¿Qué sabemos de los salarios hasta el momento?
Los bruscos saltos del tipo de cambio oficial entre 2018 y 2019 aceleró la inflación que, como no fue anticipada, ocasionó un deterioro del salario real del 14% en relación al promedio de 2017. El cambio de gobierno y la necesidad de cumplir con una de las promesas de campaña trajo una parcial recuperación del poder adquisitivo en el primer trimestre de este año-especialmente de los trabajadores de menores ingresos- gracias, fundamentalmente, al denominado “incremento solidario”. Así, hasta marzo el salario formal había crecido más de 5% en términos reales.
Sin embargo, la irrupción de la pandemia y el establecimiento de la cuarentena postergó las negociaciones paritarias del año, por lo que esta mejora se fue erosionando lentamente. De hecho, durante el segundo trimestre el incremento acumulado de los salarios registrados fue de sólo 0,5%. Este fenómeno conjugó, por un lado, la imposibilidad de operar en muchos sectores productivos, que fue acompañado del cobro del 70% del salario por parte de los trabajadores suspendidos, y por otro, la decisión de priorizar la protección del empleo -al menos en la rama formal de la economía- con la extensión de la doble indemnización y el pago de parte del salario por parte de estado (a través del ATP).
La lenta salida de la cuarentena y la paulatina puesta en marcha de la economía permitió una reactivación de las negociaciones paritarias en el tercer trimestre. Los primeros en acordar fueron los sectores considerados esenciales (camioneros, sanidad, bancarios, seguridad privada), a quienes siguieron sindicatos que aglutinan a trabajadores de comercio, y metalúrgicos, entre otros. Sin embargo, vale destacar que en estos últimos los aumentos tomaron forma de pagos de suma fija hasta fin de año o primer trimestre del año que viene. A diferencia de lo ocurrido a comienzos del año, esto parece responder más a las dificultades que están pasando las empresas que a un criterio redistributivo.
En consecuencia, los salarios formales habrían terminado el tercer trimestre con un incremento acumulado de casi 21%, prácticamente empatando en la carrera nominal a los precios (en torno a 22%). ¿Se despegarán en la recta final del año? ¿Qué pasará con el empleo y las remuneraciones de los trabajadores informales y cuentapropistas? ¿Cuál será el impacto de la dinámica de los ingresos laborales sobre el consumo?
El salario real en el último trimestre
Como resultado de una recomposición adicional en sectores que todavía operan con restricciones (como la construcción o la gastronomía), las negociaciones en curso con estatales, y el pleno percibimiento de los salarios por parte de los trabajadores suspendidos (lo cual mejora el ingreso percibido), el salario real formal no sufriría un significativo deterioro en la última parte del año. Esto no será suficiente para revertir la dinámica de los últimos años y, en promedio, exhibirá un retroceso cercano a 3%.
Sin embargo, para que esto suceda la inflación promedio mensual del último cuarto del año no deberá superar 4%. Producto del descongelamiento de precios cuidados y combustibles, la mayor circulación tras el relajamiento de la cuarentena y la cada vez más relevante brecha cambiaria, acelerarán la inflación. Sin embargo, la inflación no superaría dicho umbral (4% mensual), salvo que se materialice un evento disruptivo en el mercado cambiario, erosionando aún más el poder adquisitivo del salario en 2020.
Perspectivas del ingreso laboral y el consumo
De todas formas, la caída del salario real de 2020 no será tan pronunciada como en los dos años previos, aunque la misma se da en un contexto de fuerte contracción del empleo, algo que no había sucedido en los 2018-2019. Esta dinámica es producto de la cuarentena que imposibilitó de trabajar a muchas personas y que en el momento de mayores restricciones provocó una destrucción de superior al 40% i.a. en la ocupación informal y cercana 30% i.a. en cuentapropistas.
Por lo tanto, este año el deterioro de la masa salarial real será impulsado por la pérdida de puestos de trabajo (cantidades) y en menor medida por la caída del salario real (precios). En este sentido, consideramos que este cambio de drivers afecta en forma heterogénea a los hogares, principalmente aquellos en que uno o más de sus miembros perdieron el empleo.
Hacia el futuro hay dos grandes incógnitas sobre la recuperación de los ingresos laborales de las familias. La primera tiene que ver con la carrera precios-salarios en un año electoral y con una fuerte inflación “reprimida” y la segunda a qué velocidad se recuperarán los puestos de trabajos de cerca de 3 millones de personas, principalmente informales y cuentapropistas.
Con la incertidumbre sobre estas variables, la evolución del consumo el próximo año también dependerá de la vigencia de planes oficiales de financiamiento, así como de la extensión de una política de ingresos para los sectores más postergados, considerando que la recuperación del mercado de trabajo será lenta.