Se complica el cumplimiento de la meta fiscal del 1T, ¿se flexibilizará?

¿Cómo le fue al fisco en febrero?

Pese a que el gasto primario retomó el sendero de reducción real, el impacto negativo de la sequía en los ingresos tributarios ensanchó el rojo primario y puso en jaque el cumplimiento de la meta fiscal para el 1T.

¿Era esperable un rojo tan abultado para el primer bimestre? ¿qué explicó el elevado déficit? ¿qué tan complejo será cumplir la meta fiscal del 1T?

El Sector Público Nacional No Financiero (SPNF) registró un déficit primario de $228.000 M en febrero, el más deficitario de los últimos 6 años en términos reales. A su vez, con unos intereses que rozaron los $258.000 M, el déficit financiero en el segundo mes de 2023 se ubicó por encima de los $485.000 M.

Con estos números, el rojo primario bajo la métrica del acuerdo con el FMI (EFF) acumuló $432.000 M (0,3% del PIB) en enero-febrero, lo que sitúa al primer bimestre del 2023 como el más deficitario de los últimos 30 años en término reales. Frente al desequilibrio fiscal acumulado, el resultado primario en marzo debería ser prácticamente equilibrado para cumplir con la meta fiscal del 1T ($441.500 M).

Se acentúa la contracción real en los ingresos

Los ingresos -excluyendo extraordinarios- acentuaron su caída real en febrero (-8,3% i.a.) e hilaron su cuarto mes consecutivo contrayéndose en términos reales. Del mismo modo, los Ingresos Tributarios no sólo se redujeron más de un 11% i.a. en términos reales, sino que también se ubicaron un 16% por debajo de su promedio real en los últimos 12 meses. A su interior, sólo el IVA y las Contribuciones a la Seguridad Social lograron ganarle (por poco) a la inflación.

La caída interanual en la recaudación se explica principalmente por la reducción en los Derechos de Exportación (-73% i.a. real), producto del impacto de la sequía en la cosecha de trigo, el adelantamiento de la liquidación en diciembre dada la implementación del “dólar soja 2.0” y el incentivo del sector a retener a la espera de una nueva edición del esquema.

Para cuantificar el impacto negativo de la sequía en las cuentas públicas: si la recaudación por Derechos de Exportación se hubiera mantenido estable en términos reales, el rojo primario en el primer bimestre habría sido apenas la mitad del acumulado efectivamente. De hecho, los Ingresos Tributarios al excluir las retenciones cayeron apenas un 1,7% i.a. real en febrero.

El Gasto Primario retomó el sendero de reducción real

El Gasto Primario volvió a caer en términos reales en febrero, aunque lo hizo en una magnitud menor al ajuste del 4T del 2022. La contracción del Gasto Primario en términos reales fue del 3,7% i.a. en febrero (+6,2% i.a. en enero), cuando durante el 4T del año pasado el ajuste real promedió un 13,7% i.a. De esta manera, el Gasto Primario su ubicó un 3% por debajo de su promedio real para febrero en la última década.

Del mismo modo, el Gasto Primario también mostró una reducción en comparación a su nivel en los meses previos (ajustado por los aguinaldos a los salarios y las jubilaciones): se ubicó un 12% por debajo de su promedio real en los últimos 12 meses e incluso fue un 10% inferior a su nivel (real) en el segundo semestre del 2022.

A su interior, se evidenció una clara diferencia entre la evolución del Gasto Corriente y el Gasto de Capital: mientras el primero mostró una contracción real del 8% i.a., el segundo evidenció una suba real superior al 70% i.a.

¿Dónde se advierte el ajuste en el gasto primario corriente? El 87% del recorte estuvo explicado por los ajustes en Prestaciones sociales (45%), Subsidios (27%) y Transferencias a Provincias (15%):

– Prestaciones Sociales se redujeron 6% i.a. en términos reales. Pese a la expansión del 38% i.a. real en la partida “Otros Programas” (incluye los bonos a jubilados, refuerzos de ingresos y otros), el ajuste generado por la aceleración de la inflación en las Jubilaciones, Pensiones y Asignaciones ayudó al Gobierno a reducir el Gasto Social.

– Subsidios disminuyeron 17% i.a. en términos reales. A su interior, el 62% del ajuste se explicó por los Subsidios Energéticos. En esta misma línea, estimamos que durante febrero se incrementó la deuda flotante ligada a los Subsidios Energéticos.

– Transferencias Corrientes a las Provincias retomaron la dinámica del segundo semestre al reducirse un 37% i.a. en términos reales frente al crecimiento del 9% i.a. real de enero.

Por su parte, el Gasto de Capital mostró un fuerte crecimiento interanual en febrero, e incluso se ubicó un 6% por encima de su promedio real en los últimos 12 meses. A su interior, volvió a destacarse el marcado incremento del gasto en Energía producto de la construcción del Gasoducto Néstor Kirchner.

Al igual que en enero, parte de las erogaciones corresponden a la reducción en el stock de deuda flotante (gastos devengados que aún no se pagaron), aunque en menor medida a lo evidenciado en el primer mes del año. En números, la deuda flotante de la Administración Pública Central (explica la mayor parte del SPNF) se redujo un 30% mensual en enero y un 7% en febrero. De esta manera, pasó de representar en diciembre un 12% del Gasto Primario acumulado en los últimos 12 meses a casi un 8% en enero (similar al promedio durante el 2do semestre del 2022) y poco más de un 7% en febrero.

¿Cuáles son las perspectivas de cara a los próximos meses?

Frente a uno de los peores arranques de año en materia fiscal, el cumplimiento de la meta fiscal para el 1T aparece cada vez más lejos en el horizonte. Para lograrlo, sería necesario alcanzar un equilibrio primario en marzo, uno de los meses en los que la estacionalidad del Gasto Primario juega en contra. De hecho, desde 2015 hasta la fecha el resultado primario en marzo fue siempre deficitario.

Para dimensionar la dificultad de cumplir con la meta fiscal del 1T: si suponemos que los Ingresos Totales (excluyendo extraordinarios y las Rentas por colocaciones no contempladas por el EFF) logran empatarle a la inflación en marzo, para alcanzar el equilibrio primario en marzo el ajuste en el Gasto Primario debería ser similar al visto en diciembre (-20% i.a. en términos reales). Esto se torna aún más desafiante si se tiene en cuenta que lo más probable es que la recaudación pierda contra la inflación, producto de una nueva caída en los Derechos de Exportación frente a una liquidación del agro que aún se muestra exigua.

Ahora bien, nunca se descarta la posibilidad de que se repita la misma estrategia utilizada por las autoridades en junio y diciembre del 2022 para cumplir con las metas: atrasar la cancelación de pagos (dada que la meta se mide en base caja) e incrementar la deuda flotante.

Sin embargo, dado que lo más probable es que tampoco se cumpla con la meta de acumulación de reservas para el 1T, no suena tan descabellado que el Gobierno se juegue a incumplir con la meta fiscal en la búsqueda de una flexibilización (el menos para el 1T) vinculada al impacto negativo que tiene la sequía en las cuentas públicas.

Hacia adelante, la fragilidad que expone el actual esquema de política económica y la incertidumbre generada por el impacto negativo de la sequía limitan los posibles desvíos del Gobierno de los lineamientos acordados con el Fondo. En tal sentido, la dependencia que muestra el Tesoro del mercado de deuda en pesos obligará al Gobierno reencauzar el sendero hacia la consolidación fiscal para mantener acotadas las necesidades de financiamiento. No obstante, el sendero de reducción real del gasto no será sencillo de mantener, más aún en un año electoral.

Crece Milei mientras sube la tensión al interior de las dos principales coaliciones

El enojo profundo de la opinión pública con la situación actual del país, y que ese enojo esté mayoritariamente dirigido hacia la clase política, no es el mejor contexto para desplegar, de manera visible, discusiones internas respecto de quién debe encabezar la oferta electoral de las principales coaliciones. Algo de eso pareciera estar pasando en el espacio de Juntos por el Cambio. Los cuestionamientos del sector más combativo respecto del sector más dialoguista paradójicamente están produciendo el efecto inverso al deseado: el voto halcón migra hacia Javier Milei, quien sigue creciendo y se acerca a un nivel de apoyo de 25% de intención de voto.

