Consecuencias de la mayor inflación: ¿más o menos regresiva?

La inflación se aceleró notablemente en 2022. Hasta agosto acumuló 56,4% según el IPC INDEC Nacional, con una variación interanual no vista en treinta años (+78,5% i.a.). Además, cobró una dinámica ascendente a lo largo de los meses del año: pasó de un promedio de 5,1% en el primer trimestre a 5,4% en el segundo, y se ubicaría en 7,1% en el tercer trimestre.

Ahora bien, la inflación de los sectores con menores ingresos no es la misma que la de la clase media, que también difiere de la población de mayor poder adquisitivo. En este sentido, hay que tener en cuenta que, además de esta aceleración, la suba de precios puede ser disímil a lo largo de la pirámide de ingresos y estar impactando en mayor medida sobre determinada parte de la sociedad.

Sobre esta base, en el estudio de la dinámica inflacionaria resulta relevante incorporar al análisis en qué gasta cada familia, a fin de ver el impacto de las subas en los precios a lo largo de los distintos niveles de ingresos. Los sectores de menores recursos se ven más afectados por la dinámica de los precios de alimentos que el resto, dado que destinan una mayor porción de su ingreso a satisfacer estos consumos de primera necesidad. Por el contrario, las familias más ricas gastan más en bienes de segunda necesidad, como pueden ser artículos para el hogar, educación y esparcimiento, entre otros.

Utilizando la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) publicada por INDEC, es posible medir la inflación de distintos sectores sociales, considerando no sólo los niveles de ingresos, sino también heterogeneidades regionales. Para ello, se divide a las familias en deciles, siendo el primero correspondiente a las familias con menores ingresos y el décimo a las que tienen mayores ingresos.

Un análisis del pasado reciente

A pesar de que la inflación trepó 50% en 2021, el uso de anclas nominales -como el tipo de cambio oficial y las tarifas de servicios públicos- permitió una desaceleración de los precios en la segunda parte del año: pasaron de promediar casi 4% en el primer semestre a 3,1% en los últimos seis meses. Además, la implementación de controles de precios impactó principalmente sobre los alimentos, que se mantuvieron más contenidos en el semestre electoral (+2,9% promedio mensual).

Por este motivo, el proceso inflacionario no sólo cedió transitoriamente, sino también cobró un carácter más progresivo. La menor evolución de alimentos favoreció relativamente más a los sectores de menores recursos: en la comparación interanual, la inflación en el decil 1 se ubicó en 49,5% en diciembre, mientras que en el decil 10 fue de 52,3%. Como resultado, la inflación en los deciles más bajos fue inferior a la de los deciles de mayores ingresos y, junto con la recuperación de los ingresos, permitió una reducción de la pobreza en la segunda parte del año anterior.

Esta tendencia se revirtió a comienzo de año. Para el primer cuatrimestre, la aceleración de los precios de alimentos fue más pronunciada: en tres de cuatro de esos meses subieron por encima del nivel general, promediando 6,4% (1 p.p. por encima de la inflación). Detrás de este comportamiento se encontraron algunos factores globales, como el alza de los precios internacionales de alimentos tras el estallido de la guerra en Ucrania, pero en conjunto con algunos factores locales, como la sequía, que afectó a los cultivos y la ganadería en distintas zonas del país, y sobre todo la recomposición de precios de consumo masivo tras el congelamiento de fines de 2021.

Esta aceleración en los precios de los alimentos volvió más regresiva a la dinámica inflacionaria, afectando en mayor medida relativa a los sectores de menores recursos. Así, la inflación acumulada del decil más pobre fue mayor a la del decil más rico en el comienzo del 2022 (para el primer cuatrimestre, fue 23,8% para el decil 1 y 22,5% para el 10).

De haberse sostenido esta tendencia, la brecha entre estos dos deciles se habría sostenido en el segundo cuatrimestre del año, pero esto no sucedió. En el segundo cuatrimestre, en tres de los cuatro meses los alimentos subieron por debajo del nivel general, ubicándose casi 1 p.p por debajo del promedio mensual general. Esto se dio por un menor crecimiento en alimentos (pasaron de promediar 6,3% en los primeros cuatro meses a 5,5% en los segundos); pero también por una aceleración de otros capítulos que incidieron más en el nivel general, como es el caso de combustibles, prepagas y de algunos bienes con un gran componente importado (como electrodomésticos y electrónica).

Esta menor evolución de los alimentos, contenida principalmente por una mayor parsimonia en el precio de la carne la carne, favoreció relativamente más a los sectores de menores recursos. Por este motivo, el proceso inflacionario cobró un carácter más progresivo, donde la inflación acumulada del decil más rico fue mayor a la del decil pobre. (+1 p.p. de diferencia).

Por lo tanto, en el acumulado del año estas dos evoluciones se compensan hasta el momento. El decil 1 acumula una inflación de 55,6%, mientras que el decil 10 suma 55,1%. Gracias a la dinámica de los últimos meses, la brecha de la inflación entre el decil 1 y el decil 10 no es mayor a la de principio de año.  Más aún, si se divide a los hogares en dos, los más pobres acumulan en promedio 55% de inflación, prácticamente lo mismo que la mitad más favorecida (+54,9%).

Perspectivas para el cierre del año

La dinámica que adquiera el proceso inflacionario de acá a fin de año determinará que sectores acabarán más o menos golpeados. En las últimas semanas, el Gobierno adoptó medidas que podrían acentuar el carácter progresivo de la inflación, como es el caso de la segmentación de los subsidios a las tarifas de servicios públicos por niveles de ingreso que implicará mantener el subsidio a los deciles de menores ingreso. Para las familias de mayores ingresos, que gastan en promedio 7% de su canasta de consumo en gas, electricidad y agua -mientras que las de menores ingresos gastan 11% en promedio-, impactarán en mayor medida los aumentos de estos servicios en septiembre (gas 10,6% y electricidad 20,6%) y noviembre (gas 12%, electricidad 27% y agua 56%).

En el mismo sentido, continuará la ronda de actualizaciones en las cuotas de prepagas, con aumentos en octubre y diciembre, incidiendo más en los deciles más ricos, en tanto gastan una proporción mayor de su ingreso en este rubro (4,4% de la canasta en el decil 10 y 0,5% en el 1).

La decisión del BCRA de profundizar las restricciones a las importaciones, con un impacto directo en el nivel de precios de aquellos bienes con mayor componente importado (electrodomésticos y electrónica de consumo, maquinaria, vehículos, motos) afecta más a los hogares de mayores recursos, quienes destinan a este tipo de bienes una mayor proporción de su gasto -por ejemplo, la categoría Equipamiento y mantenimiento del hogar ocupa el 8% de la canasta del decil más rico, y 4,1% de la canasta del más pobre-.

En síntesis, la convivencia de los dos factores mencionados (el nuevo esquema de tarifas y las mayores restricciones a las importaciones) tendería a mitigar el impacto regresivo de la inflación en lo que queda del año. No obstante, dada la inestabilidad del proceso inflacionario, el endeble escenario macroeconómico, un esquema cambiario que podría sufrir modificaciones y ciertos precios de alimentos que han quedado rezagados (como el caso de la carne vacuna), los riesgos de una nueva aceleración de alimentos -creciendo por encima del Nivel General- siguen latentes y podrían actuar como contrapeso.

Monitor Cambiario Semanal – “Dólar soja”: objetivo logrado y la pregunta por el 1° de octubre

“Dólar soja”: objetivo logrado

Durante las últimas tres semanas, la marcada aceleración en la liquidación de divisas del agro que indujo la puesta en marcha del “dólar soja” contribuyó a reducir la fragilidad subyacente del esquema macroeconómico, apaciguar expectativas de devaluación en lo inmediato y tornar factible el cumplimiento de la meta de acumulación de reservas del 3T acordada con el FMI.

De la mano del “dólar soja”, el BCRA está logrando acumular reservas en un mes en que la liquidación del agro suele disminuir por cuestiones estacionales. Desde que se implementó la medida, se llevan liquidados más de USD 5.300 M vía este mecanismo. De este monto, el BCRA adquirió casi USD 3.300 M (62% del total), dando cuenta de una demanda privada que sigue presionando. Así, la racha compradora del BCRA suma 14 ruedas, en la que adquirió a un promedio de USD 237 M diarios.

