al adelanto de compras al exterior en vistas de una devaluación, es probable que la demanda modere su ritmo. En igual sentido, las restricciones de oferta registradas en algunas cadenas de comercialización, además de la incertidumbre cambiaria -no sólo sobre el precio del dólar oficial, sino también sobre el acceso al mercado de cambios-, presionaron a la inflación en los últimos meses. En este marco, el endurecimiento de los controles a las importaciones y a la compra de dólares para la producción frenaría la recuperación de algunas de estas actividades, tal el caso de la electrónica.

Por su parte, la construcción se perfila como otro de los motores de la recuperación. Si bien la demanda de insumos del sector concluyó 2020 con una caída de casi 20%, durante los últimos meses ha mostrado una clara recuperación en “V” que le permitió superar con creces los niveles pre-pandemia. Además de esta dinámica, las menores restricciones a la actividad permitirán que una mayor cantidad de compañías reanuden paulatinamente sus obras en un contexto en que el costo de construcción al tipo de cambio financiero mantiene un gran atractivo. A la vez, se sumará el impulso de políticas públicas como el Pro.Cre.Ar., y la obra pública jugará a favor: esperamos que los gastos en capital crezcan en torno al 50% en términos reales en 2021. Finalmente, avanza en el Congreso la iniciativa oficial tendiente a promover las inversiones en el sector mediante incentivos fiscales y blanqueo de capitales.

No obstante, la demora en las aprobaciones de proyectos de obra producto de las limitaciones que impone la pandemia y la cuarentena, el golpeado nivel del salario real y el complicado acceso al crédito hipotecario seguirán operando como trabas para que la demanda se recupere de manera sostenida.

Por último, la industria automotriz también estará entre los sectores favorecidos. Por un lado, porque crecerá la participación de la producción local en los patentamientos frente a la recuperación de la demanda doméstica en un contexto de restricciones a las compras externas y de dólares oficiales. En sentido contrario, es probable que se reduzca la oferta importada de unidades de alta gama por un endurecimiento en la política comercial. En segundo lugar, esperamos un repunte en las ventas al exterior a partir de eliminación de las retenciones para las exportaciones que superen los niveles de 2020 y el mayor dinamismo del mercado brasilero.

Sectores con realidades dispares

La agroindustria se enfrentará a dos efectos contrapuestos en 2021. En 2020, los principales cuatro cultivos (trigo, girasol, soja y maíz) sufrieron una merma de 3,7% en la producción, en tanto que la campaña en curso augura una nueva caída en la cosecha (-8%) debido a los efectos de la prolongación de la escasez de precipitaciones sobre las intenciones de siembra y los rendimientos. Sin embargo, las lluvias registradas en enero y febrero parecen ponerles un piso a los rendimientos, evitando una sequía de la gravedad de la de 2018. Además, desde hace meses los precios internacionales de las commodities agrícolas repuntaron considerablemente. De hecho, estimamos que la valorización de la cosecha de los principales cultivos subirá casi 15% este año, permitiendo incrementar el valor y la rentabilidad de los productores menos afectados por la seca. En un contexto de restricciones cambiarias y mejores condiciones de financiamiento, la mejora en los ingresos sostendría elevada la demanda de maquinaria agrícola, aunque no ocurrirá lo mismo con el transporte de carga, golpeado por los menores volúmenes de la cosecha.

La producción de petróleo (-5,3%) y gas (-8,6%) se vio seriamente afectada en 2020 producto del desplome del precio internacional, las restricciones a la circulación y la menor actividad. Misma suerte corrieron las ventas de naftas (-27%) y gasoil (-11%). No obstante, el panorama actual luce más favorable. Por empezar, la cotización mundial del crudo siguió mejorando empujada por la reactivación de la economía global: el Brent alcanzó USD 60 por barril, volviendo a los precios de comienzos de 2020. Además, se recuperó el ánimo inversor: la actividad del fracking en Vaca Muerta en el primer mes del año fue las más elevada desde agosto 2019. Este repunte responde, en parte, a la demorada puesta en marcha del nuevo “Plan Gas”, esquema que intenta apuntalar la rentabilidad del sector asegurando precios mínimos a los productores. En esta línea, YPF anunció su intención de duplicar este año la producción de gas no convencional. De todas formas, aun mediando un repunte en la demanda de hidrocarburos por la mayor actividad económica y los nuevos incentivos, la extensión de las restricciones al transporte y una menor movilidad general de la población impedirá recuperar los niveles pre-pandemia.

