Monitor Cambiario Semanal – ¿Se flexibiliza la meta de Reservas?

Novedades Cambiarias de la Semana

Peor bimestre de la historia

A inicios de febrero adelantábamos que la dinámica negativa en el frente cambiario iba a continuar en febrero, y los números confirmaron esta expectativa. El BCRA vendió USD 890 M en el MULC en febrero, anotando el peor registro para un mes de febrero desde, al menos, 2003 (inicio de la serie histórica). Aun así, cabe señalar que el BCRA logró contener las ventas en el margen, acumulando compras por USD 18 M en las últimas 5 ruedas.

Este resultado se explica esencialmente por el desplome de la liquidación de exportaciones del agro, que totalizó USD 645 M, 75% menos que en febrero 2022. La fuerte caída de la oferta de divisas del sector obedece principalmente al impacto de la sequía sobre la producción de trigo (-42% a/a, según SAGyP), el adelanto de liquidación que produjo el “dólar soja 2.0” y el incentivo del sector a retener a la espera de una nueva edición de este programa.

El desempeño del BCRA en los primeros dos meses del año es un anticipo de lo complejo que será para la autoridad monetaria acumular divisas en este 2023. En el primer bimestre, el saldo neto en el MULC fue negativo por USD 1.100 M, el peor arranque de año desde que se tiene registro (2003), con una liquidación del agro hundiéndose 70% a/a.

Por otra parte, la utilización de dólares para la recompra de deuda se desaceleró en febrero. En el marco del programa de recompra de títulos públicos, el Tesoro cerró febrero con una posición de USD 525 M en su cartera, incrementándose en cerca de USD 150 M desde los USD 375 M con los que había concluido el mes de enero. Dado que el GD30 representa casi el 95% del portafolio, creemos que queda en evidencia la intensión del equipo económico por mantener aletargada la brecha cambiaria.

Esta dinámica comprometió el cumplimiento de la meta de reservas internacionales netas (RIN) del 1T. Recordemos que la meta trimestral original fijaba que las reservas netas deberían sumar USD 7.800 M al 31 de marzo. Estimamos que al cierre de ayer el BCRA contaba con algo menos de USD 2.000 M, según el criterio del FMI, cayendo USD 5.700 M en lo que va del año y ensanchando la brecha con la meta del 1T a USD 4.000 M (contemplando la porción del desembolso que llegará en marzo que podrá contabilizarse en las RIN). En este sentido, vale destacar que en marzo del año pasado el BCRA había comprado USD 275 M, mientras que desde 2012 (considerando sólo años de cepo) el saldo promedió los USD 500 M y nunca superó los +USD 1.500 M.

En este marco, y en vistas de un “dólar soja 3.0” que poco podría aportar si se implementa antes de abril, el Gobierno y el FMI estarían cerca de anunciar una flexibilización de la meta de reservas, utilizando como argumentos “el costo de la guerra” en 2022 (el Gobierno lo estimó en casi USD 5.000 M) y/o las dificultades que plantea el impacto de la sequía. Al momento de redactar este informe no se dispone de una confirmación oficial desde el FMI al respecto. Eventualmente, si fuera el caso, tampoco vemos mayores dificultades para el Gobierno en negociar un waiver con el FMI ante un potencial incumplimiento de esta meta.

En ese sentido, las proyecciones de cosecha gruesa no encuentran piso. Por un lado, tras el recorte de la semana pasada, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires mantuvo inalterada su proyección de cosecha este jueves, pero señalando que el clima seco y las altas temperaturas produciría en breve un nuevo ajuste en las estimaciones. En esta línea, el mismo día un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario informó que su estimación de producción de soja para la región núcleo fue reducida de 10,4 M/Ton a sólo 6,5 M/Ton (con un escenario climático normal se esperaban 19,7 M/Ton). Asimismo, remarcaron que “la situación es muy grave y puede aún empeorar más”.

Contemplando las estimaciones realizadas por ambas entidades hasta el momento, la producción de los principales tres cultivos (soja, maíz, trigo) caería cerca del 25% respecto a la campaña pasada. De esta forma, la cosecha valorizada a precios promedio de exportación (FOB) para estos cultivos se hundiría entre USD 10.500 y USD 11.500 M.

El crawling peg vuelve a perforar el 6%, ¿se viene el atraso pre-electoral?

Tras cerrar un febrero en el que el BCRA convalidó una devaluación promedio al 5,9% de TEM -algo por debajo de nuestra proyección de inflación- esta semana el ritmo promedió 5,6% de TEM. Hacia adelante, esperamos una administración del tipo de cambio tal que permita estabilizar el tipo de cambio real multilateral, que desde noviembre muestra una mejora del 8%. En este sentido, no esperamos que se busqué desandar el atraso acumulado (el TCRM se encuentra 23% más apreciado que en diciembre 2019), sino que se lo administre, por lo cual seguirá alentando un exceso de demanda de divisas en el mercado cambiario.

Los límites para convalidar un mayor atraso cambiario son tangibles. Una profundización del atraso requiere contar con un “colchón” de reservas (o un salto agudo de términos de intercambio) que no estarán presentes. Optar por este camino dificultaría aún más la capacidad de defender la paridad oficial y la necesidad de acumular reservas. De todas formas, como suele suceder, no descartamos que, más cerca de las elecciones pueda generarse una apreciación como semi-ancla desinflacionaria.

La brecha permanece estable por debajo del 90%

Tras rozar el 100% a fines de enero, la brecha cambiaria cerró febrero en la zona del 85%-90%, mostrando una tendencia declinante en las últimas semanas, producto de la aceleración del crawling peg del dólar oficial y una mayor estabilidad de los dólares alternativos (generada en parte por la recompra de bonos del BCRA). Esta semana, no obstante, los financieros mostraron una dinámica alcista: tanto el MEP ($367, +2,8%) como el CCL ($373, +2,9%) sufrieron las mayores subas en 5 semanas. El dólar blue, por su parte, cerró con una baja semanal del 1,1% ($375), retrocediendo 2% desde finales de enero. Como resultado, en la semana la brecha cambiaria promedio se mantuvo en torno al 87% respecto al viernes pasado.

Mantener contenida la brecha es desafío transversal al “frente de los Dólares” (escasez de divisas para evitar una devaluación abrupta), el “frente de los “Pesos” (los elevados vencimientos del Tesoro en el 2T y 3T) y el “frente inflacionario” (evitar nuevos saltos que impongan mayor presión sobre el esquema económico), dado que, de dispararse, impactaría sobre los precios y sobre el frente cambiario (aumenta las expectativas de devaluación, reduce la oferta de dólares en el MULC), agregándole tensión al esquema de política económica instrumentado por el Gobierno. En este sentido, la brecha seguirá siendo indicativa de la demanda de pesos, de la propensión a dolarizar y del apetito por deuda.

La presente es una síntesis del Monitor Cambiario, exclusivo para clientes Corporate.

