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Bolivia: Los retos del complicado entorno nacional

En las últimas semanas Latinoamérica se ha visto convulsionada por la depreciación de las monedas argentina y brasileña, la cual ha generado nuevamente inquietud en los sectores productivos.

La preocupación se ha centrado en la pérdida de competitividad de las exportaciones bolivianas y de las industrias que compiten con la producción importada. Sumado al hecho de que existe un alto grado de informalidad, podría implicar más importaciones ilegales por intermedio del contrabando.

Sin embargo, el centro de la atención debiera dirigirse al régimen cambiario boliviano, más allá de centrarse en el nivel de la paridad o del desalineamiento respecto al tipo de cambio de equilibrio.

Desde fines de 2011, la paridad entre la moneda boliviana y el dólar estadounidense se ha mantenido fija. Previamente, el régimen cambiario fue de tipo de cambio deslizante, con movimientos cambiarios muy graduales y no anunciados.

Desde su adopción en 1985 hasta 2005, la moneda siguió una trayectoria de devaluación continua para mantener la competitividad cambiaria real constante. Frente a un importante influjo de divisas, la moneda se revaluó moderadamente entre 2005 y 2011, llegando a ganar valor en 12,5%.

Curiosamente, un movimiento tan pequeño generó el cambio en la composición de activos más importante. De hecho, la dolarización financiera bajó de 90% en 2003 a 20% al presente, principalmente por el “empujoncito” que se observó en los depósitos y luego los créditos. Esto derivó además en una ganancia importante de reservas internacionales, las cuales llegaron al 50% del PIB.

Sin embargo, la irrupción de la Gran Recesión de 2008 y el cambio en las condiciones externas desde 2014, revirtieron la dirección de los flujos de divisas. Las reservas bajaron al 30% del PIB y la continuidad de planes de inversión pública derivó en un déficit fiscal mayor al 7% del PIB.

Frente a esto, el gobierno tiene la disyuntiva de que si no modifica la forma de conducción de la paridad cambiaria y la trayectoria del gasto fiscal, se verá forzada en algún momento a abandonar el régimen cambiario, con consecuencias imprevistas en el sistema financiero y de pagos.

Mientras más antes transite de forma ordenada y coherente hacia un régimen más flexible, menores efectos colaterales podrían existir en otros mercados, en especial el financiero y, por ende, en el inmobiliario, el cual ha crecido en virtud a la nueva ley financiera que obliga a las instituciones a cumplir cuotas para este mercado a tasas fijas en moneda nacional.

En ese sentido, será importante que se analice y proponga de forma sería el cambio en el régimen cambiario con el fin de reducir la vulnerabilidad de la economía boliviana en este frente. O, lo que parece menos probable, que se hagan los ajustes macroeconómicos en los ámbitos fiscal y externo, para mitigar la presión en los mercados cambiario y financiero.



Laeco

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