Dentro de la industria la heterogeneidad seguirá siendo la norma. Esperamos que actividades fabriles asociadas al cuidado personal y la limpieza, laboratorios, petro y agroquímicos y madera consoliden la expansión de los últimos meses de 2020. Asimismo, la evolución favorable en la producción de durables, la construcción y el agro traccionarán la actividad de diversos encadenamientos fabriles, destacándose la siderurgia, metalmecánica, plásticos y minerales no metálicos. Por otra parte, actividades proveedoras del sector hidrocarburífero, como refinación y confección de tubos de acero, mostrarán un mejor desempeño, aunque todavía por debajo del promedio, al tiempo que la producción de alimentos sufrirá los menores volúmenes de molienda.

Sectores que no se recuperarán del impacto de la pandemia

Los sectores más castigados en la era COVID-19, turismo, gastronomía, entretenimiento, cultura y servicios personales seguirán operando por debajo de la pre-pandemia, incluso cuando la vacuna llegué masivamente a la población y las restricciones se relajen sensiblemente. En este sentido, es probable que la recuperación total en estos servicios no se observe hasta, por lo menos, 2022.

En contraste con lo esperado para el consumo durable más arriba, las perspectivas para el consumo masivo son desfavorables. Dejando bien atrás el boom de los primeros meses del aislamiento generado por la incertidumbre y los temores de un potencial desabastecimiento, las ventas en estos canales han pasado a terreno negativo en términos interanuales o, en el mejor de los casos, se estancaron. Esta dinámica obedeció a la ampliación del menú de gastos de las familias tras la salida de la cuarentena en un contexto de fuerte deterioro del poder de compra (caída del salario real acompañado de destrucción de puestos de trabajo).

Finalmente, otros bienes de consumo semi-durables, como indumentaria, textil y calzado, tampoco lograrán despegar significativamente. En 2021, la suerte de estos segmentos seguirá condicionada por las posibilidades de recuperación del ingreso real, la normalización de los protocolos de venta al público y la menor cantidad de reuniones sociales en relación con la pre-pandemia: la gente no renueva el guardarropa para estar de entrecasa.

Una historia que se repite: inflación, la principal preocupación pública

La encuesta mensual de opinión pública realizada por Synopsis Consultores en el mes de febrero observó un incremento más que significativo en la preocupación por la inflación.

Solo en el último mes la preocupación ciudadana por la frágil dinámica inflacionaria registró una suba de más de 10 p.p. El 37,7% de las personas encuestadas ubicaron a la suba generalizada del nivel de precios en el tope del ranking de sus preocupaciones cotidianas respecto al funcionamiento del país.

Sin duda, la aceleración a niveles del 4% en el Índice de Precios al Consumidor informado por el INDEC en los últimos dos meses (diciembre y enero) fue uno de los motivos principales de los resultados obtenidos. En un segundo lugar se ubicó la corrupción, tal como puede verse en el gráfico.

No obstante, al repreguntarle a los encuestados que señalaron a la corrupción como la problemática más destacada cuál era para ellos la segunda problemática que más los preocupaba, la mayoría de las respuestas continúan volcándose en el frente económico y, particularmente, en lo que hace referencia en materia de precios.

De este modo, sin contabilizar a la Corrupción (que se trata de un reclamo más de tipo moral que práctico), las preocupaciones económicas ocupan el centro de la escena rotundamente. En febrero, la preocupación por la inflación y por el desempleo en conjunto alcanzaron niveles de casi el 70%, destacándose que la primera de éstas arroja niveles de preocupación no vistos desde diciembre del 2019.

 

 

Monitor de Crisis

Acceda a nuestro Monitor Quincenal de Crisis para conocer las proyecciones por escenarios para 2021, de las siguientes variables:

– Tipo de cambio

– Inflación

– Producto Bruto Interno

– Consumo Privado

Haga clic en “VER INFORME” para acceder al reporte que publicamos quincenalmente.

La demanda brasileña: ¿de villana a héroe en 2021?