En febrero se consolida la aceleración inflacionaria

El IPC Ecolatina para el Gran Buenos Aires trepó 6,6% mensual en febrero (+105,5% i.a.), consolidando el rebote registrado en enero y acumulando en el año un alza del 13,4%. En este sentido, la categoría que más creció fue el IPC Núcleo (7,5%), acelerándose 2.3 p.p respecto a enero. Al proveer una aproximación del comportamiento tendencial del nivel general de precio -excluyendo precios regulados, estacionales o con un alto componente regulado -, el indicador da cuenta de la persistencia de una elevada inercia del proceso inflacionario.

La aceleración de esta categoría ejercería presión sobre el BCRA en su próxima decisión sobre la tasa de política monetaria (TPM) si busca un colchón de tasa real positiva más robusto (hoy rinde 6,3% de TEM mensual). Cabe recordar que el mes pasado el argumento central de la autoridad monetaria para mantener inalterada la TPM fue que la inflación Núcleo se había ubicado en un nivel similar al de diciembre (5,4%, +0,1 p.p.).

La suba estuvo impulsada principalmente por el fuerte aumento en el capítulo de Alimentos y bebidas (+10,6%), que explicó 57% del nivel general, exhibiendo la mayor incidencia desde septiembre de 2016. Su importancia fue tal que, de excluir este rubro, el IPC habría trepado 4,4%. Como esperábamos, el aumento fue traccionado principalmente por el salto en los precios de la carne vacuna (+25,8% m/m), que respondieron al incremento en el precio de la hacienda más asociada al consumo interno, que fue del 50% desde la segunda quincena de enero. De esta forma, la carne vacuna explicó 1,3 p.p. del incremento del nivel general. También se destacaron los aumentos en Frutas (+17,9%) y Verduras (+10,4%), impactados por la sequía.

El IPC Consumo Masivo, que contiene precios empaquetados y está atravesado por el programa “Precios Justos”, se mantuvo relativamente más contenido (registró 4,7%, 1,6 p.p. por debajo del promedio del trimestre septiembre-noviembre, previo al acuerdo).

En cuando al resto de las categorías, Estacionales anotó 7,1%, explicado por los ya mencionados aumentos en frutas y verduras, pero moderado por la caída de indumentaria exterior (-0,2%) y un menor crecimiento de los servicios asociados al turismo (+3,1%). Por su parte, Regulados creció “sólo” 3,4% (+109,3% i.a.), registrándose en el mes subas en combustibles, telefonía e internet y prepagas, entre otros.

 

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Históricamente, marzo tiende a ser un mes con una inflación mensual superior al promedio del resto del año, producto de la incidencia de incrementos estacionales en Indumentaria (cambio de estación) y Educación (inicio de clases). En ese sentido se entiende la decisión del Gobierno de incluir a estos sectores bajo el paraguas del programa “Precios Justos”: una mayor aceleración de precios en marzo le imprimiría mayor tensión al esquema económico del Gobierno. En este sentido, en marzo impactarán puntualmente los aumentos en las tarifas de agua y gas, trenes y colectivos (+6%), colegios privados (+16,4%), combustibles (+3,8%), prepagas (7,7% para quienes perciban ingresos netos iguales o superiores a $392.562 y 5% para quienes tengan salarios inferiores a ese monto) y servicio doméstico (+4%).

Hacia adelante, distintos factores seguirán presionando sobre una inercia inflacionaria difícil de desarmar en el corto plazo. Entre ellos, el impacto de la sequía sobre el precio de algunos alimentos frescos; margen para un mayor traslado al consumidor del ajuste en los precios de la hacienda vacuna; la dinámica de los ajustes salariales en un año de elecciones; los incrementos pendientes en las tarifas de servicios públicos; un deslizamiento cambiario más alineado con la inflación; las restricciones sobre las importaciones y tensiones sobre la brecha y las expectativas de devaluación en medio de la transición electoral.

Si bien Precios Justos puede contribuir a moderar los aumentos en algunos sectores, contribuyendo en el margen a moderar la inercia, presenta tres principales debilidades que le restan eficacia: (i) rige mayormente en super e hipermercados, pero no en pequeños autoservicios o comercios de cercanía, donde consumen en mayor medida los hogares de deciles de ingresos más bajos; (ii) está compuesto principalmente por productos empaquetados, y la dificultad de concretar un acuerdo amplio y robusto para los alimentos frescos (frutas, verduras, carne vacuna) radica en la gran atomización de productores distribuidos a lo largo y ancho del país, el elevado índice de informalidad presente en algunos eslabones y el impacto sobre los precios de factores asociados a la estacionalidad, los ciclos biológicos y/o las inclemencias climáticas; (iii) la escasez de divisas dificultará el cumplimiento de la parte que le toca al Gobierno en Precios Justos: garantizar un mayor acceso al MULC, por lo cual los riesgos de que algunos acuerdos se resquebrajen no son menores.

En este contexto, la meta del Gobierno de una inflación alrededor del 60% i.a. para diciembre luce cada vez más inasequible. A modo ilustrativo, si la inflación de febrero fuera del 6%, entre marzo y diciembre la variación mensual del IPC debería ser en promedio del 3,6%. Sin embargo, creemos que la tentativa oficial ordenar la nominalidad al 60%, en un contexto de ajuste fiscal y una política monetaria contractiva, resulta mejor que intentar meramente que la inflación no se acelere. En este sentido, es valorable la coordinación desde comienzos de año, ya que de cualquier otro modo la inflación iba a superar cómodamente los tres dígitos este año.

En consecuencia, esperamos que la nominalidad se mantenga elevada los próximos meses, con un 2023 mostrando una inflación en la zona del 100%.

El Tesoro continuó captando financiamiento neto en febrero

Por tercer mes consecutivo, el rollover se mantuvo por encima del 130% , el nivel necesario para cerrar el programa financiero en 2023. Concretamente, frente a vencimientos en torno a $580.000 M el Tesoro colocó deuda en pesos por más de $760.000 M en febrero. De este modo, el financiamiento neto del mes superó los $180.000 M.

Si bien el rollover se ubicó en un 131%, por debajo de diciembre (248%) y enero (148%), el resultado es sin dudas positivo, teniendo en cuenta que se esperaba un cierto impacto luego del comunicado de Juntos por el Cambio alertando sobre la dinámica que viene adquiriendo la deuda pública.

Sin embargo, no hay que perder de vista que dicho resultado se obtuvo a costa de convalidar mayores rendimientos y un plazo de colocación aún más acotado a visto en meses previos. En cuanto a plazos, excluyendo los bonos con vencimientos en 2027 (integran encajes bancarios), el Tesoro colocó deuda a un plazo promedio de 3,3 meses, cuando entre noviembre y enero lo hizo a una ventana de 4 meses.

En cuanto rendimientos, la tasa de la LEDE con vencimientos en mayo pasó de rendir un 112,5% (TEA) en la última licitación de enero a un 118% (TEA) y un 119% (TEA) en las licitaciones de febrero. Esto último le da mayor margen al BCRA en el corredor de tasas en caso de que se decida a incrementar la tasa de política monetaria en los próximos meses producto del rebote en la inflación registrado durante el primer bimestre.

