La recuperación como utopía: cuando me acerco ella se aleja
Tras alcanzar un máximo histórico en el último trimestre de 2017, el PBI acumuló cuatro trimestres de caída (desestacionalizada) en 2018 y se contrajo 6,5% entre puntas. A comienzos de este año, impulsado por la calma cambiaria y el recorte de la tasa de interés, el rebote parecía haber llegado. Sin embargo, la ilusión duró poco: en marzo el dólar subió más de 10% y la tasa de interés retornó al 70%, impactando negativamente sobre una frágil economía. Como resultado, la actividad cayó 1,3% desestacionalizado en marzo respecto de febrero y el deterioro se profundizó –levemente- durante el primer trimestre de 2019 (-0,2% desestacionalizado).
Por lo tanto, la pregunta de comienzos de año sigue vigente: ¿cuándo llegará la recuperación? Por suerte, estimamos que será en el segundo trimestre de 2019. Para explicar este optimismo, partimos del sector agropecuario, que gracias a una buena cosecha gruesa se expandirá cerca de 20% anual este año –luego de la sequía de 2018- y atenuará la caída de la economía en general.
Además, el nuevo régimen cambiario del Banco Central tuvo un comienzo exitoso y por el momento luce bien encaminado. Desde que a fines de abril la autoridad monetaria anunció que podría vender divisas aún dentro de la Zona de No Intervención (es decir, por debajo de 51,45 ARS/USD), las presiones cambiarias cedieron significativamente. Dado que estabilizar al dólar es condición necesaria que la economía argentina deje de caer, su efecto inmediato fue positivo.
Ahora bien, considerando que el consumo representa más de tres cuartos del PBI, y que la ambiciosa meta de equilibrio fiscal primario limita las compras públicas, es fundamental que el poder adquisitivo mejore. De lo contrario, la mejora de la economía será solo una cuestión estadística que se diluirá rápidamente.
Recién en 2020 comenzaría a revertirse la caída del salario real formal
Por el desfasaje entre las expectativas de inflación al comienzo del año pasado (que sirvió de guía para las negociaciones colectivas, en torno al 20%) y el número final, a lo largo de 2018 el salario real formal arrojó una caída cercana a 12% entre puntas. Al comienzo del 2019 la situación no mejoró: si bien se activaron diversas cláusulas gatillo y de recomposición, los salarios registrados siguieron creciendo por debajo de la inflación en el primer cuatrimestre del año. Como resultado, la pérdida interanual de poder adquisitivo continuó en niveles similares a los del cierre de 2018.
Sin embargo, este rojo podría atenuarse en los próximos meses. Si la nueva estrategia del Banco Central para contener al dólar continúa siendo exitosa, y las negociaciones paritarias no acortan su plazo –no se generalizan los acuerdos trimestrales-, la inflación cedería sensiblemente en los próximos meses. Conforme a nuestras estimaciones, la suba de precios pasaría de un promedio de casi 4% mensual en el primer cuatrimestre de 2019 a la zona de 2,5% en el período mayo-diciembre.
En este marco, el deterioro del salario real formal se apaciguaría. Si bien en el promedio anual la caída sería similar a la del año pasado (en torno a 7% i.a.), su dinámica sería opuesta: durante el 2018 la retracción se agudizó con el correr de los meses, lo contrario de lo que pasaría en 2019. En el primer semestre de 2018 la caída del poder adquisitivo fue de 1,5% i.a. y promedió una baja de 11% i.a. en la segunda parte del año, mientras que este año pasaría de -10,5% i.a. a -3% i.a., respectivamente. En consecuencia, si bien los salarios reales formales continuarían contrayéndose en la comparación interanual, se sentarían las bases para que la tendencia negativa comenzara a revertirse en 2020.
Una frágil mejora que pende de demasiados hilos
Más allá de este optimismo incipiente, la situación no está exenta de riesgos. La calma cambiaria que se logró en las últimas semanas, aunque luce más sólida que en las anteriores oportunidades, sigue siendo frágil. Esta debilidad estriba tanto en factores de oferta (limitaciones del Banco Central) como de demanda (stress del sector privado).
Por el lado de la autoridad monetaria, ésta no explicitó con qué monto intervendría por debajo de 51,45 ARS/USD –posiblemente, por lo acotado de sus posibilidades-. Asimismo, el techo de USD 250 millones por encima de este valor es poroso para los días de mayor tensión. Por último, si debe desprenderse de una cantidad significativa de divisas, podrían ponerse en duda los futuros pagos de deuda en moneda extranjera, lo que acrecentaría significativamente las presiones en el frente cambiario.
Respecto a la compra de dólares, la incertidumbre política podría desatar temores que excedan a lo que las variables macroeconómicas “demandan”. Concretamente, este tipo de cambio alcanza –en estos niveles de actividad- para garantizar un resultado externo sostenible; sin embargo, la falta de precisiones sobre qué curso adoptará nuestro país en 2020 podrían llevar a un exceso de refugio en la divisa o a un nuevo desarme generalizado de posiciones en moneda local, que redundarían en una nueva depreciación del peso.
En conclusión, podemos afirmar que aún en un escenario optimista, el salario real no se recuperará este año. Por lo tanto, la mejora del consumo, y en consecuencia del PBI, deberá esperar, por lo menos, hasta 2020.