En la medida en que no haya una acción orientada a desautorizar a Javier Milei como opción de parte de los sectores más combativos de Juntos por el Cambio, la migración hacia Milei seguirá estando legitimada y será difícil que ese proceso se revierta. Ello permite que sectores moderados de Juntos por el Cambio tengan perspectiva de poder imponer un candidato moderado en la interna, pero en niveles de competitividad más bajos.

Por su parte, el oficialismo sostiene niveles superiores al 30% por la multiplicidad de ofertas oficialistas que se introducen en la disputa. De hecho, al retirar a Cristina Kirchner de las opciones, la combinación de intención de voto de los candidatos del oficialismo también cae por debajo del 30%. 

En este contexto de inflación de candidatos, una forma de resumir el asunto sería identificando dos concentraciones de apoyos fuertes en los extremos (CFK y Milei), y un centro muy disperso que deberá encontrar el candidato que lo concentre y pueda aprovechar las ventajas competitivas de estar en ese lugar. 

La presente es una síntesis del Panorama de Opinión Pública, exclusivo para clientes Corporate.

Adelanto de inflación | Marzo: se consolida la aceleración

El IPC GBA Ecolatina se aceleró en la primera quincena de marzo. En un mes con mayor incidencia de los precios Estacionales y Regulados, el Nivel General registró una suba del 7,1% respeto a la primera quincena de febrero, consolidando la aceleración inflacionaria vista en el primer bimestre del año.

Si bien la inflación Núcleo -medida que refleja el comportamiento más tendencial del nivel general de precios- se moderó al 6,5% (-0,8 p.p. respecto a la primera quincena de febrero) sigue dando cuenta de una fuerte inercia que arrastra el proceso inflacionario.

En línea con lo esperado, los capítulos que lideraron el alza fueron Educación (+20,3%) e Indumentaria (+14,2%), ambos con un fuerte componente estacional (Educación por el inicio de clases e Indumentaria ante el cambio de estación).

Si bien desaceleró su velocidad, vuelve a destacarse el crecimiento en Alimentos y Bebidas (+7,0%). El aumento de esta división se encuentra traccionado nuevamente por el salto en los precios de la Carne vacuna (+17,1%), que continuó corrigiendo tras el incremento de más del 40% que acumulan los precios de la hacienda en pie desde la segunda quincena de enero. De esta forma, la carne vacuna explicó 0,8 p.p del incremento del Nivel General. Se destacaron también los aumentos en Huevos (+21,8%), Frutas cítricas (+15,0%) y Café (+8,4%).

En el marco del programa Precios Justos, los productos de consumo masivo se mantuvieron relativamente contenidos: el IPC Consumo Masivo creció 5,6%, 1,5 p.p. por debajo del promedio.

Los precios Regulados se aceleraron a un 7,6% mensual. El alza es traccionada por los aumentos en Gas (+14%), Agua (+17,8%), Transporte Público (+15,9%, impulsado por los aumentos en las tarifas de colectivos, subtes, taxis y trenes), Cigarrillos (+13,9%) y Educación Formal (24,5%).

En tanto, los precios Estacionales se aceleraron al 9,2% (4,2 p.p por encima de la primera quincena de febrero), impulsados por el mayor dinamismo en Indumentaria y Frutas, y moderado por una menor evolución de Verduras y de servicios asociados al Turismo (+1,2% y 2,6%, respectivamente).

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Para la segunda parte del mes prevemos que el IPC GBA Ecolatina no desacelere significativamente, por lo que registraría una variación respecto a febrero en la zona del 7,2% en marzo, acumulando 21,5% en el primer trimestre, mostrando la consolidación de la aceleración en el nivel de precios. Para el IPC Nacional de INDEC prevemos que la suba mensual gire en torno al 7% también.

De esta forma, el arranque del año dejará un piso elevado de cara al segundo trimestre del año, donde distintos factores seguirán presionando sobre una inercia inflacionaria alimentada por una creciente indexación y acortamiento en los plazos de los contratos. Entre ellos, las potenciales tensiones sobre la brecha y las expectativas de devaluación en medio de la transición electoral, agudizadas por el pronunciado impacto de la sequía sobre la disponibilidad de divisas; la dinámica de los ajustes salariales del sector formal en un año de elecciones; un crawling peg cambiario que no tendrá margen para atrasarse más y un fortalecimiento de las restricciones sobre las importaciones.

Si bien programas como Precios Justos pueden tener cierto impacto de corto plazo a la hora de moderar los aumentos en productos (como en el caso del Consumo Masivo), su implementación resulta insuficiente para utilizarse de manera aislada como herramienta para desinflacionar en forma consistente y sostenida. Su mayor utilidad podría encontrarse al ser utilizados como un elemento adicional dentro de un plan de estabilización técnicamente sólido, con amplio respaldo político y creíble para los agentes económicos, contribuyendo a moderar la inercia inflacionaria y anclar expectativas.

Como corolario, esperamos que la nominalidad se mantenga elevada los próximos meses, con un 2023 mostrando una inflación superando el 100%.

Monitor Cambiario Semanal – Cosecha sin piso, inflación sin techo

Novedades Cambiarias de la Semana

Continúa el drenaje de Reservas y se complica el cumplimiento de la meta

En las últimas 5 ruedas el BCRA se desprendió de USD 554 M en el MULC, producto de una liquidación del agro que continúa en niveles exiguos (en lo que va de marzo promedia apenas USD 50 M diarios, cuando en el mismo mes en 2022 se liquidaban USD 136 M) y una demanda neta de privados que se muestra persistente pese a las restricciones vigentes. De esta manera, la autoridad monetaria acumula un rojo de USD 879 M en lo que va de marzo, mientras que lleva vendidos más de USD 1.961 M en 2023.

Como resultado, las reservas internacionales brutas ya perforaron los USD 38.000 M, al tiempo que las netas (según la metodología del FMI) ya estarían por debajo de los USD 1.500 M, cayendo más de USD 6.000 M en lo que va 2023. A su vez, más allá de la esperada flexibilización acordada con el Fondo en la meta para el 3T (más detalles acá), el BCRA aún se ubicaría lejos de los niveles necesarios como para cumplir incluso con una meta flexibilizada.

De todas formas, la principal preocupación no radica en el cumplimiento de la meta, sino en el exiguo stock de reservas netas (el verdadero poder de fuego del BCRA para intervenir en el mercado cambiario) y las desafortunadas expectativas de los flujos de los próximos meses. Esto último pone en jaque no sólo la sostenibilidad del crawling peg, sino también la estabilidad del esquema de política económica en el cual se ancla el Gobierno.

Las proyecciones de cosecha siguen sin encontrar piso

Frente a un escenario climático alarmante, las proyecciones de cosecha gruesa siguen en caída libre. Contemplando las últimas estimaciones realizadas por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA), la producción de los principales tres cultivos (soja, maíz, trigo) se desplomaría casi un 38% respecto a la campaña pasada.

De esta forma, la cosecha valorizada a precios promedio de exportación (FOB) para estos cultivos se hundiría en más de USD 18.000 M, e incluso podría alcanzar los USD 20.000 M. Ahora bien, dado que no hay condiciones climáticas a la vista que permitan poner pisos a los rindes o al área que no será cosechada, es probable que veamos nuevos ajustes en las próximas semanas.

El derrumbe en la producción agrícola genera múltiples impactos que tensionarán el “plan Massa”: no sólo se evidenciarán repercusiones negativas en el frente cambiario (menor oferta de USD) y el fiscal (menor recaudación), sino que también incidirá sensiblemente en la actividad económica y complejizará el escenario inflacionario (más detalles acá).