A su vez, la aceleración de la inflación y la necesidad de estirar un poco más los vencimientos llevaron al Tesoro a recurrir nuevamente a instrumentos ajustables por CER: durante febrero representaron casi un 40% del financiamiento, el mayor valor para un mes desde septiembre del 2022. Paralelamente, pese a la aceleración de la inflación en enero, la LECER con vencimiento en junio fue adjudicada a una tasa real del 5,24% TNA (mayor a la del mercado secundario y a la de la última licitación).

De cara a marzo, estimamos que los vencimientos por casi $770.000 M parecerían ser una cifra manejable para el Tesoro en caso de mantener la estrategia actual (siempre y cuando no aparezcan episodios de estrés), más aun teniendo en cuenta el colchón de financiamiento acumulado en los últimos 3 meses.

Ahora bien, distinta es la historia a partir de abril. Entre el segundo y el tercer trimestre del año el promedio mensual de vencimientos se ubica en torno a $2,2 billones. Frente a unos elevados vencimientos y dada la imposibilidad del BCRA de participar en las licitaciones primarias, esperamos que el Tesoro proponga nuevamente un canje de deuda en algún momento de marzo. A su vez, resultará imprescindible que el Gobierno reencauce el proceso de consolidación fiscal para mantener acotadas las necesidades de financiamiento y no sobre exigir el actual programa financiero.

Pesimismo en el universo sindical sobre el futuro electoral del Gobierno

El sindicalismo en argentina no solo ejerce un rol de representación en las relaciones laborales, sino que es parte integrante de uno de los espacios que protagonizan el proceso político: el peronismo. Como parte integrante de ese espacio, participó de la reunión que se resolvió llevar adelante dentro del Frente de Todos para resolver la estrategia electoral del oficialismo. Pero, así como participó de este instrumento novedoso (Mesa Política) de discusión de la estrategia electoral de un espacio con muchas diferencias, su participación lo lleno de pesimismo respecto del futuro electoral del oficialismo. No solo por la falta de consenso que se vio reflejado en la reunión, sino por la falta de candidatos atractivos que quedó evidenciada en la misma y que anticipan un escenario electoral adverso por delante.

La habitual ambición del sindicalismo de poder colocar dirigentes gremiales en las listas de candidatos hoy choca con las estrecheces que ofrece el escenario electoral. En la medida en que el oficialismo tenga menor caudal electoral, las posibilidades de colocar candidatos serán menores, y todo el aco sindical es consciente de esa limitación. Pero ello no evita que cada uno intente alcanzar el objetivo del modo que crea más conveniente. Algo de eso se vio en las últimas semanas con dos muestras más de que en el universo sindical hay dos perfiles políticos bien diferenciados:

o El Sindicalismo más kirchnerista: corriente integrada por dirigentes como Hugo Yasky (CTA), Sergio Palazzo (Bancarios) o Abel Furlán (UOM) que empieza a plegarse al objetivo de hacer fuerza para retener la Provincia de Buenos Aires para el peronismo. Con ese ánimo tuvieron una reunión en la sede de la Federación Gráfica, donde hablaron de temas sindicales, pero también de temas políticos. En esta corriente, como le sucede al kirchnerismo, el foco pareciera estar en la Provincia de Buenos Aires.

o El Sindicalismo más peronista: corriente integrado por los dirigentes más importante de la CGT, entre ellos Héctor Daer (Sanidad), Carlos Acuña (Estacioneros) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), quienes se reunieron en Mar del Plata con el dirigente sindical Luis Barrionuevo, que siempre transita
un camino autónomo dentro del ámbito sindical, pero que en este caso parece plegado al intento de abrazar a algún candidato peronista que pueda hacer el mejor desempeño en un turno electoral difícil. Aquí el foco pareciera estar en todo el país, con la idea de abrazar y apoyar a todos los gobernadores
e intendentes que ofrezcan lugares para los miembros de este espacio sindical.

Quien estuvo ausente en estas tertulias fue Pablo Moyano. El dirigente camionero, que hoy pareciera moverse como líbero promoviendo la unidad, pareciera estar esperando que florezca un candidato y negociar su apoyo en virtud de los lugares que puedan ofrecer para la representación sindical.

Sin dudas, el candidato al que todos apostaban su entusiasmo era Sergio Massa. La expectativa que había generado el ministro de economía al estabilizar la situación crítica de julio del año pasado y el aparente éxito en materia de inflación que se observó en noviembre y diciembre de 2022 había entusiasmado a todo el aco sindical. Pero la inflación de comienzos de 2023 parece sacarlo de carrera. 

Hoy todos se resignan y evalúan en dónde depositar sus apoyos. Y si bien el corazón sindical siempre estará con un candidato peronista, con la incertidumbre y el riesgo de un escenario de derrota, no falta dirigente sindical que empiece a mirar las opciones opositoras para evaluar dirigir sus apoyos. Y allí no son pocos los que miran esas opciones, entre ellas la de Horacio Rodríguez Larreta. 

De fondo, la discusión paritaria que sigue para el Gobierno teniendo que estar anclada al 60%.

Mientras el proceso político transcurre, el proceso sindical sigue su curso y el Gobierno insiste en que el proceso paritario no se aleje de la pauta de referencia oficial de ver acuerdos en torno al 60% de aumento, en línea con la inflación proyectada en el Presupuesto 2023. La ministra de trabajo, Kelly Olmos, lo ratificó públicamente en estos días, apuntalando el pedido de que se pacten aumentos de 30% semestral con cláusulas de revisión para que no haya grandes desfasajes entre precios y salarios. 

El punto es que la inflación de enero (6%) y la que se proyecta para febrero (6%), va a dejar obsoleta esa pauta, y no está permitiendo que las expectativas confluyan en un sendero descendente de precios y salarios. Si bien se registró en febrero una baja en el promedio mensual de aumentos salariales producto de que algunos gremios respetaron esa pauta, otros acuerdos y revisiones no la están respetando y ello seguramente impedirá que la coordinación de expectativas tenga impacto en la baja de la inflación.

La presente es una síntesis del Panorama Sindical, exclusivo para clientes Corporate.

 

Inflación homogénea, salarios dispares: los hogares frente a la aceleración de precios

En un informe reciente dimos cuenta que el salario real promedio en Argentina cayó en 2022 por quinto año consecutivo. Ahora bien, teniendo en cuenta que tanto la dinámica de la inflación como las variaciones en los ingresos laborales suelen ser disímiles a lo largo de la pirámide de ingresos, impactando en distinta medida sobre los distintos sectores socioeconómicos, cabe preguntarse, ¿cómo evolucionó la inflación y el poder adquisitivo de los salarios a lo largo del 2022 entre los distintos sectores de la sociedad? ¿qué esperar para este año?

