La caída en la imagen de Alberto Fernández no pareciera encontrar su piso, en un contexto donde el Gobierno no está logrando ofrecer respuestas a las dos principales preocupaciones: la sanitaria, que no logra ser despejada por una dinámica de contagios y muertes por covid-19 que no para de crecer; y la económica, que antecede a la pandemia pero fue profundizada por este fenómeno.
Esta caída tiene algunas características que permiten entender más acabadamente el proceso. Una es la disminución del apoyo de votantes ajenos. A fines de marzo, detrás de un amplio consenso social por la pandemia, entre las simpatías que recogía el presidente, había un 25% de votantes que no eran propios. A fines de agosto, con una imagen positiva considerablemente más baja, solo el 9,7% son votantes opositores.
Otra característica de este proceso es la mimetización de esa composición de imagen positiva con la de la vicepresidenta. En abril, entre todos los que tenían imagen positiva de ambos o de alguno de los dos, el 48,3% era compartido, pero Alberto Fernández tenía un 49,4% de ellos que le eran propios. Es decir, no los compartía con Cristina Kirchner. A fines de agosto, el porcentaje de simpatías exclusivas de Alberto Fernández se redujo al 23,8%, mientras que el 72,9% son compartidos por ambos. Por lo tanto, las bases de simpatías de ambos cada vez se asemejan más, se parecen más, o lo que es lo mismo, los que quieren a Alberto Fernández son cada vez más, los mismos que quieren a Cristina Kirchner.
Esa reducción a la base de apoyos de Cristina Kirchner es un fenómeno que marca que el Presidente cada vez más representa a los mismos votantes que reconocen con firmeza el liderazgo de Cristina, lo que se traduce en menos margen de autonomía para Alberto Fernández. Dicho de otro modo, Alberto Fernández se está quedando sin votos propios.
En definitiva, el desafío de Alberto es seguir liderando el Frente de Todos, pero la dinámica de su gobierno parece depositarlo en el liderazgo del frente de Cristina. Cuanto más parecido a Cristina se presente, incumpliendo aquel compromiso electoral de ser distinto al kirchnerismo, mas estrecha será su base de apoyos. Especialmente si también se incumple el otro mandato electoral recogido el año pasado, el de poner en marcha la economía, no dando lugar a una suerte de compensación, que habilite a afirmar, parafraseando: reforman la justicia pero hacen.