De esta forma, a fuerza de “comprar caro y vender barato” (se pagan los dólares a un tipo de cambio implícito de $235), las compras netas de septiembre del BCRA marcan un récord en la historia: los más de USD 3.300 M comprados en lo que va del mes hacen de septiembre el mejor mes de la serie histórica que comienza en 2003.

La principal contracara de este proceso (al margen de la mayor presión sobre ciertos precios) es su impacto monetario y el deterioro asociado en el patrimonio del BCRA. La autoridad monetaria ya emitió cerca del 19% de la base monetaria (que fue esterilizando) para financiar las operaciones del “dólar soja”.

De esta forma, el Gobierno comenzó a aportar novedades relevantes en el plano cambiario (el más acuciante en el corto plazo), complementando las medidas más concretas que se venían dando en materia fiscal-financiera a fin de apuntalar las expectativas y la confianza en la gestión: fuertes subas en las tasas de interés -que esperamos continúen este mes-, señales de una mayor austeridad fiscal, un canje de deuda que permitió despejar gran parte de los vencimientos de los próximos 3 meses y una devolución de Adelantos Transitorios al BCRA.

En este contexto, las principales prioridades del Gobierno siguen concentrándose esencialmente en evitar una corrección discreta del tipo de cambio en lo inmediato, mientras se avanza en medidas tendientes a reencauzar la situación fiscal. La premisa sigue siendo sostener el crawling peg cambiario -acelerándolo para acercarlo al ritmo inflacionario – y reconstituir los pilares fundamentales del programa con el FMI (déficit primario de 2,5% del PIB y tasas de interés reales positivas).

La implementación del “dólar soja” abrió la puerta a diversos mecanismos alternativos tendientes a reducir el exceso de demanda de divisas, lo cual podría extenderse a diversas líneas de la oferta y la demanda de divisas sobre fin de este año, siempre y cuando la posición de reservas del BCRA lo permita (sin poder de fuego cualquier cambio que implique una liberalización corre con el riesgo de conducir a una espiralización desordenada).

Las miradas puestas en el 1° de octubre

A una semana de la finalización del “dólar a 200” para el complejo sojero y sin nuevos incentivos a la vista. Suponiendo la finalización del alivio temporal que significa el “dólar soja”, y dado que estos dólares no implican un ingreso “extra” a lo proyectado para todo el año, a partir de octubre la dinámica del mercado cambiario podría volver a poner en jaque la relativa calma cambiaria actual y la meta de reservas del 4T, con un tipo de cambio real que no luce consistente con un superávit de cuenta corriente sostenido frente a la falta de financiamiento externo. ¿Entonces?

El frente cambiario sigue siendo el Talón de Aquiles del esquema macroeconómico actual. Más allá del ingreso de los demorados préstamos de OFIs, desde el mes que viene se volvería a recrear una dinámica desfavorable en los flujos: históricamente, la oferta de divisas en el MULC durante el lapso abril-septiembre tiende a ser entre 10 y 20% superior a la de octubre-marzo. En este sentido, aún suponiendo una importante caída en los pagos de energía y una contención de las importaciones, el mercado cambiario privado no arrojaría un excedente como para que el BCRA acumule reservas en forma sostenida hasta la nueva cosecha.

Sobre esta base, las presiones provenientes del exceso de demanda de divisas (producto principalmente de la menor oferta estacional) volverían a surgir, en un contexto en que la brecha cambiaria continúa en niveles incompatibles con un escenario de estabilidad económica hacia adelante y donde surgen demandas de otros sectores exportadores para que les sea concedido un tipo de cambio similar.

Dólar oficial: desacelera el crawling peg

La devaluación a cuenta gotas se alineó con la tasa de interés. En la semana cambiaria el tipo de cambio oficial (Mayorista, A3500) cerró este viernes en ARS 145,46, avanzando 1,37% respecto al viernes pasado, mostrando una desaceleración respecto al 1,5% que mostró la semana pasada. Así, el ritmo de depreciación promedió esta semana una una TEM del 6% (TEA del 102%), frenando desde el 6,6% de la semana anterior (TEA del 118%). De esta forma, el ritmo devaluatorio se alineó con una tasa de política monetaria (Leliq) del 6,2% equivalente mensual, siendo más consistente con el objetivo de mejorar la liquidación neta en el mercado cambiario.

Los dólares libres vuelven a mostrarse demandados

Los dólares financieros sumaron una segunda semana al alza. El CCL (GD30) cerró la semana en ARS 310 (+3,3% s/s), mientras que el MEP (AL30) cotizó el viernes en ARS 301 (+3,1%). Por su parte, el blue se ofreció a ARS 285 al finalizar la semana (+2,9%). En relación a 2 semanas atrás, el CCL trepa 10,5%, en línea con el MEP (+11,3%), al tiempo que el blue muestra una menor dinámica (+4%). Así, la brecha promedio trepó del 95% hace dos semanas al 105% esta semana (con el CCL sube de 100% a 115%).

Sobre esta dinámica puede haber estado influyendo la mayor liquidez volcada al mercado producto de la propia dinámica del “dólar soja”, a lo que se suma también una dinámica desfavorable de los mercados internacionales producto de la suba de tasas de la FED. Asimismo, los cortocircuitos entre Economía y el BCRA respecto a las restricciones de acceso al mercado cambiario para parte del complejo sojero constituyen una señal negativa respecto a la potencial aparición de nuevas restricciones sobre los dólares financieros, generando incentivos a adelantarse.

Las expectativas de devaluación siguen latentes

La visualización de una mayor oferta de dólares en el mes -apuntalada por el “dólar soja” y las perspectivas de ingresos de fondos frescos del BID- redujo las expectativas de una brusca devaluación en lo inmediato. Esto se refleja en las tasas implícitas de los contratos de dólar futuro: frente a finales de agosto, los contratos de dólar futuro para octubre a diciembre descomprimen en tasa cerca del 6 p.p., en promedio (TNA). No obstante, para el 2T de 2023 trepan cerca de 16 p.p.. En el mismo sentido pueden interpretarse los recientes movimientos de la curva de dólar link. En suma, el mercado pareciera poner en duda el principal objetivo oficial: evitar un salto abrupto del tipo de cambio en lo que resta del mandato.

 

Finanzas Públicas en Agosto: no todo es lo que parece

¿Continuó el proceso de consolidación fiscal en agosto?

El salto en los Gastos de Capital y el deterioro de los ingresos tributarios opacaron la mayor austeridad fiscal en el gasto corriente. Concretamente, el Sector Público Nacional No Financiero registró un rojo primario de $224.708 millones (excluyendo los ingresos por colocaciones primarias de deuda que superan el 0,3% del PIB permitido en el programa con el FMI), cuando al mismo mes de 2021 el déficit totalizó $124.936 millones.

Si bien dichas cifras muestran un incremento del rojo primario equivalente al 80% nominal, la historia es distinta al incorporar el efecto de la inflación, dado que el déficit se mantuvo en niveles reales similares en su comparación interanual. De hecho, si excluimos lo recaudado por el Aporte Solidario a las Grandes Fortunas en agosto del 2021, el resultado fiscal muestra una mejora real en torno al 15%.

En este sentido, pese a que la dinámica fiscal muestra un deterioro contra lo evidenciado en julio, el mayor desbalance primario no tiene su origen en una fuerte aceleración del gasto (como si ocurrió en otros meses), sino que encuentra su explicación en una caída real de los ingresos (la primera en siete meses) y en un mayor nivel al esperado en el Gasto Primario, pero que se vincula casi exclusivamente a elevados Gastos de Capital.

Pese a mostrar una caída real en su comparación interanual por segundo mes consecutivo, se denota cierta heterogeneidad al interior de las erogaciones, donde todo parece indicar que el mayor ajuste se dio en el gasto social. De hecho, las Prestaciones Sociales fueron el único rubro que en agosto mostró una reducción significativa contra su nivel real promedio para los primeros 7 meses, incluso excluyendo el efecto de los aguinaldos para el mes de junio. Por el contrario, salvo por el Gasto de Capital (traccionado por las inversiones en energía mostró una suba del 83% contra su promedio real entre enero y julio) la mayoría de los principales componentes del gasto se ubicaron en niveles similares a los meses previos.