Un impacto homogéneo de la inflación

La inflación de los sectores más vulnerables no es la misma que la de la población con más poder adquisitivo. Por ejemplo, los sectores de menores recursos se ven más afectados por la dinámica de los precios de alimentos y bebidas, mientras que los deciles más altos consumen una mayor proporción de sus ingresos en artículos para el hogar, educación y esparcimiento. Por esto, es posible que el efecto regresivo de la inflación -afecta en mayor medida a las personas de menores ingresos- se vea exacerbado si algunos componentes del índice de precios crecen más que otros.

Sin embargo, se observa que la inflación no tuvo un efecto regresivo adicional en 2022, presentando una dinámica homogénea para los distintos niveles de ingresos: mientras que en el primer semestre del año impactó relativamente más sobre los más pobres (acumuló 36,8% para el decil 1, 1 p.p. por encima del decil 10), en la segunda mitad el efecto se revirtió y alcanzó 42,7% para el primer decil y 41,6% para el décimo. Buena parte de esto se explica porque en el primer semestre la inflación de los alimentos (que representa cerca del 40% de la canasta total del primer decil y sólo 14% en el décimo) fue 0,5 p.p. superior al nivel general, en tanto fue 0,5 p.p. menor en la segunda parte del 2022.

Los ingresos laborales mostraron fuertes disparidades

De todos modos, el análisis de los precios cuenta sólo la mitad de la película. Para ver qué ocurrió con el poder adquisitivo del salario es necesario inspeccionar lo ocurrido con los ingresos laborales. Por este motivo, utilizando la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) y el Índice de Salarios de INDEC construimos un indicador salarial en función de cómo se distribuyen las distintas modalidades de empleo a lo largo de la pirámide de ingresos, reconociendo que hay una marcada heterogeneidad: en los deciles más pobres hay una mayor proporción de asalariados informales y cuentapropistas (9 de cada 10 empleos en el primer decil responde a alguna de estas dos categorías), mientras que, en contraste, en los más ricos casi 7 de cada 10 trabajadores son formales.

A diferencia de la relativa homogeneidad que mostró la inflación a lo largo de la sociedad, los ingresos laborales mostraron fuertes diferencias. Durante 2022, el salario asociado a los sectores de mayores ingresos (decil 10) creció 15 p.p. interanual por encima de aquellos vinculados a los de menores recursos (decil 1). Esto se explica principalmente porque en estos últimos hay un predominio de trabajadores informales (cuyos salarios crecieron 65% en el año, casi 30 p.p. por debajo de la inflación) y cuentapropistas (insertos en general en empleos de baja calidad). Por su parte, cerca del 70% de los trabajadores del decil más alto son registrados – beneficiados por un acortamiento en la vigencia de las negociaciones paritarias- se ubicaron 1 p.p. por encima de la inflación anual.

Así, mientras que los ingresos laborales de la mitad más rica crecieron 90% interanual, los del 50% más pobre crecieron sólo 81%. Este hecho no hace más que potenciar el efecto regresivo del proceso inflacionario, presionando por una mayor asistencia gubernamental. También explica la persistencia del efecto “trabajador adicional”: más miembros del hogar que no se encontraban dentro del mercado laboral se vuelcan a la búsqueda de trabajo con intenciones de suplir el deterioro en los ingresos.

Entonces, si bien en todos los deciles existió una pérdida real del poder adquisitivo, fue muy heterogénea a su interior: mientras que la caída de los ingresos laborales promedió 1,6% en el 50% más rico, fue de 3,7% en la mitad más pobre. Si se compara al decil más pobre (-5,1%) con el más rico (-1,2%), la diferencia observada es aún más profunda. De esta forma, los sectores de menores ingresos sufrieron un mayor golpe al poder adquisitivo de sus ingresos laborales, dado que tuvieron una peor performance respecto al salario.

 

¿Qué prevemos para 2023?

Para este año, esperamos ver una dinámica similar a la del 2022, donde se repita que el poder adquisitivo de los sectores más postergados sea el más perjudicado. En primer lugar, esto se daría vía los precios: la aceleración en los precios de los alimentos vista en enero (pasó de promediar 4,8% en el 4T 2022 a 6,7% en enero) se agudizará significativamente en febrero con el aumento en la carne vacuna (el IPC GBA Ecolatina registró un crecimiento de 9,2% mensual en la primera quincena para los alimentos y bebidas). Buscando actuar como contrapeso, si bien continuarán las actualizaciones en tarifas de servicios y transporte públicos, que representan una mayor parte de la canasta de los deciles de menores ingresos, los menores aumentos anunciados para estos sectores contribuirán a morigerar la regresividad de la inflación en los primeros meses del año.

Luego, la discrepancia intra-deciles se explicaría porque los salarios de los sectores más acomodados, al poder recomponer ingresos más seguido y en mayor sintonía la inflación gracias a los acuerdos paritarios, seguirán dejando atrás los ingresos laborales de los sectores más postergados, con mayor proporción de trabajadores informales y buena parte de los cuentapropistas.

Esto finaliza en una paradoja para el Gobierno durante el año electoral. El mecanismo para aceitar paritarias y que vayan al mismo ritmo que la inflación es quizás el principal factor que ayudaría a sostener cierto nivel de consumo privado -focalizado en los servicios-, posiblemente el único componente del PIB que podría evitar terminar en rojo este año. Sin embargo, el hecho de que los sectores más postergados no recuperen el terreno perdido y más aún, vuelvan a ceder, profundiza las necesidades de asistencia social en los sectores más bajos en un contexto de fuerte administración de los recursos públicos en el marco del compromiso de reducción del déficit fiscal acordado con el FMI.

Monitor Cambiario Semanal – Faltarían unos USD 3.000 M

Novedades Cambiarias de la Semana

Menores ventas del BCRA, pero el peor arranque del año para el BCRA

En las tres ruedas de esta semana, el BCRA se desprendió de USD 20 M en el MULC, con dos días de resultados en zona neutral y un viernes con ventas por casi USD 30 M. Así, la autoridad monetaria hiló seis semanas consecutivas con un saldo vendedor neto. Tras cerrar enero con ventas por USD 190 M y acumular un saldo negativo por USD 940 M en lo que va de febrero, las ventas netas de divisas del BCRA alcanzaron los USD 1.130 M en lo que corre de 2023, mostrando el peor arranque del año (primeras 37 ruedas) desde que se tiene registro (2003).

En línea con lo que venimos señalando, buena parte de dicha performance se asocia a la exigua liquidación del agro: en lo que va de febrero el sector promedia una liquidación diaria de USD 35 M, 75% por debajo de lo registrado en febrero de 2022 (USD 130 M). Por este motivo, queda claro que esta dinámica no sólo se explica por factores estacionales (febrero suele ser el mes donde la liquidación toca su piso durante el año), sino que también influye el impacto negativo de la sequía sobre el volumen de cosecha de trigo (-40%), el adelanto en las ventas del complejo sojero en diciembre y el incentivo del sector a retener a la espera de una nueva edición del “dólar soja”.

