Política

Los candidatos buscan un punto de equilibrio en el nuevo escenario

El resultado electoral de las Primarias produjo una suerte de desacople entre el proceso político y el institucional. La elección produjo un hecho político (dejó un claro ganador y prácticamente futuro Presiente en Alberto Fernández), pero no produjo un correlato institucional de ese hecho (Fernández es simplemente un candidato y deberá cumplir con la formalidad de ganar la elección), lo que le impide aún ser un Presidente electo e iniciar una transición con el Gobierno en ejercicio. Del lado del oficialismo, la derrota del Presidente Macri lo ha debilitado políticamente y le ha vaciado la capacidad de administrar expectativas a futuro, ya que la mayoría descuenta que no estará sentado en el sillón presidencial a partir del 10 de diciembre.

Esta situación anómala sucede en un contexto económico que venía siendo delicado desde abril-mayo del año pasado, producto de una crisis de confianza en los mercados sobre la sustentabilidad del programa económico, que el resultado electoral no hizo más que agravar. Esto es el producto de: 1) la pérdida de legitimidad popular de ese mismo programa económico, y 2) el desconocimiento del programa económico del virtual presidente electo (o al menos de su programa financiero ya que en campaña reconoció que renegociará el Programa Stand By con el FMI).

En definitiva, quien tiene la posibilidad real de administrar las expectativas económicas en un contexto de incertidumbre (el virtual candidato electo), no puede efectivamente orientar esas expectativas por dos motivos centrales: 1) no tiene incentivos para anticipar ninguna decisión que pudiera perjudicarlo electoralmente; y 2) si aún quisiera asumir la responsabilidad de tomar definiciones –pagando costos políticos-electorales- respecto de qué hará una vez asumido como Presidente, tampoco lo podría hacer por desconocer objetivamente cuáles van a ser las condiciones económicas en que iniciará su gestión (reservas, tipo de cambio, inflación, etc.).

Pero Fernández sí tiene incentivos para esperar que el Gobierno asuma la responsabilidad de gobernar esta coyuntura de crisis y tome medidas que él considere necesarias (como por ejemplo la implementación de controles de cambio), y que al mismo tiempo sean perjudiciales para los objetivos electorales del Gobierno.

El candidato opositor buscó desde un comienzo que el candidato rival y Presidente en ejercicio, tome todas las medidas impopulares (reperfilamiento de deuda de corto plazo y medidas de control de cambio) pero necesarias para controlar la situación económica, y que él no quisiera tomar una vez que asuma el poder el 10 de diciembre.

¿Y por qué Alberto Fernández buscaría cooperar con Macri en algún punto? ¿No aplica el incentivo que cuanto peor, mejor para obtener el mejor resultado electoral posible en octubre? Efectivamente el incentivo electoral lo llevaría a Alberto Fernández a minimizar la cooperación en estas circunstancias, siendo que hoy tiene él más posibilidades de calmar a los mercados que propio Presidente en ejercicio. Pero hay dos factores que lo condicionan en esa estrategia de “cuanto peor, mejor”. A saber:

1) La herencia que recibirá Fernández (reservas e inflación). En la medida que Fernández no colabore con la Gobernabilidad económica del último tramo del Gobierno de Macri, posiblemente esté afectan-do el punto de partida de su propio Gobierno. Si el Gobierno se ve forzado a liquidar las reservas del BCRA para evitar que el dólar se dispare y que eso lo afecte electoralmente, ello condicionará el punto de partida de Fernández a partir del 10 de diciembre. Y si el dólar se dispara, posiblemente dejara aún más inflación con mayores dificultades para bajarla durante el mandato del nuevo presidente. De modo que si Fernández no colabora en nada, podría estar perjudicándose a él mismo.

2) La evaluación de la opinión pública sobre la crisis. Si la opinión pública percibe que el Gobierno no puede controlar la situación económica y que Fernández no colabora o incluso perjudica aún más la situación con declaraciones que generan más incertidumbre, posiblemente habrá un punto de inflexión donde el enojo de la gente podría volcarse también contra su figura.

En este delicado equilibrio transitará Alberto Fernández la campaña. Tratando de favorecer su estrategia electoral pero también tratando de no generar más perjuicios de lo que ya la situación ocasionó en la economía condicionando el comienzo de su eventual mandato.

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