Nueva suba de tasas, con la mirada puesta en la inflación y en la brecha

Tal y como adelantó nuestro IPC GBA Ecolatina, en febrero se consolidó la aceleración inflacionaria de inicios de 2023. El IPC INDEC Nacional trepó 6,6% mensual en febrero, acelerándose 0,6 p.p. respecto al mes previo y situándose por segundo mes consecutivo por encima de la expectativa del mercado (REM-BCRA), que proyectaba un 6,1%. A su vez, se evidenció una notable aceleración del IPC Núcleo, que pasó de 5,4% a 7,7% m/m (mayor variación desde que se reinició la serie en 2017).

Como venimos señalando, la necesidad de evitar una disparada en la inflación no responde únicamente a procurar recuperar algo de “capital político” de cara a las elecciones, sino a que una aceleración inflacionaria genera mayores presiones a acelerar el crawling peg y a subir las tasas de interés, volviendo más inestable al escenario.

En este contexto, producto de la aceleración inflacionaria la tasa real mensual ex post fue negativa (-0,3% de TEM) luego de 3 meses en terreno positivo, y probablemente también lo sea la de marzo, con una inflación mensual que se acercaría al 7%. Consecuentemente, el BCRA rompió con una racha de seis meses sin modificar la Tasa de Política Monetaria (TPM) y convalidó una suba de 300 puntos básicos, llevándola al 78% TNA (casi 113% TEA y 6,5% TEM).

A su vez, decidieron incrementar la tasa de interés de los depósitos a plazos y mantener inalteradas tanto la tasa de pases (72% TNA) como las tasas activas vinculadas a las líneas preferenciales para MiPyMEs y tarjetas de crédito. Con la ampliación del spread entre la tasa de las LELIQ y los Pases probablemente el BCRA esté buscando no sólo limitar el impacto cuasifiscal, sino también incentivar a los bancos a estirar sus plazos de colocación.

Con esta última suba, la TPM se ubica apenas por debajo de la inflación mensual en febrero y aún es claramente inferior a la expectativa inflacionaria para marzo. Sin embargo, estimamos que el directorio del BCRA haya tomado esta decisión con la vista en abril, dado que no sólo las autoridades pretenden inducir una reducción en la inflación para dicho mes, sino que también el mercado espera una relativa moderación producto de cuestiones estacionales.

Más allá del nivel de la tasa real, estimamos que con esta nueva suba la autoridad monetaria busca de forma paralela: 1) Ganar espacio para acelerar el crawling peg en caso de que sea necesario para evitar un mayor atraso del tipo de cambio; y 2) Mantener atractivas las colocaciones en pesos para contener la fuga hacia los dólares alternativos en los meses previos a las elecciones.

Hacia adelante, el BCRA aún cuenta con margen como para convalidar una nueva suba de tasas de 300 puntos básicos hasta el 81% TNA (119% TEA y 6,75% TEM), ya que las LEDES ofrecidas en la última licitación cortaron a una TEA del 119%. Ahora bien, dado que se pretende mantener un spread considerable entre ambas tasas para no afectar el programa financiero del Tesoro, estimamos que en las próximas licitaciones probablemente se observen una nueva suba de tasas en las LEDES.

El crawling peg retoma el camino hacia el 6%

El ritmo de devaluación diario del tipo de cambio oficial volvió a acelerarse luego de dos semanas de moderación. La TEM diaria promedio en los últimos 5 días se ubicó en un 5,79% cuando hace una semana estaba en 5,36% y el 3 de marzo en 5,65%.

En tal sentido, continuamos sosteniendo que la complejidad que impone el “frente de los Dólares” y la necesidad de evitar una mayor apreciación cambiaria le dejan escasos márgenes de maniobra al Gobierno para aplicar este año la tradicional receta electoral de atrasar el tipo de cambio. No obstante, como venimos señalando, no prevemos que se busque desandar el atraso, sino administrarlo, lo cual seguirá siendo funcional a un exceso de demanda de divisas en el mercado cambiario.

En esta misma línea, ante la aceleración inflacionaria que se evidenció en los últimos meses, los contratos de futuros continúan incorporando los mayores niveles de nominalidad a su cobertura cambiaria: en la última semana las tasas implícitas aumentaron en promedio 6 puntos porcentuales con respecto al cierre de la semana previa y para fines de diciembre ya se espera un tipo de cambio oficial en torno a los $400.

Récords nominales en dólares financieros, con una brecha aún por debajo del 100%

Luego de mostrar una tendencia descendente desde finales de enero, los dólares financieros evidenciaron un repunte en las últimas semanas, donde probablemente comenzaron a impactar con más fuerza las noticias negativas sobre la cosecha, la aceleración inflacionaria y un canje de deuda que no termina por despejar completamente la incertidumbre en el “frente de los Pesos”.

Como resultado, tanto el dólar MEP ($388) como el CCL ($403) marcaron nuevos récords nominales en la última semana, aunque sus brechas continuaron en niveles similares al cierre de la semana pasada, ubicándose en un 91% y 98%, respectivamente. Por su parte, si bien el dólar blue ($383) aún se ubica por debajo de su récord nominal, mostró un avance semanal del 2,7%, por encima de la dinámica de los dólares financieros (+2,1% en ambos casos).

Dado que el FMI le exige al Gobierno terminar con la recompra de bonos en USD y no intervenir en los dólares paralelos para no seguir reduciendo el nivel de Reservas, estimamos que el manejo de las tasas de interés cobrará aún más importancia en los próximos meses como herramienta para reducir la demanda de dólares alternativos. A su vez, tampoco descartamos el Gobierno encuentre otros mecanismos para tratar de controlar la brecha cambiaria en la previa electoral (por ejemplo: venta de los bonos públicos en USD que posee el BCRA contra pesos).

La presente es una síntesis del Monitor Cambiario, exclusivo para clientes Corporate.

La inflación de febrero confirmó el rebote de inicios de 2023

Tal y como adelantó nuestro IPC GBA Ecolatina, en febrero se consolidó la aceleración inflacionaria de inicios de 2023. El IPC INDEC Nacional trepó 6,6% mensual en febrero, acelerándose 0.6 p.p. respecto al mes previo y situándose por segundo mes consecutivo por encima de la expectativa del mercado (REM-BCRA), que proyectaba un 6,1%. En la comparación interanual, creció 102,5%, el registro más elevado en 32 años (en octubre 1991 había sido de 102,4% i.a.). De esta forma, la inflación acumulada en el primer bimestre ascendió al 13,1%.

La notable aceleración del IPC Núcleo de 5,4% a 7,7% m/m (mayor variación desde que se reinició la serie en 2017) es preocupante: al proveer una aproximación del comportamiento tendencial del nivel general de precios -excluyendo precios regulados, estacionales o con un alto componente regulado – el indicador da cuenta de la persistencia de una elevada inercia del proceso inflacionario.

Como venimos señalando, la necesidad de evitar una disparada en la inflación no responde únicamente a procurar recuperar algo de “capital político” de cara a las elecciones, sino a que una aceleración inflacionaria genera mayores presiones a acelerar el crawling peg y a subir las tasas de interés, volviendo más inestable al escenario.

La velocidad que adquirió esta categoría -la que más le importa al BCRA- ejercerá presión sobre la autoridad monetaria en su próxima decisión sobre la tasa de política monetaria (TPM): al rendir 6,3% de TEM mensual, la tasa de interés real ex-post de febrero pasó a terreno negativo (-0,3% mensual). Cabe recordar que el mes pasado el argumento central del BCRA para mantener inalterada la TPM fue que la inflación Núcleo se había ubicado en un nivel similar al de diciembre (5,4%, +0,1 p.p.).

Desempeño por categorías

La principal preocupación es que el mayor incremento del mes fue el de Alimentos y bebidas no alcohólicas (+9,8%), división con mayor preponderancia en la canasta de consumo de los hogares más pobres. La incidencia en el nivel general de este rubro fue tal que, de excluir este capítulo, el IPC habría trepado 5,4%. A su interior, se destacó el alza de Carnes y derivados (+19,5%), Frutas (+13,9%), y Leche, productos lácteos y huevos (+7,6%). Por el contrario, la caída en Verduras, tubérculos y legumbres (-1,7%) moderó al indicador.

