¿Qué pasó con la actividad en mayo?
El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) exhibió un incremento de 2,6% i.a. mayo, volviendo a terreno positivo por primera vez desde abril del año pasado. Más allá de esta mejora, acumuló una contracción de 3,1% i.a. en los primeros cinco meses del año. Por su parte, la medición desestacionalizada reflejó un incremento de 0,2%, y pese a encadenar su segundo aumento consecutivo, el importante freno de marzo (-1,3%) impidió que la economía retornase todavía a los niveles del primer bimestre del 2019.
La baja base de comparación explicó gran parte del crecimiento interanual, impulsado por un puñado de sectores (solo 5 de 15 ramas de actividad exhibieron un avance; las restantes diez cayeron). El mejor desempeño fue el del sector Agropecuario (+49,5% i.a.) gracias a la cosecha récord de 2019 y a la sequía de 2018, que genera una baja base de comparación. Esta buena performance estimuló a la producción de Bienes, que trepó 12,7% i.a. en mayo. Más allá de esta mejora, vale destacar que el principal empleador formal de bienes –el sector industrial- permanece en rojo. Por lo tanto, aun cuando la economía logre salir de su estancamiento no corresponde esperar mejoras importantes en el mercado de trabajo.
Por su parte, los servicios continuaron en retroceso (-4,4% i.a.). En este caso, el deterioro estuvo liderado por intermediación financiera (-16,0% i.a.) y comercio (-11,4% i.a.). Dado que los fondos de inversión que abandonaron el país el año pasado no volverán en el corto plazo y el salario real no llegará a los niveles de 2018, estos números seguirían en terreno negativo durante los próximos meses.
¿Qué factores explicaron la recuperación?
La mejora de mayo respondió a dos factores. En primera instancia, al mencionado sector agropecuario y el impulso extra que aportaron las razones estadísticas antes descriptas a la cosecha récord. En este sentido, cabe destacar que excluyendo al sector agropecuario, la economía habría mostrado un retroceso de 4,5% i.a. en mayo.
El segundo factor fue la calma cambiaria. Mayo fue el primer mes de dólar estable, luego de que la divisa se deslizara constantemente en febrero, marzo y abril. Esta dinámica, sumada al menor ajuste de tarifas de Servicios Públicos, ayudó a que la inflación se acercara a la zona del 3% en dicho mes, permitiendo una leve mejora del poder adquisitivo en el margen. Asimismo, una situación más controlada permite embarcarse en algunos gastos de mayor plazo, ya que se amplía el horizonte de proyección. En consecuencia, se repetiría en junio y, posiblemente, en julio.
¿Qué esperamos para lo que resta del año?
En la segunda parte del año, el efecto de la cosecha agrícola se irá diluyendo mes a mes. Por lo tanto, deberán aparecer nuevos motores ya que, de lo contrario, la dinámica de la actividad volverá a terreno negativo. En este punto, la persistencia de la calma cambiaria es clave: si la misma se quiebra producto de la incertidumbre electoral o un resultado percibido como adverso por el mercado, la economía volverá rápidamente a arrojar números en rojo. Sin embargo, este no es el escenario más probable. Veamos el mismo.
Para comenzar, es importante destacar que el gobierno, consciente del impacto negativo que tiene la economía en sus perspectivas electorales, lanzó un plan de estímulos no salariales al consumo, entre los que resaltan los créditos Anses y Pro.Cre.Ar y el plan Junio y Julio 0 km, además de las compras en cuotas a tasas de interés bajas mediante el programa Ahora 12. Este paquete empezaría a impactar en los próximos meses (conforme a las mediciones de UTDT, la confianza del consumidor trepó 20% en el último bimestre, imitando la evolución del anterior año electoral, 2017), estirando la dinámica positiva en la comparación desestacionalizada (no así en la interanual).
A contramano de estos motores, la política monetaria de tasas de interés altas continuará durante la segunda parte del año, poniéndole un freno a la potencial expansión del consumo y descartando casi cualquier inversión productiva (si es que ya no lo estaba producto de la elevada incertidumbre electoral). En consecuencia, si bien los números negativos podrían ir quedando paulatinamente atrás, la mejora sería lenta y acotada. Como resultado, proyectamos que el PBI cerrará el año con una caída de 1,4% i.a., atenuando sensiblemente la contracción del 3% acumulada en los primeros meses del año pero quedando también muy lejos de arrojar un saldo positivo.