Con estos números, el rojo primario bajo la métrica del EFF acumuló $1.101.336 millones (1,3% del PIB) en los primeros ocho meses de 2022. Cabe mencionar que en caso de incluir los ingresos por colocaciones primarias de deuda, el déficit primario en agosto fue de $210.052 millones. Consecuentemente, con intereses que rondaron los $160.000 millones, el déficit financiero en el octavo mes del año se ubicó en $370.104 millones.

¿Cómo fue la dinámica al interior de los ingresos y gastos?

Por el lado de los recursos, los Ingresos Totales (excluyendo el Aporte Solidario en 2021 y los ingresos por colocaciones de deuda que superan el 0,3% del PIB en 2022) mostraron la primera caída real en siete meses (-1% i.a.). Del mismo modo, alcanzaron su menor nivel en términos reales para los últimos seis meses, ubicándose un 7% por debajo del promedio mensual hasta julio. Sin embargo, cabe aclarar que pese a perder contra la inflación en agosto, los Ingresos hilaron ya el tercer mes consecutivo corriendo a una mayor velocidad que el Gasto Primario.

A su interior, los Ingresos Tributarios mostraron una contracción real del 4% en el último mes (tocaron el nivel real más bajo de los últimos nueve meses), donde influyó tanto una fuerte reducción en los tributos vinculados al Comercio Exterior, como de una moderación en la evolución de los tributos vinculados a la actividad económica, los ingresos y la Seguridad Social.

En materia de erogaciones, el Gasto Primario alcanzó el segundo mes consecutivo contrayéndose en términos reales con una caída del 3% i.a. En caso de excluir los Gastos de Capital la caída real sería incluso mayor, con una variación equivalente al 10% i.a. De hecho, el Gasto Primario Corriente alcanzó ya tres meses corriendo a una velocidad inferior que la inflación y se ubicó un 7% por debajo que su promedio para los primeros siete meses.

A su interior, se destaca el bajo nivel en el gasto por Prestaciones Sociales (más de la mitad del Gasto Primario), que se contrajo por segundo mes consecutivo, con una disminución del 9% i.a. en términos reales. Dentro de sus componentes, todos los rubros mostraron reducciones interanuales reales, a excepción de las Asignaciones Familiares (+8% i.a.) y las Prestaciones del PAMI (crecieron más de 40% ubicándose un 20% por encima de su promedio real en los primeros 7 meses del año).

Por otro lado, los Subsidios Energéticos mostraron la tercera caída consecutiva en términos reales en su comparación interanual (-15% i.a.), donde la mayor parte del ajuste vino por el lado de los Subsidios Energéticos (-18% i.a.). Sin embargo, estos últimos aún continuaron en niveles elevados, ubicándose un 13% por encima de su promedio mensual entre enero y julio, aunque tales niveles eran esperables para un mes como agosto, cuando impacta la estacionalidad de la demanda energética ante las bajas temperaturas.

Al mismo tiempo, los Salarios hilaron ya 13 meses creciendo en términos reales, e incluso aceleraron su evolución en agosto al incrementarse más de un 11% i.a. Por su parte, salvo por las Transferencias a Universidades, que mostraron una suba real (+16% i.a.) luego de dos meses con caídas, el resto de los gastos corrientes mostró una dinámica de contracción real en su comparación interanual.

Por último, los Gastos de Capital evidenciaron un fuerte incremento en agosto (+118% i.a. real), asociado a la construcción del gasoducto Néstor Kirchner. En números, los Gastos de Capital en energía rozaron los $88.000 millones, cuando hasta julio promediaban apenas unos $10.000 millones por mes.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

De cara a septiembre, veremos novedades tanto en materia de gastos como de ingresos. En cuanto a los recursos, si bien una moderación en la actividad económica puede poner en riesgo el desempeño de la recaudación, para septiembre se espera un marcado aumento en lo recaudado en concepto de derechos de exportación producto de la aceleración en la comercialización del remanente de la cosecha de soja.

En materia de gastos, estimamos que en el noveno mes del año comenzará a vislumbrarse el impacto de los bonos a jubilados y el refuerzo a las Asignaciones Familiares, lo que se sumará al efecto de un nuevo aumento en la movilidad y el Salario Mínimo Vital y Móvil. En este marco, el ajuste en las Prestaciones Sociales y la persistencia de la inflación en niveles elevados generará un descontento en ciertos sectores de la sociedad, que presionarán constantemente a las autoridades para recomponer el deterioro de ingresos. En tal sentido, habrá que estar atentos a la eventual confirmación de un nuevo bono destinados a los sectores más vulnerables o a nuevos anuncios de refuerzos en materia de ingresos.

Hacia adelante, el Gobierno deberá continuar dando señales de consolidación fiscal si pretende no sólo cumplir con la meta acordada, sino también sostener el nivel de rollover del Tesoro en el mercado doméstico. Con relación a la próxima instancia de evaluación con el FMI, la meta en términos nominales para el tercer trimestre estaba pactada en $1.142.100 millones, lo que dejaría un margen de poco más de $40.000 millones para ampliar el rojo en septiembre sin incumplir con los límites acordados. Sin embargo, estimamos que ante los mayores niveles de nominalidad tanto la meta trimestral como la anual serán revisadas al alza, por lo que las autoridades contarán con un mayor margen para superar la revisión.

Pese a tal adecuación de los límites, el objetivo de cara a fin de año no será para nada sencillo de cumplir, dado que el Gasto Primario deberá continuar con su dinámica de reducción real para evitar mayores desbalances primarios que pongan en jaque el panorama fiscal y financiero. Con vistas a 2023, en las siguientes semanas habrá que estar atentos al tratamiento legislativo y la eventual aprobación del proyecto de Presupuesto. La “Ley de Leyes” será la hoja de ruta del Gobierno para el año próximo y ratifica que el margen para desviar la actual dinámica de caída real del gasto con rollover positivo de deuda seguirá siendo muy acotado en 2023.

Rojo Comercial por tercer mes consecutivo

El último trimestre mostró un rojo comercial superior a los USD 1.000 millones. En agosto las exportaciones mostraron una caída interanual por primera vez en 20 meses y se vieron opacadas por unas importaciones que persisten en niveles elevados pese a las menores compras de energía y la vigencia de restricciones. En consecuencia, con un intercambio apenas superior a los USD 15.300 millones, el saldo comercial en agosto fue negativo en USD 300 millones, cuando para el mismo mes en 2021 había sido superavitario en más de USD 2.345 millones. De esta manera, por primera vez en cuatro años el saldo comercial fue deficitario tres meses consecutivos.

En este marco, el superávit comercial en los primeros ocho meses del año fue apenas un quinto del acumulado hasta agosto en 2021 (-80% i.a.). Concretamente, en lo que va de 2022 las exportaciones acumularon USD 59.720 millones (+18% i.a.) y las importaciones USD 57.527 millones (+44% i.a.). De tal forma, el superávit comercial hasta agosto se redujo a poco menos de USD 2.200 millones, un monto sumamente inferior los más de USD 10.600 millones que se acumularon en el mismo periodo para 2021.

Las exportaciones mostraron una caída por primera vez en 20 meses. Luego de crecer en promedio un 23% i.a. en los primeros siete meses del año, las exportaciones en agosto cayeron un 7% en su comparación interanual y se ubicaron en USD 7.537 millones. Tal contracción encuentra su explicación en la caída de las exportaciones de Productos Primarios (PP), que mostraron una reducción del 27% i.a., explicada principalmente por menores cantidades exportadas asociadas a la demora en la comercialización de granos (fundamentalmente soja). A su vez, dicho rubro también mostró una reducción en más de USD 200 millones contra el promedio de los últimos 5 meses. Por su parte, si bien el resto de los rubros mostraron caídas en sus cantidades, sus elevados precios internacionales les permitieron mostrar incrementos interanuales al mes de agosto, ubicándose en niveles similares a sus valores de julio.

