Decíamos hace un mes que la complejidad de la coyuntura económica impedía hacer un análisis prospectivo del mediano plazo (elecciones 2019), al no garantizar mínimas condiciones de estabilidad. La nueva política monetaria, junto con la aprobación del Presupuesto 2019 en Diputados y del nuevo Acuerdo con el FMI, han provisto cierta estabilidad financiera que permite tener una perspectiva con un rango de incertidumbre más acotado de las condiciones económicas en las que atravesaremos el proceso electoral presidencial 2019.
En este nuevo contexto, es posible identificar hoy dos variables modeladoras del proceso electoral 2019:
- El timing e intensidad de la recuperación económica: decisivo para el proceso electoral, no tanto porque pueda generar satisfacción con lo hecho en el mandato (que desde lo económico es poco destacable), sino para permitirle al electorado relativizar lo sucedido en materia económica y poner en valor otros logros; o en su defecto, revalorizar este ciclo frente a lo que aparezca como alternativa.
- Qué nivel de unidad logrará la oferta electoral opositora: cierto nivel de unidad en la oferta opositora podría, no solo maximizar su competitividad en un ballotage, sino también relativizar el rechazo que gran parte del electorado aún mantiene hacia Cristina Kirchner y el kirchnerismo, hoy la principal fuerza opositora en términos de intención de voto.
De la evolución de ambas variables dependerá qué tan relevantes serán las motivaciones económicas en el voto, y si es posible tener un voto no económico como el que hoy estamos viendo en ese tercio de apoyo electoral que sucesivamente viene mostrando el oficialismo.
Que en un contexto económico tan delicado como el que está atravesando la Argentina, un 32,9% (Synopsis-Octubre) manifieste intención de voto al oficialismo, solo se explica al observar que Cristina Kirchner es hoy la principal alternativa opositora en el escenario. Para ese 32,9% que es profundamente antikirchenrista, la persistencia de una CFK competitiva, y la falta de alternativas, hace relativizar el efecto que la situación económica pudiera tener en la motivación de ese voto.
De hecho, en la misma muestra que un 32,9% dice que votaría al oficialismo si hoy fueran las elecciones, solo un 28,5% cree que el país va a estar mejor en un año, solo un 26,2% aprueba el desempeño del Gobierno y solo el 19,6% cree que su situación personal mejorará en 2019 (Synopsis-Octubre). En un contexto donde el 41,2% de los propios votantes de Cambiemos afirman que la Inflación y el Desempleo (Economía) son los principales problemas que afectan al país.
¿Podrá la economía no ser decisiva en 2019? La respuesta a esa pregunta no puede ser una generalización, pero sí puede afirmarse que en un segmento relevante del electorado podrá no serlo. ¿En cuál? Entre los desencantados, aquellos que votaron a Macri en noviembre de 2015, pero hoy dicen que no lo volverían votar. Para que el Gobierno pueda volver a seducir a este electorado, necesita que la economía no sea motivador de ese voto, ya que difícilmente lo volvería a seducir.
Para volver a seducir a ese votante, será clave la evolución de aquellas dos variables. Y podemos indicar la siguiente regla para anticipar el escenario: 1) cuanto más pronto e intensa sea la recuperación económica en 2019 y 2) cuanto más probable sea la posibilidad de que CFK sea la rival en un eventual ballotage para el oficialismo, entonces 3) más probabilidad de que la economía no sea un elemento decisivo en el voto de los desencantados, donde sobrevive cierto sentimiento anti kirchnerista.