No hay mal que dure cien años, pero sí diez

Desde hace más de treinta años, Brasil es el principal demandante de nuestras exportaciones. Además, hace 25 años que es el primer origen de nuestras importaciones. Partiendo de estos datos, ya se advierte la centralidad del país vecino para nuestra economía: un quinto de nuestro comercio internacional de bienes se explica por este país. En la misma dirección, por razones geográficas y culturales, Brasil es el país que más turistas envía a Argentina. En este marco, y a modo de ejemplo, sólo en 2 de los últimos 35 años la Argentina pudo crecer mientras la actividad brasileña caía, lo que refleja la fuerte correlación entre ambas economías. Entender cómo viene afectando la economía brasileña a la dinámica local y sus perspectivas para 2021 nos ayudará a precisar el curso que seguirá nuestro país en los próximos meses.

El principal mercado sudamericano está estancado y sufriendo de turbulencias político-económicas desde 2014. Lo que comenzó como una desaceleración de la producción, se profundizó con caídas en 2015 y 2016. A fines de ese año la presidenta Dilma Rousseff fue destituida (impeachment) y reemplazada por su vicepresidente, que no tuvo elevados niveles de aceptación y sólo logró una tibia recuperación de la economía.

Luego del primer año de gestión de Jair Bolsonaro, el 2020 parecía ser el año en que la economía brasileña finalmente superaría el pico de actividad alcanzando en 2014. Sin embargo, el Coronavirus golpeó con fuerza a la primera economía del Mercosur y la recuperación quedó trunca. Al momento, este país tuvo más de 45.000 casos y 1.000 muertes por COVID por millón de habitantes, ubicándose entre los países más afectados por la pandemia a nivel global. Como resultado, el PBI se contrajo más de 4% el año pasado, quedando casi 7% por debajo de los niveles de 2014.

Este complejo panorama en materia sanitaria, política y económica también impactó en el mercado cambiario: durante el año pasado, el Real brasileño se depreció 30%, pasando de 4,0 BRL/USD al cierre de 2019 a poco más de 5,3 BRL/USD a fines del año pasado. Considerando la acotada inflación de esta economía, la mejora de la competitividad externa de su producción de bienes y servicios, o sea su abaratamiento en dólares, fue relevante. De esta forma, a pesar de que Argentina mantuvo en 2020 una competitividad multilateral en torno a su promedio histórico, el tipo de cambio real bilateral con Brasil se ubicó 20% por debajo de su media, sumando un problema extra a la caída de la demanda a la hora de exportar.

Producto de la recesión y la depreciación brasileña, las exportaciones argentinas a este destino cayeron 25% entre 2014 y 2019. En la misma línea, la producción industrial argentina se contrajo 13% entre ambos años, resultado, entre otros factores, de los problemas de la primera economía sudamericana. Considerando que las ventas a este destino suelen ser bienes industriales, favorecidos por el esquema de cero aranceles que fija el Mercosur y las complementariedades entre ambas estructuras productivas, se entiende la relación entre ambos números. Más preocupante todavía, luego de un 2020 pandémico, la caída de las exportaciones ascendió a 44,5% entre 2014 y 2020 y el derrumbe de la industria acumuló 19,5% en igual período.

¿Qué esperar para 2021?

Durante este año, el gobierno brasileño pondrá fin a muchas de las herramientas que se diseñaron para expandir la economía en respuesta a la crisis que provocó la pandemia. Sin embargo, se espera que su actividad tenga una importante recuperación: la mediana de proyecciones del Consenso de Mercado que elabora el Banco Central de Brasil arroja un alza del 3,5% del PBI, mientras que el FMI proyecta una suba de 3,6%. Así, aunque no se espera que el nivel de actividad recupere los niveles de 2014 hasta 2023, sí habría una recuperación de buena parte del terreno cedido en 2020, que nuestro país debería aprovechar.

Mejor aún, la industria brasileña experimentaría una expansión de 4,2%, pudiendo incrementar la demanda de nuestras exportaciones manufactureras. Algunos de los productos argentinos que podrían beneficiarse son pick-ups, utilitarios, autos, autopartes, plásticos, colectivos y motores. Todos estos tienen un fuerte vínculo con el complejo automotriz, que genera un importante volumen de empleo privado registrado, puestos de trabajo que se ubican entre los de mayor calidad. Por este motivo, es una buena noticia que este sector tenga una perspectiva aún mejor que el nivel general de la economía vecina: según las estimaciones locales, las ventas automotrices brasileñas crecerían cerca de 15% en 2021, lo que representa un avance muy considerable, aunque mantendría la venta de vehículos un 15% por debajo de los valores de 2019.