Las importaciones persistieron en niveles elevados pese a las menores compras de energía y la vigencia de restricciones. Pese a desacelerar su crecimiento interanual (aumentaron un 36% i.a. cuando en los primeros 7 meses promediaban un 45% i.a.), las compras al exterior se ubicaron por cuarto mes consecutivo por encima de los USD 7.800 millones. Si bien cayeron más de un 7% contra el promedio del último bimestre, dicha reducción responde a las menores importaciones energéticas, que se redujeron en casi USD 1.000 millones contra su valor de julio e incluso mostraron una contracción en sus cantidades al observar la comparación interanual (-3,6% i.a.).

Paralelamente, las importaciones no energéticas superaron la barrera de los USD 6.500 millones y alcanzaron el segundo valor más elevado de toda la historia, únicamente por detrás del último junio. Su incremento en el último mes obecede casi en su totalidad a una suba en las importaciones de Bienes Intermedios (BI) y de Bienes de Capital (BK), dado que cada uno de dichos usos mostró una suba en más de USD 200 millones en su comparación mensual, retomando los niveles del segundo trimestre previo al endurecimiento de las restricciones. A su vez, cabe mencionar que todos los rubros no energéticos mostraron aumentos tanto precios como en cantidades. En este sentido, se abre un interrogante sobre cuanto demorará en vislumbrarse el impacto de las restricciones a las importaciones en las operaciones comerciales. Si bien el efecto en los pagos por importaciones fue inmediato en el MULC, aún no se denota una reducción en las importaciones devengadas que refleja el ICA. Esto se debe al crédito comercial al que accedieron los importadores y les está permitiendo continuar con buena parte de sus operaciones.

Por su parte, los costos de fletes continuaron su repunte en el último mes. El valor unitario del flete internacional rozó los USD 130 por tonelada en agosto, mostrando un aumento del 10% contra julio y del 16% contra el promedio del segundo trimestre. Si bien dicho valor es aún un 18% inferior al pico de enero, muestra una suba del 64% contra agosto de 2021 y del 154% contra el mismo mes en 2020.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

De cara a septiembre, esperamos una notoria mejora en el saldo comercial producto de un mayor volumen de exportaciones gracias a la implementación del “dólar soja”. De hecho, los últimos datos avalan nuestra proyección, dado que en las últimas semanas se denotó una fuerte aceleración en la liquidación de exportaciones por parte del sector agropecuario: se liquidaron más de USD 4.500 millones por “dólar soja” entre el 6/9 y el 21/9. Consecuentemente, no sólo estimamos que en septiembre se revertirá el déficit comercial que se evidenció en los últimos tres meses, sino que lo más probable es que en el noveno mes del año se alcance el mayor superávit comercial mensual de toda la historia, superando el actual récord de mayo del 2009, cuando el saldo positivo rompió la barrera de los USD 2.500 millones.

No obstante, vale la pena aclarar que la aceleración en la liquidación durante septiembre no es consecuencia de exportaciones mayores a las proyectadas para el año, sino que tiene su origen en la normalización de las ventas de soja por parte de los productores, que en los últimos meses habían enseñado una significativa demora (a finales de agosto estimamos una demora cercana a 6 millones de toneladas). Entonces, si bien podrá verse un fuerte incremento en la comparación mensual (más aún para un mes como septiembre en el que suelen reducirse las exportaciones del agro), no se deberían observar grandes desvíos en el agregado anual.

Ahora bien, el principal desafío en el frente externo para el Gobierno volverá a aparecer desde octubre, cuando el BCRA deberá continuar acumulando reservas si pretende cumplir con la meta acordada con el FMI pero ya sin las abultadas exportaciones del agro. En tal sentido, se comprende la reciente decisión del Gobierno de extender el endurecimiento a las importaciones para tratar de acumular la mayor cantidad de divisas posible. En conclusión, gracias a la implementación del dólar soja (que llevará a niveles récord las exportaciones para el próximo mes), la reducción estacional en las importaciones energéticas y la continuidad de las restricciones para el resto de las compras al exterior proyectamos un superávit comercial superior a los USD 8.000 millones para 2022.

Con vistas a 2023, el panorama se torna aún más desafiante tanto por factores internos como externos. Con relación al frente externo, un mayor fortalecimiento del dólar a nivel mundial producto del endurecimiento en la política monetaria de la FED y los riesgos latentes de una posible recesión a nivel global jugarían claramente en contra de nuestras exportaciones, afectándolas tanto en precios como en cantidades. Sumado a esto, el ámbito local no sería para nada favorable, dado que para la campaña 2022-23 no se descarta la posibilidad de una continuidad en la sequía que vuelva a afectar el volumen de las exportaciones agrícolas, nuestra principal fuente de ingreso de divisas.

Adelanto de inflación | Septiembre 2022

El IPC Ecolatina para el Gran Buenos Aires mostró un crecimiento de 7,3% entre la primera quincena de septiembre y el mismo periodo de agosto, acelerándose 1 p.p respecto al registro anterior.

Al interior del índice, los capítulos con mayor evolución fueron Indumentaria (+17,7%); Equipo y mantenimiento del hogar (+8,4%) y Vivienda y Servicios Básicos (+7,8%), impulsado por los aumentos en las tarifas de gas, y electricidad. Por el contrario, las menores variaciones se vieron en Atención Médica y gastos para la salud (+1,8%).

El capítulo de Alimentos y Bebidas se ubicó, al igual que en la comparación de la primera quincena de los últimos 4 meses, por debajo del nivel general (+6,4%). A su interior, se destacaron los aumentos en Verduras (+15,7%), Quesos (+11,2%), Frutas (+10,8%), Pan Fresco (+10,4%), Pescados y Mariscos frescos y congelados (+10,3%) y Fiambres, embutidos y conservas (+9,4%).

En cuanto a las categorías, Regulados creció 7,3% (0,9 p.p por encima de la primera quincena de agosto), impulsado por los aumentos en las tarifas electricidad y gas, en taxis (+30%), y en Cigarrillos (+10%).

Por su parte, Estacionales anotó 17,7%, explicado por aumentos en Transporte por turismo (14,3%) y los ya mencionados en Frutas, Verduras, y en Indumentaria. Por último, el IPC Core -que excluye Regulados y Estacionales- registró 5,8%, desacelerándose 1,3 p.p respecto a la comparación entre la primera quincena de agosto y la primera de julio.

¿Qué esperamos?

Prevemos que el índice no desacelere significativamente en la segunda parte del mes, por lo que el mismo registrará una variación en la zona del 7% en septiembre, acumulando 66% en los primeros nueve meses del año. De todos modos, la mayor incidencia de los aumentos de tarifas en el GBA podría generar alguna discrepancia respecto a la medición nacional, que podría ubicarse algo por debajo.

En cualquier caso, el piso queda muy alto de cara al último trimestre del año, cuando tampoco existirá un ancla que estabilice las expectativas en un contexto de elevada inercia y un crawling peg que no se queda muy atrás, aportando una mayor persistencia del fenómeno inflacionario. En consecuencia, esperamos que la inflación se acerque al 100% al cierre del año.

 

 

Presupuesto Nacional: primeras señales de la política fiscal 2023

Al igual que todos los años, el 15 de septiembre el Poder Ejecutivo llevó al Congreso el Proyecto de Ley de Presupuesto nacional para el próximo año. La “ley de leyes” da la pauta de qué espera el oficialismo que suceda con la macroeconomía y qué política fiscal implementará en consonancia con ello, tanto desde un punto de vista tributario como con el gasto y el financiamiento público.

Como era de esperarse, el Proyecto contempla las principales pautas acordadas en el marco del nuevo acuerdo con el FMI, de forma tal de garantizar el cumplimiento del cronograma de desembolsos del organismo. De cara a 2023 se destaca explícitamente el compromiso de reducción del déficit fiscal (del 2,5% al 1,9% del PIB) y de la menor asistencia monetaria directa por parte del BCRA (del 1% al 0,6% del PIB), e implícitamente la continuidad en el proceso de acumulación de reservas internacionales.

En primer término, nos referiremos a los supuestos macroeconómicos para lo que queda de este año y el próximo, mientras que en la segunda parte indagaremos más profundamente en la dirección que se pretende dar a la política fiscal.