Como resultado, las reservas netas bajo la metodología del FMI muestran una caída superior a los USD 5.000 M en lo que va del año. Considerando el ingreso neto de DEG que tendrá lugar en marzo por el cumplimiento de las metas del 4T 2022, estimamos que el BCRA debería comprar cerca de USD 3.000 M hasta el 31 de marzo para poder cumplir la meta de acumulación de reservas del 1T (USD 7.800 M). En este sentido, vale destacar que en marzo del año pasado el BCRA había comprado USD 275 M, mientras que desde 2012 (considerando sólo años de cepo) el saldo promedió los USD 500 M y nunca superó los +USD 1.500 M.

Dada la dinámica actual, no sólo crecen las chances de implementar un próximo “dólar soja 3.0” (aunque con escaso impacto antes de abril) junto con otras medidas complementarias (REPO), sino que también vemos probable que se busque una flexibilización en la meta de reservas bajo el argumento de “el costo de la guerra” en 2022 (el Gobierno lo estimó en casi USD 5.000 M) y/o las dificultades que plantea el impacto de la sequía y la ralentización del crecimiento mundial. Eventualmente, no vemos mayores dificultades para el Gobierno en negociar un waiver con el FMI por un potencial incumplimiento de esta meta.

Nuevo recorte en las proyecciones de cosecha

Como si esto fuera poco, el impacto de la sequía y las recientes heladas siguen generando ajustes en las proyecciones de cosecha de la campaña 2022/23. Este jueves, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires informó una reducción en su estimación de producción de soja desde 38 M ton a 33,5 M ton (-4,5 M ton) y para el maíz de 44,5 M ton a 41 M ton (-2,5 M ton). De esta forma, en relación con el ciclo previo la cosecha de soja caería en casi 10 M ton (-22,6%), quedando 5,6% (o 2 M ton) por debajo de la producción bajo la sequía de 2018 y sólo 5% (1,5 M ton) por encima de la campaña de la sequía 2009. Para el maíz, la merma respecto a la campaña pasada sería de 21,2% (11 M ton), siendo la menor producción desde el ciclo 2017/18 (37,3 M ton), siempre según esta entidad.

Contemplando la estimación realizada para el trigo (cosecha cayendo -45%), la producción de los principales tres cultivos caería 26% en esta campaña. De esta forma, la cosecha valorizada a precios promedio de exportación (FOB) para estos cultivos se hundiría cerca de USD 10.700 M en relación con la campaña pasada.

Como puede apreciarse en el gráfico a continuación, esta significativa merma en los dólares generados por el principal sector generador de divisas del país limitará la disponibilidad de divisas para el resto de la economía, impacto que ya se viene evidenciando en los datos de actividad publicados esta semana.

El crawling peg se mantiene levemente por encima del 6%

Con la confirmación del dato negativo de enero, y ante la tendencia inflacionaria que muestran las mediciones privadas para febrerola autoridad monetaria viene convalidando un crawling peg más acelerado al de enero: en la semana el ritmo promedió 6,2% de TEM, en línea con la semana pasada, pero por encima del 5,1% promedio de enero. En este sentido, mantener el deslizamiento cambiario en línea con las expectativas inflacionarias es un indicio de que, al menos por el momento, el Gobierno no busca aplicar la tradicional receta electoral de frenar el ritmo de suba del tipo de cambio oficial. No obstante, como venimos señalando, no prevemos que se busque desandar el atraso, sino administrarlo. En consecuencia, el nivel de tipo de cambio real seguirá siendo funcional a un exceso de demanda de divisas en el mercado cambiario.

Del mismo modo, las expectativas de devaluación del mercado se han venido ajustando al alza en las últimas semanas, desplazando hacia arriba la curva de futuros ante los mayores niveles de nominalidad. A su vez, con la inclusión de diciembre en los contratos, se evidencia como el mercado comenzó a cubrirse ante un eventual un ajuste cambiario para fines de año con la llegada de una nueva gestión. Sin embargo, como mencionamos en informes previos, el BCRA cuenta hoy en día con un amplio margen de maniobra para intervenir en el mercado de futuros en caso de que lo considere necesario: esta semana se conoció que la autoridad monetaria cerró enero con una posición neutra en futuros.

La brecha perfora el 90%

Tras rozar el 100% a fines de enero, la brecha cambiaria ha mostrado una tendencia declinante en las últimas semanas, producto de la aceleración del crawling peg del dólar oficial y la estabilidad de los dólares alternativos (generada en parte por la recompra de bonos del BCRA). Tanto el dólar blue ($379) como el MEP ($357) cerraron la semana prácticamente en los mismos niveles que el viernes pasado, mientras que el CCL ($362) cayó un 1,7%. Como resultado, la brecha cambiaria promedio pasó de un 90% a un 87% en la última semana.

La presente es una síntesis del Monitor Cambiario, exclusivo para clientes Corporate.

Las Finanzas Públicas arrancaron 2023 con el pie izquierdo

¿Cómo le fue al fisco en enero?

Un gasto en niveles elevados y unos ingresos perjudicados por el impacto de la sequía causaron el peor arranque de año de las últimas décadas en materia fiscal. El déficit primario en enero opacó el impacto positivo que había generado el sobrecumplimiento de la meta fiscal a fines de 2022. ¿Era esperable la aceleración en el gasto? ¿Qué partidas la impulsaron? ¿Qué tan complejo será cumplir la meta fiscal el 1T?

El Sector Público Nacional No Financiero (SPNF) registró un déficit primario de casi $204.000 M en enero. Si bien el rojo fue inferior a los déficits de noviembre y diciembre, en las últimas dos décadas tan sólo en tres oportunidades (2015, 2020 y 2022) enero mostró un resultado primario negativo. A su vez, con unos intereses que superaron los $330.000 M, el déficit financiero en el primer mes de 2023 rozó los $538.000 M.

La aceleración del Gasto Primario a principios de año mostró que la dinámica del segundo semestre era endeble: el gasto devengado no mostró una reducción similar a la del gasto en base caja. Esto se verifica con el crecimiento de la deuda flotante (gastos devengados que aún no se pagaron): la deuda flotante de la Administración Pública Nacional (explica la mayor parte del SPNF) pegó un fuerte salto en diciembre y representó un 12% del Gasto Primario acumulado en los últimos 12 meses, cuando luego del pico de junio (10,2%) y septiembre (9,6%) se había reducido al 6,5% en noviembre (salto mensual del 90% en diciembre).

En enero parecería que parte de esos pagos pendientes se cancelaron. Esto se pudo hacer principalmente gracias al financiamiento neto captado durante el mes (más de $110.000 M) y a los elevados depósitos con los que contaba el Gobierno producto de los buenos resultados en las licitaciones de diciembre. Claramente, si el Gobierno no dispusiera de tales recursos, la cancelación de la deuda no sería posible y el desequilibrio primario sería más acotado.