Ahora bien, la mejora de la demanda, de las “cantidades”, no será la única: también se espera una apreciación cambiaria, es decir, una mejora vinculada a la parte nominal de la economía. Luego de un 2020 de fuerte depreciación, el Real brasileño se fortalecería significativamente este año, e incluso es probable que perfore 5 BRL/USD, ayudado por el ingreso de capitales que está provocando el exceso de liquidez global. Como resultado, nuestra producción se abarataría medida en la Reales, tornándose más competitiva. De esta manera, una parte no menor de los envíos que se perdieron el año pasado por nuestro encarecimiento en relación con la producción brasileña podrían recuperarse este año.

En síntesis, después de muchos años, las noticias que llegan de nuestro principal socio comercial son alentadoras. Este año se conjugarían una mejora de nuestros precios de exportación (alza de commodities agrícolas), una recuperación de la demanda externa y nuestra producción se abarataría en relación con la brasileña. De esta manera, nuestro país podría apuntalar su tan alicaída como necesaria generación genuina de dólares en 2021. No obstante, y tal como venimos sosteniendo, al viento de cola externo hay que acompañarlo con buenas políticas económicas -y esperar que la segunda ola de Coronavirus nos encuentre con la mayor cantidad de población vacunada posible-.

Un análisis del impuesto a las ganancias

Bajo la firma de del presidente de la cámara baja Sergio Massa, el oficialismo presentó un proyecto en Diputados para elevar el piso de impuesto a las ganancias. Luego de la suba del mínimo no imponible en enero, el gravamen alcanza hoy a los trabajadores solteros que perciben un ingreso de $74.810 y a los casados que perciban salarios iguales o superiores a $98.963. De esta manera, más de de 2.300.000 personas están actualmente alcanzadas por el impuesto. Esto representa al 25,6% de los trabajadores registrados, ya sean públicos o privados.

El proyecto busca modificar el “Mínimo no Imponible” para reducir la cantidad de empleados y jubilados que se ven alcanzados por el gravamen. Con la modificación del mínimo no imponible comenzarían a pagar el gravamen aquellos que tienen un ingreso de al menos $150.000, o quienes perciben jubilaciones superiores a ocho haberes mínimos garantizados. De esta manera, solo el 10% de los trabajadores registrados debería pagar el impuesto a las ganancias.

¿Cómo quedaría cada situación en caso de que la iniciativa se aprobase?

Para los trabajadores en relación de dependencia se establece un nuevo “piso” a partir del cual se pagará el impuesto. La ganancia neta sujeta a la imposición será nula para aquellos cuya remuneración mensual (sin considerar el SAC) no supere la suma de $150.000. Este “piso” será actualizado anualmente con el mismo coeficiente que actualmente se encuentra vigente para las deducciones. Para quienes su remuneración mensual liquidada supere la suma anteriormente mencionada, pero no exceda los $173.000, se faculta al Poder Ejecutivo a incrementar la deducción especial prevista.

Para los jubilados, la deducción específica se eleva al equivalente a 8 veces la suma de los haberes mínimos garantizados, lo cual implica que deberán empezar a pagarlo si perciben $ 152.000 mensuales aproximadamente.

El resto de los trabajadores y jubilados que superen los “pisos” indicados mantendrán el beneficio ya previsto en la ley referido al incremento automático para sus deducciones (superior al 35% para el 2021).

A pesar de que el costo fiscal se encuentra estimado en aproximadamente $42.000 millones, el proyecto recibió el apoyo de diferentes bloques opositores, lo cual implica que su aprobación se encuentra virtualmente garantizada. Se preveé que pueda estar aprobado antes del inicio de las Sesiones ordinarias el 1 de marzo.

 

Paraguay | Inflación del 2,2% en el 2020

Economía

Cifras preliminares del Banco Central de Paraguay (BCP) dan cuenta que durante los primeros nueve meses de 2020, el Producto Interno Bruto (PIB) real registró una contracción interanual de 1,0%. El desempeño de los sectores agrícola y construcción, con incremento de 13,2% cada uno, compensaron, en gran medida, las caídas observadas en servicios (4,2%); manufactura (1,9%); y electricidad y agua (1,4%). Por el lado del gasto, destacan los repuntes interanuales exhibidos por la formación bruta de capital fijo (6,1%) y el consumo del gobierno (4,0%), mientras que el consumo de los hogares retrocedió 3,8%. Además, se observó una retracción tanto en las importaciones (14,5%) como en las exportaciones (9,6%).