En las próximas semanas analizaremos con mayor grado de detalle las implicancias del articulado (donde se incluye un blanqueo para el pago de importaciones) y otras consecuencias que se desprenden de un Proyecto que dará mucho de qué hablar.

Pautas macroeconómicas

Si bien estas proyecciones suelen mostrar desvíos respecto a los valores efectivos de las variables, resultan útiles para analizar la visión oficial respecto del sendero macroeconómico que se prevé hacia adelante.

En términos generales, se espera que en 2023 la economía sostenga su crecimiento -aunque a un ritmo más atenuado-, en un contexto de fuerte descenso de la inflación, leve apreciación del tipo de cambio real, aumento en el empleo, estabilidad en el salario real y mayores volúmenes de comercio exterior. Veamos más en detalle.

En materia de actividad económica, para lo que resta de 2022 las proyecciones del Gobierno dejan entrever un enfriamiento en relación a la primera parte del año, en línea con nuestras proyecciones. Dado que junio había dejado un arrastre positivo para el resto del año de 5,1% (último dato del EMAE), la estimación de un crecimiento promedio anual del 4% para este año supone una caída de la economía para el segundo semestre próxima al 1,5% frente al primer semestre.

En 2023 se retomaría el crecimiento, con un PBI trepando 2%. Esta estimación luce un tanto optimista, aunque no tan alejada de la mediana del REM, que proyecta un 1% (similar a nuestra proyección). Aún así, al evaluar el ingreso por habitante se observa que todavía habría camino por recorrer: el PBI per cápita seguiría casi 2% por debajo de 2018 y sería 5% menor a 2017.

El mayor “realismo” respecto a las variables reales contrasta con pautas en las variables nominales que parecen muy difíciles de alcanzar.

En lo relativo a la inflación, la proyección del 95% para este año luce realista -si bien más como un piso que como un techo-, encontrándose en línea con las proyecciones del último REM. Tras conocerse el 7% de agosto, la estimación implicaría que entre septiembre y diciembre la inflación promedio superaría el 5,5% mensual.

Ahora bien, la expectativa de alcanzar un 60% en 2023 sería consistente con un marcado descenso en los registros mensuales del 6/7% actual a la zona del 4%, tendencia que luce muy difícil de alcanzar: prevemos que la inflación sería al menos 30 p.p. mayor a la contenida en el Presupuesto. En un marco en el cual las expectativas continúan desancladas, la fuerte inercia que arrastra una dinámica inflacionaria próxima a los 3 dígitos en 2022 será difícil de disipar en el corto plazo, con paritarias que intentarán recomponer lo perdido en medio del año electoral; ajustes de tarifas que seguirán su curso; un tipo de cambio oficial que deberá moverse más cerca del ritmo inflacionario y restricciones a las importaciones que seguirían generando incertidumbre sobre los costos de reposición.

Respecto al tipo de cambio, para fines de 2022 se espera que el dólar oficial alcance los ARS 166,5; lo cual implicaría una desaceleración del crawling peg en el último trimestre del año frente a los niveles actuales. Esto luce poco probable frente a la necesidad de frenar el deterioro del tipo de cambio real en el marco de una inflación rondando el 6% mensual. En este sentido, la proyección refleja que la apreciación cambiaria de este año será superior al 10%.

De cara al año próximo, el dólar (+62%) subiría más en línea con la inflación (60%), limitando el atraso cambiario y la pérdida de competitividad por esta vía. De esta forma, se trataría de un escenario más alineado con lo acordado con el FMI, dejando atrás dos años de fuerte apreciación real del tipo de cambio. Cabe señalar que, exceptuando al año 2019 de crisis cambiaria, la última vez que el tipo de cambio subió más que la inflación en un año electoral fue en 2009. Considerando las presidenciales, eso no sucede desde 1999, año en que regía el “1 a 1” y hubo deflación.

Finalmente, dada su relevancia frente a la necesidad de seguir acumulando reservas, resulta relevante posar la mirada sobre las perspectivas en materia de comercio exterior. En este sentido, a diferencia de los últimos dos años el Gobierno prevé un mayor dinamismo de los volúmenes exportados (+7,1%) que de los importados (+2%), lo cual se traduciría en un superávit comercial (de bienes y servicios) trepando de casi USD 7.800 M este año a cerca de USD 12.400 M en 2023 (+USD 4.600 M).

Un supuesto clave que pareciera estar detrás de esta proyección es la finalización del gasoducto Néstor Kirchner (se espera para finales de junio 2023), esencial para reducir las importaciones de energía el año que viene en un marco en que siguen muy elevados los precios a nivel internacional. Por otra parte, se advierte que habría una parte del crecimiento económico que no se trasladaría en una mayor demanda de importaciones.

Sobre esta macroeconomía de crecimiento real con reducción de la nominalidad es que el Gobierno presenta en el Proyecto de Presupuesto cuál es la dirección que pretende imprimirle a la política fiscal. En este sentido, más allá de estas estimaciones, la clave del año próximo pasará por alcanzar la meta de déficit primario: de ella dependerán los nuevos desembolsos del FMI y, en consecuencia, parte de la estabilidad del frente cambiario, con su correlato en la tasa de interés y el nivel de actividad. Veamos entonces qué dice este proyecto al respecto.

Pautas fiscales

En cuanto a la trayectoria fiscal, el Proyecto de Presupuesto muestra un déficit primario que se reduce de 2,8% del PIB en 2022 a 2% del PIB en 2023, en línea con las metas del acuerdo con el FMI. Cabe señalar que estos guarismos son levemente diferentes a los objetivos explícitos (2,5% y 1,9% respectivamente) debido a que en base caja se incluyen hasta 0,3 p.p. de recursos extrapresupuestarios.

En primer lugar, cabe señalar que esta trayectoria no sorprende, no sólo debido a la vigencia del acuerdo con el FMI (que el ministro ratificó) sino a que incluso con esta reducción del rojo el programa financiero se configura desafiante: no hay mucho margen para mostrar un déficit más elevado; cabe recordar que, a diferencia de 2022, el margen de utilización de Adelantos Transitorios es menor y el financiamiento neto con el FMI será negativo por primera vez.

En segundo lugar, que el punto de partida (cierre 2022) ya tenga contemplado el cumplimiento de la meta ratifica que la trayectoria del gasto primario en lo que resta de 2022 mostraría una reducción relevante en términos reales (superior al 10% i.a.).

Finalmente, que las proyecciones de ingresos y gastos se desprenden del contexto macroeconómico antes descrito, donde si la nominalidad no se reduce en la forma prevista las presiones sobre los límites de gasto que impone el Proyecto se tensionarían todavía más.

¿Cómo estima el Proyecto reducir el déficit?

En cuanto la recaudación tributaria el Proyecto prevé una moderada contracción de la presión: en la reducción de 0,2 p.p. proyectada conviven los efectos negativos de los adelantamientos que este año ayudan a cumplir la meta (anticipos de Ganancias y “dólar soja”) con una dinámica favorable de la actividad económica y la masa salarial. En este sentido, la reducción de la recaudación de Ganancias (-0,1 p.p.), en el impuesto PAIS (-0,1 p.p.) y en los Derechos de Exportación (-0,1 p.p.) se compensan parcialmente con subas en la Seguridad Social (+0,1 p.p.). No obstante, sí es de destacar que toda la reducción se concentra en los recursos que percibe la Nación, mientras que las Provincias tendrían un aumento acotado.

Cabe señalar aquí que esta pauta de recaudación no incluye la reducción o eliminación de exenciones impositivas, que deben ser aprobados por Ley. En caso de avanzar en este sentido, la recaudación podría ser mayor (ayudando al cumplimiento de la meta), aunque el beneficio seguramente sea compartido con las Provincias.

Los menores recursos tributarios proyectados para las arcas nacionales explican la mitad de la reducción total que se espera para los recursos totales. La otra mitad radica en la disminución que se espera en materia de rentas de la propiedad (-0,2 p.p.).

Partiendo entonces del resultado que dejaría 2022 (-2,8% del PIB) y la reducción de los recursos (-0,4% del PIB) puede verse que la totalidad de la disminución del déficit obedece a un control de las erogaciones (-1,2% del PIB). Asimismo, más allá de una moderada reducción en las erogaciones de las empresas públicas, fondos fiduciarios y otros entes (-0,1 p.p.), el grueso de la caída se concentra en la Administración Nacional (-1,1 p.p.), es decir, el universo del Presupuesto.