En segundo lugar, se destacó la suba en Comunicación (+7,9%), donde incidió el alza de los servicios de telefonía, cable e internet y Restaurantes y hoteles (+7,6%). Por otra parte, los incrementos en las cuotas de las prepagas impactaron sobre la división Salud (+5,3%), al tiempo que el aumento en combustibles incidió sobre Transporte (+4,9%).

Al igual que viene ocurriendo desde noviembre, Prendas de vestir y calzado (+3,9%) se movió por debajo del promedio, al igual que Educación (+3,4%).

El IPC Consumo Masivo, que contiene mayormente precios empaquetados y está atravesado por el programa “Precios Justos”, volvió a acelerarse (registró +6,4%, 1,2 p.p. por encima del mes anterior). Cabe recordar que, por la renovación del acuerdo, en febrero hubo aumentos de 9% para los productos congelados (1.925 productos de consumo masivo) y se bajó la pauta de aumentos acordados de 4% a 3,2% mensual, para otros 50.000 productos.

Por otro lado, Estacionales creció 3,3% (+120,8% i.a.), impulsado por los aumentos en Frutas, aunque moderado por las ya mencionadas caídas en Verduras, mientras que Regulados subió 5,1% mensual (+97,3 i.a.).

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Por motivos estacionales, marzo tiende a ser un mes con inflación mensual más elevada que el promedio del resto del año, donde suelen incidir los mayores aumentos en Indumentaria –por el cambio de estación- y Educación -por el inicio de clases-. En ese sentido se entiende la decisión del Gobierno de incluir a estos sectores bajo el paraguas del programa “Precios Justos”: una mayor aceleración de precios en marzo le imprimiría mayor tensión al esquema económico del Gobierno. No obstante, para el mes esperamos una inflación al menos tan elevada como la de febrero.

En este marco, marzo será un mes donde impactarán puntualmente distintos aumentos: colegios privados (+16,4%); prepagas (+7,7% para quienes perciban ingresos netos iguales o superiores a $392.562 y +5% para quienes tengan salarios inferiores a ese monto); tarifas de subte (38%); combustibles (+3,8%); trenes y colectivos (+6%); las tarifas de agua y gas; los precios de televisión, cable e internet, los taxis (30%) y el servicio doméstico (+4%).

Hacia adelante, distintos factores seguirán presionando sobre una inercia inflacionaria difícil de desarmar en el corto plazo. Entre ellos, el impacto de la sequía sobre el precio de algunos alimentos; margen para un mayor traslado al consumidor del ajuste en los precios de la hacienda vacuna; la dinámica de los ajustes salariales en un año de elecciones; los incrementos pendientes en las tarifas de servicios públicos; un crawling peg cambiario más alineado con la inflación; las restricciones sobre las importaciones y tensiones sobre la brecha y las expectativas de devaluación en medio de la transición electoral.

¿Y Precios Justos? Si bien el programa puede contribuir a moderar los aumentos en algunos sectores, presenta tres principales debilidades que le restan eficacia: (i) rige mayormente en super e hipermercados, pero no en pequeños autoservicios o comercios de cercanía, donde consumen en mayor medida los hogares de deciles de ingresos más bajos; (ii) está compuesto esencialmente por productos empaquetados, y la dificultad de concretar un acuerdo amplio y robusto para los alimentos frescos (frutas, verduras, carne vacuna) radica en la gran atomización de los productores, el elevado índice de informalidad y el impacto sobre los precios de factores asociados a la estacionalidad, los ciclos biológicos y/o las inclemencias climáticas; (iii) la aguda escasez de divisas dificultará el cumplimiento del compromiso de garantizarle a las empresas un mayor acceso al MULC, acrecentando los riesgos de un resquebrajamiento de algunos acuerdos.

Como destacamos en un informe reciente, los acuerdos de precios resultan insuficientes para utilizarse de manera aislada como herramienta para desinflacionar en forma sostenida. En el marco de la implementación de un plan de estabilización técnicamente sólido, con amplio respaldo político y creíble para los agentes económicos, los acuerdos pueden funcionar como un complemento para alcanzar el objetivo de moderar la inercia inflacionaria y anclar expectativas, pero comprendiendo su rol y sus limitaciones.

En este contexto, la meta del Gobierno de una inflación alrededor del 60% i.a. para diciembre luce cada vez más inasequible. A modo ilustrativo, entre marzo y diciembre la variación mensual del IPC debería ser en promedio del 3,5%. Sin embargo, creemos que la tentativa oficial ordenar la nominalidad al 60%, en un contexto de ajuste fiscal y una política monetaria contractiva, resulta mejor que intentar meramente que la inflación no se acelere. En este sentido, es valorable la mayor coordinación del equipo económico, ya que de cualquier otro modo la inflación iba a superar cómodamente los tres dígitos este año.

En consecuencia, esperamos que la nominalidad se mantenga elevada los próximos meses, con un 2023 mostrando una inflación en la zona del 100%.

El Juego de la Tasa: dilemas macroeconómicos frente a una nominalidad en ascenso

La tasa de interés es la variable por excelencia para hacer política monetaria alrededor del mundo. Con la llegada de Batakis y la posterior asunción de Massa al frente de la cartera económica, las autoridades reforzaron el rol de la tasa de interés dentro de su set de política económica, con el norte de tender hacia los rendimientos reales positivos acordados con el FMI, contener las presiones inflacionarias y evitar un salto discreto del tipo de cambio oficial.

En nuestros informes venimos haciendo foco en que en 2023 el Gobierno se enfrenta simultáneamente a tres principales factores potencialmente desestabilizantes: el “Frente de los Pesos”, el “Frente de los Dólares” y la necesidad de evitar una nueva disparada en la inflación, no sólo para intentar recuperar algo de “capital político” de cara a las elecciones, sino porque una aceleración inflacionaria genera mayores presiones a acelerar el crawling peg y a subir las tasas de interés, volviendo más inestable al escenario.

En este sentido, la aceleración de la inflación a principios de 2023 sembró dudas sobre la estrategia planteada por el BCRA y reinstauró el interrogante sobre si debería convalidar una nueva suba tasas ante la escalada de la nominalidad.

¿Cuál fue la dinámica reciente de la tasa en términos reales? ¿qué tanto margen tiene el BCRA para subirla? ¿cuáles son las ventajas y los riesgos de hacerlo? ¿qué relación existe entre estos movimientos y el ritmo del crawling peg?

Dinámica reciente de la tasa real y la importancia de la inflación núcleo

Luego de mantener intacta la Tasa de Política Monetaria (TPM) durante prácticamente 2 años (2020 y 2021), el BCRA inició a principios del 2022 un sendero ascendente en las tasas de interés que hiló 9 subas mensuales consecutivas y encontró su actual techo en septiembre pasado (75% TNA – 6,3% TEM), acumulando un incremento de 3.700 puntos básicos (38% TNA en diciembre del 2021).

Frente a la necesidad de recuperar reputación, el notable giro en el comportamiento del BCRA estuvo motivado por la aceleración inflacionaria iniciada a fines de 2021 y potenciada a inicios de 2022, las distorsiones generadas en el MULC ante las elevadas expectativas de devaluación, la búsqueda por mantener contenida la brecha cambiaria y el compromiso asumido con el FMI de apuntar a rendimientos reales positivos.

Si bien a fines de 2022 la TPM mostró rendimientos reales positivos (ex post) ante la baja transitoria en la inflación, tal dinámica encontró un punto de inflexión en los primeros meses de 2023 ante la nueva aceleración en los precios. Entre enero y agosto del 2022, la TPM se ubicó -en promedio- 1,5 p.p. por debajo de la inflación mensual. Posteriormente, en septiembre-octubre la TPM empató a la evolución mensual de los precios, para luego evidenciar rendimientos positivos en noviembre-diciembre (1,2 p.p. por encima de la inflación), cuando incluso se barajó la posibilidad de una baja en la tasa ante la marcada desaceleración de la inflación. No obstante, con el reciente recalentamiento de los precios la tasa quedó apenas por encima de la inflación en enero y, de acuerdo con nuestro relevamiento de precios, habría sucedido algo similar en febrero.