Por su parte, la inflación cerró el año en 2,2%, levemente por encima del límite inferior del rango meta (4,0% ± 2 puntos porcentuales). Con respecto a nuestro pronóstico (1,5%), el desvío se explica, principalmente, por una trayectoria ascendente en el precio de los alimentos durante los dos últimos meses del año. Finalmente, la tasa de cambio promedio minorista finalizó en diciembre en Gs./USD 6.974, cercana a nuestra estimación (Gs./USD 7.000).

Política

El 06 de enero de 2021, el Senado sancionó la Ley que establece un régimen transitorio de aportes al Instituto de Previsión Social (IPS), para las empresas dedicadas a los sectores gastronómico; eventos; hotelero; agencias de turismo; y entretenimiento. Estas actividades productivas se vieron afectadas por los protocolos de seguridad implementados por el Ministerio de Salud, tras la irrupción de la pandemia de la COVID-19. En este sentido, se dispuso que, por un período de 12 meses, el aporte patronal se reducirá de 16,5% a 2,5%. Mientras que el aporte obrero permanece en 9,0%. Una vez finalizado el plazo de vigencia, los empleadores deberán restituir el monto acumulado de los meses no ingresados, en 60 cuotas mensuales iguales y sin intereses.

Además, el Senado aprobó el proyecto de Ley que declara de interés público la investigación; desarrollo; fabricación; y adquisición de las vacunas contra la COVID-19. Con ello se busca que el Ministerio de Salud pueda suscribir contratos con laboratorios que cuentan con las vacunas autorizadas, para acceder a las mismas en el menor tiempo posible.

Chile | La economía habría caído un 6,2% en el 2020

Economía

No obstante que el indicador de actividad mensual (IMACEC) creció, en noviembre, por primera vez desde febrero en doce meses, el resultado estuvo por debajo de lo anticipado por el mercado. Faltando solo el último mes del año, la contracción de 2020 se habría situado en torno a 6,2%. El indicador desestacionalizado se ubicó en su nivel más alto desde marzo, lo que apunta a que, con la gradual normalización en la movilidad, la actividad ha tendido a recuperarse. El nivel de incertidumbre para este año es muy elevado, tanto por el curso que siga la pandemia y el proceso de vacunación, como por la nutrida agenda electoral que incluye la redacción de una nueva constitución. Así, aunque nuestra estimación puntual de crecimiento es de 4,2% para 2021, el rango probable es bastante amplio: de 3% a 5%. El empleo se ha recuperado en los últimos cuatro meses pero, de los casi 2 millones de puestos de trabajo destruidos por la pandemia, aún falta por crear 1,2 millones. Esto tomará todo este año y parte del próximo, como mínimo. La inflación terminó el año en la meta: 3% y se espera que se repita en 2021.

Política

La llegada de fin de año y el verano, con las vacaciones, en la medida de lo posible, han calmado el ambiente político, no obstante que el 11 de enero se cumplió el plazo para inscribir las candidaturas a las elecciones del próximo 11 de abril. Estas son municipales (alcaldes y concejales), de gobernadores regionales por primera vez y, las más importantes, de miembros de la convención constituyente que redactará la nueva constitución. La derecha logró unificarse y presentar una sola lista, mientras hay una de la antigua Concertación de centro izquierda (DC, PS, PR y PPD), una de la extrema izquierda (PC y Frente Amplio) y otras de independientes y otras agrupaciones, principalmente de izquierda, lo que anticipa una dispersión de votos y perspectivas de que la derecha obtendrá más de un tercio de los miembros de la convención, lo que le permitirá vetar cualquier propuesta considerada muy inadecuada. Esto, no obstante, no es garantía de nada, porque el requisito de 2/3 para aprobar cada artículo, puede dejar una constitución con poco contenido y todo dependiendo de leyes de aprobación con mayoría simple.