¿Cómo fue la dinámica al interior de las cuentas públicas?

En enero, los ingresos -excluyendo extraordinarios- hilaron su tercer mes consecutivo de reducción real interanual, con una caída del 3,2%. Del mismo modo, los Ingresos tributarios se redujeron un 2,7% en términos reales, aunque se ubicaron en niveles similares al promedio de los últimos 12 meses. La caída interanual se explicó en un 90% por la reducción en los Derechos de Exportación (-30% i.a. real), producto del impacto de la sequía en la cosecha de trigo y del adelantamiento de la liquidación en diciembre dada la implementación del “dólar soja 2.0”.

El Gasto Primario alcanzó el nivel real más alto para un enero desde 2017, y se ubicó un 3,5% por encima de su promedio real para el primer mes del año durante la última década. Del mismo modo, mostró un crecimiento en términos reales en su comparación interanual por primera vez desde julio y se colocó un 2% por encima de su promedio real durante el segundo semestre (ajustado por los aguinaldos a los salarios y las jubilaciones). En números, luego de promediar una caída real del 8,2% durante el segundo semestre, se incrementó un 6,2% real en el primer mes de 2023.

El salto en el Gasto Primario se encuentra explicado en un 70% por el Gasto Corriente y en un 30% por el Gasto de Capital. Las erogaciones corrientes mostraron un crecimiento real por primera vez en 8 meses, incrementándose casi un 5% i.a. Cabe mencionar que su aceleración era esperable en algún sentido dado el elevado nivel que venía mostrando la partida “Otros Programas” (sumado a su baja base de comparación en enero del 2022) y la necesidad de cancelar la deuda flotante generada principalmente en subsidios.

En este contexto, pese al fuerte ajuste real en jubilaciones, pensiones y asignaciones, las erogaciones en concepto de “Otros Programas” impulsaron el gasto en Prestaciones Sociales en enero. El Gasto Social creció un 3,7% i.a. en términos reales cuando durante el segundo semestre del 2022 promediaba una caída real del 7% i.a. Más allá de la comparación interanual, las Prestaciones Sociales en enero se situaron casi un 6% por encima de su promedio real durante el segundo semestre (ajustado por aguinaldo a las jubilaciones y pensiones).

A su vez, los subsidios económicos rompieron una racha de siete meses consecutivos de caída en términos reales en su comparación interanual, y durante enero crecieron más de un 17% i.a. real. El gasto en subsidios suele caer en enero, aunque en esta oportunidad no sólo no lo hizo, sino que mostró un salto mensual superior al 60% en términos reales. Este incremento se explica por unos subsidios económicos inusualmente bajos en diciembre que posteriormente elevaron el gasto en enero para cancelar los pagos pendientes. A su interior, los subsidios energéticos crecieron un 10% i.a. real y los destinados al transporte un 8% i.a. real, mientras que los otros subsidios alcanzaron el segundo monto máximo desde el inicio de la serie al ubicarse por encima de los $17.000 M.

Por su parte, producto de los incrementos acordados en paritarias y del reescalafonamiento de personal, el gasto en Salarios mostró un marcado incremento real superior al 9% i.a.

El Gasto de Capital mostró un fuerte crecimiento interanual, aunque se ubicó en niveles similares al promedio de 2022. En números, pese a crecer casi un 27% i.a. en términos reales, el Gasto de Capital prácticamente no varió contra su promedió real en los últimos 12 meses e incluso se ubicó un 12% por debajo de su nivel durante el segundo semestre. A su interior, el 60% del crecimiento interanual se explica por el creciente gasto de la Nación en Energía (gasoducto NK).

¿Cuáles son las perspectivas de cara a los próximos meses?

El panorama fiscal hacia adelante no se modificó pese al resultado negativo en el arranque del año: el límite tangible del financiamiento del Tesoro obliga al Gobierno a alinearse a las metas acordadas con el FMI. Si bien el rojo primario de enero superó los $200.000 M y se consumió casi la mitad del espacio para el rojo fiscal en el primer trimestre complicando el cumplimiento de la meta, no descartamos una eventual flexibilización bajo el paraguas de un impacto negativo en la recaudación por Derechos de Exportación producto de la sequía.

En este sentido, sin margen para incrementar los ingresos de forma significativa (incluso podrían verse parcialmente lesionados), el eje deberá ser el recorte en el gasto público. No obstante, los datos de enero nos anticiparon que el sendero de reducción real del gasto no será sencillo de mantener, más aún en un año electoral. En conclusión, los resultados de las licitaciones y la estabilidad financiera del mercado local serán las variables que marcarán la trayectoria de las cuentas fiscales en 2023.

Como en 2019, comienza a asomar un cambio de expectativas previo a la elección

Las expectativas suelen estar asociadas a los procesos políticos, si el clima de opinión del desempeño del gobierno de turno es predominantemente crítico, no debería asombrar que frente a la expectativa de un cambio de gobierno se observe una reversión de las expectativas sobre el futuro, que pasan de ser pesimistas a optimistas.

Eso mismo es lo que se empieza a verificar en los registros de expectativas en el comienzo del año electoral. Frente a la expectativa que emana del proceso electoral, y la sensación de que hay por delante un cambio de gobierno, las expectativas empiezan a revertirse, pasando de un pesimismo elevado a un pesimismo moderado. 

Esto coincide con el fenómeno que observamos en su momento en la previa a la elección 2019, cuando el pesimismo de entonces, tanto en relación al futuro del país como al futuro personal, se revirtieron hasta presentar un escenario, previo a las elecciones, de mayoritario optimismo.

Esta reversión se verifica más decididamente en materia de expectativas personales, las que han registrado en los últimos 6 meses un proceso de reversión que ha llevado el pesimismo en esa materia al nivel más bajo desde comienzos de 2020. La reversión no es tan pronunciada en materia del futuro del país, donde pareciera que el pesimismo se encuentra más consolidado.

Cuando uno establece la hipótesis de un eventual cambio de gobierno, las expectativas suelen mostrar mayoritario optimismo, tanto en materia del futuro del país como en materia personal, lo que permite ser visualizado como el factor explicativo de aquel fenómeno comenzado a verificarse en las expectativas sobre el futuro. En la medida que la sensación de alternancia política se consolide, posiblemente veremos una tendencia a la reversión del nivel de pesimismo que hemos venido viendo en estos últimos años.

La presente es una síntesis del Panorama de Opinión Pública, exclusivo para clientes Corporate.

La sequía ya se hace sentir en la balanza comercial: el peor enero en cinco años

Durante enero, el saldo comercial fue negativo y orilló los USD 500 M, colocándose como el peor arranque en cinco años. En su composición, el valor de las importaciones detuvo su caída (+2,5% i.a.) luego de hilvanar dos reducciones interanuales, arrojando un resultado próximo a los USD 5.400 M, manteniéndose, de este modo, en los valores promedios del último bimestre del 2022, cuando comenzaron a visualizarse los efectos de las restricciones.

