Este miércoles por la mañana la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos dio a conocer el dato del IPC de octubre de dicho país: el mismo se disparó un 6,2% interanual, alcanzando su nivel más alto desde octubre de 1990 (que supo ser del 6,3%). Los precios aumentaron en el décimo mes del año un 0,9%, situándose 0,6 p.p. por encima de las cifras de septiembre, un nivel mayor al esperado. Por su parte, el IPC Core (que no tiene en cuenta alimentos ni energía) trepó al 4,6% interanual y 0,6% mensual. En lo que va del año, el nivel general de precios avanza un 6,09%, mientras que la inflación núcleo un 4,49%.
La aceleración inflacionaria reciente se explica, en gran medida, por el aumento del precio del combustible (12,3% mensual) que en buena parte se debe a la decisión de la OPEP de no elevar la oferta de crudo al menos hasta diciembre, seguido por el aumento del transporte (1,98% mensual) y alimentos (0,9% mensual). El aumento de precios en estos sectores resulta incluso más relevantes debido a la elevada incidencia en la canasta total. En un marco de escasez de ciertos insumos que encarecen los bienes finales, sumado a problemas en las cadenas de suministros – particularmente la crisis de los microchips que dificultan la producción de nuevos vehículos y encarecen el precio de los autos usados – la oferta no retorna a los niveles prepandemia.
La FED (el Banco Central de Estados Unidos) hace meses que mantiene una postura tajante al respecto de la mayor inflación actual: plantea que se trata de un fenómeno transitorio y que responde principalmente a reacomodamientos de oferta y cuellos de botella en algunos sectores que se dan como consecuencia de la normalización de la economía luego de los tiempos más difíciles de la pandemia. Sin embargo, los elevados niveles de inflación mes tras mes complican a la FED. Si bien recientemente ésta comenzó con el tapering , la FED aún no respondió con una suba de tasas, una herramienta central para contrarrestar la inflación. A su vez, los treasuries aún no reaccionaron al tapering tal como la FED esperaba (busca elevar las tasas largas para evitar un overheating de la economía). Por caso, que el t-bill a 10 años aún no responda, sumado al sostenido recrudecimiento inflacionario, añade presión al organismo para que vire hacia una política monetaria más contractiva y comience a elevar las tasas de interés.
El carácter transitorio que la FED le atribuye a la inflación depende entonces en gran medida de lo que la propia institución vaya a hacer en cuanto a su política monetaria, así como también de la política fiscal del gobierno de Joe Biden. Aunque, vale la pena mencionar también que con estos niveles de precios entran en juego otros factores como la situación del mercado laboral (dado que la FED tiene un objetivo dual: mantener una inflación estable y alcanzar el pleno empleo, objetivos que pueden ser contradictorios a corto plazo), mayores demandas salariales, y las propias expectativas de inflación (la inflación breakeven implícita en los treasuries a 5 años roza el 3%, superior al objetivo del 2% de la FED). En el corto plazo la situación no pareciera modificarse. Deberán monitorearse los próximos datos de inflación y el accionar de la FED al respecto.