Perú | Preocupación por una segunda ola de contagios

La pandemia y la economía

La economía empieza el año con dos fuentes de incertidumbre: i) la campaña electoral y ii) la pandemia. Sobre lo último, las cifras de covid-19 han vuelto a mostrar una tendencia al alza. Con ello, nuestro frágil sistema sanitario se encuentra nuevamente bajo presión. Esto, sumado a la llegada de la nueva variante de dicho virus, la cual es más contagiosa, nos aproximaría al inicio de una segunda ola. No obstante, dado que la primera ola nos afectó considerablemente (se redujo el número de susceptibles), el Gobierno ahora ha decidido hacer ajustes menores a su estrategia de lucha contra los contagios. Esto, de momento, elimina la posibilidad de nuevos confinamientos e impactos mayores sobre la actividad económica.
La actividad económica durante el primer trimestre crecería 1.4%, gracias a que el sector de construcción sigue mostrando un buen desempeño. Sin embargo, a nivel mensual existen grandes diferencias: durante enero y febrero la actividad mostraría mayores tasas de caída (por efecto base de comparación) pero, durante marzo, la tasa estaría alrededor del 12% debido a que comienza el rebote generado por la comparación contra los meses marcados por el confinamiento.

Política

El panorama político ha iniciado 2021 con cierta calma. Ello debido a que, por un lado, el Congreso, que promovió iniciativas legislativas dañinas para el sistema económico durante casi todo el año pasado, ha pausado sus actividades y recién las reiniciaría a mediados de marzo (de acuerdo con su reglamento). Por otro lado, la campaña electoral 2021, que se encuentra en marcha, concentraría la atención sirviendo de válvula de escape hasta las próximas elecciones (abril y junio, primera y segunda vuelta respectivamente).
No obstante, respecto al último punto, dadas las particularidades de esta campaña, marcada por los minicandidatos (candidatos con escaso apoyo), existe una elevada incertidumbre sobre quién va a tomar las riendas del país. Además, frente al gran número de partidos políticos que disputan una posición en el siguiente Congreso, junto con su falta de cohesión interna, hay una alta probabilidad de que el próximo Parlamento sea similar al actual (fragmentado y, sobre todo, populista).

El salario real cayó 3% en 2020: ¿recuperación en 2021?

Entre 2018 y 2019, el salario real de los trabajadores formales retrocedió 17,5%. Producto paritarias que no anticiparon aceleraciones inflacionarias, el poder adquisitivo de los empleados registrados sufrió en demasía la crisis de la segunda mitad de la gestión Cambiemos. En respuesta, el Frente de Todos enfocó su campaña de 2019 en apuntalar los ingresos de los asalariados, y los aumentos de suma fija decretados al comienzo de 2020 intentaron cumplir esta promesa.

Como resultado, el salario formal trepó casi 14% durante el primer trimestre del año pasado, prácticamente duplicando a la inflación del período. Sin embargo, la llegada de la pandemia y la cuarentena dieron por tierra con cualquier intento de recuperación del salario real. Entre abril y agosto, en un contexto de caída inédita del nivel de actividad y disparada de la incertidumbre, muchos gremios postergaron sus paritarias, resignando cualquier mejora de poder adquisitivo, pero apostando a mantener los puestos de trabajo.

En respuesta, los salarios nominales de los trabajadores registrados avanzaron 3,3% en estos meses, muy por debajo de una inflación que acumuló más de 8,5% en el período. En consecuencia, el salario real retrocedió casi 6% entre abril y agosto, ubicándose 2,5% por debajo de los niveles de cambio de gobierno. En un contexto de crisis, priorizar el ajuste por precios -ingresos- en lugar de hacerlo por cantidades -puestos de trabajo- ayudó a repartir los costos entre más personas y atenuar los costos sociales del Coronavirus y la cuarentena; no obstante, lejos estuvo de evitar los problemas.

En otro orden, vale destacar que la situación de los trabajadores informales, no mencionados hasta el momento, fue sistemáticamente peor que la del sector registrado: este último tiene protecciones legales que velan por sus puestos de trabajo, en tanto los primeros, al estar “en negro”, perdieron directamente la totalidad de sus ingresos en muchos casos -o quedaron a merced de la “buena voluntad” de sus empleadores-, producto de las restricciones a la movilidad y a poder realizar sus tareas. En la misma línea, la falta de regulaciones sobre esta parte del mercado les impidió acceder, al menos de manera directa, a los ajustes de suma fija de enero y febrero pasados.