Pilares de la reducción del gasto

La reducción en el gasto de la Administración Nacional tiene dos pilares centrales: la caducidad de gastos extraordinarios que se realizaron este año y el recorte de subsidios.

El primer caso se evidencia cuando se observa que la función Seguridad Social es la que mayor caída muestra en 2023 (-0,6 p.p.). Dentro de este universo de gastos (la mitad de las erogaciones primarias) se incluyen las jubilaciones, pensiones y asignaciones familiares, pero también los diversos complementos otorgados este año (bono a jubilados, a asignaciones y a sectores vulnerables). Estas últimas líneas explican una reducción de 0,4 p.p, mientras que la menor “reserva” (partidas para reasignar en caso de insuficiencia) explican alrededor de -0,14 p.p. Al excluir todos estos conceptos, la función Seguridad Social muestra un alza de +71% i.a. en lugar de +61% i.a.

Sin embargo, también hay que destacar que la proyección de gasto previsional podría verse desbordada: el gasto ajustable por movilidad (casi el 90% de la función y 40% del gasto primario) estaría mostrando un alza de 80% i.a. (en línea con el PIB nominal), cuando la fórmula estaría creciendo alrededor de 75% i.a. en diciembre, y tendría un arrastre de por lo menos 35 p.p.

El segundo eje comprende a los subsidios: la finalidad Energía muestra una reducción de 0,33 p.p. del PIB, lo cual sería consistente con el pleno impacto de la segmentación tarifaria durante todo 2023. En este sentido, lógicamente jugarían a favor las menores importaciones energéticas antes mencionadas, en conjunto con el impacto de la menor inflación en los costos de provisión. De igual forma, los desvíos respecto de estos dos grandes supuestos ejercerán presión sobre este eje (crucial para el cumplimiento de la meta) y/o sobre el esquema tarifario (que en caso de revisarse al alza a su vez tensionaría la pauta de inflación). Al mismo tiempo, la finalidad Transporte muestra una reducción de 0,14 p.p. del PIB.

El resto del gasto primario muestra una moderada disminución en términos del producto (un leve aumento real), pero dentro de este universo conviven un incremento en los gastos de capital (+0,1 p.p.), en Ciencia y Técnica (+0,1 p.p.) y el costo de las elecciones (neto de la reducción que implica no hacer el Censo), con una reducción de 0,3 p.p. en las restantes líneas. Dentro de esta última disminución se destaca la reducción de transferencias a Provincias (-0,1 p.p.), lo cual se compensa con el crecimiento de los giros automáticos.

Pese a la reducción del déficit primario, el nivel proyectado de desbalance, en conjunto con el pago de intereses (1,8% del PIB) y el financiamiento neto negativo al FMI (alrededor de USD 4.000 M) configuran un programa financiero desafiante, limitando las posibilidades de que la pauta de rojo se vea ampliada, incluso con desvíos en las pautas macroeconómicas. En rigor, el Presupuesto prevé que el financiamiento neto de otros organismos compensarían los pagos netos al FMI, mientras que una asistencia monetaria acotada (0,6% del PIB) y el roll-over positivo (en el mercado y con organismos públicos) deberán cubrir el déficit financiero y otras necesidades debajo de la línea (como sentencias y adelantos a proveedores).

En este sentido, el Presupuesto ratifica que el margen para desviar la actual dinámica de caída real del gasto con roll-over positivo de deuda (lo cual le pone piso a la tasa de interés) seguirá siendo muy acotado en 2023.

Monitor Cambiario Semanal – Se recalienta la carrera precios-tasas-dólar

“Dólar soja”: segunda semana de elevadas liquidaciones

Durante las últimas dos semanas, la marcada aceleración en la liquidación de divisas del agro que indujo la puesta en marcha del “dólar soja” contribuyó a apaciguar expectativas de devaluación en lo inmediato y tornar factible el cumplimiento de la meta de acumulación de reservas del 3T acordada con el FMI.

De la mano del “dólar soja”, el BCRA está logrando acumular reservas en un mes en que la liquidación del agro suele disminuir por cuestiones estacionales. Desde que se implementó la medida, se llevan liquidados cerca de USD 3.600 M vía este mecanismo. De este monto, el BCRA adquirió casi USD 2.200 M, dando cuenta de la una demanda privada que sigue presionando. Así, en las últimas 9 ruedas el BCRA adquirió a un promedio de USD 239 M, constituyendo la mejor racha compradora para este lapso desde que asumió el Gobierno.

De esta forma, a fuerza de “comprar caro y vender barato” (se pagan los dólares a un tipo de cambio implícito de $238), las compras netas de septiembre del BCRA marcan un récord en la historia: suman algo más de USD 2.100 millones en lo que va del mes, siendo el mejor septiembre de la serie histórica que comienza en 2003.

En consecuencia, estimamos que la proporción de la cosecha de soja ya vendida a la industria y los exportadores equiparó al promedio de los últimos años. Según nuestras estimaciones, hacia finales de agosto la demora en las ventas de la cosecha de soja ascendía a aproximadamente 5,5 millones de toneladas, valuadas en cerca de USD 3.200 M.

La principal contracara de este proceso es su impacto monetario y el deterioro asociado en el patrimonio del BCRA. En este sentido, la autoridad monetaria ya emitió cerca del 10% de la base monetaria (que fue esterilizando) para financiar las operaciones del “dólar soja”.

Nueva suba de tasas, pero aún por debajo del crawling peg y los precios

Tras el elevado registro de inflación de agosto dado a conocer el miércoles -superior al esperado por el mercado- este jueves el BCRA volvió a intentar dar una señal contundente al aplicar una fuerte suba de la tasa de referencia, la novena del año. Elevó en 550 puntos básicos (p.b.) la tasa de la Leliq del 69,5% TNA (96,8% TEA) al 75% TNA (107,4% TEA), consistente con una TEM de casi 6,2%. De esta forma, desde el 27/7, la tasa subió en tres oportunidades, pasando de una TEA del 79,8% a una de 107,5% (+40 p.p.).

A su vez, la autoridad monetaria elevó la tasa mínima de plazo fijo minorista a 30 días de 69,5% a 75% TNA (107,1% TEA), al tiempo que para el resto de los depósitos del sector privado la tasa mínima garantizada se estableció en 66,5% TNA (91,1% TEA).

¿Qué busca el BCRA con esta medida? En primer lugar, llevar las tasas a terreno positivo en relación a la inflación, en línea con lo acordado con el FMI. Asimismo, procura apuntalar la demanda de dinero, mantener a raya los dólares financieros (y la brecha) y contener las expectativas de inflación y devaluación con el fin último de evitar un salto abrupto en el tipo de cambio.

No obstante, en un contexto en que el ritmo de depreciación viene promediando una TEM del 6,5% en la primera quincena de septiembre (TEA del 118%), el nivel de la tasa no sería suficiente aún para desincentivar el adelantamiento de compras de transables por parte de importadores o contrarrestar la demora en las ventas por parte de exportadores (excl. complejo soja). Esta dinámica seguiría atentando contra la liquidación neta en el mercado cambiario, dificultando hacia adelante la necesidad de seguir fortaleciendo las reservas.

Asimismo, asumiendo una expectativa de inflación en la zona del 6,5% para septiembre, aún no lograría pasar a terreno positivo en términos reales. Lo que es más: la medición del IPC GBA Ecolatina marcó un 7,3% en la primera quincena del mes. Por esta razón, es probable que el BCRA continúa en la suba de tasas hacia adelante.

No debe dejarse de señalar que uno de los resultados adversos de esta mayor consistencia que se persigue se asocia a un mayor costo financiero y cuasifiscal, como también una dinámica endógena de mayor nominalidad a la que devengan intereses los pasivos remunerados (producto de la suba de tasas). Como hemos venido señalando, las medidas se alinean con la estrategia de minimización de costos en un contexto en que la magnitud de los desequilibrios ofrece escasos márgenes de acción.

Dólares libres: ¿despiertan?