¿Tasa real ex ante o ex post? Pese a que la tasa real ex ante (comparación contra la inflación esperada para el mes siguiente según el REM) y la ex post (comparación contra la inflación observada en el mes) suelen compartir una misma tendencia, sus dinámicas mensuales muestran diferencias significativas.

Los elevados niveles de nominalidad, el impacto de shocks exógenos (guerra en Europa, sequía, etc.) y la distorsión de precios relativos generaron una considerable volatilidad en la dinámica de la inflación mensual, que se trasladó al comportamiento de la tasa de interés real ex post. Como resultado, la dinámica de la tasa real ex ante pareciera ser mucho más estable que la de la tasa ex post, pese a los reiterados cambios en las expectativas de inflación. En este sentido, más allá del comportamiento reactivo del BCRA ante un eventual “mal dato” de inflación, la tasa ex ante sería a priori un mejor indicador para analizar los rendimientos reales, dado que es la que guía en gran medida las decisiones de inversión.

A su vez, al momento de tomar una decisión en materia de política monetaria, el BCRA parecería priorizar la dinámica de la inflación núcleo por sobre la general, buscando aislar cualquier tipo de impacto provocado por una suba estacional, un shock transitorio o una decisión política en torno a los precios regulados. En este sentido, la tasa real ex post considerando la inflación núcleo hiló ya 5 meses consecutivos de rendimiento positivo hasta enero, mientras que la tasa ex ante habría incluso sido positiva en febrero, de acuerdo con la expectativa inflacionaria que refleja el último REM para marzo.

Entonces, dependiendo de la inflación que incorporemos al análisis, algunas métricas de tasa real muestran que el BCRA cuenta (por ahora) con cierto margen para mantener la tasa en los niveles actuales sin resignar un rendimiento real positivo. Sin embargo, la historia podría cambiar al conocerse los datos de febrero y marzo.

Un corredor cada vez más ancho: margen para el BCRA

Luego de la crisis de deuda que se desató en junio del 2022, el BCRA y el Ministerio de Economía acordaron establecer un corredor de tasas de interés. Puntualmente, se estableció como límite inferior la tasa de pases del BCRA y como límite superior la tasa de las Letras del Tesoro (LEDES). Desde ya, más allá de los eventuales beneficios que trae la mayor coordinación de las autoridades, el principal objetivo fue asegurarles un spread positivo a las tasas convalidadas por el Tesoro en las licitaciones de deuda, buscando canalizar la liquidez excedente hacia tales instrumentos, incrementar el financiamiento neto y quitarle presión al elevado stock de pasivos remunerados del BCRA.

Si bien hasta septiembre la tasa de las LELIQ se ubicó levemente por debajo del rendimiento de las LEDES, esa brecha comenzó a estirarse paulatinamente desde octubre ante la necesidad de incrementar el financiamiento y reducir la utilización de instrumentos indexados. Como resultado, la brecha superó los 12 puntos porcentuales en febrero, lo que le brinda un amplio margen de maniobra al BCRA en caso de que decida convalidar una nueva suba de tasas, sin atentar demasiado contra “el frente de los Pesos”.

Juntos a la par: el vínculo con el crawling peg

Las decisiones que toma el BCRA en materia de tasas no impactan únicamente en el “frente de los Pesos”, sino que también lo hacen sobre el “frente de los Dólares”. Mantener el nivel de las tasas de interés en sintonía o por encima de la devaluación mensual resulta crucial para fortalecer la demanda por moneda local, a fin de reducir el exceso de demanda de dólares y quitarle presión tanto al mercado oficial como a los paralelos: si el crawling peg se ubica por encima de la tasa de interés, los importadores tendrán incentivos a adelantar importaciones y los exportadores a acumular stocks. Veamos. Un costo bajo de endeudamiento en pesos incentiva la toma de crédito para financiar gastos corrientes, postergando la decisión de liquidar divisas de los exportadores. A su vez, si se espera que el dólar oficial o los alternativos se incrementen a una mayor velocidad, el sector privado claramente direccionará su excedente de liquidez hacia la demanda de dólares, ejerciendo presión sobre sus cotizaciones.

Por tal motivo, una tasa de interés que se sitúe sostenidamente por encima de la devaluación mensual tiende a desincentivar este tipo de prácticas. En este sentido, la tasa de interés funciona como una especie de “techo” para la devaluación del dólar oficial.

Ahora bien, ¿qué puede pasar con el crawling peg? El dato negativo de inflación en enero, la tendencia inflacionaria que exponen las mediciones privadas para febrero-marzo y las dificultades que muestra el BCRA para hacerse de divisas en el MULC impulsan a acercar el crawling peg a la zona del 6% mensual, luego de la desaceleración que se observó a principios de año.
En este sentido, mantener el deslizamiento cambiario en línea con las expectativas inflacionarias es un indicio de que, al menos por el momento, el Gobierno no busca aplicar la tradicional receta electoral de atrasar el tipo de cambio real. No obstante, como venimos señalando, no prevemos que se busque desandar el atraso cambiario, sino administrarlo.

En este marco, si la inflación se acelera, el actual set de política económica se encuentra ante una nueva ronda de presión: si la respuesta del Gobierno fuera imprimirle una mayor velocidad al ritmo de devaluación, retroalimentaría la dinámica de precios y el escenario ganaría inestabilidad; pero, por otra parte, convalidar un mayor atraso cambiario dificultaría aún más la capacidad de defender la paridad oficial y pondría en jaque la necesidad de acumular Reservas.

El otro lado de la moneda: riesgos y costos de una nueva suba

Si bien una nueva suba de tasas ayudaría a contener presiones cambiarias y a combatir las elevadas expectativas de inflación, no todo es color de rosas. De hecho, los idas y vueltas que se dieron en la “novela de pases” a fines de enero fueron un claro ejemplo de que el BCRA estaba buscando generar los mismos beneficios en el esquema cambiario-monetario pero sin instrumentar una nueva suba de la TPM. ¿A qué efectos negativos nos referimos?

1) Impacto cuasifiscal. Si bien un incremento en la TPM induciría una mayor absorción de la liquidez, paralelamente aceleraría la emisión asociada a intereses de LELIQ y Pases, e incrementaría el nivel de unos pasivos remunerados del BCRA que se encuentran en niveles sumamente elevados, aunque no aún con una dinámica explosiva. En números, el pago de intereses acumulado en 2022 representó el 65% de la base monetaria a fin de periodo y más de la mitad de la expansión monetaria bruta en todo el año.

2) Encarecimiento del crédito al sector privado. Un mayor nivel de tasas encarece el crédito y desincentiva el consumo, atentando contra el nivel de actividad económica. Un punto no menor es que el elevado nivel actual de las tasas podría ser uno de los factores que explican el desplazamiento del crédito al sector privado por el financiamiento al sector público, dado que este último está dispuesto a asumir un costo elevado para cubrir sus necesidades de financiamiento. Sin embargo, la poca profundidad financiera de la economía argentina limita los efectos por este canal sobre la economía real.

La clave pasa por las expectativas

En este marco, ¿qué alternativas se abren frente a los distintos escenarios de inflación de cara a los próximos meses? Luego de la reciente aceleración inflacionaria a la zona del 6%, y frente a una inflación mensual que probablemente se mantenga elevada en marzo por cuestiones estacionales, el objetivo de que perfore el 4% en abril luce prácticamente imposible de alcanzar. Ante este escenario, con una TPM situada en un 6,3% mensual (TEM) y un crawling peg levemente por debajo del 6% en las últimas semanas, estimamos que la intención del Gobierno será contener la inflación mensual en abril para luego reducir paulatinamente la nominalidad de la economía en los meses más próximos a las elecciones.

En este sentido, salvo que se produzca un sorpresivo dato negativo de inflación, el BCRA aún contaría con argumentos para sostener el actual nivel de tasa, señalando que la aceleración inflacionaria reciente se explicaría por motivos estacionales o puntuales (como el caso de la carne y las tarifas). De hecho, dar un paso en falso y convalidar una suba temprana en la tasa de interés podría ser interpretada por el mercado como una mayor expectativa de inflación oficial para lo que resta del año, al mismo tiempo que le quitaría a la autoridad monetaria un “as bajo la manga” (una sobrerreacción de la tasa) de cara a los meses subsiguientes.