En el último cuatrimestre del 2020, la relajación de la cuarentena impulsó la recuperación del nivel de actividad, que habría cerrado el año poco más de 3% por debajo de nivel de fines de 2019 -cuando llegó a estar más de 10% por debajo en el segundo trimestre-. En respuesta, comenzaron a tener lugar muchas paritarias -prevaleciendo los aumentos de suma fija o la incorporación al básico del incremento de principio de año-, intentando recomponer parte de la pérdida de los meses anteriores. En este marco, los salarios nominales de los trabajadores registrados habrían acumulado una suba de 13% entre septiembre y diciembre. Sin embargo, los precios también tuvieron su dinamismo y les ganaron a los ingresos: la inflación totalizó 14,4% en el período y el salario real de los trabajadores se redujo 1,2% en último cuatrimestre de 2020, acumulando una caída de 2,3% en el año.

Como resultado, el poder adquisitivo encadenó en 2020 su tercer año seguido en rojo, perdiendo casi 20% desde comienzos de 2018. Por su parte, en el promedio anual -más relevante para el análisis económico- el deterioro del salario real registrado fue de 3,2% en 2020. Más allá de qué porcentaje se analice, se observa una clara tendencia general: los trabajadores perdieron poder de compra sistemática y constantemente en los últimos tres años, en un primer momento por la disparada del dólar y en una segunda instancia por la profundización de la crisis económica que generó la pandemia.

Ahora bien, como se observa en el gráfico, el proceso de caída fue muy heterogéneo durante el año pasado, tanto sectorial como temporalmente. Las diferentes velocidades de la inflación, la generalización de acuerdos de sumas fijas y algunos incrementos puntuales hacia los últimos meses del año diagramaron un panorama particular según qué gremio o período analicemos. ¿Qué pasará entonces en 2021? ¿será finalmente el año de los salarios?

La política de ingresos será uno de los principales desafíos del gobierno durante este año electoral. La votación marcará el pulso, de modo que será importante mostrar una mejora en el poder de compra durante los próximos meses para el oficialismo. Sin embargo, tan importante como esto será alcanzar una coordinación con los trabajadores, en pos de que la dinámica inflacionaria no se despegue de otros objetivos macroeconómicos.

En este marco, el gobierno buscaría que los acuerdos se alineasen cerca de la suba de precios aprobada en el Presupuesto 2021 a fines de septiembre pasado (29%). De esta forma, se evitaría presionar sobre otras variables nominales y los riesgos de una aceleración inflacionaria se reducirían. No obstante, más allá de las intenciones oficiales, según el Relevamiento de Expectativas de Mercado del Banco Central, la inflación rondaría 50% este año. Por lo tanto, tiene sentido preguntarnos a qué pauta se acomodarán los gremios, especialmente cuando hay una distancia tan importante entre ambas “proyecciones” y los resultados de los últimos años no fueron positivos.

La primera respuesta que aparece es que la heterogeneidad continuará siendo la norma de la economía. Por lo tanto, las posibilidades de recomponer las pérdidas de poder adquisitivo estarán atadas a los niveles de actividad a los que opere cada sector en gran medida. Aquellas ramas que siguen paralizadas y precisan que el Estado se haga cargo de parte de sus salarios -algunos servicios- podrán tener ajustes en línea con la pauta oficial, mientras que los que ya están operando con normalidad -incluso hay algunas ramas de actividad trabajando por encima de los niveles de 2019- podrían aspirar a aumentos más significativos, revirtiendo parte de la caída de los últimos años.

Con estos números, proyectamos que el salario real de los trabajadores registrados volvería a caer en el promedio anual de 2021, retrocediendo alrededor de 1% en relación con la media de 2020, a pesar de mostrar una elevada varianza entre sectores. Sin embargo, asumiendo que el Coronavirus y las restricciones operativas se van relajando con el correr de los meses, y que el gobierno finalmente pospone los ajustes tarifarios, habría una recuperación del poder adquisitivo entre puntas, mayor al 3% en el caso de los empleados formales. Este avance, aunque no lograría compensar la pérdida del año pasado, y mucho menos la acumulada desde 2018, podría ayudar a apuntalar el alicaído humor social.