Los dólares financieros comenzaron la semana con tendencia estable para luego emprender un recorrido alcista desde el miércoles. El CCL (GD30) cerró la semana en ARS 300 (+7% s/s), mientras que el MEP (AL30) cotizó el viernes en ARS 292 (+8%). El blue mostró una mayor parsimonia, ofreciéndose a ARS 277 al finalizar la semana (+1%). Así, la brecha promedio trepó del 95% a finales de la semana pasada a un 101% esta semana.

Dólar futuro: ¿se moderan o sólo se posponen las expectativas de devaluación?

La visualización de una mayor oferta de dólares en el mes -apuntalada por el “dólar soja” y las perspectivas de ingresos de fondos frescos del BID- redujo las expectativas de una brusca devaluación en lo inmediato. Esto se reflejó en las tasas implícitas de los contratos de dólar futuro: frente a finales de agosto, los contratos de dólar futuro para octubre a diciembre descomprimen en promedio 2,5%. No obstante, para el 2T de 2023 trepan cerca de 5,5%.

La inflación acumuló 14,4% en los últimos dos meses

El IPC Nacional INDEC trepó 7,0% mensual en agosto, desacelerándose marginalmente respecto al mes anterior y registrando un número mayor al esperado. De esta forma, acumuló 56,4% en los primeros ocho meses del año y alcanzó 78,5% i.a., la variación interanual más alta desde la salida de la hiperinflación en 1991.

Como destacamos en nuestro último informe semanal, el proceso inflacionario viene mostrando ciertos rasgos particulares que lo diferencian del pasado. En primer lugar, se advierten aumentos de precios con mayor frecuencia, en conjunto con ajustes de mayor magnitud. Asimismo, la aceleración inflacionaria ya no responde mayormente ni a saltos cambiarios del tipo de cambio oficial o tarifarios ni a ajustes de precios congelados, como en el período 2018-2021. Por último, se advierte un mayor impacto del movimiento en los dólares paralelos, dando cuenta de un proceso inflacionario que se ha vuelto más frágil ante potenciales shocks.

Al interior, las divisiones con mayor incremento en el mes fueron Prendas de vestir y calzado, que trepó 9,9% mensual y alcanzó 109% en la comparación interanual; Bienes y servicios varios (+8,7%), y Equipamiento y mantenimiento del hogar (+8,4%; impulsada por el aumento a trabajadores de casas particulares).

El capítulo de Alimentos y bebidas se ubicó por encima del nivel general (+7,1%) y expuso la mayor incidencia al nivel general (explicó 30% del número de agosto). A su interior, se destacaron Verduras, tubérculos y legumbres (+14,0%); Azúcar, dulces, chocolate, golosinas (+9,7%); Frutas (+8,6%); Aceites, grasas y manteca (+9,4%); y Leche, productos lácteos y huevos (+9,0%).

Se destacó también la suba de la cuota de la medicina prepaga, que incidió en Salud (+5,7%), así como el impacto sobre Transporte (+6,8%) de la suba de tarifas del transporte público (sobre todo en el Gran Buenos Aires) y el alza de los combustibles sobre fin de mes.

En cuanto a las categorías, Estacionales lideró el alza (+8,7%), explicada en parte por las subas en Prendas de vestir y calzado, en Frutas y en Verduras, tubérculos y legumbres. Regulados anotó 6,3% mensual y 59,7% en la interanual.

Por último, preocupa el dato del IPC Núcleo (+6,8%). La inflación núcleo se utiliza como proxy de la tendencia del nivel general de precios, ya que excluye precios con comportamiento estacional, sujetos a regulación o con alto componente impositivo. Este indicador promedió 7,1% en los últimos dos meses, 2,1 puntos porcentuales por encima del promedio de los dos meses anteriores, reafirmando el predominio de una fuerte inercia inflacionaria.

¿Qué esperamos para septiembre?

La inflación continuará superando el 6% en septiembre. Sumado al arrastre que dejó agosto, el mayor deslizamiento cambiario que viene convalidando el Banco Central (el tipo de cambio oficial viene corriendo a un ritmo de 6,5% en el mes, superando, más de un punto porcentual que en agosto) y la fuerte inercia mencionada, en septiembre impactarán puntualmente distintos aumentos.

Los principales serán electricidad y gas (estimamos una incidencia directa en el IPC de 0,4 p.p.); el aumento en la tarifa de subte (+40%) y de taxis (+30%); así como los aumentos a empleadas domésticas (+9%), colegios de la Provincia de Buenos Aires (+9%) y cigarrillos, entre otros. Así, el índice de septiembre rondaría el 6,5%.

Para el resto del año, el adelantamiento de los aumentos pautados en las paritarias, un ritmo devaluatorio consolidado en niveles superiores a los meses pasados y los efectos de primera y segunda ronda que tendrán los ajustes en tarifas (estimamos que en total incidirían en 2,8 p.p de septiembre a marzo) y combustibles se combinarán para mantener a la inflación por encima del 5,5% mensual.

La vulnerabilidad que expone la dinámica inflacionaria exigirá como condición necesaria (no suficiente) un sendero de reconstrucción de la confianza y reputación de la conducción económica para comenzar a coordinar expectativas de inflación hacia la baja. La rapidez con que se pueda revertir el desanclaje de expectativas será determinante a los efectos de evitar seguir escalando posiciones en los próximos meses.

Con todo -aún sin mediar ningún shock hacia adelante- estimamos una lenta moderación, dejando como resultado una inflación con un piso del 95% en 2022 y sin indicios de una desaceleración sustancial en 2023.

Monitor de Escenarios Económicos

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Nominalidad en ascenso: una mirada al interior del fenómeno inflacionario

Una inflación alcanzando nuevos escalones

La inflación se aceleró notablemente en 2022. El IPC INDEC acumularía una suba de 55,4% en los primeros ocho meses del año, magnitud que no se veía desde la salida de la hiperinflación a principios de la década del 90’. Para el mismo período de tiempo, el registro de 2018 era 24,3%, en 2019 era 30%, en 2020 era 28,9% y el año pasado fue 32,3%. Esta aceleración del proceso inflacionario es mayormente explicada por factores locales, pero los internacionales contribuyeron también a la aceleración, aunque en menor medida.

Los factores detrás de la aceleración inflacionaria a nivel global fueron las políticas monetarias expansivas de distintos países, cuellos de botella que complicaron la oferta en las cadenas globales de valor y una demanda pujante. Sobre esta dinámica se montaron los impactos más recientes de la escalada bélica en Ucrania, intensificando dos tendencias previas: mayores precios de la energía y los alimentos y más elevados costos de transporte, resultando en crecientes presiones inflacionarias.

Más allá del contexto internacional, los factores locales fueron los que explicaron en mayor medida la aceleración inflacionaria. En este sentido, la actualización -al menos parcial- de algunos precios regulados (como combustibles y tarifas de servicios públicos), registros estacionales más altos a los esperados a principio de año (como frutas y verduras e indumentaria), una mayor sensibilidad de los precios ante variaciones de los dólares paralelos y un creciente financiamiento monetario del déficit fiscal generaron un desanclaje de expectativas. A lo mencionado anteriormente se le suma el fuerte componente inercial de la inflación, que adquiere mes a mes mayor preponderancia, viéndose reflejado en la aceleración del IPC Núcleo (en agosto se ubicó 2,1 p.p. por encima del promedio de los últimos 12 meses, según el IPC GBA Ecolatina).

Pasada la mitad del año, a un escenario nominal frágil y vulnerable a nuevos shocks se le sumó la profundización del cepo cambiario -con foco en una mayor restricción a las importaciones- impuesta para paliar el drenaje de reservas. Junto a esto, la incertidumbre financiera y consecuente alza en los dólares financieros ocasionada por los cambios en el gabinete económico presionaron sobre los precios y colaboraron a que el registro de julio sea el mayor en veinte años. En este sentido, el alza de los dólares paralelos hizo más débil la referencia del tipo de cambio oficial, dando lugar a un contexto de fuerte incertidumbre y traspaso a precios. Como resultado, la inflación volvió a acelerarse y marcó 7,5% en julio, mientras que estimamos un piso de 6,5% a nivel nacional en agosto.

