Aunque los pronósticos más afinados confirman que el presente año la economía chilena alcanzará un crecimiento de 4,0 por ciento, más del doble del promedio de los últimos cuatro años, y un punto por sobre lo que se esperaba a fines del año pasado, se observa un cierto descontento entre los agentes económicos. Las expectativas de los empresarios han caído nuevamente a nivel negativo, sumándose al retroceso que ya se observaba en las de los consumidores. Sin tener certeza, podemos especular que el deterioro en el clima de negocios y expectativas tiene un componente real y otro más bien sicológico.
El primero, efectivamente en el tercer trimestre se observó una desaceleración en el crecimiento, lo que queda demostrado al analizar el IMACEC, índice que mide la actividad económica a nivel mensual. El crecimiento del sector no minero perdió fuerza, generando preocupación en torno a la posibilidad de una desaceleración más permanente. La verdad es que la desaceleración se explicó principalmente por un menor crecimiento del consumo privado y, principalmente, por una importante caída en los desembolsos efectivos del sector público. En el cuarto trimestre se retomará un mayor crecimiento, en parte por un fuerte repunte esperado en el gasto del sector público, lo que probablemente contribuirá también a una recuperación en las expectativas económicas privadas.
El componente sicológico tiene que ver con la información que se ha entregado sobre el desempeño del mercado laboral, donde aparece aún un nivel alto de desempleo y un dinamismo en la creación de empleos por debajo de lo que se esperaba dada la aceleración en el crecimiento económico. Sin embargo, entre más se profundiza en el análisis del mercado laboral, más clara es la conclusión en el sentido que la actual muestra poblacional que utiliza el Instituto Nacional de Estadísticas para medir el mercado laboral, no está midiendo adecuadamente su desempeño, tal cual lo ha hecho ver el propio Banco Central, a través del desarrollo de estudios específicos sobre la materia. En concreto, el mercado laboral ha sido más dinámico que lo que mide las cifras oficiales y, de hecho, ha sido capaz de absorber una gran cantidad de mano de obra adicional proveniente de los fenómenos inmigratorios.
Para el próximo año las proyecciones apuntan a un crecimiento de entre 3,5 y 4,0 por ciento, favorecido por el fuerte repunte que registra la inversión en los últimos trimestres, fenómeno que se intensificaría en los que vienen. Por lo demás, ya no es sólo la inversión en maquinaria y equipo la que muestra recuperación sino, desde hace ya tres trimestres, también la inversión en construcción. Esto último es importante, toda vez que en la medida que vayan madurando las inversiones en construcción, pasando a etapas más avanzadas, el efecto multiplicador sobre sectores como el comercio, el transporte y la industria que abastece a la construcción será mayor, lo mismo que el impacto sobre el empleo
En temas financieros, la inflación medida en doce meses terminará el año levemente por debajo del centro del rango meta de la autoridad, aunque con el indicador subyacente aún cerca del piso de dicho rango. El gradual cierre de brechas de capacidad llevaría la inflación hacia el 3,0 por ciento, centro del rango meta, hacia fines del próximo año. De la mano con ello, y en la medida que la actividad mantenga cierta fortaleza, el Banco Central irá subiendo la Tasa de Política Monetaria (TPM) desde su actual nivel de 2,75 por ciento, aun claramente expansivo, hasta niveles neutrales o levemente contractivos hacia comienzos del año 2020. Sin embargo, ello sólo en la medida que el escenario económico externo no muestre un claro retroceso, lo que afectaría el crecimiento económico interno y el ritmo de cierre de las brechas de capacidad ociosa que aún prevalecen en la economía. Se agrega, además, que la importante caída observada en el precio del petróleo en los últimos meses tendrá algún efecto deflacionario sobre nuestra economía.
Por último, el peso chileno se ha depreciado respecto de una canasta amplia de monedas en relación al dólar estadounidense. Sus nivel actual, en torno a los 670 pesos, están en línea con el promedio de los últimos 10 años, cuando se realiza la medición en términos reales. Sólo esperamos correcciones importantes respecto de su nivel actual, en la medida que el escenario externo mejore, por ejemplo como consecuencia del cierre del conflicto comercial entre Estados Unidos y China, lo que derivaría en un repunte del precio del cobre, que en principio provocaría una apreciación de nuestra moneda.