En conclusión, más allá de la suba que podría observarse en marzo, la dinámica de los precios del 2T será una bisagra para lo que reste del año: si la inflación persiste en niveles por encima del 6% mensual presionará al BCRA a 1) acelerar el crawling peg para evitar una mayor apreciación cambiaria, y 2) convalidar un nuevo incremento en la tasa para volver a mostrar rendimientos reales positivos y evitar la fuga de pesos hacia los dólares alternativos. Bienvenidos al juego de la tasa: el que se equivoca, pierde.

Un canje necesario y con concesiones: ¿sin éxito ni fracaso?

El acortamiento en el horizonte de colocación de los títulos de deuda Tesoro producto de la cercanía al periodo electoral y la expectativa de un eventual cambio de gestión generó en los últimos meses una acumulación considerable de vencimientos para el 2T y 3T de 2023. Dicha concentración de compromisos forzó al equipo económico a diseñar una estrategia financiera capaz de romper la “pared de las elecciones” y suavizar los vencimientos de los próximos meses.

En este marco, Economía lanzó esta semana un canje de deuda para instrumentos que vencían en marzo, abril, mayo y junio con la intención de mover tales compromisos hacia 2024 y 2025. Con este canje, el Gobierno buscó desactivar uno los principales factores desestabilizantes en el “frente de los Pesos” para 2023.

El resultado se ubicó levemente por debajo de las expectativas del mercado en la previa (60%-70%) y por encima de la expectativa oficial del 50% que dejó entrever el secretario de Finanzas Eduardo Setti, aunque es probable que haya comunicado dicho valor para “mirar con otros ojos” el resultado convalidado posteriormente.

Pese a que desde el Ministerio de Economía difundieron un nivel de adhesión del 64%, dicho número incluye también los títulos que vencían en marzo y que ya se había canjeado en enero. Si excluimos dicha operación, la adhesión total al canje fue inferior al 58%.

Un punto no menor es que, a diferencia de los últimos canjes, esta vez se incluyó un mes para el cual ya se habían canjeado sus vencimientos (marzo). En la previa al anuncio, el mercado esperaba un canje para los abultados vencimientos de abril, mayo y junio, pero no para marzo. Lo más probable es que este cambio en la estrategia oficial no haya estado previsto en las proyecciones de liquidez de los acreedores para las próximas semanas, lo que puede haber jugado en contra del nivel de adhesión para dicho mes. En este sentido, si excluimos las operaciones de canje para marzo, el nivel de adhesión para el 2T se ubicó en un 61,5%, un número lejos de los buenos resultados de agosto de 2022 (71%) y enero de este año (67%), pero similar al canje que se hizo en noviembre.

Como resultado, la operación permitió descomprimir los vencimientos de cara a los próximos meses en $4,3 billones (pasaron de $7,5 billones a poco menos de $3,2 billones), un monto claramente mayor a lo convertido en las operaciones de canje previas ($0,9 y $2,9 billones en las operaciones de noviembre y enero). A su vez, no sólo se logró atravesar la “pared de las elecciones” pese a los comunicados publicados en las últimas semanas por la oposición (alertando sobre la sostenibilidad de la deuda), sino que todos los instrumentos adjudicados tienen vencimiento a partir de 2024, lo que sitúa el plazo promedio de los instrumentos por encima de los 18 meses, el doble de las últimas dos operaciones de conversión (9 y 8 meses).

Sin embargo, tales resultados se obtuvieron a costas de ciertas concesiones que convalidaron tanto el Tesoro como el BCRA:

1) La totalidad de los instrumentos que se incluyeron en las canastas de conversión ajustan por CER (inflación) o son bonos duales (ajustan por inflación o devaluación oficial), elevando la indexación del stock de deuda pública.

2) Para garantizarle liquidez a los bancos, el BCRA extendió (y modificó) el put (seguro de liquidez) vigente para los instrumentos con vencimiento en 2023 hacia aquellos con vencimiento en 2024 y 2025.

3) La autoridad monetaria flexibilizó los requisitos de liquidez bancaria, permitiéndole a los bancos utilizar los nuevos bonos CER y DUAL para integrar encajes (se amplió el plazo de los instrumentos “encajables” hasta 730 días).

4) El BCRA autorizó a los bancos a girar dividendos en 2023. Las autoridades emitieron una comunicación que habilitó a los bancos a distribuir un 40% de los dividendos desde abril en cuotas mensuales iguales y consecutivas hasta septiembre.

Por su parte, resulta clave centrar la mirada en el nivel de adhesión según los tenedores de deuda, dado que la participación del sector privado será central en las próximas licitaciones. Si bien las fuentes oficiales informaron que el BCRA, el FGS y el BNA poseían el 34% de los instrumentos canjeados, aún no está claro cuánto correspondía a empresas, bancos y otros entes públicos. Esto último impide calcular con claridad la participación efectiva del sector privado en el canje, aunque se estima que fue magra, dando cuenta que los riesgos del “frente de los Pesos” continuarán latentes en la transición electoral.

En conclusión, el canje estuvo lejos de ser un éxito, pero tampoco fue un fracaso. Ayudó a aliviar el perfil de vencimientos de cara a los próximos meses, pero a costa de convalidar ciertas ventajas para los acreedores. Con el nuevo perfil de vencimientos, estimamos que el Tesoro podría hacer frente a los compromisos en pesos hasta junio, pese a que sean mayores a los del primer bimestre (entre marzo y julio los vencimientos mensuales promedian casi $860.000 M contra los $520.000 M de enero-febrero), siempre y cuando no aparezcan nuevos episodios de estrés financiero.

No obstante, para ello será crucial que se retome el sendero de prudencia fiscal para limitar las necesidades de financiamiento y que el Tesoro continúe ofreciendo instrumentos indexados o convalidando tasas de interés elevadas.

Monitor Cambiario Semanal – Dramático panorama para el agro

Novedades Cambiarias de la Semana

Se acelera el drenaje de reservas para el BCRA

Esta semana, el BCRA se desprendió de USD 284 M en el MULC producto de una liquidación del agro que -tras el peor bimestre de la historia– continúa en niveles exiguos (-75% i.a. en lo que va de marzo) y una demanda neta de privados que se muestra persistente pese a las restricciones vigentes. De esta manera, la autoridad monetaria acumula un rojo de USD 323 M en lo que va de marzo y lleva vendidos más de USD 1.400 M en 2023.

Como resultado, las reservas internacionales brutas apuntan a perforar la línea de los USD 38.000 M en las próximas semanas, al tiempo que las netas (según la metodología del FMI) apenas superarían los USD 2.200 M, cayendo USD 5.500 M en lo que va del año y quedando a cerca de USD 4.000 M para alcanzar la meta de acumulación de reservas del 1T. En este sentido, vale destacar que en marzo del año pasado el BCRA había comprado USD 275 M, mientras que desde 2012 (considerando sólo años de cepo) el saldo promedió los USD 500 M y nunca superó los +USD 1.500 M.

De todas formas, la principal preocupación no radica en el cumplimiento de la meta (que esperamos se flexibilice), sino en el exiguo stock de reservas netas (el verdadero poder de fuego del BCRA para intervenir en el mercado cambiario) y las desafortunadas expectativas de los flujos de los próximos meses.

Dramático panorama para el agro

Frente a un escenario climático alarmante, las proyecciones de cosecha gruesa siguen en caída libre. En la semana, tanto la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) como la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA) volvieron a ajustar a la baja sus pronósticos. La BCR, por su parte, recortó su proyección de soja de 34,5 a 27 M/Ton (peor nivel en 15 años) y la de maíz de 42,5 a 35 M/Ton, dando cuenta de caídas de 36% y 31% respecto al ciclo pasado, respectivamente. Por su parte, la BCBA llevó su estimación de soja de 33,5 a 29 M/Ton (-33% i.a.) y la de maíz de 41 a 37,5 M/Ton (-28% i.a.).