De esta manera, según INDEC, la inflación promedió 5,1% en el primer trimestre de este año, se aceleró a 5,4% en el segundo y proyectamos que vuelva a acelerarse en el tercer trimestre (julio-septiembre) a la zona de 6,5%. Así, la nominalidad alcanza un nuevo escalón, muy por encima de los promedios mensuales del último lustro: en 2018 la inflación promediaba 3,3% mensual, en 2019 3,7%, en 2020 2,6% y el año pasado 3,4%.

Cambios al interior del proceso inflacionario: magnitud y periodicidad de ajustes

La reciente aceleración inflacionaria esconde al interior un cambio en la dinámica de aumentos de precios. Utilizando los datos de relevamientos quincenales de precios de consumo masivo en supermercados para el IPC GBA Ecolatina, es posible diferenciar la cantidad de bienes que se movieron según distintos rangos de magnitud de aumento en los últimos cinco años, y la periodicidad de los incrementos de cada bien.

Tanto en 2018 como en 2019, la aceleración inflacionaria fue impulsada principalmente por shocks cambiarios, donde la mayoría de los bienes transables ajustan significativa y rápidamente durante el transcurso de una quincena. Mientras que para la primera mitad de 2018 el promedio de aumentos mayores al 10% representaban solamente 13% de los relevamientos, para el segundo semestre este promedio pasó a ser de 26,9%, con picos en septiembre y octubre de 46,7% y 46,0%, respectivamente. Esto estuvo explicado principalmente por la devaluación del 25% del tipo de cambio el último día de agosto, a lo que se le sumaron los aumentos de los servicios públicos en septiembre y octubre del mismo año. En contraparte, los incrementos más moderados (de 0 a 4%) se redujeron a la mitad para la misma comparación.

Durante 2019, la inflación también se aceleró por el mismo motivo. El salto del tipo de cambio de 23% post-PASO implicó que los aumentos mayores al 10% se triplicaron respecto a la quincena anterior durante la segunda mitad de agosto. De hecho, el porcentaje de precios que ajustaron más del 10% en promedio tanto en 2018 como en 2019 más que duplico al registro de 2021, con inflaciones anuales no tan disímiles -47,6% i.a en 2018, 53,8% i.a. en 2019 y 50,9% i.a. en 2021.

A lo largo del 2020, los precios de consumo masivo se movieron de manera muy particular, afectados por los controles de precios y por el freno de la actividad económica producto de la pandemia. En este sentido, durante los meses de pleno congelamiento (como marzo-abril) el porcentaje de precios que mostraba incrementos era muy pequeño (menor al 10%), pero tendía a compensarse en los meses en que se autorizaban aumentos (en estos periodos, el porcentaje de precios que exhibía aumentos superaba el 85%).

A diferencia, en 2021 se tendió a una “normalización” de la cantidad de aumentos de bienes de consumo masivo. Los incrementos se distribuyeron más uniformemente a lo largo del año, donde más de la mitad de los precios no exhibía aumentos, y dentro de los que aumentaban (aproximadamente el 40%) sólo un 15% lo hacía a un ritmo mayor al 10%.

Este fenómeno sucede porque actualizar precios conlleva un costo. Entonces, en una economía sin grandes shocks, se tiende a ajustar precios más espaciadamente y en magnitudes no tan grandes -como se dijo, los aumentos mayores al 10% para este período fueron la mitad a los de 2018 y 2019-.

Vale destacar que a fines de 2021, semestre donde transcurrieron las elecciones legislativas, volvió a suceder un fenómeno similar al de 2020, aunque más “suavizado”. En el último trimestre del año pasado se volvieron a implementar controles de precios a los bienes de consumo masivo. Como resultado, sólo el 20% de los precios mostraron incrementos durante el periodo de congelamiento. A diferencia, tras el desarme del programa, en los primeros meses de 2022 hubo un nuevo pico de incrementos, donde casi el 70% de los precios mostraron aumentos (muy significativo, pero algo más bajo que los picos de 2020 posiblemente debido a que este programa fue menos abarcativo que los anteriores).

Remarcaciones más frecuentes y acentuadas

Queda en evidencia que sin controles de precios que distorsionen los precios relativos la frecuencia con que se ajustan los precios tiende a ser mayor. En cambio, cuando el proceso inflacionario empieza a acelerarse y las expectativas se desanclan, cada vez resulta necesario ajustar precios con mayor frecuencia, porque las referencias nominales se hacen más difusas y alteran el contenido informativo del sistema de precios. Esto se puede ver gráficamente en los últimos dos meses (julio-agosto): para este período, la proporción de precios que mostró incrementos llegó a superar el 70% en promedio en las últimas cuatro quincenas. Es decir, del total del relevamiento de precios de productos de consumo masivo, siete de cada diez mostraron un aumento, mientras que los tres restantes se mantuvieron inalterados o con variaciones negativas.

Esto no sólo sugiere que el periodo de ajuste se achicó, sino también que los ajustes tendieron a ser de mayor magnitud. En la última quincena de agosto casi el 60% de los precios mostró incrementos mayores al 7%, algo que no había sucedido nunca en los años previos.

Cabe destacar que este fenómeno excepcional sucedió sin la existencia de un desmantelamiento de controles previos -que suele llevar a que una mayor proporción de precios muestre un ajuste- ni de ningún salto cambiario discreto, como fue el de las PASO de 2019, donde el proceso inflacionario cobró una dinámica similar a la observada en los últimos dos meses.

Conclusiones y comentarios finales

Si bien el análisis se concentró en precios de bienes de consumo masivo, y no a la totalidad del IPC, no deja de ser relevante, dado que representan casi el 20% del total de la canasta y llegan a explicar casi un 30% de la canasta de los deciles más bajos, que consumen una mayor proporción del ingreso en este tipo de bienes. En este sentido, es relevante destacar que la escalada inflacionaria de los últimos dos meses generó que la dinámica inflacionaria muestre aumentos de precios con mayor frecuencia, en conjunto con ajustes de mayor magnitud.

Este nuevo fenómeno está asociado a que la aceleración inflacionaria ya no responde mayormente ni a saltos cambiarios del tipo de cambio oficial o tarifarios ni a ajustes de precios congelados, como en el período 2018-2021.

En este sentido, el alza en los dólares paralelos y la ampliación y endurecimiento de las restricciones a las importaciones implicaron un fuerte mecanismo de transmisión hacia los precios. Este fenómeno no sucedió con igual intensidad en periodos anteriores, mostrando que la dinámica inflacionaria se volvió más frágil ante potenciales shocks. Esta vulnerabilidad no responde únicamente a la falta de ancla en las expectativas que, por ejemplo, repercute acortando el período de paritarias, sino también por una falta de control en la emisión monetaria que alteró las expectativas de inflación.

Que tan rápido se pueda disipar este efecto determinará el número final de 2022 y el año entrante. La necesidad de coordinar expectativas a la baja es esencial para no seguir alimentando a la dinámica inflacionaria, pero la actualización automática de determinados precios relativos (como prepagas, por caso) agrava el riesgo de ir a un régimen inflacionario con mayor indexación al actual, y, por ende, más difícil de desarmar.

Para septiembre, sumado al elevado arrastre que dejó la aceleración de la segunda parte de agosto (el IPC Ecolatina pasó de subir 6,2% en la primera quincena a 7,2% en la segunda) y a un sostenido deslizamiento cambiario por parte del Banco Central, impactarán en el nivel de precios puntualmente los aumentos en electricidad y gas (estimamos un impacto directo en el IPC de 0,4 p.p.); el aumento en la tarifa de subte (+40%) y de taxis (+30%); y los aumentos a empleadas domésticas y en colegios de la Provincia de Buenos Aires. Así, el índice de septiembre se ubicaría cerca del 6% (+82% i.a.).

Para el resto del año, el adelantamiento de los aumentos pautados en las paritarias, un deslizamiento cambiario consolidado en niveles superiores a los meses pasados y los efectos de primera y segunda ronda que tendrán los ajustes en tarifas (estimamos que en total incidirían en 2,8 p.p de septiembre a marzo) y combustibles se combinarán para mantener a la inflación por encima del 5% mensual. En principio, estimamos una lenta moderación, dejando como resultado una inflación que se acercaría al 95% en 2022, sin indicios de una desaceleración sustancial en 2023.