Por lo tanto, el rojo comercial se explicó en mayor medida por el deslucido desempeño de las exportaciones (-12% i.a., USD 4.900 M), cuyo desplome respondió exclusivamente a los menores volúmenes remitidos al exterior (-13% i.a.). Las ventas externas estuvieron afectadas principalmente por el impacto de la sequía sobre la producción de trigo, la cual tiene su temporada alta de exportaciones durante el verano.

Traccionada por estos factores, las cantidades vendidas al exterior del rubro Productos Primarios (PP) cayeron 45% i.a., registrando el descenso interanual más agudo para un enero desde el 2005. Por caso, destacaron que las exportaciones en valores de trigo se redujeron aproximadamente USD 700 M respecto al año previo y, en menor medida, de maíz (USD -170 M). De esta manera, PP generó un ingreso de USD 1.100 M, valor similar al del mismo período de 2021, cuando los precios se ubicaban un 30% por debajo de los actuales.

Respecto a los demás rubros, destacó el aporte de las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) con USD 1.500 M, motorizado fundamentalmente por un aumento en las cantidades (12,5% i.a.) y consiguiendo el mejor arranque desde el 2018. En tanto que las Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA), registraron una colocación externa de USD 1.800 M, similar al año previo, debido al sostenimiento de las ventas externas del complejo sojero.

Por el lado de las importaciones, las compras de energía colocaron a enero como el más elevado desde los años 90’ y pusieron un piso a la caída de las compras externas. De esta manera, el gasto por dicho concepto trepó a USD 700 M (+USD 350 M i.a.), impulsado por un aumento en volúmenes del 67% i.a. en un escenario de descenso en los precios (-18% respecto a diciembre), aunque aún muy por encima respecto al promedio histórico.

Sin embargo, las importaciones no energéticas continúan cayendo. Las cantidades de los usos no energéticos mostraron una contracción interanual durante enero, destacando Bienes Intermedios (-11% i.a.) y Bienes de Capital (-12% i.a.). Piezas y accesorios para Bienes de Capital fue el único rubro en registrar un crecimiento en cantidades (+25% i.a.), implicando una salida de USD 1.200 M (+USD 200 M i.a.).

¿Qué esperamos hacia adelante?

La sequía y las consecuencias de las últimas heladas tempranas podrían derivar en una reducción adicional del intercambio comercial. Si se tiene en cuenta sólo la sequía, las entidades especializadas convergen en una reducción de las exportaciones en torno al USD 10.000 M respecto al ciclo pasado. En este marco, las heladas tempranas sufridas durante la pasada semana arrojan una nueva incógnita a una campaña golpeada por los efectos de la falta de lluvias y humedad de los suelos.

Asimismo, el gasoducto NK se torna cada vez más fundamental. Los acuerdos energéticos con Brasil – un potencial pago en monedas locales, liberalización de gas boliviano – y las estrategias por adelantar importaciones– se licitaron treinta buques de GNL, cuyos efectos en el ICA comenzarían a verse en febrero- no serán suficientes si no se llegan a resultados concretos antes de la temporada invernal.

Estas dos variables definirán el espacio para la profundización de las restricciones. Si la sequía y las heladas golpean más de los previsto a las exportaciones agrícolas y el gasoducto NK no logra ponerse en marcha en tiempo y forma, las importaciones no energéticas podrían verse más castigadas durante el año y sufrir restricciones que las coloquen aún más por debajo de 2022.

La relación comercial de Argentina con Brasil: ¿un amor no correspondido?

Desde los albores del Tratado de Asunción a inicios de la última década del siglo XX, hecho que tiempo después diera a luz al Mercado Común del Sur (MERCOSUR), las relaciones comerciales[1] entre Argentina y Brasil han transitado un largo recorrido de profundización y, con sus luces y sombras, de integración comercial. Dicho impulso generó que el intercambio comercial (medido en moneda constante) pegara un salto entre 1993 y 1997 (previo al contagio de la crisis asiática en Brasil en 1998-99 y la crisis argentina de inicios de los 2000), acumulando un crecimiento del 75%.

Desde un punto de vista local, la relevancia de Brasil es incuestionable. Es nuestro principal socio comercial y primer destino de nuestras exportaciones desde hace no menos de veinte años. Además, es al país al que mayor colocación de Manufacturas de Origen Industrial (MOI) logramos realizar, concentrando en promedio cerca del 40% del total exportado por este rubro durante la última década.

No obstante, como veremos más adelante, la profundización de las relaciones comerciales ha instaurado una dinámica deficitaria para la balanza comercial argentina: desde inicios del presente siglo, en sólo seis años hemos logrado un superávit comercial con el Gigante Sudamericano.

Esta realidad “perversa” (déficit comercial crónico con el principal destino de nuestras exportaciones y mayor socio comercial) tiene lugar actualmente en un escenario signado por la escasez de reservas, con un año que involucrará pagos netos al FMI y una aguda merma del ingreso de divisas comerciales producto de la sequía. En este marco, el Gobierno -al calor de la afinidad con la nueva gestión de Lula- y la opinión pública desempolvaron en los últimos meses el antiguo proyecto de una moneda común entre ambos países, a lo que se sumaron entendimientos entre los países asociados a la posibilidad de un swap, la provisión de energía eléctrica y medidas para utilizar las monedas locales en el intercambio comercial bilateral, entre otros, buscando obtener aire en el frente de las divisas y financiamiento para el segundo tramo del Gasoducto NK.

En este marco, cabe realizarse las siguientes preguntas: ¿qué explica el déficit comercial crónico de Argentina con Brasil? ¿cuáles son los incentivos de Brasil de compartir instrumentos que beneficien a Argentina? ¿qué impacto esperamos para 2023?

Sobre incentivos y dinámicas de intercambio: el punto de vista de Brasil

El sector externo brasileño ha sido uno de los más dinámicos de la región. En promedio, durante el período 2010-2021, las exportaciones del país vecino crecieron al ritmo del 6,5% promedio anual, ubicándose por encima del crecimiento mundial (5,5%) y del flojo desempeño de la economía nacional (4,1%).

Sin embargo, este buen desempeño no tuvo como aliado a la Argentina, que fue el país que mayor participación perdió entre los años 2010 y 2022. Al observar el flujo comercial (importaciones + exportaciones) brasileño, la abrupta caída del peso de la economía nacional se encuentra explicada por la irrupción de China y su profundización como principal socio comercial. Como resultado, mientras perdimos 4 p.p. – la mayor caída entre los más de 200 países – la ganancia del gigante asiático fue de 10 p.p., siendo así la de mayor crecimiento. Resultado similar ocurre si se observa la participación nacional en las exportaciones brasileras, que durante el mismo período se redujeron 4,6 p.p., pasando de 9,2% a 4,6%.