Contemplando las estimaciones realizadas por ambas entidades hasta el momento, la producción de los principales tres cultivos (soja, maíz, trigo) se desplomaría entre el -33% y el 37% respecto a la campaña pasada. De esta forma, la cosecha valorizada a precios promedio de exportación (FOB) para estos cultivos se hundiría entre USD 15.500 y USD 17.000 M. Ahora bien, dado que no hay condiciones climáticas a la vista que permitan poner pisos a los rindes o al área que no será cosechada, es probable que veamos nuevos ajustes en las próximas semanas.

El derrumbe en las exportaciones agrícolas del principal sector generador de divisas del país genera múltiples impactos que tensionarán el “plan Massa” a lo largo de todo el año. Destacamos 6 consecuencias principales: (i) le imprime tensión a la estrategia cambiaria de mantener el crawling peg a fin de evitar una devaluación de salto discreto del tipo de cambio oficial: (ii) dificulta el cumplimiento de la meta de acumulación de reservas, la cual esperamos se flexibilice; (iii) complica la meta de reducción del déficit fiscal producto de la menor recaudación de Derechos de Exportación (en enero este rubro acusó una caída del 30% i.a. en términos reales); (iv) incide sensiblemente en la actividad económica por su impacto directo e indirecto a través de sus sectores asociados; (v) ligado a esto último, la abrupta caída en la generación de divisas de un sector que suele financiar el déficit comercial del resto de la economía seguirá limitando la posibilidad de relajar las restricciones sobre las importaciones; y (vi) en materia de inflación, la sequía ejerce presión sobre los precios de alimentos frescos (verduras, frutas); la restricción sobre las importaciones seguirá generando presiones sobre los precios en algunos mercados, mientras que la escasez de divisas le dificultará al Gobierno el compromiso de garantizar un mayor acceso al MULC a las empresas dentro de Precios Justos, por lo cual los riesgos de que algunos acuerdos se resquebrajen por menores incentivos a permanecer dentro no son menores.

Se desacelera el crawling peg: ¿del 6% al 5%?

Por segunda semana consecutiva el tipo de cambio oficial muestra una moderación en su ritmo diario de devaluación. La TEM diaria promedio en los últimos 5 días se ubicó en un 5,36%, cuando hace una semana estaba en 5,65% y el 24 de febrero en 6,16%. Pese a esta moderación en el ritmo de devaluación, aún sostenemos que la complejidad que impone el “frente de los Dólares” y la necesidad de evitar una mayor apreciación cambiaria le dejan escasos márgenes de maniobra al Gobierno para aplicar este año la tradicional receta electoral de atrasar el tipo de cambio. No obstante, como venimos señalando, no prevemos que se busque desandar el atraso, sino administrarlo, lo cual seguirá siendo funcional a un exceso de demanda de divisas en el mercado cambiario.

Tras el letargo reciente, el CCL lideró el repunte de los dólares financieros

Luego de mostrar una tendencia descendente desde finales de enero, los dólares financieros evidenciaron un repunte en los últimos días, en especial el viernes, donde probablemente comiencen a impactar con más fuerza las noticias sobre la penosa situación que presenta la cosecha. Concretamente, la brecha del dólar MEP ($380) pasó del 85% al 90% en los últimos 5 días, mientras que la brecha del CCL del 88% al 97% ($395). En contraposición, el dólar blue continuó reduciendo su brecha, la cual pasó del 90% al 86% ($373) en la última semana.

La presente es una síntesis del Monitor Cambiario, exclusivo para clientes Corporate.

La dispersión del voto oficialista frente a la ausencia de CFK como candidata

El oficialismo enfrenta dos problemas centrales de cara a la elección presidencial. El primero es la falta de definición respecto de quién será su candidato. Hay aspirantes (Alberto Fernández, Daniel Scioli) pero ninguno de ellos tiene el consenso de la coalición, son aspirantes que se ofrecen no que se desean. Y esta falta de definición está asociada al segundo problema que enfrenta el oficialismo, que es no se saber para qué es la candidatura: si para pelear la elección, para perderla honrosamente o para perderla escandalosamente. 

Esa información la proveerá la economía y aún no se dispone de ella por la gran incertidumbre que hay respecto de lo que pueda ocurrir en los próximos meses en materia de inflación, dólar, reservas, etc. Y es una información clave para terminar definir el sistema de incentivos de los actores: si no se sabe qué chances se tiene, no se sabe qué se está arriesgando, y esto inhibe aún las aspiraciones de los que pueden ser candidatos y sí tiene capital político por arriesgar (Cristina Kirchner o Sergio Massa por poner un ejemplo). 

Está claro que quién más apoyo propio junta es Cristina Kirchner, pero es paradójicamente la peor opción para sumar apoyos ajenos, nuevos votantes. Su competitividad limitada es lo que nos viene llevando a pensar que ella no será candidata (tiene mucho por perder al afrontar una derrota). El tema es que si ella se baja, los apoyos de ella se dispersan entre varios candidatos, incluso el propio Alberto Fernández.

De la dispersión surgen dos datos interesantes:  1) es cierto que Axel Kicillof es el candidato que mejor recoge los apoyos que deja sueltos la ausencia de Cristina Kirchner candidata, pero a la vez no es una recolección mayoritaria de esos apoyos, apenas un poco más de un tercio de ellos, lo que marca que hay cierta dispersión de esos apoyos, más allá de las figuras identificadas con su liderazgo; y 2) algo que tiene que ver con lo anterior, no hay una predisposición mayoritaria de responder orgánicamente a lo que Cristina Kirchner pida hacer en materia de orientación del voto, casi el 50% de sus votantes responde que si ella pide votar por tal o cual candidato lo harían, pero dependiendo de qué candidato se trate. 

Esto segundo se vuelve central para entender que en el oficialismo también hay un desafío de agregación de votos. No será fácil juntar todos los apoyos detrás de un candidato, aun siendo este un candidato de consenso. Por ello, a pesar de que no sea la estrategia deseada por el kirchnerismo, la idea de unas PASO pareciera ser la más conveniente para este caso. Sobre todo con el mal antecedente de Alberto Fernández siendo elegido por Cristina en 2019 y cuyos resultados no fueron los deseados por los votantes del Frente de Todos. 

Pero, así como sostenemos que, considerando estas circunstancias, las PASO parecen una opción conveniente para el oficialismo, también reforzamos la percepción de que no hay consenso en el oficialismo de abrir la discusión a unas PASO. El peronismo nunca utilizó las PASO para seleccionar su oferta presidencial, y pareciera que nos encaminamos a ratificar los antecedentes en este 2023. Solo falta:  1) convencer a Alberto Fernández que decline su candidatura, 2) terminar de saber qué condiciones económicas habrá para advertir si va a haber riesgo de una catástrofe electoral, y 3) finalmente terminar de ponerse de acuerdo en quién puede garantizar la mejor performance,  aun siendo que el escenario para el oficialismo se presenta muy adverso.

La presente es una síntesis del Panorama Político, exclusivo para clientes Corporate.

Precios Justos: mayores aumentos en autoservicios que en supermercados

La inflación de 2022 fue la más elevada en 32 años (+94,8% i.a.), y el comienzo de 2023 muestra signos de aceleración (el IPC GBA Ecolatina promedió 6,5% los primeros dos meses del año, 0,8 p.p. por encima del 4T de 2022). Ante esta situación, el Gobierno fue instrumentando distintas medidas. Por un lado, se realiza un ajuste del gasto en términos reales en conjunto con una política monetaria más contractiva, sumado a la búsqueda de que las paritarias se firmen con una pauta más acotada (60% anual). Por el otro, se dispusieron y profundizaron medidas de tinte más heterodoxo, como el programa Precios Justos.

¿Qué es Precios Justos?

