El FMI presentó en su World Economic Outlook (WEO) de Enero la actualización de las proyecciones realizadas durante octubre de 2022, estimando una modesta mejora en las proyecciones de crecimiento para el 2023.
En concreto, las previsiones para el crecimiento mundial para el año en curso se ubicaron en 2,9% (+0,2 p.p respecto al WEO de octubre). Las perspectivas para Latinoamérica crecieron un magro 0,1%, traccionada por las mejoras esperadas para Brasil (+0,2 p.p. a 1,2%) y México (+0,5 p.p. a 1,7%), y sin modificaciones para Argentina, que continúa situada en un 2%, en línea con lo estimado en el Presupuesto 2023 y en el acuerdo con el FMI.
Cabe destacar que, a pesar del menor pesimismo, la tasa de crecimiento mundial se desaceleraría respecto a 2022 (-0,5 p.p.) y continuaría por debajo de los niveles históricos registrados entre los 2000-2019 (3,8%). Asimismo, si bien la inflación frenaría su marcha (6,6% promedio anual vs 8,8% en 2022), seguiría estando muy por encima de los niveles observados en la pre-pandemia (3,5% promedio anual en 2017-2019).
El cambio relevante en el escenario internacional está explicado por China. El relajamiento de las restricciones sanitarias en el marco del fin a la política de Covid Cero a finales de 2022 implicó una disparada de casos que afectó a la economía del gigante asiático durante el último trimestre. No obstante, luego del rebrote, la economía China comienza a dar señales de recuperación: durante diciembre 2022 el IPI (Índice de Producción Industrial) mostró una variación positiva del 1,3% i.a., colocándose por encima de las previsiones del mercado (+0,2% i.a.) que esperaba una desaceleración mayor al ritmo de los dos trimestres previos. En este escenario, el Fondo Monetario recalibró sus proyecciones y ahora espera un crecimiento del 5,2% (+0,8 p.p. respecto a octubre 2022), en línea con lo esperado por el mercado.
A pesar de esto, la modificación en las estimaciones responde principalmente a un mayor arrastre estadístico y no a cambios relevantes en el escenario internacional. Esto se debe a que numerosas economías, incluyendo la Zona del euro y Estados Unidos, desaceleraron su crecimiento a un ritmo menor al esperado. En particular, a pesar del endurecimiento en la política monetaria de la FED, un mercado laboral robusto y una demanda resiliente desestimó las proyecciones previas de una caída durante el segundo semestre en la economía norteamericana. A esto se le suma la Unión Europea, la cual amortiguó de una forma mayor a la prevista el shock negativo que significó la invasión Rusia a Ucrania y sus consecuencias sobre el mercado energético.
¿Qué escenario nos espera en 2023?
Como mencionamos en informes previos, los principales focos de tensión presentes en el terreno mundial prevalecerán, aunque los factores adversos se han moderado respecto a lo que se veía en octubre. La inflación internacional seguirá en niveles elevados y los principales bancos centrales continuarán con el ciclo de endurecimiento monetario en su lucha contra la escalada de los precios. Por otro lado, la economía China aún no logro controlar la crisis en el sector inmobiliario (1/5 de su PIB) y, debido a los bajos niveles de inmunidad y una insuficiente capacidad hospitalaria, los rebrotes de COVID-19 no pueden descartarse. Por último, una escalada en el conflicto bélico en Ucrania repercutiría en mayores costos en los alimentos y energía, aumentando el costo en la recomposición de stocks de gas que tendrá que abordar Europa de cara al próximo invierno.
De todas maneras, debe advertirse que la resiliencia de la demanda en los principales países de la Zona del euro y Estados Unidos podría moderar la desaceleración del crecimiento durante el año. Los impulsos fiscales de la pandemia otorgaron a los hogares una fuente de ingresos extra, derivando en un colchón de ahorros mayor que posibilitó un freno menor al previsto durante el 3T del 2022. También, un enfriamiento del mercado laboral que ponga coto a los aumentos del salario nominal podría acelerar la caída de la inflación, logrando el ansiado “soft landing” y deteniendo el tightening monetario.
¿Qué impacto tendría este escenario en Argentina en 2023?
Como consecuencia, la economía argentina estará expuesta a múltiples desafíos. En este sentido, las principales vías de contagio a la economía nacional se pueden listar de la siguiente forma:
- Menor crecimiento mundial. Como hemos mencionado en este informe, la recalibración de proyecciones al alza es producto de un menor pesimismo, pero en el marco de una desaceleración del crecimiento mundial que limitará a la demanda por nuestras exportaciones. En este sentido, son buenas las noticias del repunte Chino y las mejores expectativas hacia Brasil.
- Fortaleza del dólar. El dólar a nivel mundial se ha venido debilitando desde noviembre (-8% hacia enero 2023). Con un mercado que descuenta con mayor probabilidad que la FED instrumente una última suba de tasas en marzo (a la zona del 5,1%, en línea con la propia proyección de los miembros de la FED), la desaceleración en las subas (sería de 25 puntos básicos, al igual que la de este miércoles) podría contribuir a evitar una nueva revalorización de la moneda estadounidense. Este factor resulta relevante, toda vez que un fortalecimiento del dólar ha estado históricamente asociado a un debilitamiento en la cotización de las commodities. De hecho, según proyecciones del FMI, las commodities no energéticas descenderán 6,3% respecto a 2022, aunque permanecerían en niveles históricamente elevados.
- Suba de tasas y menor liquidez. Las subas de los tipos de interés y los procesos de quantitative tightening de los principales bancos centrales imponen una mayor volatilidad en los mercados financieros. Asimismo, el mayor costo de financiamiento puede incidir en nuestros socios comerciales, como Brasil, y acrecienta los riesgos de incumplimientos de pagos en un mundo con elevados niveles de deudas, en particular para aquella en manos de países emergentes. Por último, la perspectiva de una menor suba de tasas reduce la probabilidad de una renovada salida de capitales de países emergentes en el marco de un “flight-to-quality”, lo cual reduciría las presiones devaluatorias en estos países y, en consecuencia, contribuiría para evitar una mayor apreciación de nuestro TCRM.
- Precio de la energía. Si bien se espera un descenso en los precios de la energía respecto a 2022 (-16%), lejos se encontrará de retornar a niveles previos a 2021, lo que torna indispensable la construcción del gasoducto NK para reducir los pagos por importaciones energéticas previo a la temporada invernal en un contexto de sequía y reservas escasas.