De hecho, luego del mencionado impulso de las relaciones en la década de los 90´, se registran dos etapas posteriores bien diferenciadas en el vínculo. Durante el período 2003-11 se verificó una notable expansión, con un crecimiento promedio anual del 17%, para luego registrar un quiebre y caer durante la etapa 2012-21 a un ritmo anual promedio del 5%. De todas maneras, la alicaída relación entre ambos aún no es suficiente para sacarnos de la terna de los principales aliados comerciales, ubicándonos en el tercer lugar detrás de China y Estados Unidos, denotando la relevancia que aún prevalece en el vínculo.

Asimismo, un factor a señalar es la matriz en la que se desenvuelven dichas relaciones. Tomando como referencia el año 2022, mientras las colocaciones brasileñas hacia Argentina fueron en más de un 80% explicadas por las MOI, la proporción de MOI exportadas por Brasil al resto del mundo (excluyendo Arg.) fue de menos del 25%. Todo esto en un escenario de pérdida de dinamismo de la actividad industrial brasilera (-0,7% en 2022), registrando un descenso del 16% desde el último pico en 2013, sin lograr aún retornar a los niveles de actividad de la prepandemia (-1,3% vs 2019). Como correlato, la participación de las MOI en las exportaciones del país durante 2022 (27%) se encontró en los niveles más bajos desde 2009 (38%).

Por otra parte, la balanza comercial superavitaria de Brasil con Argentina se explica por las exportaciones de MOI. Los resultados comerciales por grandes rubros (exportaciones – importaciones) en 2022 arrojaron que Productos Primarios, Combustibles y MOA implicaron un déficit comercial para Brasil de cerca de USD 3.400 M. Por su parte, el superávit de las MOI contribuyó a un ingreso de aproximadamente USD 5.000 M y, muy por detrás, minerales aportó USD 725 M netos.

En concreto, el intercambio comercial con Argentina es motivado por las MOI y la relación con el resto del mundo es explicada por las materias primas. De este modo, durante 2022 Argentina se ubicó en el segundo lugar de destino de las MOI, quedando detrás de Estados Unidos, destino que nos desplazó del primer lugar desde 2014.

La Industria Automotriz es el factor principal a la hora de explicar la composición de las MOI. Como es de esperarse, los primeros cuatro productos brasileños exportados hacia Argentina durante el 2022 estuvieron relacionados a dicha industria[2], en la cual se registra una complementariedad productiva e integración vertical, con un Brasil más especializado en las fases iniciales de la producción -las autopartes explicaron el 57% de esta industria en las exportaciones hacia nuestro mercado durante 2022- y Argentina en las etapas finales de la misma, lo que explica el déficit comercial crónico de la Argentina. A pesar de ello, el sector no ha estado exento de las transformaciones del comercio regional derivados del emergente chino. En particular, las exportaciones nacionales de autopartes se han visto postergadas: durante los últimos doce años, las ventas nacionales de las mismas hacia Brasil representaron un 17% del total de la industria, mientras que en la primera década del presente siglo rozaron el 34%, alcanzando picos de más de la mitad durante el 2004.

No obstante, debe destacarse la trascendencia de los insumos intermedios que Brasil exporta hacia Argentina, fruto a su vez del segmento automotriz, los cuales involucran sectores de la industria relacionados a la metalmecánica (productos laminados de hierro) y productos químicos, caucho y plástico (derivados del caucho como neumáticos, polímeros de etileno, entre otros) y bienes de capital asociados al sector agropecuario (tractores, principalmente).

Como corolario, el mercado nacional es el destino de una industria brasileña con problemas de competitividad para exportar hacia el resto del mundo. Durante 2022, mientras son 18 los principales productos MOI de exportación hacia Argentina que concentran el 50% del total, señalando la heterogeneidad de estas, tan sólo 8 productos explican más del 50% de las MOI colocadas a Estados Unidos, y la mitad de dicho 50% se explica en productos minerales con reducido valor agregado (productos intermedios de hierro o acero sin alear y fundición en bruto en lingotes).

Concretamente, los incentivos de Brasil para cooperar se anclan en la predominancia de los bienes manufacturados en el intercambio bilateral. Los intereses del país vecino se fueron gestando a lo largo del tiempo, con un estrechamiento en las relaciones que ha derivado en una vinculación económica con diferentes grados de integración vertical y complementariedad que excedieron la reconocida industria automotriz, alcanzando a segmentos como los productos químicos, caucho, plástico y metalmecánica.

¿Qué esperamos hacia adelante?

En un año de escasez de oferta de divisas comerciales, los acuerdos buscarán evitar un freno en las importaciones desde Brasil y el daño que eso podría causarle a la actividad. Por caso, dentro de las medidas en danza, la ampliación de entidades financieras que ofrezcan herramientas de prefinanciamiento para las importaciones y exportaciones y la ampliación de los plazos resulta ser la más factible de entrar en funcionamiento en el corto plazo. Este esfuerzo de cooperación y coordinación entre el Banco Nación y el Banco do Brasil permitiría a los importadores locales extender el plazo de pago a 366 días y representaría un alivio para las menguadas arcas del BCRA. De realizarse, podría ser un vehículo que permita sostener los niveles de importaciones en uno de los frentes que tendremos a lo largo de 2023.

Otro de los aspectos a destacar se concentra en el sector energético. En concreto, el Memorando firmado durante noviembre de 2022 entre ambos países habilitó que la compra-venta de energía eléctrica se realice a través de monedas locales. A su vez, existen negociaciones para que Brasil reduzca la importación de gas boliviano, lo que abriría las puertas para que Argentina inicie negociaciones para su compra previo a la temporada invernal. Por último, seguimos en la búsqueda para obtener financiamiento por parte del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) para el segundo tramo del Gasoducto NK (con efectos hacia 2024), el cual permitiría exportar gas de Vaca Muerta hacia Brasil. El mismo sería para financiar caños y materiales necesarios para la construcción, lo que trae a escena la relevancia del sector manufacturero brasilero para el mercado local.

Con todo, existen incentivos para la instrumentación de herramientas de cooperación por el lado de Brasil. Como vimos a lo largo de este informe, somos el tercer socio comercial en orden de importancia, 2° destino de las colocaciones de MOI y compartimos una interdependencia industrial en una variedad de sectores. Dicho esto, no esperamos grandes cambios en el intercambio bilateral en el corto plazo, donde la efectividad de dichas medidas determinará si se pueden contener los niveles de intercambio y aislarlos de los coletazos de la economía nacional.

[1] En este informe nos concentraremos en las relaciones comerciales entre ambos países, omitiendo, entre otras cuestiones, las implicancias geopolíticas y/o de agendas conjuntas de coordinación y desarrollo regional.

[2] La misma se encuentra motorizada por el acceso preferencial que concede el Acuerdo de Complementación Económica (ACE-14) entre ambos países, el cual data desde 1990 (prorrogado y modificado hasta la actualidad), bajo el paraguas del MERCOSUR (protección arancelaria mediante). El ACE-14 estableció derechos de importación para vehículos finales del 50% y un 2% para autopartes, sumado a diferentes medidas como los requisitos de componentes nacionales en el valor agregado total.