De igual manera a los últimos años, la clave estará en el frente cambiario: con un dólar oficial controlado, y un acceso relativamente fluido al mercado para la gran mayoría de las importaciones, la inflación también estará contenida y las posibilidades de que el poder adquisitivo mejore serán relevantes. En cambio, con tensiones cambiarias similares a las de la segunda mitad del 2020, las chances de recomposición se reducirán sensiblemente. El hilo es delgado, ¿logrará no romperse este año?

Quórum en diputados: el objetivo electoral del Gobierno

Definir la importancia de la elección legislativa que ocurrirá este año en la Argentina requiere necesariamente hablar de qué impacto político podría generar. En los comicios se renovarán 127 bancas en la Cámara de Diputados y 24 bancas en la Cámara de Senadores. Allí se presentan dos grandes escenarios posibles.

Escenarios posibles

En un escenario optimista para el oficialismo, el Gobierno lograría el quórum en la Cámara de Diputados y, a su vez, conservaría el quórum en la Cámara de Senadores. De esta manera, tomaría el control del funcionamiento del Congreso. En sentido opuesto, una mala performance electoral podría dejar a la coalición gobernante sin control de la cámara baja e, incluso, con riesgo de perder el control de la cámara alta. Esto implicaría que el oficialismo perdería por completo el control del Legislativo.

Si nos guiamos por los antecedentes y por las actuales circunstancias, podríamos decir que el oficialismo se encuentra más cerca de acercarse al primer escenario que de caer en el segundo. Buena parte de lo que suceda dependerá del resultado que obtenga en la Provincia de Buenos Aires, dado que allí el oficialismo tiene posibilidades de ampliar el número de bancas que hoy representan a esa provincia en el bloque del Frente de Todos.

¿Qué debería suceder a lo largo del país para que el Gobierno logre el quórum en el Congreso?

 

Provincia de Buenos Aires

PBA es el distrito donde se presentan las mayores chances de estirar la cosecha de bancas. Allí el oficialismo debe renovar 16 bancas. De repetirse el resultado de 2019, podría estirar su cosecha a al menos 19 bancas (podrían ser más), ganando 3 más de las que tenía que renovar.

Si bien no es sencillo, los antecedentes muestran que es posible: en 2007 obtuvo 20 bancas con el 46% de los votos y ni que hablar en 2011, donde obtuvo 22 bancas con el 57,1%. Sin embargo, no deben pasar por desapercibido los antecedentes negativos de 2009 y 2013 que ostenta el oficialismo, donde en ambos casos logró solamente 12 bancas con aproximadamente el 32% de los votos.

CABA, Córdoba, Santa Fe y Mendoza

La situación en estas provincias no luce nada fácil desde el punto de vista electoral. Podrían ser escenarios de derrota para el Gobierno. No obstante, el oficialismo tampoco tiene la obligación de renovar muchas bancas allí: 3 en CABA, 1 en Córdoba, 3 en Santa Fe y 1 en Mendoza. De modo que con un resultado más que modesto podría darse por cumplido el objetivo.

Resto de las provincias

En el resto de las Provincias, salvo en Santiago del Estero donde renueva 3 bancas, los objetivos son los de renovar entre 1 y 2 bancas. Incluso, se podría decir que las 27 bancas que debe renovar son un piso, sobre todo si se tiene en cuenta que en 2019 obtuvo 42 bancas en el resto de las provincias (15 más de las que necesita renovar actualmente). No se espera que en estas Provincias pierda bancas, sino que conserve las que tiene y que, eventualmente, pueda sumar alguna banca más.

Conclusiones

Si bien el escenario en los distritos grandes (a excepción de PBA) no es alentador para el oficialismo, el FDT no tiene demasiadas obligaciones de renovación. Por otro lado, en el resto de las Provincias (en el norte y sur del país), el domino del peronismo hace prever que no será difícil ampliar la cosecha de bancas que el oficialismo tiene por renovar.

En síntesis, la importancia de estas elecciones radica en la posibilidad de que cambien la dinámica política de dos posibles formas. Una de ellas ampliaría la disponibilidad de recursos de gobernabilidad para el oficialismo (control del Congreso). La otra consolidaría la dinámica que hemos visto hasta aquí: un oficialismo que se ve forzado a negociar ciertas leyes con bloques minoritarios (sobre todo las leyes de carácter económico), e impedido de sancionar otras leyes como las diferentes iniciativas de reforma judicial que ha promovido sin éxito hasta este momento.