Precios Justos entró en vigor el 11 de noviembre de 2022 con el objetivo de tender a la estabilidad de los precios en el corto plazo y procurar disminuir la inercia y la expectativa inflacionaria, buscando recuperar el poder de compra de los ingresos. El programa fijó los precios de alrededor de 1.800 productos de primera necesidad por 120 días, mediante acuerdos con empresas productoras y comercializadoras de productos de consumo masivo. Además, aplicó un tope de aumentos de 4% para el resto de los artículos de consumo masivo que se venden en grandes cadenas de supermercados por parte de las empresas que firman el acuerdo.

En el marco del programa, también se fueron incluyendo otros sectores: petroleras, cámaras del sector farmacéutico, con la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI), empresas de telas e hilados y marcas de zapatillas, que incluyeron desde congelamientos o reducciones de precios hasta compromisos para mantener por algunos meses determinados porcentajes de remarcación.

A principios de febrero, luego de un dato de enero peor al esperado -la inflación se aceleró al 6% m/m según INDEC, 0,4 p.p. por encima de la expectativa del mercado (REM-BCRA)- que alejó aún más la intensión del ministro Massa de que la inflación perforara el 4% en abril, el acuerdo se renueva y amplía: la pauta de aumentos mensuales baja al 3,2% hasta junio y contempla a 15 sectores diferentes en acuerdo con más de 500 empresas, con 1.925 productos con un aumento de 9% en febrero para luego quedar congelados, y otros 50.000 dentro del corsé de aumentos pactados al 3,2%.

Llegado este punto, cabe preguntarse: ¿viene siendo efectivo el programa Precios Justos? ¿qué repercusión tiene en supermercados y en pequeños comercios? ¿qué impactos genera todo esto?

Canal Moderno vs Canal Tradicional: disparidades en los aumentos

Durante los meses desde la vigencia de Precios Justos, el IPC Consumo Masivo[1] construido en base al IPC GBA Ecolatina se desaceleró: pasó de promediar 6,9% en septiembre-octubre a 4,8% entre noviembre y febrero. En febrero registró 4,7%, 1,6 p.p. por debajo del promedio del trimestre septiembre-noviembre, previo al acuerdo.

Ahora bien, mientras que en el canal moderno (supermercados, hipermercados) se observó una mayor incidencia del programa, en el canal tradicional (almacenes, pequeños comercios de cercanía) -no cubierto por el acuerdo y con menor trato directo con el Gobierno- el aumento de precios de los productos atravesados por Precios Justos fue mayor. Esto no es algo novedoso de este programa, sino que se trata de una situación que se repitió a lo largo de los últimos diez años con controles de precios.

Desde su entrada en vigor, la diferencia entre los aumentos de algunos productos dentro del acuerdo no es menor: por ejemplo, en el canal tradicional el agua creció 10 p.p. por encima del canal moderno; los fideos, +9 p.p; la leche, +7 p.p; los yogures, +6 p.p. En unos pocos casos los precios subieron más en los supermercados que en los pequeños autoservicios: pan fresco crece -5 p.p en tradicionales, harina -7 p.p., aceite puro -6 p.p, yerba mate -1 p.p. y azúcar -8 p.p.

Más aún, si se toma sólo diciembre y enero, meses donde no hubo actualizaciones en los precios que estaban congelados (en noviembre y febrero actualizaron 4% y 9% respectivamente), la diferencia es aún más profunda. Esto podría reforzar el hecho de que la desaceleración en la inflación no sólo se vio favorecida por el programa, sino porque hubo otros factores que jugaron a favor. Por caso, la menor dinámica de los precios de la carne hasta enero, el retroceso de 2,1% en los precios de verduras en diciembre. En la moderación del índice de diciembre la clave también radicó en que hubo poco ajuste en servicios regulados e indumentaria se mantuvo relativamente más contenida.

Debilidades del programa: impacto en los hogares más pobres, los frescos y las divisas

Esta brecha entre los aumentos de productos de consumo masivo incluidos en Precios Justos que se venden en supermercados y los que se consiguen en comercios de cercanía o pequeños autoservicios implica un impacto más severo sobre los sectores más vulnerables.

Los deciles más pobres de la sociedad no sólo gastan un mayor porcentaje de sus ingresos en productos de consumo masivo, sino que tienden a utilizar menos las grandes superficies: según la última Encuesta de Gasto de los Hogares los hogares del 10% de menores ingresos destinan sólo el 15% de sus gastos en alimentos y bebidas al canal moderno, mientras que ese porcentaje crece a 45% en los hogares del 10% de mayores ingresos.

Entonces, si bien el plan logró cierto impacto, posiblemente no haya tenido la misma repercusión en hogares con menores ingresos, ya que casi no compran en supermercados y destinan un mayor porcentaje de sus ingresos a bienes de primera necesidad en pequeñas superficies de venta, donde los precios han tendido a aumentar más.

En este sentido, el desempeño del consumo viene siendo más favorable en las grandes superficies. De acuerdo con datos de Scentia, en 2022 el consumo en los supermercados trepó 3,1% i.a., mientras que en autoservicios independientes subió 0,8%. Esta diferencia se ha ido agudizando en los últimos meses: en enero, las ventas en supermercados suben 7,8% i.a., cayendo 9,1% i.a. en autoservicios. Esta dinámica se encuentra explicada en gran medida por las promociones y la diversidad de medios de pago que ofrecen las cadenas más grandes.

Por otro lado, a pesar de la vigencia del programa y de la desaceleración del IPC Consumo Masivo, en el arranque de 2023 la inflación en alimentos y bebidas se aceleró notablemente, producto de los aumentos registrados en carne vacuna (en febrero creció casi 26%, luego de ocho meses de atraso relativo) y la aceleración en los precios de frutas (+30%)  y verduras (+36%) en el primer bimestre, que son al mismo tiempo los grupos que más peso tienen en la canasta de consumo de los hogares de menores ingresos (en conjunto pesan 18% en el decil de menores ingresos y 6% en el 10% más rico).

En este sentido, Precios Justos está compuesto principalmente por productos empaquetados, y la dificultad de concretar un acuerdo amplio y robusto para los alimentos frescos (frutas, verduras, carne vacuna) radica en la elevada atomización de los productores -distribuidos a lo largo y ancho del país-, el elevado índice de informalidad presente en algunos eslabones y el impacto sobre los precios de factores asociados a la estacionalidad, los ciclos biológicos y/o las inclemencias climáticas.

Por último, no puede soslayarse que la escasez de divisas dificultará el cumplimiento de la parte que le toca al Gobierno en el acuerdo: garantizar un mayor acceso al MULC, por lo cual los riesgos de que algunos acuerdos se resquebrajen por menores incentivos a permanecer dentro -que además se reducen en tanto la inflación es más alta- no son menores.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

En medio de un escenario signado por la profundización de las necesidades de asistencia social en los sectores más bajos, los límites para expandir el gasto público en asistencia social que impone el programa financiero incrementan las tensiones derivadas del impacto de una inflación persistentemente elevada sobre los hogares más pobres. Producto del patrón de consumo de las familias, la escasez de divisas y la sequía, las debilidades que presenta Precios Justos complican la búsqueda por evitar un mayor impacto de la inflación sobre los hogares más vulnerables.

Asimismo, lo sucedido en ediciones pasadas muestra que, aunque los acuerdos de precios de bienes de consumo masivo tengan algún impacto de corto plazo -como los que estamos viendo actualmente – traen aparejados riesgos hacia adelante, ya que, cuando se levanta el congelamiento, los precios se actualizan intentando recomponer el terreno perdido y terminan por acelerar nuevamente la inflación.

Los controles de precios/salarios resultan insuficientes para utilizarse de manera aislada como herramienta para desinflacionar en forma sostenida. En el marco de la implementación de un plan de estabilización técnicamente sólido, con amplio respaldo político y creíble para los agentes económicos, los acuerdos pueden funcionar como un complemento para alcanzar el objetivo de moderar la inercia inflacionaria y anclar expectativas, pero comprendiendo su rol y sus limitaciones.

 

[1] Compuesto principalmente por productos empaquetados de alimentos y bebidas. Excluye productos frescos -que tienen un gran componente estacional- como carnes, frutas y verduras. Los bienes de consumo masivo ponderan un 16% del total de la canasta que mide la inflación.