Durante gran parte del año pasado, era común el comentario de que las turbulencias financieras, la incertidumbre nominal y las crecientes restricciones a las importaciones no estaban teniendo un efecto significativo en la actividad económica. Ya hacia el cierre del año, y comenzando el 2023, esta dicotomía quedó atrás.
No obstante, sí parece mantenerse en pie en relación con el nivel de empleo formal, que sigue creciendo pese al estancamiento de la economía y las perspectivas poco alentadoras de cara a los próximos meses.
¿Qué ocurrió en los últimos meses?
Desde agosto pasado la actividad económica acumula una caída de más del 2%, al tiempo que el empleo formal registra un avance de 2% en el período, creciendo incluso 0,5% en los dos primeros meses del año. Si bien quienes empujan la creación de empleo son los trabajadores independientes -principalmente monotributistas-, que crecieron casi 4% desde agosto, la mayor incidencia corresponde al empleo asalariado del sector privado – más directamente asociado al nivel de actividad-, que exhibe un incremento de 1,6% en el período. Tres sectores explican el 70% del crecimiento en este empleo: industria, comercio y construcción.
¿A qué responde este rezago en el impacto? Uno de los motivos es que, así como los puestos de trabajo no se generan con los primeros signos de reactivación de la economía, y se espera la consolidación del crecimiento, en momentos más difíciles las empresas “tardan” en reducir sus plantillas.
En este sentido, sumar en el análisis las horas trabajadas de los asalariados del sector privado puede echar luz sobre esta cuestión: desde finales de 2021 el tiempo de trabajo creció más que el empleo, siguiendo la tendencia de la actividad económica, comportamiento que se revirtió en el último trimestre de 2022.
El gráfico a continuación muestra los ratios horas trabajadas/empleo, evidenciando que el mayor crecimiento de las horas en relación con los puestos de trabajo ocurrió ante un mayor crecimiento de la actividad. Con una economía que ha comenzado a enfriarse, es esperable que esta relación caiga.
Como se observa, el enfriamiento de la economía hace suponer que ahora las horas trabajadas crecerán a un menor ritmo que el nivel de empleo en los próximos meses, sin que esto implique que en el corto plazo se vea un deterioro en la cantidad de puestos de trabajo.
¿Pueden sostenerse los empleos ante la recesión que se avecina?
Considerando que el salario real formal se encuentra más de 5% por debajo de 2019 y es casi 20% inferior al de 2017 y, más aún, las expectativas de que esto no cambie en el mediano plazo, estos factores sugieren por qué podrían sostenerse los empleos durante la recesión proyectada para este año: la crisis económica se traslada al mercado laboral vía precios -en este caso, salarios- y no por cantidades -empleo-. Esta dinámica es todavía más apropiada para caracterizar el empleo informal y comprender el bajo desempleo que tiene el país.
En definitiva, un año de recesión económica no necesariamente traerá como resultado una caída en el empleo formal (tampoco prevemos que lo haga si sumamos la informalidad). De este modo, el deterioro de la masa salarial real por un menor poder adquisitivo como resultado de la creciente inflación será parcialmente compensado por los niveles de empleo.
Esta dinámica da lugar a efectos no deseados, como la existencia de trabajadores formales que caen bajo la línea de pobreza o una mayor cantidad de jóvenes y de personas de tercera edad insertos en el mercado laboral, junto al incentivo al pluriempleo, entre otras consecuencias. Sin embargo, puede morigerar el deterioro en el consumo que las familias tienen en un contexto como el actual.